P- La doctrina social de la
Iglesia ¿es la gran desconocida para muchos católicos?
Desgraciadamente sí y esto tiene que
ver con la falta de formación en este ámbito doctrinal en el clero y
en los seminarios así como entre los laicos, lo cual está incidiendo
en la debilidad de la presencia del laicado en la vida pública y en
una presencia en la acción social que no siempre tiene una
fundamentación en esta referencia doctrinal. De hecho, cuando
presentamos esta doctrina a los agentes pastorales muestran su
sorpresa por la novedad del pensamiento social de la Iglesia. Al fin
y al cabo todos tenemos conocimiento (por los medios, por la
cercanía de los problemas…) de las cuestiones sociales pero dudo que
tengamos los recursos necesarios para su discernimiento integral
desde el punto de vida de la experiencia cristiana, entre otras
razones porque son complejas y no fáciles de valorar desde sus
planteamientos morales.
P- En el contexto socioeconómico
actual ¿Cuáles son los retos de los cristianos en las crisis
sociales y económicas como la que estamos viviendo?
En síntesis, creo que el gran reto,
como advertía Benedicto XVI en Deus caritas est (nº28), es
que “la Iglesia tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación
de la razón y la formación ética, su contribución específica, para
que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente
realizables”. Es toda una tarea que requiere buenos itinerarios
educativos y testimonio de solidaridad, como ya se está haciendo en
muchas comunidades cristianas.
P-Este año se cumple el L
aniversario de la Publicación de la Encíclica Pacem in terris,
una de las encíclicas más “sociales”. ¿Cómo ha influido esta nueva
sensibilidad social en la Iglesia?
La encíclica Pacem in terris,
si se me permite, es como “la constitución” para los gobernantes y
para el compromiso en la vida pública. Influyó decisivamente en los
años 70 y 80; fue la carta magna de los derechos humanos y
supuso toda una interpelación a la Iglesia y a la sociedad en la
consecución de una convivencia pacífica.
Para la Comisión Episcopal de
Pastoral Social es de tal relevancia esta encíclica que, junto con
la Fundación Pablo VI, ya celebramos en 2003 su 40 aniversario con
un Simposio sobre el documento y sus retos; y ahora de nuevo
planteamos la cuestión política con no pocos retos en el presente,
incluido el posible conflicto en Siria ante el cual el Papa
Francisco nos llama a orar y pedir la paz en el mundo.
P- La acción social de la Iglesia
es uno de los puntos esenciales de la nueva evangelización ¿Cómo
articular esta acción social en las iglesias particulares?
No me parecería adecuado mirar la
acción social de la Iglesia sólo como una cuestión coyuntural en su
respuesta a las necesidades de su tiempo. Esta tarea es muy
importante en las circunstancias actuales pero debemos tomar
conciencia de hacer presente el testimonio de la caridad como una
parte nuclear de la evangelización. Para la Iglesia, la caridad
pertenece a su naturaleza y a su esencia, no es una especie de
asistencia social. Por ello el testimonio de la caridad se trasforma
también en “caridad política”, llega a todos los rincones de la vida
y atiende a las personas de modo integral.
Su articulación en las iglesias
particulares está en gran parte representada fundamentalmente a
través de Cáritas, Manos Unidas, las obras de las congregaciones
religiosas. Es una obra ingente y muy reconocida por la sociedad y
las comunidades cristianas. De hecho, la Comisión Episcopal de
Pastoral Social ha sido fecunda en documentos que apoyaron y siguen
apoyando la articulación de la Acción Caritativa y social en las
diócesis. En el próximo 2014 se cumplirán los 20 años de la
publicación de documentos tan relevantes, para el fin que estamos
comentando, como fueron “La caridad en la vida de la Iglesia” y “La
Iglesia y los pobres”. Estos documentos todavía tienen unas
posibilidades inmensas de aplicación.
(Agencia SIC)