Editorial

 

El sentido de pertenencia. Communio y verdad

 

 

09/04/2018 | por ForumLibertas


 

 

El sentido de pertenencia a la Iglesia es esencial para los católicos. No pueden sentirse ajenos a ella por razones políticas, relaciones humanas, ni de reconocimientos. Para que esto sea posible es necesario entender y vivir la Iglesia como communio (koinonía), como comunión. Tal concepción incluye también la dimensión del pueblo de Dios, pero mejor articulada con su dimensión trascendente, transhistórica, mejor afianzada en su misión, que no es la de seguir al mundo, sino proclamar la buena nueva en él. Y esto es así porque la iglesia no vive “desde abajo” sino que vive “de arriba“. “No es por el pueblo, ni por la jerarquía, sino por la palabra de Dios y los sacramentos, especialmente la Eucaristía”, dice el cardenal en “Al corazón de la Fe” del cardenal Kasper. Este es un punto esencial.

El otro radica en asumir plenamente, según el Concilio Vaticano I, y mantenido por el CVII, que la Iglesia se mantiene permanente en la verdad, que se expresa en ciertas proposiciones que se realizan dentro del conjunto de toda la doctrina.

Las dos reivindicaciones centrales, la Iglesia como communio que viene “de arriba” y trasciende la historia, mientras vive en ella, (al igual que Jesús con la condición humana, de la que forma parte y la trasciende) y ser portadora de la verdad, están estrechamente vinculadas.

Esta idea y misión de la verdad no puede justificar ninguna visión totalitaria, ni ninguna concepción marcada por el deseo de restringir la libertad del otro, o de reducir su dignidad, que se manifiesta en el respeto y el reconocimiento de la igualdad de derechos. Somos a portadores de la verdad, no como individuos sino como communio, por lo tanto, podemos aspirar a iluminar el mundo, como nos señala Jesús. Pero esto es una convicción personal, no un argumento, ni una razón para aquellos que no están de acuerdo. Es precisamente en dar testimonio de fe que se vivirá en esa afirmación como una certeza interna, que sabrá expresar en el comportamiento, y al mismo tiempo, hacerlo de una manera y en unos términos que sea inteligibles, atrayentes, para cualquiera que no crea tal cosa. No puede confundirse trabajar para rectificar el error con negar los derechos de los otros. ¿Y es que si Dios tolera el error humano como vamos a enmendarle la plana? Lo que no hacemos es aplaudirlo o tomarlo como propio para hacernos más próximos al mundo buscando su asentimiento. Porque el respeto por la dignidad, la libertad y los derechos de los demás,  no nace de su condición de poseedores de la verdad, sino de su naturaleza de criatura de Dios.