Nuestra Señora del Sagrario es la Patrona de la ciudad de
Toledo y este viernes se inició el Octavario en su honor en la
Catedral Primada de España. Presidió el traslado de la imagen
y la celebración eucarística, el obispo auxiliar de la
Archidiócesis, Mons. Ángel Fernández Collado.
Estuvieron
presentes los integrantes del Cabildo Catredalicio, presidido
por el Deán, D. Juan Sánchez Rodriguez, fieles de Toledo y
religiosas. La intención principal era rezar por los
consagrados y consagradas en los claustros de contemplación y
en las casas de vida activa.
En su homilía, el obispo destacó el papel de María como
“causa de nuestra alegría” y recordó que “una de las
invocaciones más entrañables que encontramos en las letanías
de Santo Rosario es esta: María, causa de nuestra alegría”.
Cuando el Ángel Gabriel, enviado por Dios, anunció a María que
había sido elegida para ser la Madre de Jesús, la Madre de
Dios, por obra del Espíritu Santo, la saludó de esta manera.
“Ave María, llena de gracia, el Señor está contigo”. No temas
María, mantén la paz y el gozo interior, la alegría.“El
Espíritu Santo vendrá sobre ti. Darás a luz un hijo y le
pondrás por nombre Jesús”.
Señaló Mons. Fernández Collado que la la Virgen “sigue
ejerciendo como madre, es decir, amándonos, protegiéndonos,
ayudándonos, y guiándonos hasta su Hijo Jesús, hasta nuestra
verdadera salvación” y que María “superada la pasión y muerte
del Señor, siendo testigo de la resurrección de su Hijo y de
la venida del espíritu Santo, goza de la alegría y de la
gloria de la Resurrección. Por ello nos gozamos en afirmar que
María es causa, razón, cimiento firme de nuestra alegría
cristiana. Las lágrimas que derramó al pie de la Cruz se han
transformado en una sonrisa que ya nada ni nadie podrán borrar
de su rostro y de su corazón, permaneciendo intacta, sin
embargo, su compasión maternal por nosotros. Lo atestigua la
intervención benéfica de la Virgen María en el curso de la
historia y la inquebrantable confianza en Ella de los
cristianos de todos los siglos. La oración “Acordaos, ¡oh
piadosísima Virgen María!” expresa bien estos sentimientos
pues experimentamos que somos ayudados y protegidos siempre
por ella, por la Madre del Cielo. María ama a cada uno de sus
hijos, a todos por igual, pero prestan una atención particular
a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos
en el dolor, en la angustia, en la soledad o en la enfermedad;
María nos ama esencialmente porque somos sus hijos, según la
voluntad de Cristo en la Cruz”.
Según el obispo auxiliar de Toledo, la Virgen protege
especialmente a los que sufren pues “la sonrisa, la gracia
divina, la ayuda de María es para todos. Sin embargo, este
favor gozoso y maternal se dirige muy especialmente a quienes
sufren, para que encuentren en Dios consuelo y sosiego. Buscar
el favor, la sonrisa de María no es un sentimentalismo devoto
o desfasado, sino más bien la expresión justa de la relación
viva y profundamente humana que nos une con aquella a quien
Cristo nos ha dado como Madre”.
Para Mons. Fernández, “desear contemplar la sonrisa de la
Virgen, buscar su ayuda y protección no es dejarse llevar por
una imaginación sin sentido. La Escritura misma nos lleva a
descubrir en María una sonrisa agradecida cuando entona el
Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra
mi espíritu en Dios, mi Salvador” (Lc 1,46-47). María comparte
con nosotros, sus hijos, la alegría que vive su corazón y que
inunda su alma, para que se convierta también en nuestra
alegría”.
“En la sonrisa que nos dirige María, la más destacada de
todas las criaturas, se refleja nuestra dignidad de hijos de
Dios. Esta sonrisa, reflejo verdadero de la ternura de Dios,
es fuente permanente de esperanza inquebrantable. La
enfermedad con sus dolores, sufrimientos y quebrantos de todo
tipo solamente se puede afrontar cristianamente con la ayuda
de la gracia divina y con la cercanía de María".
“Buscar la sonrisa de la Virgen María y, en ella, la gracia
de Dios, la presencia de Dios, la fuerza de Dios, no es un
infantilismo piadoso. Todo lo contrario, es la aspiración
justificada de quienes desde la humildad y la confianza acuden
buscando la cercanía y protección de María, su ayuda para
vivir junto a Dios y en Dios. En una manifestación tan simple
de ternura como la sonrisa, nos damos cuenta de que nuestra
única riqueza es el amor que Dios nos regala y que pasa por el
corazón de la que ha llegado a ser nuestra Madre: María.
Buscar esa sonrisa es ante todo acoger la gratuidad del amor
de Dios; es también saber provocar en los demás esa sonrisa
con nuestros esfuerzos por vivir según la Palabra de su Hijo
amado, del mismo modo que un niño trata de hacer brotar la
sonrisa de su madre haciendo lo que le gusta. Y sabemos que
esto agrada a María por las palabras que dirigió a los
sirvientes en las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn
2,5). Seguir a Jesús, imitar su persona y su vida, vivir según
su Evangelio”.
“María nos confía su sonrisa, su gracia, la gracia de Dios,
para que nos convirtamos, fieles a su Hijo, en fuente de agua
viva, en santos, en testigos vivos del amor de Dios. Lo que
hacemos, lo hacemos en nombre de la Iglesia, de la que María
es la imagen más pura. ¡Que llevéis a todos con vuestras
palabras y obras la sonrisa de María, la presencia de Dios en
ella, la fuerza interior del Espíritu Santo en su vida, la
gracia y el amor de Dios”, concluyó D. Ángel Fernández Collado
.
Los demás días del Octavario predicarán Mons. Juan Miguel
Ferrer Grenesche, D. Gerardo Ortega Gutiérrez, Mons. Alfonso
Fernández Benito, D. Francisco Javier Hernández de Pinto,
Mons. Francisco César García Magán, D. Jesús Martín Gómez y
Mons. Juan Sánchez Rodríguez.