Tribunas

Entre el cielo y la tierra

 

 

Daniel Tirapu


 

Por primera vez  recibí anestesia general. Me gustó ir en la cama por pasillos y ascensores, me recordó a cuando iba guiado por mi madre en cochecito de bebé. Llevaba sin comer ocho horas y llegué a la anestesia medio dormido. Una señorita de verde con pañuelo semipirata en la cabeza, en tono argentino me dijo, pero ¿cómo? ¿ya está dormido? Le dije que no. Pude ir a Misa por la mañana, comulgar, confesar y que suerte y maravilla pedí la unción de enfermos; la hermana María Josefa me acompañó en el sacramento y Antonio de mi casa. Sentí mucha paz, fuerza.

Hay que ayudar a nuestros amigos y familiares a recibir los sacramentos, sin vergüenzas tontas, además es gratis, como todo lo que viene de Dios. La verdad es que la intervención no era para tanto, pero donde menos lo esperas salta la liebre. ¡Vigilad y orad! Alguien me despertó tiempo después y empecé a hablar de que me había confesado, que era bueno confesarse; me rodeaban gentes medio despiertas y oí una voz, que decía: ¡cada loco con su tema! No ví ninguna luz blanca al final. ¿Es esto el purgatorio? Preguntas y te dicen el purgatorio está en esta vida, el infierno son los demás. La muerte: cuando tú eres, ella no es, cuando ella es tú no eres. Frases manidas, pero es de Fe que existe el purgatorio, donde nos purificamos de lo malo que hemos hecho aquí.

María Vallejo- Nágera ha escrito un libro que combina la tradición católica con algunas curiosas historias de almas en pena que piden ayuda, a través de revelaciones particulares (videntes de Fátima, Santa Brígida la sueca). Curioso asunto el de los difuntos que no pueden merecer ya, pero a quienes podemos ayudar. Los niños ven fantasmas y los mayores también, no nos atrevemos a contarlo por aquello de qué pensarán. Pero podemos ayudarles con oración, ayuno, sobre todo Misas. De joven empezaba en el periódico con los deportes, ahora por los chistes, dentro de poco empezaré por las esquelas, como mi padre.

"El encuentro con Jesús es el acto decisivo del juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. (...) En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería y derrumbarse. Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y lo malsano de nuestro ser se manifiesta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón, nos cura a través de una trasformación, ciertamente dolorosa "como a través del fuego" (...) Así se entiende también con toda claridad la compenetración entre justicia y gracia; nuestro modo de vivir no es irrelevante. (...) El juicio de Dios es esperanza, tanto porque es justicia, como porque es gracia" (Spe salvi, 47, Papa Benedicto XVI).

 

Daniel Tirapu.