Servicio diario - 11 de septiembre de 2018


 

Protección de Menores: El Papa se reunirá con los cardenales DiNardo y O’Malley
Redacción

La fuerza del obispo frente al “Gran Acusador”: oración y humildad
Rosa Die Alcolea

Mandato del Papa a los obispos venezolanos: “Mantener la cercanía al pueblo”
Rosa Die Alcolea

Siria e Iraq: Reunión sobre la crisis humanitaria en el Vaticano
Rosa Die Alcolea

El “reto de la universalidad” de los Derechos Humanos
Redacción

Antonio Rivero: “¿Quién es Jesús para ti?”
Antonio Rivero

Beata María Luisa Angélica (Gertrude) Prosperi, 12 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

11/09/2018-18:20
Redacción

Protección de Menores: El Papa se reunirá con los cardenales DiNardo y O’Malley

(ZENIT – 11 sept. 2018).- El Papa Francisco recibirá el próximo jueves, 13 de septiembre de 2018, al Card. Daniel DiNardo, Arzobispo de Galveston-Houston, Presidente de la Conferencia de os Obispos Católicos de los Estados Unidos de América, junto al Card. Seán Patrick O’Malley, Arzobispo de Boston, Presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores.

Lo ha confirmado Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, esta tarde, en respuesta a las preguntas de los periodistas sobre el Encuentro del Santo Padre con los superiores de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos.

La audiencia se celebrará el jueves a mediodía en el Palacio Apostólico Vaticano.

Estarán con ellos Mons. José Horacio Gómez, Arzobispo de Los Ángeles, Vicepresidente de la misma Conferencia Episcopal; y Monseñor Brian Bransfield, Secretario General.

 

 

11/09/2018-17:38
Rosa Die Alcolea

La fuerza del obispo frente al “Gran Acusador”: oración y humildad

(ZENIT – 11 sept. 2018).- En estos tiempos, “parece que el Gran Acusador esté enfadado con los obispos para crear escándalo”, ha advertido Francisco, y ha repetido que la fuerza del obispo es precisamente ser “un hombre de oración”, “un hombre que se siente elegido por Dios” y “un hombre en medio del pueblo”, en la misa celebrada por la mañana en la Capilla de Santa Marta.

El Santo Padre ha recordado en la homilía las palabras que ofreció recientemente a los obispos de los territorios de misión que participan en el Seminario de Estudio, organizado por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos en Roma, del 3 al 15 de septiembre.

 

“Todos somos pecadores”

“Esto es bueno recordarlo” ha insistido el Pontífice, en estos tiempos cuando parece que “el Gran Acusador se ha disuelto y está enfadado con los obispos”, ha dicho.

“Todos somos pecadores, nosotros los obispos –ha reconocido el Papa–. Pero él intenta revelar los pecados, que se vean, para escandalizar a la gente. El Gran Acusador que, como él mismo le dice a Dios en el primer capítulo del Libro de Job, “viaja por el mundo buscando cómo acusar”.

“Recemos hoy por nuestros obispos: por mí, por los que están aquí delante y por todos los obispos del mundo”, ha pedido el Sucesor de Pedro a los fieles presentes en la Eucaristía.

 

Primera tarea: oración

La oración es el primer aspecto que el Papa señala para el obispo. “El consuelo que un obispo tiene en los malos momentos” –señala–, es decir, saber que “en este momento Jesús reza por mí”, “reza por todos los obispos”.

Esta es su primera tarea. Y que el obispo sea un hombre de oración también lo confirma San Pedro cuando dice: “Para nosotros, la oración y el anuncio de la Palabra”. Él no dice: “Para nosotros, la organización de los planes pastorales ...”, enfatiza Francisco.

El Papa ha explicado que en segundo lugar, el obispo se siente elegido: “El obispo que ama a Jesús no es un escalador que va adelante con su vocación como si fuera una función, tal vez mirando a otra posibilidad de avanzar y subir, no. El obispo se siente elegido. Y tiene la certeza de haber sido elegido”.

 

Cercano a las personas

Por último, pero no menos importante, el Papa ha señalado la importancia de que un obispo esté cerca de las personas:”El obispo que no permanece alejado del pueblo, que no usa actitudes que lo llevan a estar lejos de la gente; el obispo que toca al pueblo y se deja tocar por el pueblo. No busca el refugio de los poderosos, de las élites: no. Serán las élites quienes criticarán al obispo; el pueblo tiene esta actitud de amor hacia el obispo, y tiene esta -como si fuera- esta unción especial: confirma al obispo en su vocación”.

 

 

11/09/2018-18:02
Rosa Die Alcolea

Mandato del Papa a los obispos venezolanos: “Mantener la cercanía al pueblo”

(ZENIT – 11 sept. 2018).- El Papa Francisco ha dado un mandato a los obispos de Venezuela, recibidos esta mañana en el Vaticano con motivo de su visita ad limina apostolorum: “Mantener la cercanía al pueblo especialmente con los que más sufren”.

Monseñor Luis Azuaje Ayala, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, ha declarado tras la conversación con Francisco que el Papa no sólo los escuchó, “sino que se expresó sobre el sentido y el valor de la Iglesia en Venezuela”, informa ‘Vatican News’ en español.

“Él conoce bien la situación venezolana y la gran comunión que tenemos con las diócesis de las fronteras, en especial la de Cúcuta”, ha indicado.

El prelado venezolano ha ofrecido una conferencia de prensa, tras la audiencia con el Santo Padre, este martes, 11 de septiembre de 2018, en la que ha destacado el “diálogo ameno” mantenido con el Papa y la ocasión que ha supuesto la visita para transmitirle toda su “experiencia pastoral”.

“Vivimos –dijo el Arzobispo de Maracaibo– una situación inédita, en la que hemos pasado de una realidad de construcción democrática a una realidad de deficiencia en el ámbito democrático, en el que se ha querido instalar un sistema político distinto al de la Constitución vigente”.

Los obispos le plantearon así al pontífice la realidad que vive el pueblo venezolano –indica ‘Vatican News’– que se encuentra sumergido en una gran crisis social, económica y política.

 

Hiperinflación

La grave hiperinflación “que hoy día deteriora cualquier margen de ganancia que pueda tener un trabajador”, es uno de los principales problemas presentados al Santo Padre por los obispos venezolanos.

Esto ha dado como consecuencia “el desabastecimiento y la especulación”, anunció el Presidente de la Conferencia Episcopal. “Por más que Venezuela haya aumentado los precios de los trabajadores, eso se va en dos, tres, cuatro productos de la cesta básica, algo que no ha sido posible de controlar”.

Asimismo, Mons. Azuaje denunció el hambre en el país: un hambre a veces “negado por muchos” e inclusive “disfrazado”, debido a la escasez de los productos y al alto precio de los mismos. “Hemos encontrado personas buscando alimentos en bolsas de basuras”. “Eso es lastimoso y va contra toda dignidad humana”, aclaró el obispo.

 

 

11/09/2018-12:56
Rosa Die Alcolea

Siria e Iraq: Reunión sobre la crisis humanitaria en el Vaticano

(ZENIT – 11 sept. 2018).- Según fuentes de la ONU, actualmente hay más de 13 millones de personas que necesitan ayuda en Siria y casi 9 millones en Irak. Desde 2014, la Iglesia, desde diferentes organizaciones, ha destinado a la emergencia más de mil millones de dólares.

En este contexto, se celebrará en Roma una reunión sobre la crisis humanitaria de Siria e Irak, del 13 al 14 de septiembre en el Auditorio Juan Pablo II de la Pontificia Universidad Urbaniana, organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y en la que participará el Papa Francisco.

Así lo anuncia el propio Dicasterio, en un comunicado, publicado esta mañana, 11 de septiembre de 2018, esta mañana, a través de la Oficina de Prensa del Vaticano.

Participarán en las jornadas más de 50 organismos caritativos católicos, representantes de los episcopados locales y de las instituciones eclesiales y congregaciones religiosas que operan en Siria, Irak y los países limítrofes, además de los nuncios apostólicos en Siria, Irak, Líbano y Turquía.

 

Respuesta de las instituciones eclesiales

El primer día los trabajos serán presentados por Mons. Segundo Tejado Muñoz, Subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; seguirá el discurso del cardenal Peter K.A. Turkson, prefecto del mismo dicasterio, y la presentación del Informe de la encuesta sobre la respuesta de las instituciones eclesiales a la crisis humanitaria de Irak y Siria 2017-2018, elaborado por el dicasterio.

A continuación, intervendrá el Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, y se procederá a una actualización sobre la situación política y humanitaria a cargo del nuncio apostólico en Siria, el cardenal Mario Zenari, y del nuncio apostólico en Irak y Jordania, Mons. Alberto Ortega Martín.

 

Refugiados en la zona

La jornada concluirá con la intervención del Sr. Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que hablará, en particular, sobre los retos y perspectivas de la situación actual de la migración en la zona de crisis.

En la mañana del viernes, 14 de septiembre, los participantes se reunirán en grupos de trabajo para concentrarse en los aspectos concretos de la colaboración entre los diferentes sujetos involucrados en la respuesta a la crisis.

La sesión de la tarde estará dedicada al delicado tema del retorno a las comunidades de origen de migrantes y refugiados. Después del discurso del cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, y de la intervención del P. Fabio Baggio, subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Sección migrantes y refugiados, los participantes se reunirán de nuevo en grupos de trabajo, dedicados al tema específico de la sesión.

Después del debate sobre los trabajos de grupo, las conclusiones de la reunión correrán a cargo del cardenal Turkson.

 

Participación del Papa

El viernes 14 de septiembre, está prevista una audiencia con el Santo Padre en el Palacio Apostólico.

El objetivo de la reunión, en línea con el camino emprendido en los últimos seis años, es el de “ser un tiempo de reflexión y comunión fraternal” entre todas las instituciones eclesiales que participan en las obras de caridad y asistencia a las poblaciones afectadas por esta crisis humanitaria, acerca de la cual el Santo Padre ha llamado repetidamente la atención de la opinión pública; hacer un balance de la labor realizada hasta ahora por los organismos caritativos católicos en el contexto de la crisis, compartiendo la información sobre la evolución de la situación humanitaria y las respuestas de la Iglesia; discutir los asuntos críticos que han surgido e identificar las prioridades para el futuro; analizar la situación de las comunidades cristianas que residen en los países afectados por la guerra, promoviendo la sinergia entre los organismos eclesiales, las congregaciones religiosas y las diócesis.

Este año se dedicará una reflexión particular a las perspectivas realistas de un retorno voluntario de los desplazados internos y los refugiados a sus comunidades de origen.

 

Ayuda de la Iglesia

El conflicto en Siria e Irak ha producido una de las crisis humanitarias más graves de las últimas décadas. La Santa Sede, además de la actividad diplomática, participa activamente en programas de ayuda y asistencia humanitaria. Desde 2014, la red eclesial ha destinado a la emergencia más de mil millones de dólares, que han llegado a más de cuatro millones de beneficiarios individuales por año.

Según fuentes de la ONU, actualmente hay más de 13 millones de personas que necesitan ayuda en Siria y casi 9 millones en Irak; los desplazados internos son más de 6 millones en Siria y 2 millones en Iraq, mientras que los refugiados sirios registrados en países limítrofes, entre los cuales Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto son 5,6 millones. Los retornos voluntarios a Irak ascenderían actualmente a 3,9 millones de personas.

 

 

11/09/2018-16:54
Redacción

El “reto de la universalidad” de los Derechos Humanos

(ZENIT – 11 sept. 2018).- El Secretario del Vaticano para las las Relaciones con los Estados asegura que el 70° aniversario de la Declaración Universal constituye una “ocasión propicia” para relanzar esa fe “en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres”.

Mons. Paul Richard Gallagher pronunció un discurso ayer, 10 de septiembre de 2018, en el Consejo de Europa con motivo de la celebración del 70° aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sobre el tema “Desarrollo humano integral y universalidad de los derechos en un contexto multilateral”.

El tema elegido para el coloquio es “el reto de la universalidad” porque “creemos que la universalidad de los derechos sea el tema crucial de nuestro tiempo –expuso Mons. Gallagher–, sobre el que se juega la posibilidad de que los derechos humanos sigan marcando el horizonte común para la construcción de nuestras sociedades, el punto de referencia obligatorio para el ejercicio del poder político, el indicador de la ruta para la comunidad internacional”.

En esta línea, el Secretario Vaticano apuntó tres desafíos en su discurso: un modelo de desarrollo social que no es suficientemente inclusivo; las derivas relacionadas con el creciente pluralismo cultural; las violaciones persistentes y graves de los derechos humanos que se registran en diferentes partes del mundo.

Y como “pistas de respuesta”, Gallagher añadió dos retos fundamentales: En cuanto al modelo no suficientemente inclusivo de desarrollo social en curso, el Secretario considera “esencial” la referencia a un aspecto que define la Declaración Universal: la afirmación simultánea de los “derechos políticos y civiles ” y de los “económicos, sociales y culturales”.

Pasando al segundo reto, el del pluralismo cultural creciente, Mons. Gallagher señala que la respuesta “debe buscarse en la fuerte afirmación del derecho a la libertad religiosa, que es una condición para el respeto mutuo y la igualdad real en el contexto de una sociedad plural”.

***

 

Discurso de Mons. Paul Richard Gallagher

Excelencias,

Distinguidos representantes de la Secretaría del Consejo de Europa,

Señores y señoras,

En primer lugar, quisiera darles las gracias por la presencia en esta Conferencia organizada por la Misión Permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa. Un gracias especial a Guido Raimondi, Presidente de la Corte Europea de Derechos Humanos, y Emmanuel Decaux, profesor emérito de la Universidad Panthéon Assas, que han aceptado intervenir en este diálogo sobre la universalidad de los derechos humanos. También me complace ver que en este encuentro participan representantes de ONGs de inspiración religiosa que trabajan activamente en el sector multilateral. La Conferencia de hoy es parte de una serie de eventos que la Santa Sede ha promovido para conmemorar el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que culminará en una Conferencia Internacional que se celebrará en el Vaticano el próximo mes de diciembre, organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Ciertamente, el Consejo de Europa tiene como referencia más inmediata y estatutaria la Convención Europea de Derechos Humanos que, sin embargo, está profundamente relacionada con la Declaración Universal. Tanto por la génesis del texto, que se coloca en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, tan fecundos para la redacción de los documentos fundadores en materia de derechos humanos, como porque es precisamente la naturaleza universal de los derechos humanos la que requiere un diálogo constante entre los sistemas regionales de su protección y toda la comunidad internacional.

Para la Santa Sede, el 70 aniversario de la Declaración Universal es una oportunidad para reafirmar su compromiso de servir a la causa de la humanidad, en un contexto, - somos conscientes de ello-, en el que el inapreciable patrimonio de los derechos humanos, que la comunidad internacional había proclamado solemnemente como el fundamento de un nuevo orden después de los horrores de la guerra, aparece seriamente puesto en tela de juicio, tanto en la teoría como en la práctica.

Estamos firmemente convencidos de que el principio de la dignidad inherente a cada ser humano con los derechos inalienables que esto otorga, como se refleja en el preámbulo de la Declaración Universal, tenga una convergencia natural y profunda con la comprensión bíblica del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios y con el precepto del amor fraterno, que están en la base de la visión cristiana del hombre y del mundo. También son una clara expresión de la naturaleza que objetivamente acomuna al género humano. Se trata de conceptos que el Papa Francisco tuvo la oportunidad de reiterar en su discurso a principios de año ante el Cuerpo Diplomático, recordando precisamente el 70 ° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Si hemos elegido como tema de este coloquio “el reto de la universalidad”, es porque creemos que la universalidad de los derechos sea el tema crucial de nuestro tiempo, un verdadero argumento stantis aut cadentis, sobre el que se juega la posibilidad de que los derechos humanos sigan marcando el horizonte común para la construcción de nuestras sociedades, el punto de referencia obligatorio para el ejercicio del poder político, el indicador de la ruta para la comunidad internacional.

Los dos oradores anteriores ya han destacado, con la competencia que los distingue, los elementos en juego, especialmente desde un punto de vista jurídico. Por mi parte, quisiera centrarme en tres desafíos principales que, en el contexto histórico actual, se plantean al reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos, para buscar luego posibles pistas de respuesta. Los tres desafíos son: un modelo de desarrollo social que no es suficientemente inclusivo; las derivas relacionadas con el creciente pluralismo cultural; las violaciones persistentes y graves de los derechos humanos que se registran en diferentes partes del mundo.

El primer desafío a la universalidad de los derechos es la derivada del modelo de desarrollo social que perseguimos, tanto a nivel de las economías avanzadas, como en ámbito mundial. En los últimos años estamos asistiendo en las sociedades occidentales a una mayor desintegración del tejido social, debido a múltiples factores: crecimiento de la desigualdad económica, empobrecimiento de algunos sectores de la población, inseguridad laboral, reajuste, a veces drástico, de los sistemas de protección social. En general, asistimos a una crisis de la aplicación de los derechos sociales que afecta especialmente a las personas en situación de vulnerabilidad y que es probable que en muchos casos llegue a empañar la dignidad de la persona humana. También a nivel mundial, a pesar del crecimiento general de la economía mundial, poblaciones enteras permanecen en la miseria, agravada por el hecho de que la revolución de la comunicación los ha puesto en condiciones de ver de cerca la forma en que otras personas están sentadas cómodamente en el banquete de la opulencia.

La situación social que vivimos, tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo, tiene un peso relevante en la contestación al discurso de los derechos humanos, que se está alzando en muchas áreas. Sin justificar estas posiciones, se debe tratar de entenderlas y de poner remedio para responder a un problema cada vez mayor de cohesión social del que no podemos seguir siendo simples espectadores.

Si asistimos, con relativo temor, a escala mundial, a la aparición en algunos países de modelos de crecimiento económico sin democracia y sin derechos, también debemos temer la construcción de sociedades basadas en la afirmación de las libertades individuales, pero pobres de justicia social. Por lo tanto, habría que preguntarse si los modelos de desarrollo que estamos persiguiendo, debido a su falta de inclusión, son compatibles en el largo plazo, con la afirmación de la universalidad de los derechos humanos.

Un segundo desafío a la universalidad de los derechos se deriva del creciente pluralismo cultural que experimentamos en nuestras sociedades. Ciertamente, no es un fenómeno nuevo: en 1948, en el proceso de negociación de la Declaración Universal, nos habíamos enfrentado a la necesidad de integrar las diferentes perspectivas culturales y religiosas, y durante décadas ha sido recurrente, aunque no justificada, la crítica de aquellos que han querido ver en la proclamación de los derechos humanos solamente el retazo de la cultura occidental.

En nuestros días, sin embargo, este pluralismo parece sufrir una mutación. Por un lado estamos asistiendo a la creciente tendencia al nacionalismo político y al fundamentalismo ideológico, que parecen cada vez menos compatibles con una sociedad basada en los principios de la democracia y los derechos humanos. Por otro lado, la cultura liberal dominante se ha encaminado hacia la interpretación radicalmente individualista de algunos derechos, o hacia la afirmación de nuevos derechos. Estas interpretaciones de los derechos, objetivamente distantes de los textos fundacionales, contribuyen a hacer el consenso universal mucho más difícil. De esta forma, se corre el riesgo de crear un “conflicto de antropologías”, intensificado por el proceso de globalización y de la movilidad humana.

El tercer desafío se deriva de la inestabilidad del orden internacional y de las crecientes amenazas a la paz. Aquí no se trata de una contestación teórica de la universalidad de los derechos, sino más bien de la preocupante difusión de violaciones sistemáticas y graves que interpelan a la comunidad internacional, porque cuestionan su capacidad para construir un orden basado en los principios que proclama y que ha sido aceptado mayoritaria y voluntariamente mediante la ratificación de los nueve principales tratados de derechos humanos elaborados tras la Declaración, entre los cuales dos Pactos internacionales de derechos civiles y políticos y de derechos económicos, sociales y culturales adoptados en 1966.

El Papa Francisco ha hablado en repetidas ocasiones de una “tercera guerra mundial en pedazos” y la naturaleza misma de la guerra nos lleva a afirmar que la paz no puede ser creada o sostenida a través del respeto de los derechos humanos, a menos que existan elementos claros de justicia. Las obvias dificultades para respetar las leyes internacionales sobre los derechos humanos no son una excusa para ignorarlas. Por el contrario, deben conducir a un esfuerzo aún mayor para integrar estas consideraciones en una realidad operativa. Para reducir la brecha entre la teoría y la práctica, esto es a lo que debemos aspirar constantemente.

He mencionado tres desafíos a la universalidad de los derechos, entre otros que podrían mencionarse. Ahora me gustaría presentar algunas pistas de respuesta, desde la perspectiva particular de la Santa Sede, inspirada tanto por la doctrina social de la Iglesia, como las perspectivas que todavía hoy, a setenta años de distancia, puede abrir el texto de la Declaración Universal, texto que Juan Pablo II definió como “una piedra miliar puesta en el largo y difícil camino del género humano”.

En cuanto al primero de los retos reportados, la del modelo no suficientemente inclusivo de desarrollo social en curso, considero esencial la referencia a un aspecto que define la Declaración Universal: la afirmación simultánea de los “derechos políticos y civiles” y de los “económicos, sociales y culturales”. Me parece un punto esencial, y a menudo olvidado: es cierto que la protección y la promoción de los primeros tiene dinámicas diferentes de las de los segundos, pero ninguna de estas categorías puede prosperar sin la otra.

Cuando, por ejemplo, se erosionan los derechos económicos y sociales, todo el edificio de los derechos humanos se debilita, y también las libertades civiles y políticas son más propensas a ser víctimas de la opresión causada por egoísmos individualistas o por el populismo. La Declaración Universal resume así en su artículo 22: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”.

Por cuanto respecta al Consejo de Europa, creo que se podría profundizar, con la búsqueda de una mayor sinergia, la interdependencia entre los derechos protegidos por la Convención Europea de Derechos Humanos y de los protegidos por la Carta Social.

Este punto de vista refleja plenamente lo que, desde la perspectiva de la doctrina social, llamamos el “desarrollo humano integral” y que Pablo VI resumió, hace más de cincuenta años, en la fórmula: “el desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre”. En primer lugar, de todos los hombres: para usar las palabras de la agenda de desarrollo sostenible de 2030, “nadie debe quedarse atrás”. Desde nuestro punto de vista, significa una atención prioritaria a todos los seres humanos en situaciones de debilidad, en peligro de ser simplemente descartados, de los pobres a los desempleados, de los migrantes a los jóvenes sin educación, de las mujeres víctimas de la violencia, a los ancianos que viven en la soledad, a los niños aún no nacidos, a las personas con discapacidad: una atención que se concreta en la amplia gama de compromiso caritativo y social que la Iglesia Católica y las ONG de inspiración católica siguen asumiendo en el mundo.

Además, el desarrollo integral significa “desarrollo de todo el hombre”, es decir, del hombre en todas las dimensiones que lo constituyen: a partir de las necesidades básicas de supervivencia, del derecho a la educación, de la oportunidad de participar en la vida comunitaria, de la necesidad vivir libremente su fe y sus creencias. Quizás olvidemos fácilmente cómo la promoción de un humanismo integral sea un elemento esencial para el crecimiento de las sociedades democráticas. El objetivo de promover las libertades fundamentales de cada persona es inseparable del de la construcción de una sociedad justa: esto es un reflejo de la universalidad de los derechos.

Pasando al segundo reto, el del pluralismo cultural creciente, creo que la respuesta debe buscarse en la fuerte afirmación del derecho a la libertad religiosa, que es una condición para el respeto mutuo y la igualdad real en el contexto de una sociedad plural.

La libertad religiosa es particularmente importante en el edificio de los derechos humanos, ya que protege la relación con el fin último de la existencia, que constituye el núcleo de la dignidad trascendente de la persona, en el que se reflejan también las diferentes visiones del hombre. Es sabido que la libertad religiosa no se limita a la libertad de culto o de profesar la propia fe; incluye, como establece el art. 18 de la Declaración, la libertad de “manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

La libertad religiosa atestigua la apertura de una sociedad democrática: significa reconocer los límites de la competencia del Estado cuando se trata de abordar cuestiones a la vez íntimas y definitivas, en su dimensión individual y comunitaria. La distancia creciente entre culturas religiosas y no religiosas, así como las grandes diferencias entre las diferentes visiones religiosas y, a veces dentro de las mismas tradiciones, exige que el Estado evite tomar partido por una u otra visión del mundo. Cuando indirectamente el Estado es obligado a hacerlo, debe respetar a sus ciudadanos, permitiendo que las personas y las comunidades vivan lo más posible de acuerdo con sus convicciones profundas.

En palabras del Papa Francisco: “La construcción de sociedades inclusivas requiere como condición una comprensión integral de la persona humana, que realmente puede sentir como en casa cuando es reconocido y aceptado en todas las dimensiones que conforman su identidad, incluidos religiosa”. Solo a partir de esta actitud de neutralidad benevolente será posible fomentar el sentido de pertenencia y el diálogo necesario entre personas y grupos pertenecientes a diferentes tradiciones culturales. Me parece que la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ofrece ideas importantes al respecto.

La tarea puede parecer ardua, pero es esencial, precisamente para promover la afirmación de la universalidad de los derechos. En efecto, ha sido a través de tales tradiciones culturales y religiosas cómo a lo largo de nuestra historia se ha forjado nuestra comprensión de la persona humana y de su dignidad inalienable. Debemos reconocer que una afirmación correcta de la universalidad de los derechos humanos no es posible sin la consideración de estos enfoques histórica y culturalmente determinados, e incluso que la misma depende de su contribución. Junto con el patrimonio que ofrece, cada visión también tiene límites, que se pueden entender a través de un diálogo abierto con otras visiones del mundo. Todo el que desee superar esta difícil obra de mediación a través de una afirmación universal abstracta y a-histórica de la dignidad humana y de sus valores, cometería un trágico error, porque tal enfoque en última instancia, acabaría por secar la savia que alimenta en el corazón de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo el sentido de respeto por la dignidad de la persona humana.

Ciertamente, el creciente pluralismo pone a veces a prueba la posibilidad de encontrar una comprensión común sobre la forma en que algunos de los valores fundamentales deban encontrar expresión en el contexto de una sociedad pluralista. Precisamente aquí, sin embargo, el respeto por la libertad religiosa puede ayudar, a través de la búsqueda de acomodos razonables o del reconocimiento de los espacios necesarios para la objeción de conciencia. Estos elementos, lejos de romper la cohesión social, pueden promoverla, expresando la aceptación de la dificultad de la convivencia, el respeto al otro y la pluralidad de puntos de vista, y el reconocimiento de la necesidad de caminar más lejos en la búsqueda común de lo que protege la dignidad universal de la persona humana.

Finalmente, el tercer desafío se refiere a la inestabilidad del orden internacional, con las violaciones generalizadas y graves que continúan registrándose en muchos países: se trata de un enorme desafío que, no pocas veces, lleva a cuestionar la efectividad del enfoque basado en los derechos humanos para el bienestar de la humanidad y la construcción de la paz en el mundo. Por supuesto, no hay respuestas fáciles para este desafío, pero me parece que se puede abrir un camino a partir de lo que se menciona en el art. 1 de la Declaración: tras precisar que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” añade: “dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Se trata de un punto esencial y tal vez, demasiado a menudo, olvidado: todo el edificio de los derechos humanos presupone como condición sine qua non reconocer, en un espíritu de hermandad que mis derechos y los derechos de los demás están interrelacionados y son interdependientes. Luego, si la dignidad y los derechos de los demás son ignorados o pisoteados, entonces mi dignidad y mis derechos también están en peligro.

Es a lo que asistimos cada vez con mayor frecuencia: las graves injusticias económicas y sociales que atraviesan la humanidad también tienen un impacto directo en Europa; la crisis de migrantes y refugiados nos ha enseñado, entre otras cosas, también esto. Se puede sacar una lección importante para un sistema de protección regional de derechos como el del Consejo de Europa. Este sistema, a veces frente a las crecientes dificultades en el ámbito de los derechos humanos podría tener la tentación de replegarse sobre sí mismo, satisfecho con sus éxitos, olvidando que la contribución que puede ofrecer a los países vecinos es una parte esencial de la protección de los derechos humanos en su propia casa.

“El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, afirmaba Pablo VI hace más de cincuenta años. Un enfoque integral de la cuestión de la paz, que incluye el apoyo al desarrollo de las naciones más pobres, también implica asumir la responsabilidad de la protección del medio ambiente, que es una parte esencial de la promoción y protección de los derechos humanos. Es la enseñanza que el Papa Francisco ha querido expresar en la encíclica Laudato Si ‘, donde subraya varias veces que “todo está relacionado”: el respeto por nuestras vidas y por las vidas de los demás; una economía justa y el disfrute de los derechos; el estado de salud de las instituciones democráticas y el de la protección de la creación; cuidar el medio ambiente, promover la justicia y salvaguardar la paz. “Todo está relacionado”, puede ser otra forma de expresar la universalidad de los derechos.

Para responder a los muchos aspectos de la crisis mundial que estamos viviendo, el Papa Francisco ha promovido, en este sentido, el concepto de “ecología integral”. “No hay dos crisis separadas – afirma-, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”.

Soy consciente de que, desde esta perspectiva, salimos del terreno de los derechos entendido en sentido estricto; sin embargo, el significado de una ecología integral radica precisamente en recordar que el futuro de los derechos humanos, su defensa y su protección, su carácter universal, deben sostenerse como parte de un todo.

En conclusión, creo que el 70° aniversario de la Declaración Universal constituye una ocasión propicia para relanzar esa fe “en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres”, de los cuales hay una expresión elocuente en el Preámbulo. En última instancia, la universalidad de los derechos descansa en el carácter universal de la persona humana, que es intrínseca a ella en razón de su apertura natural a una verdad que la trasciende. En esta apertura a la verdad y al bien universal yace la base de la unidad de la raza humana. Precisamente en esta apertura común se halla el fundamento de la universalidad de la familia humana. Por esta razón, los derechos humanos de todas las personas nunca son separables de los derechos humanos de todos dentro de la comunidad, como se afirma con razón en las primeras líneas del Preámbulo de la Declaración Universal: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

Gracias por vuestra atención.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

11/09/2018-09:06
Antonio Rivero

Antonio Rivero: “¿Quién es Jesús para ti?”

 

DOMINGO 24 DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo B

Textos: Is 50, 5-9; St 2, 14-18; Mc 8, 27-35

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: ¿Quién es Jesús en verdad y cuál es su misión?

Síntesis del mensaje: Hoy leemos la primera confesión clara de Pedro: “Tú eres el Mesías”. Al final escucharemos, después de haber pasado Cristo por su pasión, muerte y resurrección, la sorprendente afirmación del centurión romano: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ¿quién es Jesús para muchos? Aquí tenemos diversas respuestas que se han dado a lo largo de los siglos. Los judíos: “Es un samaritano” (Jn 8.48). Los samaritanos: “eres el verdadero salvador del mundo” (Jn 4,42). Los fariseos: “Es un comilón y borracho”(Mt 11,19). Natanael: “Tú eres el Hijo de Dios” (Jn 1, 49). Sacerdotes y fariseos: “es un mentiroso”( Mt 27,63). Juan Bautista: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”(Jn 1,29). Andrés : “Hemos encontrado al Mesías”(Jn 1,41). Gente: “Está loco” (Jn 7,20). Tomás: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). Parientes: “ No está en sus cabales” (Mc 3,21). Mahatma Gandhi, artífice de la independencia de la India en 1947: “Jesús es la figura más grande de la historia”. El poeta hindú Tagore: “Si los cristianos fuerais como vuestro maestro, tendríais ya la India a vuestros pies”. Ibn Arabí, filósofo, teósofo y místico musulmán: “Aquel cuya enfermedad se llama Jesucristo ya no se puede curar”. Jean Fernoit (periodista): “Durante largo tiempo he creído que Jesucristo era hijo de Dios, Dios mismo. Ahora no estoy seguro. Pero poco importa. Ningún hombre jamás ha hablado ni amado como él. Él nos ha dicho que estaba en cada uno de nosotros, pero esto no llego a creérmelo todavía”. Eddy Merck, ciclista belga: “Deseo dar a conocer a Jesús a todos aquellos que no le conocen. Para mí Cristo tiene una presencia continua en toda mi vida. Creo profundamente en Él, en su historia y en su divinidad”. K. Rahner, uno de los teólogos católicos jesuitas más importantes del siglo XX: “Cristo es la respuesta total a la pregunta total del hombre”. Luis Fernández: “soy lo que soy, porque he encontrado en Jesucristo la fuente de dos grandes valores de mi vida: la libertad y el amor”. El escritor ruso Dostoievski: “No hay nada más hermoso, más profundo, más amable, más razonable, más valiente, más perfecto que Cristo, y me digo a mí mismo con amor celoso que no puede haber nadie más perfecto”.

En segundo lugar, Jesús, ¿quién dice ser él mismo? Todo menos triunfalista, charlatán, ganador de votos y carrerista. Él se definió así, como escribí en mi primer libro sobre Jesucristo: “Yo soy el Camino, la Verdad, la Vida, la Resurrección, la Luz del mundo, el Buen Pastor, la Puerta de las ovejas, el Pan de vida, la Vid verdadera, Rey de los corazones”. Los apóstoles recibieron de Jesús una buena reprimenda, porque no le entendían. Aún resuena en nuestros oídos lo que le dijo a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”. Ser como Satanás significa que Pedro, sin quererlo, le estaba tentando a Jesús a que no aceptase el plan de Dios, sino que siguiera las apetencias humanas que buscan el éxito y la victoria. El camino de Jesús era la cruz. A los apóstoles no les entraba en la cabeza que su Maestro, el Mesías, pudiera fracasar. Tenemos que aceptar a Cristo no sólo como Mesías, sino también como el Siervo que se entrega por los demás, que afrontó la humillación, los golpes, los escupitajos, la corona de espinas, los ultrajes, como nos dice Isaías hoy en la primera lectura, prefigurando a Cristo como el Siervo de dolor. Hoy Jesús condenó el triunfalismo de Pedro y, al condenarlo, condenó el triunfalismo de la Iglesia Licinio-constantiniana y de los cristianos y jerarcas triunfalistas.

Finalmente, y ¿quién es Jesús para nosotros? Cada uno de nosotros ha hecho o está haciendo la propia experiencia de Cristo. Cada uno de nosotros debe responder a esta pregunta que nos hace hoy Jesús. ¿Médico, Amigo, Maestro, Pastor, Agua viva, Pan de vida eterna, Señor de nuestra vida, Juez supremo, Redentor de nuestros pecados? Lo que tiene que quedar bien claro es esto: no hay en todos los libros sagrados inspirados por Dios ni otro mesías que el doliente de los profetas ni otro Jesús que el nacido para la vejación, la cruz y la resurrección ni otra Iglesia que la fundada para el servicio y salvación de los hombres ni otro cristiano que el imitador de Cristo. Querer una Iglesia triunfalista es desnaturalizar, secularizar y socializar la Iglesia. Tenemos que convencernos que el triunfalismo es antievangélico. Tachemos de nuestra agenda toda altivez y empaque religioso, y vivamos humildes, alegres y firmes en la fe mesiánica proclamada por Cristo en el evangelio de hoy, no por Pedro, a quien Cristo tuvo que llamarle fuertemente la atención.

Para reflexionar: ¿Me gusta sólo que Cristo me lleve al Tabor, donde está el resplandor y la luz? ¿O también acepto que me invite y me lleve al Calvario, para acompañarle en la gran empresa de la Redención, aunque tenga que sudar sangre? ¿Qué concepto tengo de Cristo y de Iglesia: triunfalista o humilde?

Para rezar: Jesús, hijo de María y de José, hermano y salvador nuestro: un día preguntaste a tus discípulos qué se comentaba de ti, cuál era la opinión acerca de tu persona. Y, si juzgamos las respuestas, muchos no te conocían de verdad. sólo Pedro, el futuro primer papa, dio la respuesta buena: tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. aún hoy, son tan variadas las ideas sobre tu persona, que se podrían escribir miles de libros y de teorías, pero a nosotros, lo que nos preocupa es llegar a conocerte mejor para amarte más. Sabemos que no eres un mago, ni un brujo, sino alguien muy superior a ellos; aunque a veces, no podemos negarlo, hemos corrido con ellos.Nuestro sincero deseo es experimentar tu amor y trasmitírselo a nuestros hermanos. Ojalá nos quieras iluminar con tu Espíritu Santo, y que nosotros, tus hermanos, podamos decir con los labios, y manifestar con nuestros hechos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.

 

 

11/09/2018-18:41
Isabel Orellana Vilches

Beata María Luisa Angélica (Gertrude) Prosperi, 12 de septiembre

«Mística benedictina, agraciada con experiencias sobrenaturales, padeció la incomprensión de uno de sus directores espirituales. Fue una gran abadesa que rigió santamente a la comunidad hasta el fin de sus días»

Hoy festividad del Santísimo Nombre de María, entre otros santos y beatos, se celebra la vida de Gertrude Prosperi. El 10 de noviembre de 2012 era elevada a los altares en la catedral de Spoleto. Desde 1232, ocasión en que la ciudad se vistió de gala para la canonización de san Antonio de Padua, no tenía lugar allí una ceremonia de tal solemnidad. El insondable amor a Dios y al prójimo compartido por el venerado capuchino y esta benedictina, junto a todos los que integran la vida santa tiene en cada caso su matiz, aunque existen siempre confluencias porque el itinerario espiritual está amasado de ofrenda y oración rodeando una cruz que invita a sumergirse en los brazos del Padre.

Gertrude era una italiana que vino al mundo en una familia de procedencia aristocrática, aunque económicamente no se hallara en su mejor momento. Vio la luz por vez primera en Fogliano, el 19 de agosto de 1799. Cuando a sus 20 años ingresó en el monasterio benedictino de Santa Lucía en Trevi estaba más que vinculada a la fe que le transmitieron sus padres. No llegó a cumplir ni tres décadas en él porque su destino, el que se labró con su heroica entrega en la vida religiosa, era el cielo. Su existencia culminó cuando tenía 47 años.

Casi desde que inició su andadura como consagrada, su trayectoria espiritual fue un compendio de experiencias místicas en medio de las cuales no faltaron las insidias del diablo. A ello se unió el juicio precipitado y erróneo de un director espiritual. Paralelamente gobernó con rigor y sabiduría la comunidad. Al incoarse el proceso de beatificación estuvieron presentes los pilares en los que sustentó su heroica vida. No fueron otros que la adoración del Santísimo Sacramento, la contemplación de Cristo crucificado, que le infundía plena confianza en su infinita misericordia y la certeza de que si seguía sus pasos obtendría la gracia de estar junto la Santísima Trinidad eternamente, así como con María, José y los bienaventurados.

El desenvolvimiento de este camino emprendido con plena conciencia, libertad y la voluntad de no volver la vista atrás fue sencillamente el propio de una persona consagrada que es fiel a Cristo en las pequeñas cosas de cada día. Ella desempeñó las misiones de enfermera, sacristana, camarlenga en cuatro ocasiones, y fue también instructora de huéspedes. No hay que dudar de su empeño para ejercitarlas con eficacia y hacerlo impregnándolas de caridad porque de otro modo no habría sido tan estimada por sus hermanas y por personas ajenas al monasterio, como fue el caso. Porque Gertrude era una mujer de intensa oración y animaba a todas a vivir con ese espíritu evangélico indicado por Cristo. Era sencilla, humilde y caritativa, prudente y cabal observante de la regla benedictina; amaba la pobreza y detestaba las alabanzas dirigidas a ella. Siempre elegía para sí lo que no era valorado por las demás. Gran asceta, con el fin de doblegar su cuerpo, había adoptado mortificaciones y severas disciplinas que eran usuales en la época. Nadie pudo sospechar inicialmente que convivían con una religiosa agraciada con tantos favores celestiales, ni el tormentoso acecho del diablo que padecía. Fue consciente de que los episodios que le acontecían de haber salido a la luz hubieran perturbado el ritmo de la comunidad.

En octubre de 1837 fue designada abadesa, misión encarnada con celo y fidelidad a las constituciones logrando en poco tiempo que las dificultades comunitarias diesen paso a una vital y fecunda convivencia entre todas, unidas por el amor y cumplimiento de la regla que habían heredado. Fue por esta época cuando uno de sus cuatro directores espirituales, Mons. Ignazio Giovanni Cadolini, arzobispo de Spoleto, le indicó que pusiese por escrito sus experiencias místicas. En una de las visiones que tuvo, Cristo advirtió a Gertrude de la procedencia de sus sufrimientos. El Redentor portaba la cruz cuando le dijo: «así es como te quiero, serás la vergüenza de todos. Te verás oprimida, y a pesar de ser acosada por los demonios, sufrirás por causa de los confesores. Desearán ayudarte, pero no podrán...». Pues bien, Mons. Cadolini durante cinco años juzgó que las visiones eran fruto de su orgullo, instigadas por el diablo. Le fue impuesta una pena y sufrió la incomprensión de la comunidad. Pero ella seguía viviendo cautiva de ese amor al Sacratísimo Corazón de Jesús. Y en los celestiales coloquios recibía grandes consuelos: «Aquí hija está tu hogar, aquí descansarás, pide lo que quieras, pon aquí todo corazón que yo lo aceptaré, los de los justos por amarme, los de los pecadores para convertirlos, los de los incrédulos para que puedan regresar a mi Iglesia».

Entretanto, el demonio atentaba contra ella golpeándola con saña además de infligirle otros atentados varios.

En un momento dado, Mons. Cadolini quiso trasladarla a Ferrara, de cuya sede ya era cardenal, para que se integrase en una fundación que él quería poner en marcha. La salida del monasterio era costosa, pero la beata antepuso la obediencia, respondiendo: «Yo nada decido, sólo quiero lo que quiere Dios».Y se ve que Él quiso que permaneciera en Spoleto. Lo que sí culminó fue su relación con el prelado. El jesuita P. Paterniani, confesor y biógrafo suyo, ha narrado la extraordinaria vida de esta mujer que, aún enferma desde 1847, hallándose en su lecho dirigía a la comunidad y tenía bríos para alentarla en la observancia rigurosa del carisma que la congregaba. En la Semana Santa de ese año vivió la Pasión de Cristo como manifestó la novicia Pellegrini: «alrededor de la cabeza tiene como señales en forma de corona de espinas, cerca del corazón tiene una herida abierta y llena de sangre viva, apareció una señal sonrojada en el medio de las manos...».Tras una ligera mejoría, al llegar la Pascua Gertrude empeoró de nuevo aunque siguió rigiendo el monasterio hasta que falleció el 12 de septiembre de 1847.