El ojo crítico

 

¿Por qué hablan tan poco de San José los Evangelios?

 

En los dos últimos siglos crece la devoción a San José

 

 

16/02/2018 | por Salvador Aragonés


 

 

Un amigo luterano se lamentaba de que los Evangelios canónicos hablaban muy poco de San José y que no hablara absolutamente ni una palabra. “Sí, ya sé que el “silencio” de San José habla muy alto”, dijo. Pero ¿Por qué hay tan poca cosa del que fue padre según la ley de Jesús?”.

La verdad me pilló con el paso cambiado. No me esperaba esta pregunta. Pero me obligó a reflexionar. ¿Por qué San José está mudo en los cuatro Evangelios? No hablemos de los evangelios apócrifos, pues hay para todos los gustos, pero no son textos revelados.

“Vamos a leer despacito los evangelios, le dije a mi amigo. Estoy de acuerdo contigo, pero déjame preguntarte, ¿debían los Evangelios decir más sobre San José? Y, sobre todo, San José habla a los corazones de quienes a él se encomiendan”. Y así le pregunté: “¿ya rezas a San José? Es difícil conocer a alguien si no se le trata”.

Esta es la clave: San José es el gran Patrono de la Iglesia universal, el santo del Silencio, el Patriarca e intercesor de las familias (especialmente de los padres), el Santo de la Buena Muerte… O sea, que San José se le conoce cuando se le trata en la oración personal. San José acude a atender a nuestras necesidades materiales y espirituales cuando se piden con fe y con humildad.

Si leemos los Evangelios, vemos que solo Mateo y Lucas se ocupan del Santo Patriarca. Si nos adentramos un poco y queremos revivir las escenas en las que se narra la presencia de San José vemos que el Esposo de María actúa siempre con diligencia a los requerimientos, tanto de María como de los ángeles.

Estos, enviados por Dios, dan a conocer la vocación de José a la castidad “en sueños” (cuando el ángel le dice (Mt, 1, 19-21) “no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”).

Entendió José que el ángel le proponía vivir castamente con su amada esposa María, pues su hijo sería el Redentor de todos los hombres. Y así hizo, porque José aceptó la vocación personal que le pedía el Señor mediante del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a su esposa. Y sin que antes la conociera, dio a luz un hijo y le puso por nombre Jesús”. No han falta palabras para comentar esto.

Para algunos el silencio de San José contrata con sus actos. San José calla, pero actúa, calla pero cumple, calla pero realiza y acaba lo que se le ha encomendado. En otras palabras, su silencio no es producto del buenismo, sino fruto de una madura reflexión y aceptación del papel que Dios le ha propuesto. Tampoco su silencio es quietismo, sino que toma iniciativas: hace lo que hay que hacer, sin remilgos, cumpliendo en todo la voluntad de Dios.

La devoción a San José ha venido afianzándose cada vez más desde el siglo XIX hasta hoy. Empieza con Pío VII a quien Napoleón irritado por no poderle dominar, lo hace prisionero en el palacio de Fontenebleau. El papa pidió a intercesión de San José y Napoleón sufrió derrota tras derrota, empezando por la batalla de Leipzig.

El papa Pío IX lo proclamó Patrono y Protector de la Iglesia universal (1870), al término del Concilio Vaticano I, porque así lo habían pedido muchos cardenales y obispos de la Iglesia. Este fue el papa del dogma de la Inmaculada Concepción.

El siglo XIX fue abundante en fundaciones religiosas, entre ellas la de los salesianos del Don Bosco, y la de san Leonardo Murialdo que fundó la congregación de “los josefinos”. Francisco Javier Butiñá (1834-1900), Fundador de las Siervas de San José y de las Hijas de San José, San José María Vilaseca fundador de los Institutos Misioneros de San José y el obispo de Vic, Josep Torras i Bages, entre tantos otros.

El papa León XIII, sucesor de Pío IX, dedicó su primera encíclica a San José, como humilde trabajador, frente a las ideologías de la época, el marxismo y el anarquismo. Su sucesor san Pío X, era muy devoto a San José y Benedicto XV extendió a toda la Iglesia la fiesta de la Sagrada Familia, y Pío XI proclamó la fiesta de San José el 19 de marzo.

Pío XII instituyó la fiesta de San José Artesano el 1 de mayo, coincidiendo con la Fiesta del Trabajo. Juan XXIII decía que “Amo mucho a San José, hasta tal punto que no sé empezar mi jornada, ni terminarla, sin que mi primera palabra y mi último pensamiento se dirijan a él” y propuso al Concilio Vaticano II poner a San José en el Canon de las Misas.

Pablo VI fue muy devoto de San José, lo mismo que Juan Pablo II, el cual publicó la Exhortación apostólica Redemptoris Custos, 1989, para preparar a la Iglesia bajo la protección del santo Patriarca en su entrada en el Tercer Milenio.

San Josemaría Escrivá fue un gran devoto del Santo Patriarca y puso a San José como principal Patrono del Opus Dei. También es muy devoto a San José el papa Francisco que tiene una imagen de San José Dormido en su dormitorio.

 

Artículo publicado en Aleteia