VER
El 7 de julio se cumplió un año del
Plan Frontera Sur
entre México y nuestros vecinos del sur, Honduras, El Salvador
y Guatemala, los mayores expulsores de migrantes hacia los
Estados Unidos. Se anunció como respuesta a la crisis de
menores migrantes, que habían aumentado exponencialmente. Se
quiso dar una mejor imagen del país, evitando que los
migrantes subieran al tren llamado
La Bestia, y tener
un mayor control del tránsito hacia los Estados Unidos. Los
resultados, sin embargo, no son halagüeños, sino preocupantes
y, en muchos casos, inhumanos e injustos. Siguen pasando
niños, mamás con bebés, y los caminos se han diversificado
para conseguir su objetivo. Hay más sufrimiento, más despojos,
más extorsiones y más peligros. Aunque se ponga una muralla,
la migración no se logra detener.
Este Plan no ha
logrado bajar el flujo de migrantes, sino aumentar su
deportación. En el primer trimestre de 2015, México deportó,
según datos del Instituto Nacional de Migración, a 39,316
centroamericanos, un 79% más que en el mismo período del año
anterior. Con razón se acusa a México de ser el brazo ejecutor
de las políticas migratorias de Estados Unidos.
El Plan no ha logrado poner las bases de la
“prosperidad” que anunciaba para los estados del sur de México
y los tres países del Triángulo Norte de Centroamérica
(Guatemala, Honduras, El Salvador). Mientras no haya trabajo
digno, oportunidades justas de desarrollo integral, seguridad
y reducción de la violencia, esto no se detendrá.
El Plan no da más “seguridad” a las personas. Sólo
han aumentado los retenes, las redadas, los vehículos-scanner,
los operativos para impedir subirse al tren, las vejaciones y
los abusos, más la creación de Centros de Atención Integral al
Tránsito Fronterizo (CAITF), que nos detienen a todos cuantos
pasamos por allí. Hay uno en la costa, cerca de Villa
Comaltitlán; otro entre Comitán y La Trinitaria, y otro entre
Palenque y Playas de Catazajá. No están en la frontera, sino
en nuestro propio territorio; ya no podemos circular
libremente por nuestro país.
PENSAR
En el año 2003, los Obispos de Estados Unidos y de México
publicamos la Carta Pastoral “Juntos en el Camino de la
Esperanza, Ya no somos extranjeros”, en la que se afirma:
“Reconocemos el papel que tienen los gobiernos de Estados
Unidos y de México de interceptar a los migrantes
indocumentados que intenten transitar o cruzar por sus
territorios; sin embargo, lo que no aceptamos, son las
políticas y estrategias que ambos gobiernos han utilizado para
cumplir con esta responsabilidad” (No. 78).
El 14 de julio de 2014 se celebró en la Ciudad de México el
Coloquio México-Santa Sede sobre Migración Internacional y
Desarrollo. En esa ocasión, el Papa Francisco envió este
Mensaje: “Es necesario un cambio de actitud hacia los
migrantes y refugiados por parte de todos; el paso de una
actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación
– que, al final, corresponde precisamente a la “cultura del
descarte” – a una actitud que tenga a la base la cultura del
encuentro, la única capaz de construir un mundo más justo y
fraterno, un mundo mejor”.
El Papa, hijo de emigrantes, dijo en su Mensaje para la
Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2014: “Se
trata de ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un
problema que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana
que deben ser acogidos, respetados y amados, una ocasión que
la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de
una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más
solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más
abierta, de acuerdo con el Evangelio”.
ACTUAR
Seguir fortaleciendo la cultura de la fraternidad desde las
Casas para Migrantes y la atención a los migrantes en las
parroquias.
Que el gobierno de México dé una respuesta humanitaria, que
sustituya el enfoque de seguridad impuesto por el Plan
Frontera Sur.
Que la actual política restrictiva de refugio de México
cambie, aplicando unos mecanismos más ágiles y humanos en las
solicitudes de asilo.
Que miremos a nuestros hermanos del sur con un corazón de
hermanos.