Los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile,
han renovado su llamamiento para la defensa del no nacido,
contra el proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres
casos específicos. El trámite legislativo comienza este martes
en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados.
Con una publicación en varios diarios este domingo, los
prelados recordaron su mensaje titulado “El derecho humano a
la vida, a una vida digna para toda persona" publicado el 17
de abril, al concluir la 109ª asamblea plenaria de la
Conferencia Episcopal de Chile.
El texto quiere ser un “aporte al discernimiento de
personas y comunidades, católicos y no católicos, en momentos
relevantes para la discusión parlamentaria”. Y explican que
porque “amamos a Chile”, “buscamos su mayor bien,
especialmente el de los más pobres y sufrientes, así como a
los más vulnerables e indefensos, entre los que están los
concebidos no nacidos”.
Los prelados chilenos afirman que “el aborto nunca es
terapéutico”. Así, señalan que las tres situaciones que
plantea el proyecto “son excepcionales y dramáticas”, aseguran
en su mensaje los obispos. Y añaden que “en cada situación
particular puede ocurrir que el dolor se viva al límite”. Lo
sabe la Iglesia, --explican-- porque parte de su misión es
acompañar en el sufrimiento a esas personas y sus familias,
antes, durante y después de una experiencia devastadora que
nunca esperaron y que nunca olvidarán, en las cuales el aborto
en ningún caso aporta sanación a dichas vivencias traumáticas.
De este modo, los obispos recuerdan que “nuestra opción por
la persona y su derecho innato a la vida supone procurar como
sociedad, además de prohibir todo atentado injusto contra la
vida inocente, para todas las personas y sus familias, sin
ninguna exclusión, las condiciones de vida acorde con su
dignidad personal: vivienda adecuada, educación de calidad,
trabajo decente, remuneración justa, medio ambiente favorable
a la vida, oportunidades de desarrollo integral, etc”.
A propósito de las tres causales, sostienen que “no
constituye aborto la acción de suyo terapéutica para
salvar la vida de una madre en peligro, cuando no busca
eliminar directamente la vida de la persona concebida, aunque
su muerte sea una posibilidad prevista, aunque no querida o
buscada”. Y precisan que “si la criatura falleciera como
consecuencia no deseada ni intentada, ni como fin ni como
medio, de un procedimiento directamente orientado a sanar a la
mujer en situación de grave riesgo, no se podría calificar de
aborto”.
Sobre los casos de “inviabilidad del feto”
aseguran que presentan desafíos éticos mayores. Al respecto
afirman que “muchas madres y familias han continuado su
embarazo llamado “inviable” hasta acoger con cariño a quien
esperan, es decir, hasta su término natural, y esta actitud
les ha procurado una paz que difícilmente habrían alcanzado al
interrumpirlo anticipadamente”. En otras ocasiones, “aquellos
casos que originalmente fueron catalogados de “inviables”,
terminaron siendo “viables” y hoy los propios afectados
agradecen la opción de sus madres de no haberlos
abortado”. Por eso indican que “los esfuerzos, entonces,
deberían centrarse en procurar programas de acompañamiento y
acogida para las madres y sus familias en estas dolorosas
situaciones”.
Frente al tercer supuesto, el embarazo de una mujer
violada, los obispos chilenos subrayan que no les parece
“humano” dejarla sola en el drama que ha sufrido, y tampoco es
“humano” privar de la vida al más indefenso e inocente, que es
su hijo. Por esta razón, manifiestan su deseo de un “Estado y
una sociedad activos y presentes junto a la mujer agredida,
ofreciéndole caminos y ayuda para que ella u otra familia
puedan acoger a un ser humano que no tiene culpabilidad
alguna, está vivo y tiene derecho a seguir viviendo y a que
nadie atente injustamente contra su vida”.
Por otro lado, creen que “despenalizar” el aborto
ante situaciones de violación es renunciar a la tutela de los
más débiles e indefensos, y un acto de rendición del Estado
ante el flagelo de la agresión sexual a mujeres.
Es más, los obispos creen que “sin adecuados
programas integrales de educación sexual fundados en una
verdadera concepción sobre las mutuas relaciones entre varón y
mujer, y en formación para el amor y el respeto a toda vida
humana, difícilmente avanzaremos en una educación humanizadora
como escuela para la vida”.
Finalmente, la Conferencia Episcopal de Chile
indica que el país requiere políticas de Estado que permitan
“sostener psicológica, espiritual, moral, económica y
socialmente, la llegada al mundo de esos hijos y al mismo
tiempo la vida digna de sus madres”.