Años atrás hemos asistido a la proliferación de multitud de
escándalos sexuales por parte del clero de la Iglesia. La política
de encubrimiento fue sencilla y llanamente espantosa. La
táctica consistía en no atajar el mal de raíz, sino trasladar al
corrupto de un lugar a otro. La credibilidad moral de la Iglesia
sufrió un duro golpe. No vale la excusa de que esas cosas
pasan también, incluso más, fuera de ella. Aparte de las propias
víctimas, quien más ha sufrido las consecuencias de esa desastrosa
política “pastoral” han sido esa gran mayoría de sacerdotes que
jamás han incurrido en semejante delito.
Ahora también sabemos que había mucha herejía igualmente
oculta. Y está saliendo a la luz de golpe. No se puede
tapar el sol con un dedo. Ni más ni menos que el presidente de una
conferencia episcopal importante -Polonia no es Tanzania-, ha
asegurado que
la Relatio que ha partido de un sínodo extraordinario es contraria
al magisterio papal. Y no es el único que se ha pronunciado en
ese sentido.
Sandro Magister afirmaba ayer
en su blog personal que hubo una batalla campal en el Sínodo
tras la lectura de la Relatio. Y como fuente cita L´Osservatore
Romano, periódico oficial de la Santa Sede. Tomaron la palabra para
defender la fe de la Iglesia los cardenales Pell, Ouellet, Filoni,
Dolan, Vingt-Trois, Burke, Rylko, Müller, Scola, Caffarra, entre
otros. Hoy leemos en
Secretum meum mihi que el cardenal Müller, Prefecto de
la Congregación para la Doctrina de la Fe,
calificó la Relatio de “indigna, vergonzosa, completamente
equivocada“
Den ustedes por hecho que esos cardenales están dispuestos a ser
fieles hasta el final en la defensa de la fe que fue entregada una
vez para siempre a los santos. Pero puede que, para escándalo de
millones de fieles y recocijo del mundo, no sean mayoría en un
sínodo que parece haber sido teledirigido de forma bastante burda.
Desde luego mediáticamente ha sido un desastre, pues se nos
ha querido
ocultar la reacción de los prelados fieles a Cristo a la
actuación de los que quieren pisotear la gracia de Dios bajo el
manto de una falsa misericordia.
No es casual que, tras los escándalos sexuales, lo que
esté en juego precisamente a nivel doctrinal tenga que ver
precisamente con la moral sexual. Nada casual. Y la raíz
del problema es exactamente la misma. No son pocos los que la han
denunciado -este portal es testigo de ello-. Es triste comprobar
como el tiempo da la razón a a los que, como San Josemaría Escrivá,
advirtieron que la autoridad eclesial estaba permitiendo la
proliferación de todo tipo de herejías y falsas doctrinas:
Esto - y más hoy, y aun más en algunos círculos eclesiásticos-
choca y no me extraña que choque, porque la lógica de Dios desafía
abiertamente a la lógica de los hombres. Unos, con
pretextos de evangelizar el mundo, se afanan en ceder y ceder,
desvirtuando la sal cristiana. Nosotros procuramos
exigirnos, y exigir mucho…
En una palabra: el mal viene, en general, de aquellos medios
eclesiásticos que constituyen como una fortaleza de clérigos
mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la
esperanza: sacerdotes que apenas rezan, teólogos —así se denominan
ellos, pero contradicen hasta las verdades más elementales de la
revelación— descreídos y arrogantes, profesores de religión que
explican porquerías, pastores mudos, agitadores de sacristías y de
conventos, que contagian las conciencias con sus tendencias
patológicas, escritores de catecismos heréticos, activistas
políticos.
Hay, por desgracia, toda una fauna inquieta, que ha
crecido en esta época a la sombra de la falta de autoridad y de la
falta de convicciones, y al amparo de algunos
gobernantes, que no se han atrevido a frenar públicamente a
quienes causaban tantos destrozos en la viña del Señor.
Hemos tenido que soportar - y cómo me duele el alma al recoger
esto - toda una lamentable cabalgata de tipos que, bajo la
máscara de profetas de tiempos nuevos, procuraban ocultar, aunque
no lo consiguieran del todo, el rostro del hereje, del
fanático, del hombre carnal o del resentido orgulloso.
Hijos, duele, pero me he de preocupar, con estos campanazos,
de despertar las conciencias, para que no os coja durmiendo esta
marea de hipocresía. El cinismo intenta con desfachatez justificar
- e incluso alabar- como manifestación de autenticidad, la
apostasía y las defecciones. No ha sido raro, además, que después
de clamorosos abandonos, tales desaprensivos desleales continuaran
con encargos de enseñanza de religión en centros católicos o
pontificando desde organismos paraeclesiásticos, que tanto han
proliferado recientemente.
Me sobran datos bien concretos, para documentar que no
exagero: desdichadamente no me refiero a casos aislados. Más aún,
de algunas de esas organizaciones salen ideas nocivas,
errores, que se propagan entre el pueblo, y se imponen después a
la autoridad eclesiástica como si fueran movimientos de opinión
de la base. ¿Cómo vamos a callar, ante tantos atropellos?
Yo no quiero cooperar, y vosotros tampoco, a encubrir esas grandes
supercherías.
La Tercera Campanada, San Josemaría Escrivá de
Balaguer
La solución también la da ese gran santo y profeta
-porque esas cosas solo las puede decir un profeta- que dio la
Iglesia el siglo pasado:
A este descaro corruptor, hemos de responder
exigiéndonos más en nuestra conducta personal y sembrando
audazmente la buena doctrina. Hijas e hijos míos, que nadie nos
gane en diligencia: es la hora de una movilización general, de
esfuerzos sobrenaturales y humanos, al servicio de la fe.
Ninguno de mis hijos puede ausentarse de esta batalla. Saber estas
cosas y lamentarse no bastaría: debemos esparcir la buena semilla
a manos llenas y con constancia, de palabra y por escrito. Pero,
sobre todo, con nuestro comportamiento: que se note que
reverenciamos la fe y amamos fielmente a Jesucristo y a su Santa
Iglesia. Cada uno de vosotros debe ser un foco activo de
apostolado, que haga eco y difunda doctrina cristiana diáfana, en
medio de este mundo y de esta Iglesia, tan enfermos y tan
necesitados de la buena medicina que encierra la verdad que Jesús
nos trajo.
Persuadíos de que, si procuramos trabajar con esta
sinceridad, no nos ganaremos las simpatías de algunos.
Sin embargo, no caben ni ambigüedades ni compromisos. Si,
por ejemplo, os llamaran reaccionarios porque os atenéis al
principio de la indisolubilidad del matrimonio, ¿os abstendríais,
por esto, de proclamar la doctrina de Jesucristo sobre este tema,
no afirmaríais que el divorcio es un grave error, una herejía?
Hijos de mi alma, que ninguno me venga con remilgos y
distingos, en estos momentos en que se requiere una firme entereza
doctrinal. Abominemos de ese cómodo irenismo de quien
imaginara pacificar todo, encasillando unos a la izquierda y
acomodando otros a la derecha, para colocar graciosamente en un
prudente centro —nada de extremismos, aseguran— el fruto
de su juego dialéctico, ajeno a la realidad sobrenatural.
Ellos inventan el juego y deciden la posición de los demás. De
estas típicas posturas falaces de ciertos eclesiásticos,
que traicionan su vocación, brota como resultado la frívola
componenda, la doctrina desvaída, el alejamiento del pueblo de sus
pastores, la pérdida de autoridad moral y la entrada en el ámbito
de la Iglesia de facciones partidistas. En el fondo, todo
se reduce a que han caído en las redes de la dialéctica propia de
una filosofía opuesta a la verdad, porque se fundamenta en
violencias a la realidad de las cosas. Se descubre, también, que
se teme más el juicio de los hombres que el juicio de Dios.
Ibidem
Eso fue escrito en el año 1974 pero es para hoy,
estimados hermanos. Es hora de dar la batalla por la fe católica,
que está recibiendo uno de los ataques más espantosos, sino
el que más, en veinte siglos de historia. Con la particularidad de
que el ataque viene desde dentro. El humo de Satanás parece
invadirlo hoy casi todo. Los enemigos son aquellos que la
falta de autoridad doctrinal en la que la Iglesia lleva sumida desde
hace medio siglo, permitió que ocuparan altos puestos de
responsabilidad. Son obispos y cardenales, que una vez
apartado Benedicto XVI, muestran su verdadero rostro al servicio del
error o la tibieza.
Ya se escribió en InfoCatólica acerca de los
papas profetas a los que no se hizo caso. Cuando el
pueblo de Dios no toma en cuenta las advertencias de los
profetas,ocurre lo que vemos ante nuestros ojos. El Señor
está permitiendo que la Iglesia recoja la siembra de décadas de
complicidad y permisividad con la corrupción moral y doctrinal.
El Señor permite que, siquiera por un tiempo corto, parezca
que van a ganar los que están arrodillados ante el Baal de un mundo
lleno de pecado. Precisamente ese mundo se muestra
entusiasmado ante la posibilidad de que la Iglesia se arrodille ante
él, ante sus valores, y traicione a Cristo bajo la blasfema excusa
de estar abriendo un nuevo camino de misericordia.
Por fe sabemos que las puertas del Hades no prevalecerán.
Es tiempo de ejercer dicha fe y no caer en la desesperación. Es
tiempo de confiar en la intervención de Dios. Es tiempo de apoyar a
los pastores que, como San Atanasio, van a ser testigos de la verdad
en medio de una Iglesia que parece sucumbir, toda ella, ante el
error herético.
Y no olvidemos en ningún momento la naturaleza de esta batalla:
Por lo demás, confortaos en el Señor y en la fuerza de su
poder; revestios de toda la armadura de Dios para que podáis
resistir a las insidias del diablo, que no es nuestra
lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados,
contra las potestades, contra los dominadores de este mundo
tenebroso, contra los espíritus del mal, que habitan en
los espacios celestes.
Tomad, pues, la armadura de Dios, para que podáis resistir en
el día malo y, vencido todo, os mantengáis firmes.
Estad, pues, alerta, ceñidos vuestros lomos con la
verdad, revestida la coraza de la justicia, y calzados
los pies, prontos para anunciar el Evangelio de la paz.
Abrazad en todo momento el escudo de la fe,
conque podáis hacer inútiles los encendidos dardos del maligno.
Tomad el yelmo de la salud y la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios, con toda suerte de oraciones y plegarias, orando
en todo tiempo con fervor y siempre en continuas súplicas por
todos los santos.
(Efe 6,10-18)
Es tiempo de ser valientes a la vez que prudentes. Es
tiempo de suplicar al Señor que todo pase rápido y
que no se produzca un daño irremediable. Es tiempo de
encomendarnos a María, destructoria de todas las herejías.
Como dijo San Juan XXIII el 13 de noviembre de 1960 al congreso
mariano que se celebraba en Buenos Aires:
Si, pues, en alguna ocasión el enemigo intentara arrebataros el
legado tan valioso de vuestras tradiciones católicas, que
en el seno de vuestros hogares sea entonces más intensa la
devoción aMaría, que vuestros corazones vibren de amor a
la que es cantada por la Liturgia como debeladora de
herejías: “Cunctas haereses sola interemisti in universo
mundo” (tú sola has destruido todas las herejías del mundo entero)
Laus Deo Virginique Matri,
Luis Fernando Pérez Bustamante