Servicio diario - 18 de marzo de 2018


 

Entra en las llagas de Jesús "hasta su corazón": Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Raquel Anillo

"No olvidaré": el Papa Francisco evoca su peregrinación tras los pasos del santo Padre Pio
Raquel Anillo

Viaje a San Giovanni Rotondo: la oración, la pequeñez y la sabiduría, tres legados del Padre Pio
Raquel Anillo


 

 

18/03/2018-16:16
Raquel Anillo

Entra en las llagas de Jesús "hasta su corazón": Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus

(ZENIT — 18 marzo 2018).-"Ve a sus heridas, entra, contempla; mira a Jesús, pero desde dentro": el Papa Francisco te invita a mirar la cruz de Jesús" desde el interior", no solo para contemplar las heridas de Cristo en la cruz, sino para "entrar, "a su corazón" y ver un "acto supremo de amor, fuente de vida y salvación para la humanidad de todos los tiempos". Él subraya la fecundidad de la cruz: "Sus heridas nos han curado".

De hecho, el Papa ha comentado el evangelio de este domingo, 18 de marzo de 2018, antes de la oración del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, en presencia de 20,000 visitantes, según las cifras de la policía del Vaticano.
Invitó a preguntarse si el crucifijo se consideraba un "objeto ornamental" o un "accesorio de vestuario" o si se le contemplaba desde el interior, comprendiendo el misterio: "¿Miro desde el interior, entro en las heridas de Jesús hasta su corazón?"

"El Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada hacia el crucifijo, que no es un objeto ornamental o un accesorio de vestimenta, ¡del cual se abusa a veces! — sino un signo religioso para contemplar y comprender"- dijo el Papa Francisco.

Recordó la hermosa tradición, que él mismo pone en práctica, de rezar un "Padre Nuestro" por cada una de las heridas de Cristo: "Cuando recemos este Padre Nuestro, busquemos entrar a través de las heridas de Jesús, al interior, justamente hasta su corazón. Y aquí aprenderemos la gran sabiduría del misterio de Cristo, la gran sabiduría de la cruz".

Evocó esta "ley pascual" del grano de trigo caído al suelo para ser fecundado, como el "dinamismo" propio de la vida del cristiano, que se realiza por las obras de misericordia.

Esta es nuestra traducción, rápida, de trabajo, de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en italiano.

AB

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas buenos días!.

El Evangelio de hoy (Jn 12, 20-33) narra un episodio que tuvo lugar en los últimos días de la vida de Jesús. La escena tiene lugar en Jerusalén, donde él se encuentra para la fiesta de la Pascua judía.

Para esta celebración ritual llegaron también algunos griegos, se trata de hombres animados por sentimientos religiosos, atraídos por la fe del pueblo judío, quienes habiendo oído hablar de este gran profeta, se acercan a Felipe, uno de los doce apóstoles, y le dicen, "queremos ver a Jesús" (v. 21). Juan enfatiza esta frase, centrada en el verbo ver, que, en el vocabulario del evangelista significa ir más allá de las apariencias para captar el misterio de una persona. El verbo que utiliza Juan, "ver", es llegar hasta el corazón, llegar, por la vista, por la comprensión, hasta lo íntimo de la persona, al interior de la persona.

La reacción de Jesús es sorprendente. Él no responde con un "sí" o un "no", sino que dice: "La hora ha llegado para el Hijo del hombre de ser glorificado" (v. 23). Estas palabras, que a simple vista, parecen ignorar la cuestión de los griegos, en realidad dan la respuesta verdadera porque quién quiere conocer a Jesús debe mirar al interior de la cruz, dónde se revela su Gloria.

Mirar al interior de la cruz. El Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada hacia el crucifijo, que no es un objeto ornamental o un accesorio de vestir, del que ¡a veces se abusa!, sino que es un signo religioso al cual contemplar y comprender.

En la imagen de Jesús crucificado se revela el misterio de la muerte del Hijo como supremo acto de amor, fuente de vida y salvación para la humanidad de todos los tiempos. En sus llagas hemos sido curados.

Puedo pensar "¿Cómo miro el crucifijo?, ¿Como una obra de arte para ver si es bello o no? ¿O miro al interior, entro en las llagas de Jesús hasta su corazón? ¿Miro el misterio del Dios aniquilado hasta la muerte, como un esclavo, como un criminal? "no os olvidéis de esto: Mirad el crucifijo, pero mirarlo desde el interior. Está esta bella devoción de rezar un Padre nuestro a cada una de las cinco llaga: Cuando rezamos este Padre nuestro, tratamos de entrar a través de las llagas de Jesús, al interior, precisamente a su corazón. Y aquí aprenderemos la gran sabiduría del misterio de Cristo, la gran sabiduría de la Cruz.

Y para explicar el significado de su muerte y de su resurrección, Jesús emplea una imagen y dice: "si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto". Quiere hacer comprender que su vivencia extrema, es decir la cruz, muerte y resurrección es un acto de fecundidad, sus llagas nos han curado, una fecundidad que dará fruto para muchos. De esta manera se compara a si mismo con el grano que muere en la tierra y genera vida nueva. Con la encarnación Jesús ha venido a la tierra; pero esto no vasta: Él debe también morir para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y darles una nueva vida reconciliada en el amor. He dicho: "para rescatar a los hombres", pero para recatarte a ti, a mí, a cada uno de nosotros, Él ha pagado este precio. Este es el misterio de Cristo. Ve a sus llagas, entra, contempla; mira a Jesús, pero desde el interior.

Y este dinamismo del grano de trigo, que se cumple en Jesús, debe realizarse también en nosotros, sus discípulos: estamos llamados a hacer nuestra esta ley pascual, de perder la vida para recibir la nueva y también eterna. ¿Y qué significa perder la vida? es decir, ¿Qué significa ser el grano de trigo? Significa pensar menos en sí mismos, en los intereses personales y saber "ver "y salir al encuentro de las necesidades de nuestro prójimo, en especial de los marginados, cumplir con alegría obas de caridad hacia cuantos sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo más auténtico de vivir el Evangelio, es el fundamento necesario para que nuestras comunidades crezcan en la fraternidad y en la acogida recíproca.

Quiero ver a Jesús, pero verlo desde dentro, entra por sus llagas y contempla aquel amor de su corazón, para ti, para mí, para todos.

La Virgen María, que ha tenido siempre la mirada de su corazón fija en su Hijo, desde Belén hasta la cruz del Calvario, nos ayude a encontrarlo y a conocerlo así como Él quiere, para que podamos vivir iluminados por Él, y podamos llevar al mundo frutos de justicia y de paz.

© Traduction de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

18/03/2018-17:10
Raquel Anillo

"No olvidaré": el Papa Francisco evoca su peregrinación tras los pasos del santo Padre Pio

(ZENIT — 18 marzo 2018).- El Papa Francisco "no olvidará" su visita tras los pasos del Santo Padre Pío (1887-1968) con motivo del 50 aniversario de su muerte y el 100 aniversario de la recepción en su cuerpo de los estigmas de la pasión de Cristo.

Después del Ángelus de este domingo 18 de marzo en la Plaza de San Pedro, el Papa recordó su visita de ayer, sábado 17 de marzo: visitó la ciudad natal del Santo de Pietrelcina, donde el santo Capuchino italiano recibió los estigmas, y la ciudad donde vivió y donde descansa, San Giovanni Rotondo. Visitó la celda de Pío, se recogió en el lugar donde reposa el cuerpo del santo y le entregó su estola roja. El lo considera un "apóstol del confesionario" y de la "misericordia".

"Agradezco a aquellos que prepararon esta visita que realmente no olvidaré. Que el Padre Pio os bendiga a todos dijo el Papa después del Angelus.

Esta es nuestra traducción, rápida, de trabajo, de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en italiano.

AB

 

Palabras del Papa Francisco después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo a todos cordialmente, los que estáis aquí presentes, fieles de Roma y de numerosas partes del mundo.

Saludo a los peregrinos de Eslovaquia y los de Madrid; a los grupos parroquiales venidos de Sant'Agnello, Pescara, Chieti y Cheremule; los jóvenes de la diócesis de Brescia (¡son ruidosos!) y los del decanato "Romana-Vittoria" de Milán.

Saludo a la Unión Folclórica Italiana, al grupo de familias de Rubiera y a los Confirmandos de Novi de Módena.

Ayer visité Pietrelcina y San Giovanni Rotondo. Saludo con afecto y doy las gracias a las comunidades de las diócesis de Benevento y Manfredonia, a los obispos — Mon. Castoro y Mon. Accrocca — a los consagrados, a los fieles, las autoridades; os doy gracias por la calurosa acogida y os llevo a todos en mi corazón, pero especialmente a los enfermos de la Casa Alivio del Sufrimiento, ancianos y jóvenes. Agradezco a aquellos que prepararon esta visita que realmente no olvidaré. Que el-Padre Pío os bendiga a todos.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvides de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós!

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

 

 

18/03/2018-08:34
Raquel Anillo

Viaje a San Giovanni Rotondo: la oración, la pequeñez y la sabiduría, tres legados del Padre Pio

(ZENIT — 18 marzo 2018).- La oración, la pequeñez y la sabiduría son tres legados dejados por el Santo Padre Pío, dice el Papa Francisco, quien observó que al contrario la sociedad contemporánea da pruebas de más "crueldad" que los espartanos, hacia los más pequeños con malformaciones.

Esta es nuestra traducción rápida de trabajo de la homilía pronunciada por el Papa Francisco este sábado por la mañana, 17 de marzo de 2018, en la explanada del nuevo santuario San Giovanni Rotondo, en la región italiana de Puglia, donde presidió la misa, ante unas 40,000 personas.

Con motivo de su peregrinación tras las huellas del Santo Padre Pío, en el 50 ° aniversario de su "nacimiento en el cielo" y el 100 ° aniversario de la recepción de los estigmas de la pasión de Cristo en su cuerpo, el Papa llegó alrededor de las 8 de la mañana, en helicóptero a Pietrelcina, el lugar de nacimiento del Padre Pío. Se recogió cerca del "olmo de los estigmas", antes de dirigirse a la población y bendecir a los enfermos.

Seguido el Papa se fue a San Giovanni Rotondo, donde fue recibido por el obispo de Manfredonia, Mons. Michele Castoro, quien dio las gracias al Papa al final de la misa diciendo: "Papa Francisco te queremos mucho". Invitó a la multitud a decirlo con él, la multitud se levantó para ello. El Papa anticipó su visita porque el obispo está enfermo: se conmovió por evocar su propia vida "marcado por la fragilidad de la enfermedad" y también le agradeció al Papa por eso.

También le agradeció por la visita hecha a los niños enfermos y del testimonio por lo que llamó "la encíclica de los gestos" y por hacer de la Iglesia una "Posada del Buen Samaritano". Agradeció también su preocupación por los jóvenes, citando el próximo sínodo.

El Papa visitó primero a los pequeños pacientes de la unidad de oncología y hematología del hospital fundado por el Padre Pío, la "Casa de Alivio del Sufrimiento".

Luego visitó el antiguo santuario de Nuestra Señora de las Gracias donde se encontró con la comunidad de los capuchinos: se recogió frente al crucifijo y luego frente al cuerpo del Padre Pío a quien le ofreció su estola. Él también visitó la celda del santo.

El Papa fue en un papamóvil al nuevo santuario, diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano y decorado con mosaicos por el padre Marko Ivan Rupnik, sj. Y presidió la misa. El Papa regresó al Vaticano en helicóptero alrededor de las 14h.

AB

 

Homilía del Papa Francisco

Me gustaría recordar tres palabras de las lecturas bíblicas que escuchamos: oración, pequeñez y sabiduría.

Oración: El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que ora. Estas palabras brotan de su corazón: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra ..." ( Mt 11, 25). Para Jesús, la oración surgió de manera espontánea, pero no era opcional: solía retirarse a lugares solitarios para orar (cf. Me 1, 35); el diálogo con el Padre ocupaba el primer lugar . Y así los discípulos descubrieron de forma natural cómo la oración era importante, aunque un día le preguntaron: "Señor, enséñanos a orar" (Lucas 11: 1). Si queremos imitar a Jesús, empecemos nosotros también donde comenzó, es decir, por la oración.

Podemos preguntarnos: ¿nosotros los cristianos oramos lo suficiente? A menudo, en el momento de orar, nos vienen muchas excusas a la mente, tantas cosas urgentes que hacer ... a veces, dejamos a un lado la oración, porque estamos llenos de un activismo que se convierte poco concluyente, cuando se olvida "la mejor parte" ( Lc 10, 42), cuando olvidamos que sin Él no podemos hacer nada ( Jn 15: 5) — y así dejamos la oración. San Pío nos ayuda, cincuenta años después de su partida al Cielo, porque quería dejarnos un legado de oración. Él recomendaba: "Rezad mucho, hijos míos, orad siempre sin dejarlo nunca" (Palabras en el 2 °Congreso Internacional de grupos de oración 5 de mayo de 1966).

En el Evangelio, Jesús también nos muestra cómo orar. Él dice ante todo: "Te alabo, Padre"; él no comienza diciendo, "Necesito esto y aquello", sino diciendo: "Te alabo". Uno no conoce al Padre sin abrirse a la alabanza, sin dedicarle tiempo solo a Él, sin adorar. ¡Cuánto hemos olvidado la oración de adoración, la oración de alabanza! Debemos recuperarlo. Cada uno se puede preguntar: ¿cómo adoro? ¿Cuándo adoro? ¿Cuándo alabo a Dios? Retomar la oración de adoración y de alabanza. Es el contacto personal, el cara a cara, el hecho de estar en silencio ante el Señor es el secreto para entrar cada vez más en comunión con Él. La oración puede nacer como una petición, incluso una urgencia, pero madura en la alabanza y en la adoración. Una oración madura. Entonces se vuelve verdaderamente personal, como para Jesús que dialoga enseguida libremente con el Padre: "Sí, Padre, porque así lo has querido en tu benevolencia" (Mt 11,26). Y luego, en un diálogo libre y confiante, la oración se ocupa de toda la vida y la presenta ante Dios.

Y entonces nos preguntamos: ¿nuestras oraciones se parecen a las oraciones de Jesús o se reducen a llamadas de emergencia ocasionales? "Necesito eso", y entonces voy a orar de inmediato. Y cuando no lo necesitas, ¿qué haces? ¿O los consideramos tranquilizantes para tomar a dosis regulares, para aliviar un poco el estrés? No, la oración es un gesto de amor, es estar con Dios y presentarle la vida del mundo: es una obra de misericordia espiritual indispensable. Y si no confiamos al Señor a nuestros hermanos, las situaciones, ¿quién lo hará? ¿Quién intercederá, quién se tomará la molestia de llamar al corazón de Dios para abrir la puerta de la misericordia a la humanidad necesitada? Por eso el Padre Pio nos dejó los grupos de oración. Él les dijo: "Es la oración, esta fuerza unida de todas las almas buenas la que hace mover el mundo, que renueva las conciencias , que cura los enfermos, que santifica el trabajo, que eleva los cuidados de la salud, que da la fuerza moral, que difunde la sonrisa y la bendición de Dios sobre toda languidez y toda debilidad" (ibid. ). Guardemos estas palabras y preguntemonos de nuevo: ¿oro? Y cuando oro, ¿sé alabar, sé adorar, se presentar a Dios mi vida y la de todos los hombres?

Segunda palabra: pequeñez. En el Evangelio, Jesús alaba al Padre por haber revelado los misterios de su Reino a los pequeños. ¿Quiénes son estos pequeños que saben cómo acoger los secretos de Dios? Los pequeños son los que tienen grandes necesidades, que no son autosuficientes, que no creen ser suficientes por ellos mismos. Los pequeños son aquellos que tienen un corazón humilde y abierto, pobres y necesitados, que sienten la necesidad de orar, confiar y ser acompañados. El corazón de estos pequeños es como una antena: inmediatamente capta la señal de Dios, se da cuenta de inmediato. Porque Dios busca el contacto con todos, pero el que se hace grande crea una gran interferencia, el deseo de Dios no viene: cuando uno está lleno de sí mismo, cuando no hay lugar para Dios. Por eso prefiere a los pequeños, se revela a ellos, y la forma de encontrarse con él es la de la humillación, de hacerse pequeño en el interior, de reconocerse necesitado. El misterio de Jesucristo es un misterio de pequeñez: es abajarse, aniquilarse. El misterio de Jesús, como vemos en la Hostia en cada Misa, es un misterio de pequeñez, de amor humilde, y uno solo puede comprenderlo haciéndose pequeño y frecuentando a los pequeños.

Y ahora podemos preguntarnos: ¿sabemos cómo buscar a Dios allí donde se encuentra? Aquí hay un santuario especial donde él está presente, porque hay muchos pequeños, sus favoritos. San Pío lo ha llamado el "templo de la oración y la ciencia", donde todos están llamados a ser "reservas de amor" para los demás (Discurso por el primer aniversario de la inauguración, 5 de mayo de 1957): es la Casa del Alivio del Sufrimiento. En los enfermos, está Jesús, y en el cuidado amoroso de aquellos que se doblegan sobre las heridas de los demás, existe la manera de encontrarse con Jesús. Aquel que se preocupa por los pequeños está del lado de Dios y vence la cultura del rechazo, o que, por el contrario, prefiere a los poderosos y juzga a los pobres inútiles. Quien prefiera a los pequeños proclamará una profecía de la vida contra los profetas de la muerte de todos los tiempos, incluso hoy en día, que rechazan a las personas, rechazan a los niños, a los ancianos, porque son inútiles. Cuando era un niño, en la escuela nos enseñaron la historia de los espartanos. Siempre me ha impresionado lo que nos dijo la maestra: cuando un niño o una niña nacía con malformaciones, lo llevaban a la cima de la montaña y lo arrojaban para que no hubiera estos pequeños. Nosotros, los niños, nos dijimos: "¡Pero qué crueldad!". Hermanos y hermanas, nosotros hacemos lo mismo, con más crueldad, con más ciencia. Lo que no es útil, lo que no produce debe ser rechazado. Esta es la cultura del rechazo, hoy, no queremos a los pequeños. Y por eso se le deja a Jesús de lado.

Finalmente, la tercera palabra. En la primera lectura, Dios dice: "Que el sabio no se jacte de su sabiduría, ni el hombre fuerte se jacte de su fuerza" (Jer 9:22). La verdadera sabiduría no radica en tener grandes dones y la verdadera fuerza no está en el poder. El que se muestra fuerte no es sabio, y el que responde al mal con mal no es fuerte. La única arma sabia e invencible es la caridad animada por la fe, porque tiene el poder de desarmar a las fuerzas del mal. San Pio luchó contra el mal toda su vida y luchó sabiamente, como el Señor: por la humildad, por la obediencia, por la cruz, ofreciendo su sufrimiento por amor. Y todos lo admiran; pero pocos hacen lo mismo. Muchos hablan bien, pero ¿cuántos lo imitan? Muchos están dispuestos a poner un "me gusta" en la página de los grandes santos, pero, ¿quién hace como ellos? Porque la vida cristiana no es un "Yo amo", es un "Me doy a mí mismo". La vida tiene una fragancia cuando se ofrece como un regalo; se vuelve insípido cuando se guarda para sí mismo.

Y en la primera lectura, Dios también explica dónde extraer la sabiduría de la vida: "Que el que quiera jactarse, que se jacte ... de conocerme" (v.23). Conocerlo, es decir, encontrarlo, como Dios que salva y perdona: este es el camino de la sabiduría. En el Evangelio, Jesús reafirma: "Venid a mí todos los que estáis cansados ??y oprimidos" ( Mt 11:28). ¿Quién de nosotros puede sentirse excluido de esta invitación? ¿Quién puede decir "No lo necesito"? San Pío ofreció su vida e innumerables sufrimientos para hacer encontrar al Señor a sus hermanos. Y la forma decisiva de encontrarlo fue la confesión, el sacramento de la reconciliación. Es aquí donde comienza y recomienza de nuevo una vida sabia, amada y perdonada, aquí comienza la curación del corazón. El Padre Pio era un Apóstol del confesionario. Incluso hoy nos invita ahí; y él nos dice: "¿A dónde vas? a Jesús o a tus tristezas? ¿A dónde vuelves? ¿Donde el que te salva o a tus desalientos, tus remordimientos, tus pecados? Ven, ven, el Señor te está esperando. Ánimo, no hay motivos tan graves que te excluyan de su misericordia".

Los grupos de oración, los enfermos de la Casa Sollievo, el confesionario; tres signos visibles que nos recuerdan tres preciosos legados: la oración, la pequeñez y la sabiduría de la vida. Pidamos la gracia de cultivarlos todos los días.

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo