23.05.13

Vienen los testigos de Jehová: ¿qué hago?

A las 9:13 AM, por Luis Santamaría
Categorías : Testigos de Jehová

 

Un buen amigo cura me ha pedido que escriba unas líneas contestando a la siguiente cuestión: ¿cómo tiene que responder un católico a los testigos de Jehová? Es para una revista diocesana. Como uno sabe lo que es dirigir una publicación así, y sobre todo la inmensa difusión que tiene entre los católicos de a pie, he intentado decir pocas cosas y de manera que estén claras. Espero que sirvan. Y para que ayude a más gente, pues aquí está el artículo, publicado en el Full Diocesà que comparten Vic y Solsona, con fecha de 19/05/13 (debajo del texto castellano copiamos la versión catalana).

Seguro que todos conocemos a los testigos de Jehová: llaman a las puertas de nuestras casas y nos paran por la calle. Pero no los conocemos bien. Lo primero que hemos de hacer es tener claras unas cuantas ideas. Se trata de una secta fundada en el siglo XIX en los EE.UU. por Charles Taze Russell, en un clima muy peculiar: el adventismo, conformado por personas y grupos que, basándose en cálculos bíblicos, anunciaban entonces –y ahora– el inmediato regreso de Cristo, con fechas concretas y todo.

Además de su origen, es necesario saber cuál es su doctrina: en resumen, no son cristianos, aunque lo ponga en el letrero de sus Salones del Reino. Aferrándose a un monoteísmo estricto, rechazan la doctrina de la Santísima Trinidad y, obviamente, la divinidad de Cristo, que no sería el Verbo encarnado, sino la primera y más excelsa criatura de Dios, a quien llaman obsesivamente Jehová, en un error de transliteración del nombre hebreo de Dios, Yhwh. Es decir, que sería hijo de Dios, pero no “Dios de Dios, luz de luz” como afirmamos en el símbolo de la fe.

Junto a esto, y por su insistencia en que se guían únicamente por principios bíblicos, hay que conocer la versión que utilizan, la denominada Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, y que de traducción no tiene nada. En sus páginas han manipulado y deformado una considerable cantidad de versículos para adaptarlos a sus doctrinas, en todo lo relativo a la divinidad de Jesús, la identidad personal del Espíritu Santo, la presencia de Cristo en la eucaristía (su identificación con el pan y el vino de la última cena), la doctrina sobre el más allá de la muerte, etc. Se trata de algo contradictorio con el fundamentalismo que tienen al acercarse a la Biblia, y que les lleva a rechazar con violencia desde la celebración de los cumpleaños o la Navidad hasta las transfusiones de sangre, como por desgracia de todos es conocido.

Puestas estas bases de forma resumidísima, el primer criterio de actuación para un católico es la caridad. La inmensa mayoría de los testigos de Jehová que se acerquen a nosotros lo harán con la mejor intención de apartarnos de este “inicuo sistema de cosas” –como llaman al mundo apartado de “su” percepción de la revelación de Dios– y ofrecernos la salvación. Pensemos siempre que han sido engañados en algo tan importante, y que se les ha adoctrinado en una tergiversación de la genuina fe. Una correcta actitud cristiana, por tanto, es la hospitalidad y el respeto, o más aún, la simpatía. Desde ahí, caben dos opciones que cada uno tendrá que valorar. Si el que se encuentra con ellos no tiene una sólida formación doctrinal y una fuerte experiencia de fe, es mejor que rechace con cortesía el ofrecimiento de material escrito o de conversación. Y aquí se acaban las recomendaciones.

Ahora bien, si el católico interpelado tiene claras las cosas y posee una cierta capacidad apologética (defensa de la fe, o dar razón de nuestra esperanza, como decía San Pedro), y tiene tiempo y paciencia para entablar un diálogo, puede continuar. Siendo consciente de que está siendo el blanco de una cuidada ofensiva proselitista. ¿Exagero al decirlo así? Nada de eso, ya que los testigos de Jehová son minuciosamente formados para este acercamiento, e incluso se “entrenan” en sus reuniones semanales para saber a qué personas acercarse, qué temas sacar, qué respuestas dar, qué dudas sembrar y qué publicaciones ofrecer. Por lo tanto, ellos no conciben el encuentro interpersonal como un verdadero diálogo, ya que éste exige la receptividad a lo que pueda decirme el otro, e incluye la posibilidad de que yo aprenda algo.

Un católico bien formado no se verá apabullado por la lluvia de citas bíblicas que esgrimirán los testigos de Jehová a diestro y siniestro, porque los cristianos –sea cual sea nuestra confesión, católica o no católica– no entendemos la Sagrada Escritura como un repertorio de frases célebres, un recetario, un libro de autoayuda o un manual de instrucciones. Y podemos hacer el intento –infructuoso a corto y medio plazo– de hacer ver a nuestro pesado interlocutor que la Biblia ha de leerse como un conjunto, que hay pasajes que por su género literario hay que leer en clave alegórica o simbólica, y no literal… y que, por supuesto, hay cosas que son irrenunciables cuando uno se acerca a los evangelios: Jesús se presentó como Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre, tanto en sus obras como en sus palabras; mostró su voluntad de iniciar un nuevo pueblo elegido en las personas de los apóstoles, fundando así la Iglesia; entendió su muerte no como algo accidental o sobrevenido, sino como una entrega voluntaria para reconciliar a toda la humanidad pecadora con Dios, y así lo expresó en la última cena con sus amigos, dejando toda la densidad de su presencia real, de forma sacramental, en el pan y el vino.

Y podríamos seguir detallando uno por uno todos los elementos centrales de la revelación bíblica que ellos rebaten siguiendo los dictados de la corporación empresarial que dirige la secta, la Watchtower Bible and Tract Society, y de su verdadera herramienta de interpretación de la Biblia: la revista La Atalaya. Si el católico que se encuentra con ellos tiene, además, algunas nociones de griego y hebreo, las lenguas originales de los libros de la Sagrada Escritura, puede ayudarles a entender que Jesús no dijo “esto significa mi cuerpo” en el cenáculo, y que Juan nunca escribió en su prólogo que “la palabra era un dios”… que una cosa es traducir, y otra falsificar.

Y para terminar, aunque creo que es, en el fondo, lo más importante: ¿cómo tenemos que responder los católicos a los testigos de Jehová? ¿Con elaboradas técnicas y planes pastorales y apologéticos? ¿Con un ejército de creyentes formados que vayan de puerta en puerta ofreciendo la verdad de Jesucristo? Algunos movimientos eclesiales ya lo hacen, y habrá quienes se sientan llamados por Dios a un ministerio particular de predicación de la Palabra, y bienvenidos sean.

Para la Iglesia entera, para unos y otros, una cosa es necesaria y urgente: la nueva evangelización. Hacer que la gente se encuentre con Cristo –y los evangelizadores tienen que ser los primeros en haber tenido esta experiencia radical de transformación a la luz del evangelio–, mostrarles que, como nos recordó Benedicto XVI, la puerta de la fe está siempre abierta. Así habrá mucha menos gente que encuentre en los testigos de Jehová la respuesta –embaucadora siempre– a sus demandas espirituales y sus necesidades de trascendencia.

Luis Santamaría del Río
 

Em vénen a visitar els testimonis de Jehovà: què faig?

Luis Santamaría del Río (*)

Segur que tots coneixem els testimonis de Jehovà: truquen a les portes de les nostres cases i ens paren pel carrer. Però no els coneixem bé. El primer que hem de fer és tenir clares unes quantes idees. Es tracta d’una secta fundada en el segle XIX als Estats Units d’Amèrica per Charles Taze Russell, en un clima molt peculiar: l’adventisme, format per persones i grups que, basant-se en càlculs bíblics, anunciaven llavors —i ara— l’immediat retorn de Crist, amb dates concretes i tot. A més del seu origen, és necessari saber quina és la seva doctrina: en resum, no són cristians, encara que posin la paraula cristià en el rètol dels seus «salons del Regne». Aferrantse a un monoteisme estricte, rebutgen la doctrina de la Santíssima Trinitat i, òbviament, la divinitat de Crist, que no seria el Verb encarnat, sinó la primera i més excelsa criatura de Déu, a qui anomenen obsessivament Jehovà, en un error de transliteració del nom hebreu de Déu, YHWH. És a dir, que Crist seria fill de Déu, però no «Déu de Déu, llum de llum» com afirmem en el símbol de la fe.

Manipulació de la Bíblia i fonamentalisme

Al costat d’això, i per la seva insistència a dir que es guien únicament per principis bíblics, cal conèixer la versió que utilitzen, la denominada Traducció del Nou Món de les Santes Escriptures, que de traducció no en té res. En les seves pàgines han manipulat i deformat una considerable quantitat de versicles per adaptar-los a les seves doctrines, en tot el que es refereix a la divinitat de Jesús, la identitat personal de l’Esperit Sant, la presència de Crist en l’eucaristia (la seva identificació amb el pa i el vi de l’últim sopar), la doctrina sobre el més enllà de la mort, etc. Es tracta d’un fet contradictori amb el fonamentalisme que tenen en acostar-se a la Bíblia i que els duu a rebutjar amb violència des de la celebració dels natalicis o la festa de Nadal fins a les transfusions de sang, com, per desgràcia, de tots és conegut.

Posades aquestes bases de forma resumida, el primer criteri d’actuació per a un catòlic és la caritat. La immensa majoria dels testimonis de Jehovà que s’acostin a nosaltres ho faran amb la millor intenció d’apartar-nos d’aquest «injust sistema de coses» —com anomenen el món apartat de la seva percepció de la revelació de Déu— i oferir-nos la salvació. Pensem sempre que han estat enganyats en alguna cosa tan important i que han estat adoctrinats en una tergiversació de la genuïna fe. Una correcta actitud cristiana, per tant, és l’hospitalitat i el respecte, o més encara, la simpatia. A partir d’aquí, caben dues opcions que cadascú haurà de valorar. Si el qui es troba amb ells no té una sòlida formació doctrinal i una forta experiència de fe, el millor serà que rebutgi amb cortesia l’oferiment de material escrit o de conversa. I aquí s’acaben les recomanacions.

No tenen una veritable actitud de diàleg

Ara bé, si el catòlic interpel·lat té clares les coses i posseeix una certa capacitat apologètica (defensa de la fe, o donar raó de la nostra esperança, com deia sant Pere), i té temps i paciència per a entaular un diàleg, pot continuar, però conscient que és el blanc d’una acurada ofensiva proselitista. Exagero dient-ho així? Doncs no, ja que els testimonis de Jehovà són minuciosament formats per a aquest acostament, i fins i tot s’entrenen en les seves reunions setmanals per saber a quines persones acostar-se, quins temes treure, quines respostes donar, quins dubtes sembrar i quines publicacions oferir. Per tant, ells no conceben la trobada interpersonal com un veritable diàleg, ja que aquest exigeix la receptivitat al que pugui dir-me l’altre i inclou la possibilitat que jo aprengui una mica.

Un catòlic ben format no es veurà aclaparat per la pluja de citacions bíbliques que esgrimiran els testimonis de Jehovà a tort i a dret, perquè els cristians —sigui quina sigui la nostra confessió, catòlica o no catòlica— no entenem la Sagrada Escriptura com un repertori de frases cèlebres, un receptari, un llibre d’autoajuda o un manual d’instruccions. I podem fer l’intent —infructuós a curt i mig termini— de fer veure al nostre pesat interlocutor que la Bíblia ha de llegir-se com un conjunt, que hi ha passatges que pel seu gènere literari cal llegir en clau al·legòrica o simbòlica i no pas literal… i que, per descomptat, hi ha coses que són irrenunciables quan un s’acosta als evangelis: Jesús es va presentar com a Fill de Déu, de la mateixa naturalesa del Pare, tant en les seves obres com en les seves paraules; va mostrar la seva voluntat d’iniciar un nou poble triat en les persones dels apòstols, fundant així l’Església; va entendre la seva mort no com a accidental o sobrevinguda, sinó com un lliurament voluntari per reconciliar tota la humanitat pecadora amb Déu, i així ho va expressar en l’últim sopar amb els seus amics, deixant tota la densitat de la seva presència real, de forma sacramental, en el pa i el vi.

I podríem continuar detallant d’un a un tots els elements centrals de la revelació bíblica que ells rebaten seguint els dictats de la corporació empresarial que dirigeix la secta, la Watchtower Bible and Tract Society, i de la seva veritable eina d’interpretació de la Bíblia, la revista La Atalaya. Si el catòlic que es troba amb ells té, a més, algunes nocions de grec i hebreu, les llengües originals dels llibres de la Sagrada Escriptura, pot ajudar-los a entendre que Jesús no va dir «això significa el meu cos» en el cenacle, i que Joan mai no va escriure en el seu pròleg que «la paraula era un déu»… que una cosa és traduir, i una altra, falsificar.

Necessitat de la nova evangelització

I, per acabar, anem al més important: com hem de respondre els catòlics als testimonis de Jehovà? Amb elaborades tècniques i plans pastorals i apologètics? Amb un exèrcit de creients formats que vagin de porta en porta oferint la veritat de Jesucrist? Alguns moviments eclesials ja ho fan, i hi haurà qui se senti cridat per Déu a un ministeri particular de predicació de la Paraula, i benvingut sigui. Per a l’Església sencera, per als uns i els altres, una cosa és necessària i urgent: la nova evangelització. Fer que la gent es trobi amb Crist —i els evangelitzadors han de ser els primers a haver tingut aquesta experiència radical de transformació a la llum de l’evangeli—, mostrar-los que, com ens va recordar Benet XVI, la porta de la fe està sempre oberta. Així hi haurà molta menys gent que trobi en els testimonis de Jehovà la resposta —enganyadora sempre— a les seves demandes espirituals i a les seves necessitats de transcendència.

(*) Agraïm aquest article, escrit especialment per a la nostra publicació. L’autor, sacerdot diocesà de Zamora, és membre de la Red Iberoamericana de Estudio de las sectas (RIES) i ha editat el llibre Los testigos de Jehová. Una guía para católicos, de Teodoro García, a l’editorial Vita Brevis (www.vitabrevis.es), que també acaba de publicar el llibre Entre las sectas y el fin del mundo. Una noche que murmura esperanzas.