Servicio diario - 05 de octubre de 2017


Academia por la Vida: Apostar por una cultura “renovada de la identidad”
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: El Papa llama a “redescubrir las propias raíces”
Redacción

Tiroteo en Las Vegas: Vigilia de oración por las víctimas en Roma
Deborah Castellano Lubov

Sociedades Bíblicas Unidas: “Servidores de la Palabra de Vida Eterna”
Rosa Die Alcolea

Ayuda a la Iglesia Necesitada: “Enciende una vela por México”
Rosa Die Alcolea

Santa María Francisca de las Cinco Llagas, 6 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

05/10/2017-17:15
Rosa Die Alcolea

Academia por la Vida: Apostar por una cultura “renovada de la identidad”

(ZENIT – 5 Oct. 2017).- “Hay que escribir un nuevo inicio en el ethos de los pueblos, y esto puede hacerlo una cultura renovada de la identidad y la diferencia”, ha afirmado el Papa.

El papa Francisco ha recibido a las 12 de esta mañana en el Aula del Sínodo a los miembros de la Academia Pontificia para la Vida, quienes celebran en el Vaticano los días 5 y 6 de octubre la XXIII Asamblea General organizada en el ámbito del seminario “Acompañar a la vida. Nuevas responsabilidades en la era tecnológica”.

El mundo necesita creyentes que, “con seriedad y alegría, sean creativos y proactivos, humildes y valientes, decididos a recomponer la fractura entre las generaciones”, ha afirmado el Papa.

El Papa, en su discurso, ha advertido que “La criatura humana parece encontrarse hoy en un pasaje especial de su historia donde se entrecruzan, en un contexto inédito, las antiguas y siempre nuevas preguntas sobre el significado de la vida humana, de su origen y su destino”, y ha indicado que el “rasgo emblemático” de esto puede reconocerse en una “cultura obsesivamente centrada en la soberanía del hombre” - como especie e individuo- con respecto a la realidad.

En este sentido, el Santo Padre ha animado a que la Iglesia “debe cumplir la parte que le corresponde” en esta “verdadera revolución cultural” que se perfila en el horizonte de la historia de este tiempo.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el encuentro:

 

Discurso del Santo Padre

Excelencia,

Estimadas señoras y señores:

Me complace encontrarme con vosotros durante vuestra Asamblea Plenaria anual y dar las gracias a Monseñor Paglia por su saludo y su presentación. Os agradezco vuestra contribución que, con el tiempo, revela cada vez más su valor tanto en la profundización del conocimiento científico, antropológico y ético, como en el servicio a la vida, particularmente en el cuidado de la vida humana y de la creación, nuestra casa común.

El tema de esta sesión” Acompañar la vida. Nuevas responsabilidades en la era tecnológica “es arduo y al mismo tiempo necesario. Aborda el entretejido de oportunidades y criticidades que interpelan al humanismo planetario, en referencia a los recientes logros tecnológicos en las ciencias de la vida. El poder de la biotecnología, que ya permite manipulaciones de la vida hasta ayer impensables, plantea importantes problemas.

Por lo tanto, es urgente intensificar el estudio y la comparación de los efectos de esta evolución de la sociedad en un sentido tecnológico para articular una síntesis antropológica que esté a la altura de este desafío de época. El área de vuestra experiencia calificada no puede limitarse, pues, a resolver problemas planteados por situaciones específicas de conflicto ético, social o legal. La inspiración de una conducta consistente con la dignidad humana atañe a la teoría y a la práctica de la ciencia y la técnica en su enfoque general de la vida, de su significado y su valor. Y en esta perspectiva quisiera ofreceros hoy mi reflexión.

1. La criatura humana parece encontrarse hoy en un pasaje especial de su historia donde se entrecruzan, en un contexto inédito, las antiguas y siempre nuevas preguntas sobre el significado de la vida humana, de su origen y su destino.

El rasgo emblemático de este pasaje puede reconocerse en síntesis en la rápida difusión de una cultura obsesivamente centrada en la soberanía del hombre -como especie e individuo- con respecto a la realidad. Hay quienes incluso hablan de egolatría, es decir, de una verdadera adoración del ego, en cuyas aras se sacrifica todo, incluyendo los afectos más queridos. Esta perspectiva no es inofensiva: dibuja un sujeto que se mira constantemente en el espejo, hasta que llega a ser incapaz de volver sus ojos a los demás y al mundo. La propagación de esta actitud tiene repercusiones gravísimas en todos los afectos y vínculos de la vida (véase Laudato Si’, p.48).

No se trata, por supuesto, de negar o reducir la legitimidad de la aspiración individual a la calidad de vida y la importancia de los recursos económicos y de los medios técnicos que pueden favorecerla. Sin embargo, no se puede pasar por alto el materialismo sin prejuicios que caracteriza la alianza entre la economía y la técnica y que trata la vida como un recurso para ser explotado o descartado en función del poder y el beneficio.

Desafortunadamente, hombres, mujeres y niños de todo el mundo experimentan con amargura y tristeza las promesas ilusorias de este materialismo tecnocrático. También porque, en contradicción con la propaganda de un bienestar que se propagaría automáticamente con la expansión del mercado, lo que se expande, en cambio, son los territorios de la pobreza y el conflicto, del descarte y el abandono, del resentimiento y la desesperación. Un auténtico progreso científico y tecnológico debería inspirar políticas más humanas.

La fe cristiana nos impulsa a retomar la iniciativa, rechazando cualquier concesión a la nostalgia y al lamento. La Iglesia, por otra parte, tiene una amplia tradición de mentes generosas e iluminadas, que han allanado el camino para la ciencia y la conciencia de su época. El mundo necesita creyentes que, con seriedad y alegría, sean creativos y proactivos, humildes y valientes, decididos a recomponer la fractura entre las generaciones. Esta fractura interrumpe la transmisión de la vida. Se exaltan los entusiásticos potenciales de la juventud: ¿pero quién los guía al cumplimiento de la edad adulta? La condición de adulto es una vida capaz de responsabilidad y amor, tanto hacia la futura generación como hacia el pasado. La vida de los padres y de las madres de edad avanzada espera ser honrada por lo que ha dado con generosidad , no ser descartada por lo que ya no tiene.

2. La fuente de inspiración para este retomar la iniciativa es, una vez más, la Palabra de Dios, que ilumina el origen de la vida y su destino.

Hoy más que nunca es necesaria una teología de la Creación y la Redención que sepa traducirse en palabras y gestos de amor, para cada vida y para toda vida, para acompañar el camino de la Iglesia en el mundo en que vivimos. La encíclica Laudato si’ es como un manifiesto de este retomar la visión de Dios y del hombre sobre el mundo, comenzando por el gran relato de revelación que se nos ofrece en los primeros capítulos del Libro del Génesis. Dice que cada uno de nosotros es una criatura deseada y amada por Dios por sí misma, no sólo un ensamblaje de células bien organizadas y seleccionadas en el transcurso de la evolución de la vida. Toda la creación está inscrita en el amor especial de Dios por la criatura humana, que se extiende a todas las generaciones de las madres, los padres y sus hijos.

La bendición divina del origen y la promesa de un destino eterno, que son el fundamento de la dignidad de toda vida, son de todos y para todos. Los hombres, las mujeres, los niños de la tierra – de esto están hechos los pueblos – son la vida del mundo que Dios ama y quiere salvar, sin excluir a nadie.

Hay que releer siempre de nuevo el relato bíblico de la Creación para apreciar toda la amplitud y profundidad del gesto del amor de Dios que confía a la alianza del hombre y la mujer la creación y la historia.

Esta alianza ciertamente está sellada por la unión de amor, personal y fecunda que marca el camino de la transmisión de la vida a través del matrimonio y de la familia. Sin embargo, va mucho más allá de este sello. La alianza del hombre y de la mujer está llamada a tomar en sus manos la batuta de toda la sociedad. Esta es una invitación a la responsabilidad por el mundo, en la cultura y la política, en el trabajo y en la economía; y también en la Iglesia. No se trata simplemente de la igualdad de oportunidades o del reconocimiento recíproco. Se trata, principalmente, del acuerdo de los hombres y las mujeres sobre el sentido de la vida y sobre el camino de los pueblos. El hombre y la mujer no sólo están llamados a hablarse de amor, sino a hablarse ,con amor, de lo que tienen que hacer, para que la convivencia humana se realice a la luz del amor de Dios por cada criatura. Hablarse y aliarse, porque ninguno de ellos – ni el hombre solo, ni la mujer sola – es capaz de asumir esta responsabilidad. Juntos fueron creados, en su bendita diferencia; juntos pecaron, por su presunción de reemplazar a Dios; juntos, con la gracia de Cristo, regresan a la presencia de Dios, para cumplir con el cuidado del mundo y de la historia que Él les ha confiado.

3. En definitiva, es una verdadera revolución cultural la que se perfila en el horizonte de la historia de este tiempo. Y la Iglesia, en primer lugar, debe cumplir la parte que le corresponde.

En esta perspectiva, se trata ante todo de reconocer, justamente, los retrasos y las carencias. Las formas de subordinación que han marcado tristemente la historia de la mujer deben ser abandonadas definitivamente. Hay que escribir un nuevo inicio en el ethos de los pueblos, y esto puede hacerlo una cultura renovada de la identidad y la diferencia. La reciente hipótesis de reapertura del camino para la dignidad de la persona neutralizando radicalmente la diferencia sexual y por lo tanto el acuerdo del hombre y la mujer no es justa. En vez de combatir las interpretaciones negativas de la diferencia sexual, que mortifican su valencia irreductible para la dignidad humana, se quiere cancelar, de hecho, esta diferencia, proponiendo técnicas y prácticas que hacen que sea irrelevante para el desarrollo de la persona y de las relaciones humanas. Pero la utopía de lo “neutro” elimina, al mismo tiempo, tanto la dignidad humana de la constitución sexualmente diferente como la cualidad personal de la transmisión generativa de la vida. La manipulación biológica y psíquica de la diferencia sexual, que la tecnología biomédica deja entrever como plenamente disponible para la elección de la libertad – ¡mientras no lo es! – corre el riesgo de desmantelar así la fuente de energía que nutre la alianza del hombre y la mujer y la hace creativa y fecunda.

El misterioso vínculo de la creación del mundo con la generación del Hijo, que se revela en el hacerse hombre del Hijo en el seno de María – Madre de Jesús, Madre de Dios – por amor nuestro, no acabará nunca de sorprendernos y conmovernos. Esta revelación ilumina definitivamente el misterio del ser y el sentido de la vida. La imagen de la generación irradia desde aquí una profunda sabiduría sobre la vida. Ya que se recibe como don, la vida se exalta en el don: generarla nos regenera, gastarla nos enriquece.

Es necesario responder al desafío planteado por la intimidación ejercida contra la generación de la vida humana, como si fuera la mortificación de la mujer y una amenaza para el bienestar colectivo.

La alianza generativa del hombre y la mujer es una garantía para el humanismo planetario de los hombres y de las mujeres, no un obstáculo. Nuestra historia no será renovada si rechazamos esta verdad.

4. La pasión por acompañar y cuidar la vida, a lo largo de todo el arco de su historia individual y social, requiere la rehabilitación de un ethos de la compasión o de la ternura para la generación y regeneración del ser humano en su diferencia.

Se trata, ante todo, de reencontrar sensibilidad para las diferentes edades de la vida, especialmente las de los niños y los ancianos. Todo lo que hay en ellas de delicado y frágil, de vulnerable y corruptible, no es una cuestión que respecte solamente a la medicina y al bienestar. Están en juego partes del alma y de la sensibilidad humana que piden ser escuchadas y reconocidas, custodiadas y apreciadas, tanto por los individuos como por la comunidad. Una sociedad en la que todo esto pueda solamente ser comprado y vendido, regulado burocráticamente y técnicamente predispuesto, es una sociedad que ya ha perdido el sentido de la vida. No se lo transmitirá a los hijos pequeños, no lo reconocerá en los padres ancianos. Es por eso que, casi sin darnos cuenta, estamos construyendo ciudades cada vez más hostiles para los niños y comunidades cada vez más inhóspitas para los ancianos, con paredes sin puertas ni ventanas: deberían proteger, en realidad sofocan.

El testimonio de la fe en la misericordia de Dios, que afina y hace justicia, es una condición esencial para la circulación de la verdadera compasión entre las diversas generaciones. Sin ella, la cultura secular de la ciudad no tiene ninguna posibilidad de resistir a la anestesia y al envilecimiento del humanismo.

Es este nuevo horizonte donde veo colocarse la misión de la renovada Academia Pontificia para la Vida. Entiendo que es difícil, pero también entusiasma . Estoy seguro de que no faltan hombres y mujeres de buena voluntad, así como académicos y estudiosos de orientación diferente en la religión y diferente visión antropológica y ética del mundo, que comparten la necesidad de aportar una sabiduría más auténtica de la vida a la atención de pueblos, en vista del bien común. Se puede y se debe establecer un diálogo abierto y fecundo con los muchos interesados en la búsqueda de razones válidas para la vida humana.

El Papa, y toda la Iglesia, os están agradecidos por el compromiso que os disponéis a cumplir. El acompañamiento responsable a la vida humana, desde su concepción y durante todo su curso hasta el fin natural, es trabajo de discernimiento e inteligencia de amor para hombres y mujeres libres y apasionados, y para pastores no mercenarios. Dios bendiga vuestro propósito de sostenerlos con la ciencia y la conciencia de las que sois capaces. Gracias, y no os olvidéis de rezar por mí.

© Libreria Editrice Vaticana

 

 

05/10/2017-16:44
Redacción

Santa Marta: El Papa llama a “redescubrir las propias raíces”

(ZENIT – 5 Oct. 2017).- “Quien reencuentra sus propias raíces es un hombre de alegría, mientras el autoexilio psicológico, hace muy mal”, ha anunciado el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

A partir de la Primera Lectura tomada del Libro de Nehemías, el Santo Padre exhortó a reencontrar la propia pertenencia. En el texto se describe “una gran asamblea litúrgica” que representa al pueblo reunido ante la Puerta de las Aguas en Jerusalén.

Asimismo, Francisco ha recordado la “nostalgia de los emigrantes”, de aquellos “están lejos de su patria y quieren regresar”, apoyándose en el Salmo que dice: “A lo largo de los ríos de Babilonia se sentaban y lloraban. No podían cantar, sus cítaras estaban colgadas en los sauces, pero no querían olvidar”.

De manera que Nehemías se prepara para regresar y llevar al pueblo a Jerusalén. Se trataba de “un viaje difícil” porque “debía convencer a tanta gente” y trasladar las cosas para reconstruir la ciudad, las murallas, el Templo, “pero sobre todo era un viaje para reconstruir las raíces del pueblo”, ha indicado Francisco.

Después de tantos años, las raíces “se habían debilitado”, pero no se habían perdido. Reapropiarse de las raíces “significa retomar la pertenencia de un pueblo”. “Sin las raíces no se puede vivir: un pueblo sin raíces o que abandona sus raíces, es un pueblo enfermo”, ha advertido el Papa.

Y ha continuado: “Una persona sin raíces, que ha olvidado sus propias raíces, está enferma. Recuperar, redescubrir sus propias raíces y recobrar fuerza para ir adelante, la fuerza para dar fruto y, como dice el poeta, ‘la fuerza para florecer del árbol florido, viene de lo que está enterrado. Precisamente esa relación entre la raíz y el bien que nosotros podemos hacer”.

 

 

05/10/2017-19:03
Deborah Castellano Lubov

Tiroteo en Las Vegas: Vigilia de oración por las víctimas en Roma

(ZENIT – 5 Oct. 2017).- En Roma, las víctimas de la tragedia en Las Vegas han sido honradas.

Organizada por la parroquia de San Patricio de Roma, ubicada en Via Buoncompagni, se ha celebrado una vigilia especial de oración esta noche, jueves 5 de octubre de 2017, para recordar a las víctimas inocentes perdidas.

Durante un concierto del Festival “Route 91 Harvest” el 2 de octubre, más de 58 vidas fueron reclamadas y dejaron a unos 500 heridos, marcando el peor tiroteo en masa en la historia de Estados Unidos.

El canto de “Amazing Grace” interpretado por la todos los fieles marcó el inicio de la vigilia de esta noche, en la que también estuvieron presentes representantes de la Embajada de los Estados Unidos ante la Santa Sede, que ayudó a organizar el evento.

En su homilía, el P. Greg Aparcel, capellán de los fieles estadounidenses que residen en Roma, pidió a los presentes que guardaran unos momentos de silencio por los “siervos que trágicamente han perdido la vida”, y también por los heridos y por el país.

Rezando por el perdón apremiante y la curación humana, el sacerdote dijo: “Que podamos encontrar esperanza en nuestra Fe–Tú eres un Dios de Amor”.

Después de la homilía, reinaba un silencio imperioso, y luego los fieles cantaron juntos, un día después de la fiesta de San Francisco de Asís: “Hazme instrumento de tu paz”.

Luis Bono, responsable de negocios en la Embajada de los Estados Unidos ante la Santa Sede, ofreció una reflexión donde condenó los disparos en masa, recordando los de Orlando, Florida y Newtown, Connecticut, y pidió soluciones.

El papa Francisco expresó sus condolencias a los seres queridos y víctimas de los afectados por el trágico tiroteo en Las Vegas el 2 de octubre de 2017, en un mensaje enviado en su nombre por el Secretario de Estado del Vaticano. En él, el Papa aseguró a los que sufren de sus oraciones, agradece a aquellos que respondieron a la tragedia y encomia las almas de aquellos que murieron al amor misericordioso de Dios todopoderoso.

Situada a pocos pasos de la Embajada de los Estados Unidos en Italia, la Iglesia de San Patricio es la nueva parroquia católica en Roma. La comunidad se trasladó a la nueva iglesia de la iglesia que habían tenido como su hogar durante los últimos 95 años, Santa Susanna.

 

 

05/10/2017-16:10
Rosa Die Alcolea

Sociedades Bíblicas Unidas: “Servidores de la Palabra de Vida Eterna”

(ZENIT – 5 Oct. 2017).- “Somos servidores de la Palabra de Vida Eterna”, de la Palabra de Dios potente “que ilumina, protege y defiende, sana y libera”, ha dicho el papa Francisco a los miembros del Comité para las Relaciones con las Iglesias de las Sociedades Bíblicas Unidas.

Esta mañana el Papa se ha reunido a las 11, en el Vaticano, con una delegación de este Comité, una red mundial de Sociedades Bíblicas que trabaja en más de 200 países y territorios en todo el mundo, según describen en su página web.

La razón de existir de la fraternidad de Sociedades Bíblicas es “para equipar las iglesias a nivel mundial para compartir la Palabra de Dios”, señalan en el portal.

En este contexto, el Papa ha pronunciado un discurso en la audiencia, con múltiples referencias bíblicas: “Somos siervos de la Palabra que ha `salido´ de Dios y `se ha hecho carne´” (Jn 1,14) o “Caminemos juntos para que la palabra se difunda” (cf At 6: 7).

Ofrecemos, a continuación el discurso del papa Francisco en este encuentro:

La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo, con amor incorruptible” (Efesios 6:24). Con estas palabras de San Pablo, me alegra dar la bienvenida a los miembros del Comité para las Relaciones con las Iglesias de las “United Bible Societies” (Sociedades Bíblicas Unidas) y dar las gracias al Cardenal Onaiyekan por su presentación. Por mi parte, quiero expresar el sincero deseo de que la gracia del Espíritu Santo sea con vosotros y con todos aquellos que se esfuerzan para dar a conocer el Evangelio, facilitando el acceso a la Biblia en las lenguas más diversas y, en la actualidad, a través de las muchas formas de comunicación social.

Somos servidores de la Palabra de salvación que no volverá al Señor vacía. Dejarse “herir” por la Palabra es, pues, indispensable para expresar con la boca lo que sobreabunda del corazón. La Palabra de Dios, efectivamente, “penetra entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4:12).

Somos servidores de la Palabra de Vida Eterna, y creemos que no sólo de pan vive al hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4). Por eso, con la ayuda del Espíritu Santo, debemos alimentarnos en la mesa de la Palabra con la lectura, la escucha, el estudio y el testimonio de vida. Dedicamos tiempo a los que amamos, y aquí se trata de amar a Dios, que ha querido hablarnos y nos ofrece palabras de vida eterna.

Somos servidores de la Palabra de reconciliación, también entre los cristianos, y deseamos de todo corazón que “la palabra del Señor siga propagándose y adquiriendo gloria” (2 Tes 3,1). Por lo tanto, es justo esperar un nuevo impulso a la vida espiritual gracias a la veneración creciente de la Palabra de Dios.

Somos siervos de la Palabra que ha “salido” de Dios y “se ha hecho carne” (Jn 1,14). Es imprescindible que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. (Evangelii gaudium, 23). Y lo hacemos en obediencia al mandato misionero del Señor y con la certeza de su presencia entre nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

Somos siervos de la Palabra de verdad (Jn 8,32). Estamos convencidos de que “la unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el Cuerpo de Cristo que es «camino, verdad y vida» (Jn 14, 6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?”(Enc. Lett. Ut unum sint, 18).

Somos servidores de la Palabra de Dios potente que ilumina, protege y defiende, sana y libera. “¡La palabra de Dios no está encadenada!” (2 Tim. 2: 9). Por ella muchos de nuestros hermanos y hermanas están en la cárcel y muchos más han derramado su sangre como testimonio de su fe en Jesucristo.

Caminemos juntos para que la palabra se difunda (cf At 6: 7). Oremos juntos para “que se haga la voluntad del Padre” (Mt 6:10). Trabajemos juntos para que se cumpla en nosotros “lo que el Señor ha dicho” (Lc 1, 38).

Gracias, queridos hermanos y hermanas, por vuestra visita. Permanezcamos en comunión fraterna y recemos los unos por los otros. Gracias.

© Libreria Editrice Vaticana

 

 

05/10/2017-11:24
Rosa Die Alcolea

Ayuda a la Iglesia Necesitada: “Enciende una vela por México”

(ZENIT – 5 Oct. 2017).- La Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) lanza la campaña “Enciende una vela por México” para orar juntos y dar luz de esperanza a los damnificados y a las familias de las personas que perdieron la vida por los desastres naturales.

“México está en emergencia por los sucesos ocurridos en las últimas semanas”, –señala la Fundación en un comunicado de prensa– “Estamos consternados ante la magnitud de la tragedia que ha dejado el sismo del martes 19 de septiembre, cuando conmemorábamos 32 años de otro fatal acontecimiento en 1985”. La situación ha sido difícil.

Estas velas serán “símbolo de fortaleza y fe” para que “juntos pongamos de pie a las comunidades en desastre” y sigamos siendo solidarios en la etapa de reconstrucción, apunta ACN en el comunicado.

La oración es capaz de calmar el miedo; ejercer el poder para retornar a la esperanza y a la misericordia y así acompañar a los hermanos que hoy sufren.

“Queremos pedir a Dios y a la Virgen de Guadalupe que en medio del dolor de un pueblo que sufre por su gente, se pueda recordar lo pequeños que somos y consolar a los que fueron afectados”, suscribe la Fundación.
ACN convoca así a “todos los mexicanos y al mundo” a unirse a “Enciende una vela por México”, con el fin de estar unidos y lograr la fuerza que nos permitirá sentirnos una Iglesia en comunión.

 

Oración

Virgen de Guadalupe, Señora Nuestra,
encomendamos nuestra vida
y a cada uno de nuestros hermanos mexicanos
a tu corazón de madre,
para que seas el alivio, el sostén,
y el alivio en este momento de dolor.
Madre de la esperanza, intercede por nosotros.

Enciende una vela por México en: http://acn-mexico.org/oracion-por-mexico

 

 

05/10/2017-07:25
Isabel Orellana Vilches

Santa María Francisca de las Cinco Llagas, 6 de octubre

«Franciscana estigmatizada. Mística muy venerada en Nápoles y especialmente querida por las mujeres que padecen esterilidad y desean concebir un hijo, ya que al respecto se le atribuyen incontables milagros»

Anna María Gallo nació en Nápoles, Italia, el 25 de marzo de 1715. Sus padres eran comerciantes y residían en el conocido barrio español, entonces feudo de pillos, gentes de mal vivir. Gracias a Bárbara, su madre, Anna vio dulcificada parte de su vida, ya que tuvo que presenciar (y fue también receptora) de los malos tratos de su padre. Éste era tan iracundo que, antes de su nacimiento, su madre presa de angustia, acudió a san Francisco Jerónimo y a san Juan José de la Cruz quienes le vaticinaron que tendría una hija santa. Y esta virtuosa y abnegada mujer enseñó a la niña a vivir en la presencia de Dios. Su ejemplo hizo que en el barrio fuese conocida como la «santita». En el taller de hilados su padre le impuso un horario de trabajo inusual para su edad. Dedicaba varias horas al día a la oración, la lectura, la meditación y las penitencias que fueron ordinarias en su itinerario espiritual. Todo ello sin menoscabo de su tarea en la que rendía el doble que las trabajadoras que vivían centradas en la labor. Y eso llamaba la atención de sus compañeras.

Desconocían que privadamente había consagrado su vida a Dios. Por eso cuando a los 16 años, su padre se empeñó en desposarla con un pretendiente de buena posición que admiraba su virtud y belleza, pese a que las penitencias se reflejaban en su pálido rostro, se negó rotundamente. Él la golpeó sin piedad y la recluyó vetándole todo alimento, excepto pan y agua. Fue su oportunidad para intensificar la mortificación, la oración y la penitencia, hasta que Bárbara consiguió aplacar a su marido con la mediación del padre Teófilo, franciscano de la Orden menor, y terminó con el encierro de la santa en 1731. Entonces tomó el hábito como terciaria franciscana de san Pedro de Alcántara, y el nombre de María Francisca de las Cinco Llagas con el que fue encumbrada a los altares; lo eligió por su devoción a la Pasión de Cristo, a la Virgen María y al Poverello.

Fue dirigida por los Hermanos Menores del convento de Santa Lucía al Monte, si bien seguía viviendo en el domicilio paterno. Allí prosiguió el régimen de vida austero con ayunos y disciplinas que se infligía con severidad, incluyendo flagelaciones y cilicios, entre otros. La circunstancia de continuar al abrigo de su familia llevó consigo determinados contratiempos. Con la cercanía hubo hechos evidentes de carácter sobrenatural que no pudo mantener ocultos, y los suyos unieron sus críticas mordaces a las de otras personas ajenas al hogar. Porque Anna fue bendecida con favores místicos (éxtasis, apariciones, arrobamientos...), y dones extraordinarios. Su padre intentó obtener provecho de ellos y le trasladó lo que un negociante le había propuesto: nada menos que hiciera uso de estas gracias para obtener un buen dinero, dedicada a una especie de quiromancia. La joven protestó: no era una adivina. Pero su padre replicó que, al ser una santa, conseguiría el favor de Dios para adivinar el futuro. Al recibir su negativa, volcó su ira en ella azotándola con el látigo. Por este hecho, un juez, que fue advertido por el obispo, le amenazó con una multa si volvía a castigar a su hija de ese modo. Nunca más lo hizo.

A la muerte de su madre, la santa se trasladó al domicilio del sacerdote Giovanni Pessiri, al que sirvió los treinta y ocho años restantes de su vida. Allí vivió junto a otra franciscana. Las tentaciones y ataques que le infligía el demonio eran frecuentes; hasta fue inducida al suicidio. Del crucifijo brotó un día la solución para ahuyentarlo: «Cuando te asalten los ataques de los enemigos del alma, haz la señal de la cruz, y además de invocar los nombres de las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, debes decir varias veces: ‘Jesús, José y María’». Así lo venció. Fue frecuentemente acompañada del arcángel san Rafael y ocasionalmente del arcángel san Miguel.

En medio de sus numerosos éxtasis, que la dejaban sin sentido, en la Navidad de 1741 vivió la experiencia del «desposorio místico»; quedó ciega durante 24 horas. Los fenómenos místicos que la acompañaron en tres ocasiones, se manifestaban en el instante de recibir la comunión, momentos en los que la Sagrada Forma, bien en manos del consagrante o hallándose en el copón, se posaba en sus labios sin que mano humana la depositara en ellos. Pero lo más significativo fue la aparición en su cuerpo de las cinco llagas de la Pasión del divino Redentor. Además, sufría dolores similares a los que Cristo padeció en todo el proceso comenzando por el Huerto de los Olivos, la flagelación, coronación de espinas, portar la cruz a cuestas camino del calvario, la crucifixión y el estado de agonía del Viernes Santo. Todo ello lo entregó en oblación por la conversión de los pecadores y por las almas del purgatorio. A lo largo de su vida padeció incomprensiones, ofensas y murmuraciones de diverso calado, sufrimientos que asumió con paciencia, silencio y oración.

En ese proceso de discernimiento seguido por las autoridades eclesiásticas para dilucidar cuánto de verdad había en sus visiones y cuánto de superchería, el cardenal arzobispo Spinelli determinó que fuese dirigida por el sacerdote Ignacio Mostillo, que durante siete años la sometió a severas pruebas, asegurándose de la autenticidad de las mismas. En una ocasión confió a su director espiritual: «He sufrido en mi vida todo lo que una persona humana puede sufrir. Pero todo ha sido por amor a Dios». Recibió también el don de profecía; vaticinó a san Francisco Javier María Bianchi, a quien conocía, que subiría a los altares. Murió el 6 de octubre de 1791. Gregorio XVI la beatificó el 12 de noviembre de 1843. Pío IX la canonizó el 29 de junio de 1867. La silla en la que se sentó en Nápoles durante los últimos 7 años de su vida, es codiciada por las mujeres con esterilidad diagnosticada, que toman asiento en ella al saber que se cuentan por miles las que después de haberlo hecho hallándose en sus condiciones concibieron un hijo.