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Estoy en Bogotá, Colombia, participando en la reunión general
de coordinación del CELAM, como miembro del Departamento de
Cultura y Educación. El objetivo general es elaborar el nuevo
plan para el período 2015-2019, en el contexto de los 60 años
del CELAM, con un discernimiento de la realidad
latinoamericana y caribeña, para identificar los desafíos más
urgentes y trazar, a la luz del Evangelio, las líneas de
acción pastoral que respondan a las necesidades y urgencias de
la Iglesia hoy.
Doy gracias a Dios porque, desde la década de los 80s, he
podido participar directamente en distintos momentos de este
organismo providencial, el CELAM, que nos ha permitido crear
comunión eclesial entre los 22 países de América Latina y El
Caribe. Con sus cinco Conferencias Generales (Río de Janeiro,
1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992, y
Aparecida, 2007), esta Iglesia ha ido creciendo en identidad,
en relación intra-eclesial, en apoyos pastorales, en madurez y
en frutos. Uno de éstos es el Papa Francisco, expresión del
estilo eclesial que se vive en estos contornos.
Durante mucho tiempo, la iglesia latinoamericana fue
menospreciada por Europa y el norte de América. Incluso
nuestro país miraba siempre hacia Roma y Europa, y poco se
valoraba el aporte que el Centro y el Sur de América podrían
ofrecer. Nuestro ideal económico era crecer como Estados
Unidos; nuestra aspiración cultural y teológica era seguir los
pasos de Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, España y
alguno más. Pero no mirábamos hacia el Sur. Hasta la fecha,
algunos no han cambiado su apreciación.
Se desconfió de nuestro sub-continente por el surgimiento
de la teología de la liberación, que, aunque ciertamente tuvo
sus desviaciones marxistas, ahora es reconocida en su justa
dimensión. La misma desconfianza persiste hacia le teología
india católica, por desconocerla y por pensar que le damos más
valor a las culturas originarias que al Evangelio, lo cual no
es así. Es un intento de apreciar todas las “semillas del
Verbo” que Dios sembró en nuestros pueblos nativos, para que
crezcan y maduren en Cristo, con sus necesarias
purificaciones.
PENSAR
El Papa Francisco, en la entrevista que concedió a los
periodistas en su vuelo de regreso de Ecuador, Bolivia y
Paraguay a Roma, dijo: “La Iglesia latinoamericana tiene una
gran riqueza. Es una Iglesia joven, y esto es importante. Una
Iglesia joven con cierta frescura. También con cierta
informalidad. Y también tiene una teología rica de búsqueda.
Yo he querido dar ánimo a esta Iglesia joven y creo que puede
darnos mucho a nosotros.
Digo algo que me ha impresionado mucho. En los tres países
había por todas las calles grupos de padres, madres, con los
niños. Es la riqueza de este pueblo y de esta Iglesia viva. Es
una Iglesia de vida. Esto es importante. Es una Iglesia con
tantos problemas, pero joven. Puede ser también un poco
indisciplinada; luego se disciplinará, pero nos da mucho
bueno”.
Y en el Angelus dominical posterior, dijo: “He alabado al
Señor por las maravillas que ha obrado en el Pueblo de Dios en
camino en aquellas tierras. Por la fe que ha animado y anima
su vida y su cultura. El continente latinoamericano tiene
grandes potencialidades humanas y espirituales, custodia los
valores cristianos profundamente radicados, pero vive también
graves problemas sociales y económicos. Para contribuir a su
solución, la Iglesia está empeñada en movilizar las fuerzas
espirituales y morales de sus comunidades, colaborando con
todas las componentes de la sociedad. Ante los grandes
desafíos que el anuncio del Evangelio tiene que enfrentar, he
invitado a alcanzar de Cristo Señor la gracia que salva y que
da fuerzas al empeño del testimonio cristiano, a desarrollar
la difusión de la palabra de Dios, para que la importante
religiosidad de aquellas poblaciones pueda siempre ser
testimonio fiel del Evangelio”.
ACTUAR
Apreciemos y acompañemos el caminar de esta Iglesia
latinoamericana, que tiene que avanzar en su conversión
pastoral y en comunión eclesial, para colaborar en la vida
digna de nuestros pueblos.