Servicio diario - 15 de septiembre de 2018


 

El Papa en Palermo: "Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor"
Rosa Die Alcolea

Palermo: Francisco reza en el lugar donde dispararon a Don Pino Puglisi
Rosa Die Alcolea

Palermo: Francisco almuerza en la Misión 'Esperanza y Caridad'
Rosa Die Alcolea

En memoria de Pino Puglisi: Quien se entrega "encuentra el sentido de la vida y gana"
Redacción

Piazza Armerina: Nueva evangelización "a partir de sus cruces y sufrimientos"
Rosa Die Alcolea

Programa del Papa en Palermo
Redacción

Schoenstatt celebra hoy el 50° aniversario del fallecimiento del P. Kentenich
Enrique Soros

San Juan Macías, 16 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

15/09/2018-10:31
Rosa Die Alcolea

El Papa en Palermo: "Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor"

(ZENIT – 15 sept. 2018).- El Papa Francisco ha llegado a Palermo a las 10:45 horas, de este sábado, 15 de septiembre de 2018, 25º aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi por parte de la mafia siciliana, coincidiendo con el día de su 56 cumpleaños.

“El Padre Pino tenía razón: La lógica del dios dinero siempre es perdedora”, ha dicho el Santo Padre en la homilía de la Eucaristía celebrada en el Foro Itálico de Palermo en conmemoración de la memoria litúrgica del sacerdote, beatificado el 25 de mayo de 2013 por el propio Papa Francisco.

Francisco ha lanzado un claro mensaje en Palermo: “Quien es mafioso no vive como cristiano porque blasfema con su vida el nombre de amor de Dios. Hoy necesitamos hombres de amor, no de honor”.

“Hoy estamos llamados a elegir a elegir de qué parte estar: vivir para uno mismo o dar la vida. Solo dando la vida se derrota el mal”, ha predicado Francisco, poniendo de ejemplo a Don Pino: “No vivió para ser visto, no vivió apelando contra la mafia, ni se contentó con hacer nada malo, pero sembró bien, muy bien. Parecía un perdedor lógico, mientras que la lógica de la cartera parecía ganar”.

“Pero el padre Pino tenía razón –ha continuado–: la lógica del dios-dinero es un perdedor. Miremos dentro. Siempre me empuja a querer: tengo una cosa e inmediatamente quiero otra, y luego otra, más y más, sin fin”.

“Cuanto más tienes, más quieres: es una mala adicción. Aquellos que se hinchan con las cosas estallan. Por otro lado, aquellos que aman se encuentran y descubren cuán hermoso es ayudar y servir; encuentra alegría adentro y una sonrisa afuera, como lo fue para Don Pino”, ha expresado el Papa.

 

Recibimiento en Palermo

El Santo Padre salió del aeropuerto de Ciampino, en avión, a las siete de la mañana rumbo a Catania-Fontanarossa, allí partió en helicóptero rumbo a la Plaza Armerina, en Enna, al que fue su primer encuentro con la población, señala ‘Vatican News’.

A las 8:30 horas aterrizó el helicóptero en el campo deportivo de San Hipólito. El Papa fue recibido por el obispo de Plaza Armerina, el prefecto de Enna y el alcalde de la ciudad. A las 9 horas, tuvo lugar un encuentro del Pontífice con los fieles de Plaza Armerina.

Después de dirigirles unas palabras, Francisco se dirigió a la ciudad de Palermo en helicóptero, aterrizó en el puerto de Palermo. A las 10:45 horas lo esperan el arzobispo de la ciudad, el presidente de la Región de Sicilia, el Prefecto y el alcalde de la ciudad. Del puerto, se dirigió al Foro Itálico Umberto I, donde ha presidido la santa Misa en memoria litúrgica del Beato Puglisi.

Al final de la Celebración, el Arzobispo de Palermo ha dirigido unas palabras de bienvenida al Santo Padre. Después de la Eucaristía, Francisco se ha trasladado a la Misión ‘Esperanza y Caridad’, –está previsto que llegue allí a las 13:30 horas–, donde comerá con los invitados de la estructura y una representación de prisioneros e inmigrantes.

 

 

 

15/09/2018-18:37
Rosa Die Alcolea

Palermo: Francisco reza en el lugar donde dispararon a Don Pino Puglisi

(ZENIT – 15 sept. 2018).- El Santo Padre Francisco ha visitado el lugar donde fue asesinado Don Pino Puglisi, la Plaza Anita Garibaldi, en Brancaccio, aclamado por una numeroso grupo de personas, esta tarde del sábado, 15 de septiembre de 2018, en conmemoración con el 25 aniversario de su muerte.

Allí el Papa saludó y bendijo a algunos de los presentes, y se acercó a una niña discapacitada que le regaló una almohadilla de rosas rojas, indica ‘Vatican News’.

Francisco, después de haberla bendecido, se detuvo en oración delante del medallón de bronce, donde el sacerdote cayó después de haber sido asesinado a tiros por Giuseppe Grigoli, por encargo de la mafia.

 

Familiares de Don Pino

Acto seguido, el Pontífice se dirigió a la casa museo dedicada a Don Pino, acompañado por el Arzobispo de Palermo, Mons. Corrado Lorefice. Esperándole fuera de casa, estaban los dos hermanos de Don Pino, Gaetano y Franco Puglisi, con sus esposas y otros miembros de la familia.

El sacerdote Pino Puglisi fue beatificado el 25 de mayo de 2018, en el Foto Itálico Umberto I, en Palermo, el mismo lugar donde hoy ha presidido la Eucaristía el Papa Francisco.

El Padre Puglisi fue un férreo defensor de los niños de Palermo usados por la mafia siciliana para distribuir heroína y otras drogas. Don “Pino” organizó un hogar para salvar a cientos de niños del barrio Brancaccio de Palermo, donde él mismo nació.

Su compromiso obstaculizó los planes de la mafia. Fue asesinado por sicarios el 15 de septiembre de 1993, el mismo día en que cumplía 56 años.

 

 

 

15/09/2018-11:19
Rosa Die Alcolea

Palermo: Francisco almuerza en la Misión `Esperanza y Caridad'

(ZENIT — 15 sept. 2018).- Francisco ha visitado la Casa de la Misión "Esperanza y Caridad", en Palermo, a las 13:30 horas, donde se ha encontrado con algunos hermanos acogidos en este hogar y ha almorzado con los invitados de la estructura y una representación de prisioneros e inmigrantes.

Esta visita está enmarcada en el 25° aniversario del martirio del Beato Pino Puglisi, un "padre" para todos aquellos jóvenes que han intentado arrancar del crimen de la calle y por eso fue asesinado por la mafia en 1993, narra 'Alfa y Omega'.

160 pobres, migrantes, ex detenidos y voluntarios esperaron con emoción la llegada del Papa Francisco a la "Misión Esperanza y Caridad" fundada por el misionero italiano Biagio Conte, para tratar de responder a las dramáticas situaciones de pobreza y marginación de su natal Palermo.

Esto ha sido un importante momento de comunión del Papa con los huéspedes de la Misión, que además hospeda a otras 1.300 personas que fuera del comedor, almorzaron, al mismo tiempo, con el Santo Padre.

 

Fomentar la caridad evangélica

En este contexto, el Papa ha subrayado en Palermo la importancia de "fomentar la caridad evangélica, la solidaridad y la preocupación fraterna en las parroquias y comunidades, evitando la tentación mundana del vivir tranquilos, de pasarla bien sin preocuparse de la necesidad de los demás".

Así, el Pontífice alienta a continuar el servicio eclesial, expresado "en obras concretas: centros de escucha de Caritas, comedores y refugios para los hermanos y hermanas más desdichados, estructuras para albergar a Jesús, refugiado y perdido, y casas de amor para los ancianos, a menudo solos y desanimados".

 

Biagio Conte, fundador

La Misión "Esperanza y Caridad" fue fundada por el italiano Biagio Conte, junto a su pequeña comunidad de consagrados y al salesiano Pino Vitrano. Se trata de una obra de caridad dirigida a los más excluidos de la sociedad.

En su ciudad de origen Palermo, y en el resto de Sicilia, Biagio Conte es considerado un santo que acompaña a los más pobres y desamparados.

En el mes mayo de 1990 decidió abandonar su casa de Palermo, sus amigos, sus comodidades y fiestas, y se marcha con lo puesto a vivir a los montes de la Madonia siciliana. «Lo tenía todo pero nunca estaba contento», declaró de sí mismo. En esos bosques trabajó como pastor, y comenzó una vida pobre y ascética, de búsqueda de respuestas.

Después de diversos e interesantes encuentros humanos, descubrió su camino vocacional en la persona de san Francisco, tras su fugaz estancia en el monasterio franciscano de San Bernardo de Corleone.

 

 

15/09/2018-14:30
Redacción

En memoria de Pino Puglisi: Quien se entrega "encuentra el sentido de la vida y gana"

(ZENIT — 15 sept. 2018).- Según Jesucristo —ha dicho el Papa— quien vive para sí mismo no solo pierde algo, sino "toda la vida"; mientras el que se entrega "encuentra el sentido de la vida y gana".

El Papa Francisco ha celebrado este sábado, 15 de septiembre de 2018, la Eucaristía a las 11:15 horas en el Foro Itálico Umberto I, en Palermo, con motivo del 25° aniversario de la muerte del Padre Pino Puglisi.

Don Pino —ha dicho el Santo Padre— sabía que estaba en peligro, pero sabía sobre todo que "el peligro real en la vida no es arriesgarse, es vivir entre el confort, con las medias tintas, con los atajos".

"Dios nos libre de vivir por lo bajo, contentándonos con verdades a medias. Las verdades a medias no sacian el corazón, no hacen bien. Dios nos libre de una vida pequeña, que gira en torno a la "calderilla". Nos libre de pensar que todo está bien si a mí me va bien y que los demás se las arreglen. Nos libre de creer que somos justos si no hacemos nada para contrarrestar la injusticia. El que no hace nada para contrarrestar la injustica no es un hombre o una mujer justo".

"Señor —ha pedido Francisco— danos el deseo de hacer el bien; de buscar la verdad que detesta la falsedad; de elegir el sacrificio, no la pereza; el amor, no el odio; el perdón, no la venganza".
Recordando el asesinato de don Pino, que murió víctima de un disparo por la mafia el mismo día que cumplía 56 años, El Papa ha anunciado: "A los demás la vida se les da, a los demás la vida se les da, no se les quita. No puedes creer en Dios y odiar a tu hermano, quitar la vida con odio".

Asimismo, el Papa ha dirigido un mensaje a los mafiosos: Si la amenaza mafiosa es: "Me la pagarás", la oración cristiana es: "Señor, ayúdame a amar". Por eso, digo a los mafiosos: ¡Cambiad, hermanos y hermanas! Dejad de pensar en vosotros y en vuestro dinero. Sabes, sabéis que "el sudario no tiene bolsillos". No podréis Ilevaros nada. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo, queridos hermanos y hermanas!

A continuación sigue la homilía pronunciada por el Papa durante la santa misa:

***

 

Homilía del Santo Padre

Hoy Dios nos habla de la victoria y de la derrota. San Juan en la primera lectura presenta la fe como "la victoria que ha vencido al mundo" (1 Jn 5,4), mientras el Evangelio recoge las palabras de Jesús: "El que ama su vida la pierde" (Jn 12,25).

Esta es la derrota: pierde quien ama su vida. ¿Por qué? Ciertamente, no porque haya que odiar la vida: la vida debe ser amada y defendida, ¡es el primer don de Dios! Lo que lleva a la derrota es amar la propia vida, es decir, amar lo propio. El que vive para sí mismo pierde, nosotros decimos que es un egoísta. Parecería lo contrario. El que vive para sí mismo, el que multiplica su facturación, el que tiene éxito, el que satisface plenamente sus necesidades parece un ganador a los ojos del mundo. La publicidad nos machaca con esta idea, – la idea de buscar lo propio, del egoísmo- pero Jesús no está de acuerdo y la rechaza. Según él, quien vive para sí mismo no solo pierde algo, sino toda la vida; mientras el que se entrega encuentra el sentido de la vida y gana.

Entonces hay que elegir amor o egoísmo. El egoísta piensa en cuidar de su vida y está apegado a las cosas, al dinero, al poder, al placer. Entonces el diablo tiene las puertas abiertas. El diablo entra "por los bolsillos", si estás apegado al dinero. El diablo hace que creas que todo está bien, pero en realidad el corazón está anestesiado de egoísmo. El egoísmo es una anestesia muy potente. Este camino siempre termina mal: al final uno se queda solo, con el vacío dentro. El final de los egoístas es triste: vacíos, solos, rodeados solamente de los que quieren heredar. Es como el grano del Evangelio: si permanece cerrado, se queda bajo tierra. Si, en cambio, se abre y muere, da fruto en la superficie.
Pero podríais decirme: darse, vivir para Dios y para los demás es un gran esfuerzo para nada, el mundo no rueda así: para salir adelante no se necesitan granos de trigo, se necesita dinero y poder. Pero es una gran ilusión: el dinero y el poder no liberan al hombre, lo esclavizan. Escuchad: Dios no ejerce el poder para resolver nuestros males y los del mundo. Su camino es siempre el del amor humilde: solo el amor libera en el interior, da paz y alegría. Esta es la razón por la cual el verdadero poder, el poder según Dios, es el servicio. Lo dice Jesús. Y la voz más fuerte no es la del que grita más. La voz más fuerte es la oración. Y el mayor éxito no es la propia fama, como un pavo real, no. La gloria más grande, el mayor éxito es el testimonio.
Queridos hermanos y hermanas, hoy estamos llamados a elegir de qué lado estamos: vivir para nosotros mismos — con las manos cerradas (hace el gesto) -o dar la vida, con las manos abiertas (hace el gesto) Solo dando la vida se derrota el mal. Un precio muy alto, pero solo así (se derrota el mal). Don Pino nos lo enseña: no vivía para ser visto, no vivía de llamamientos contra la mafia, y tampoco se contentaba con no hacer nada malo, pero sembraba el bien, tanto bien. La suya parecía la lógica de un perdedor, mientras la lógica de la cartera parecía la ganadora. Pero el padre Pino tenía razón: la lógica del dios-dinero es siempre perdedora. Miremos dentro de nosotros. Tener empuja siempre a querer tengo una cosa e inmediatamente quiero otra, y luego otra, más y más, sin fin. Cuanto más tienes, más quieres: es una mala adicción. Es una mala adicción. Es como una droga. El que se infla de cosas estalla. El que ama, en cambio, se encuentra a sí mismo y descubre que hermoso es ayudar, qué hermoso es servir; encuentra alegría dentro y una sonrisa fuera, como lo fue para Don Pino.

Hace veinticinco años, como hoy, cuando murió el día de su cumpleaños, coronó su victoria con una sonrisa, con esa sonrisa que no dejó dormir por la noche a su asesino, que dijo, "había una especie de luz en aquella sonrisa'. El padre Pino estaba indefenso, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios: no un resplandor cegador, sino una luz apacible que penetra e ilumina el corazón. Es la luz del amor, del don, del servicio. Necesitamos tantos sacerdotes sonrientes. Necesitamos cristianos sonrientes, no porque se tomen las cosas a la ligera, sino porque son ricos solo de la alegría de Dios, porque creen en el amor y viven para servir. Dando la vida se encuentra la alegría, porque hay más alegría en dar que en recibir (véase Hechos 20:35). Entonces me gustaría preguntaros: ¿También vosotros queréis vivir así? ¿Queréis dar vuestra vida, sin esperar a que otros den el primer paso? ¿Queréis hacer el bien sin esperar algo a cambio, sin esperar a que el mundo mejore? Queridos hermanos y hermanas ¿queréis arriesgaros por este camino, arriesgaros por el Señor?

Don Pino, el sí, él sabía que estaba en peligro, pero sabía sobre todo que el peligro real en la vida no es arriesgarse, es vivir entre el confort, con las medias tintas, con los atajos. Dios nos libre de vivir por lo bajo, contentándonos con verdades a medias. Las verdades a medias no sacian el corazón, no hacen bien. Dios nos libre de una vida pequeña, que gira en torno a la "calderilla". Nos libre de pensar que todo está bien si a mí me va bien y que los demás se las arreglen. Nos libre de creer que somos justos si no hacemos nada para contrarrestar la injusticia. El que no hace nada para contrarrestar la injustica no es un hombre o una mujer justo. Nos libre de creer que somos buenos solo porque no hacemos nada malo. "Es bueno —decía un santo- no hacer el mal. Pero es malo no hacer el bien" (san Alberto Hurtado). Señor, danos el deseo de hacer el bien; de buscar la verdad que detesta la falsedad; de elegir el sacrificio, no la pereza; el amor, no el odio; el perdón, no la venganza.

A los demás la vida se les da, a los demás la vida se les da, no se les quita. No puedes creer en Dios y odiar a tu hermano, quitar la vida con odio. La primera lectura recuerda esto: "Si uno dice: "Amo a Dios" y odia a su hermano, es un mentiroso" (1 Jn 4:20). Un mentiroso, porque desmiente la fe que dice que tiene, la fe que profesa Dios-amor. El amor de Dios repudia toda violencia y ama a todos los hombres. Por lo tanto, la palabra odio debe ser borrada de la vida cristiana; por eso, uno no puede creer en Dios y maltratar a tu hermano. No se puede creer en Dios y ser mafioso. El mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con su vida el nombre de Dios-amor. Hoy necesitamos hombres y mujeres de amor, no hombres y mujeres de honor; de servicio, no de dominio. Tenemos necesidad de caminar juntos, no de perseguir el poder. Si la letanía de la mafia es: "Tu no sabes quién soy yo", la cristiana es: "Yo te necesito". Si la amenaza mafiosa es: "Me la pagarás", la oración cristiana es: "Señor, ayúdame a amar". Por eso, digo a los mafiosos: ¡Cambiad, hermanos y hermanas! Dejad de pensar en vosotros y en vuestro dinero. Sabes, sabéis que "el sudario no tiene bolsillos". No podréis Ilevaros nada. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo, queridos hermanos y hermanas! Os digo a vosotros, mafiosos: si no lo hacéis vuestra vida se perderá y será la peor de las derrotas.

Hoy el Evangelio termina con la invitación de Jesús: "Si alguien quiere servirme, que me siga" (v.26). Que me siga, es decir, que se ponga en camino. No se puede seguir a Jesús con las ideas, hay que moverse. "Si cada uno hace algo, se puede hacer mucho", repetía don Pino. ¿Cuántos de nosotros ponemos en práctica estas palabras? Hoy, ante él, preguntémonos: "¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer por los demás, por la Iglesia, por la sociedad?". No esperes a que la Iglesia haga algo por ti, empieza tú. No esperes a que lo haga la sociedad, ¡empieza tú! No pienses en ti mismo, no huyas de tu responsabilidad, ¡elige el amor! Siente la vida de tu gente necesitada, escucha a tu pueblo. Temed la sordera de no escuchar a vuestro pueblo. Este es el único populismo posible: escuchar a vuestro pueblo, el único "populismo cristiano": escuchar y servir a la gente, sin gritar, acusar y provocar disputas.

Así hizo el padre Pino, pobre entre los pobres de su tierra. En su habitación, la silla donde estudiaba estaba rota. Pero la silla no era el centro de su vida, porque no estaba sentado a descansar, sino que vivía en camino hacia el amor. Ésta es la mentalidad ganadora. Ésta es la victoria de la fe, nacida del don diario de uno mismo. Ésta es la victoria de la fe, que lleva la sonrisa de Dios a los caminos del mundo. Ésta es la victoria de la fe, que nace del escándalo del martirio. "Nadie tiene mayor amor que este: dar la vida por sus amigos" (Jn 15:13). Estas palabras de Jesús, escritas en la tumba de don Puglisi, recuerdan a todos que dar la vida fue el secreto de su victoria, el secreto de una vida hermosa. Hoy también nosotros, queridos hermanos y hermanas, elijamos una vida hermosa. Así sea.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

15/09/2018-15:19
Rosa Die Alcolea

Piazza Armerina: Nueva evangelización "a partir de sus cruces y sufrimientos"

(ZENIT — 15 sept. 2018).- Francisco ha exhortado a los habitantes de Piazza Armerina a comprometerse "con la nueva evangelización" de este territorio central siciliano, "precisamente a partir de sus cruces y sufrimientos".

“Os espera una misión emocionante –les ha dicho el Santo Padre– para volver a presentar el rostro de una Iglesia sinodal y de la Palabra; Iglesia de la caridad misionera; Iglesia Comunidad Eucarística”.

El Papa ha enumerado “las llagas” que afligen a los ciudadanos de Plaza Armerina, en Sicilia: subdesarrollo social y cultural; explotación de los trabajadores y falta de empleo digno para los jóvenes; migración de unidades familiares enteras; usura; alcoholismo y otras adicciones; juegos de azar; deshilachamiento de los lazos familiares.

Frente a tanto sufrimiento, –ha explicado el Pontífice– la comunidad eclesial a veces puede parecer perdida y cansada; a veces, en cambio,  gracias a Dios, es “vivaz y profética”, mientras busca “nuevas formas de anunciar y ofrecer misericordia” sobre todo a aquellos hermanos que han caído en la desgana, en la desconfianza, en la crisis de la fe.

 

Sacerdotes alegres

En este contexto, el Papa se ha dirigido a los sacerdotes de Piazza Armerina: “¡qué necesario es construir pacientemente la alegría de la familia presbiteral, amándonos y apoyándonos unos a otros!”. Es bueno trabajar juntos, considerando a los hermanos “superiores a vosotros mismos” (véase Filipenses 2: 3).

En medio del pueblo de Dios que se os ha confiado –las ha animado– “estáis llamados a ser los primeros en superar las barreras”, los prejuicios que dividen; el primero en detenerse en humilde contemplación ante la difícil historia de esta tierra.

A las 6:30 horas, el Papa Francisco salió en coche de la Casa Santa Marta, en el Vaticano, y se trasladó al aeropuerto de Ciampino (Roma) desde el cual, a las 7 de la mañana, partió rumbo a Piazza Armerina y la diócesis de Palermo, con motivo de 25º aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi.

 

Piazza Armerina

La primera parada del Santo Padre en esta jornada ha sido Piazza Armerina, un municipio italiano de 20.766 habitantes en la provincia de Enna, en la Sicilia central, famosa por los mosaicos romanos de la villa del Casale.

A su llegada, en el campo de deportes San Ippolito, el Santo Padre ha sido recibido por el obispo de Piazza Armerina, Mons. Rosario Gisana, la Prefecta de Enna, Sra. Maria Rita Leonardi, y el nuevo alcalde de la ciudad, Sr. Nino Cammarata.Luego se trasladó en automóvil a Piazza Europa para encontrarse con los fieles.

Después del saludo de Mons. Rosario Gisana, el Santo Padre dirigió un discurso a los fieles presentes y al final saludó a algunos de ellos. Luego se desplazó en automóvil al estadio San Ippolito donde se despidió de las autoridades que lo recibieron a su llegada. A las 10:15 horas el Papa partió en helicóptero hacia Palermo.

Publicamos a continuación el discurso pronunciado por el Santo Padre durante su encuentro con los fieles:

***

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy contento de estar entre vosotros. ¡Es hermoso el sol de Sicilia, es hermoso! Gracias por esta cálida bienvenida. Doy las gracias al obispo Mons. Rosario Gisana, al alcalde y a las demás autoridades, así como a todos los que han colaborado en esta visita.

Vuestro obispo acaba de recordar la opción que la Iglesia de Piazza Armerina está cumpliendo con gozosa esperanza, en medio de los diversos problemas que limitan la serenidad de este territorio. No son pocas las llagas que os afligen. Tienen un nombre: subdesarrollo social y cultural; explotación de los trabajadores y falta de empleo digno para los jóvenes; migración de unidades familiares enteras; usura; alcoholismo y otras adicciones; juegos de azar; deshilachamiento de los lazos familiares. Y frente a tanto sufrimiento, la comunidad eclesial a veces puede parecer perdida y cansada; a veces, en cambio, gracias a Dios, es vivaz y profética, mientras busca nuevas formas de anunciar y ofrecer misericordia sobre todo a aquellos hermanos que han caído en la desgana, en la desconfianza, en la crisis de la fe. Porque es verdad, no es fácil seguir con la fe en medio de tantos problemas, no es fácil. Lo entiendo.

Considerar las llagas de la sociedad y de la Iglesia no es una acción denigratoria y pesimista. Si queremos dar sustancia a nuestra fe, debemos aprender a reconocer en estos sufrimientos humanos las mismas llagas del Señor. Mirarlas, tocarlas (Jn 20:27).Tocar las llagas del Señor en nuestras llagas, en las llagas de nuestra sociedad, de nuestras familias, de nuestra gente, de nuestros amigos. Tocar las llagas del Señor allí. Y esto significa para nosotros, los cristianos, asumir la historia y la carne de Cristo como lugar de la salvación y la liberación. Os exhorto, por lo tanto, a comprometeros con la nueva evangelización de este territorio central siciliano, precisamente a partir de sus cruces y sufrimientos. Después de completar el bicentenario de vuestra diócesis, os espera una misión emocionante, para volver a presentar el rostro de una Iglesia sinodal y de la Palabra; Iglesia de la caridad misionera; Iglesia Comunidad Eucarística.

La perspectiva de una Iglesia sinodal y de la Palabra requiere el coraje de escucharse recíprocamente, pero sobre todo de escuchar la Palabra del Señor. Por favor, no antepongáis nada al núcleo esencial de la comunión cristiana, que es la Palabra de Dios, sino hacedla vuestra en especial a través de la lectio divina, momento maravilloso de encuentro corazón a corazón con Jesús, de descanso a los pies del divino Maestro. Palabra de Dios y comunión sinodal son la mano extendida a los que viven entre esperanzas y decepciones e invocan una Iglesia misericordiosa cada vez más fiel al Evangelio y abierta para recibir a los que se sienten derrotados en el cuerpo y en el espíritu, o son relegados a los márgenes. Para llevar a cabo esta misión, es necesario referirse siempre al espíritu de la primera comunidad cristiana que, animada por el fuego de Pentecostés, fue testigo valiente de Jesús Resucitado. Entrad con confianza, queridos hermanos y hermanas, en el tiempo del discernimiento y de las opciones fecundas, útiles para vuestra felicidad y para el desarrollo armonioso . Pero para ir adelante así, tenéis que estar acostumbrados a la Palabra de Dios: leed el Evangelio todos los días, un pasaje pequeño del Evangelio. No lleva más de cinco minutos. Quizás un evangelio pequeño, en el bolsillo, en el bolso... Tomadlo, miradlo y leerlo. Y así, todos los días, como gota a gota, el Evangelio entrará en nuestro corazón y nos hará discípulos de Jesús y más fuertes para salir, ayudar en todos los problemas de nuestra ciudad, de nuestra sociedad, de nuestra Iglesia. Hacedlo, hacedlo. Le pido al obispo que facilite la posibilidad de dar un evangelio a todos los que lo pidan, para llevarlo consigo. La lectura de la Palabra de Dios os hará fuertes.

Para ser Iglesia de caridad misionera, se debe prestar atención al servicio de la caridad que hoy es requerido por circunstancias concretas. Los sacerdotes, los diáconos, las personas consagradas y los fieles laicos están llamados a sentir compasión evangélica — esta palabra es clara, es lo que sentía Jesús: compasión evangélica- por los muchos males de la gente, convirtiéndoos en apóstoles de la misericordia viaja por la zona, a imitación de Dios, que "es ternura y que quiere llevarnos a una itinerancia constante y renovadora. "(Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, 134). Id con sencillez a través de las callejuelas, los cruces de caminos, las plazas y lugares de la vida diaria, y llevad a todas la buena noticia de que es posible una convivencia justa entre nosotros, agradable y amable, y de que la vida no es maldición oscura que hay que soportar con fatalismo, sino con confianza en la bondad de Dios y en la caridad de los hermanos.

Es importante favorecer en las parroquias y en las comunidades la caridad evangélica, la solidaridad y la solicitud fraterna, evitando la tentación mundana de una vida tranquila, del estar bien, sin preocuparse de las necesidades de los demás. Os animo a continuar en vuestro servicio eclesial que se expresa en obras concretas: centro de escucha de Caritas, comedores y refugios para los hermanos menos afortunados, estructuras para albergar a Jesús prófugo y confundido y casas de amor para los ancianos, a menudo solos y desanimados. Por favor, no dejéis solos a los ancianos, a nuestros abuelos. Son nuestra identidad, son nuestras raíces y nosotros no queremos ser un pueblo sin raíces. Nuestras raíces son los viejos. ¡Adelante! Cuidar de los ancianos, de los viejos. Cuidar de los abuelos. Y que los jóvenes hablen con los abuelos, así se harán con las raíces. No olvidéis que la caridad cristiana no se contenta con ayudar; no es filantropía- son cosas diferentes: caridad cristiana y filantropía- sino que empuja al discípulo y a toda la comunidad para ir a las causas de malestar e intentar eliminarlas, en la medida de lo posible, junto con los mismos hermanos necesitados, integrándolos en nuestro trabajo.

Un aspecto de la caridad misionera es también prestar atención a los jóvenes y sus problemas. Veo aquí a muchos niños y jóvenes, que colorean la asamblea de esperanza y alegría. Queridos amigos, vosotros jóvenes, chicos y chicas, os saludo a todos y os animo a ser artífices alegres de vuestro destino. Mirad siempre hacia adelante, sin olvidar las raíces. Sabed que Jesús os ama: es un amigo sincero y fiel que nunca os abandonará; ¡podéis confiar en él! En los momentos de duda — de jóvenes todos hemos tenido momentos difíciles, de duda,- en los momentos de dificultad, podéis contar con la ayuda de Jesús, especialmente para alimentar vuestros grandes ideales. Y en la medida en que pueda cada uno, está bien que se fíe de la Iglesia, llamada a interceptar vuestras necesidades de autenticidad y a ofreceros un ambiente alternativo al que os cansa cada día, dónde encontrar el gusto de la oración, de la unión con Dios, del silencio que lleva el corazón a las profundidades de vuestro ser y de la santidad. He escuchado tantas veces a algún joven que decía: "Yo de Dios me fío, pero de la Iglesia no" —Pero ¿por qué?- "Porque soy un come curas". Ah!, tu eres un come curas; entonces acércate al cura y dile: "Yo no me fío de ti, por esto, por eso y por aquello". ¡Acércate! Acércate también al obispo y díselo a la cara: "Yo no me fío de la Iglesia por esto, por eso y por aquello". ¡Así es la juventud valiente! Pero con ganas de escuchar la respuesta. A lo mejor ese día al cura le duele el hígado y te echará, pero solo esa vez; siempre te dirá algo. ¡Escuchar, escuchar! Y vosotros, los sacerdotes, tened paciencia, paciencia constructiva para escuchar a los jóvenes, porque siempre en la inquietud de los jóvenes están las semillas del futuro. Y tú tienes que verlas y ayudar a los jóvenes a ir adelante. Hace falta diálogo.

El tercer elemento que os indico es el de la Iglesia comunidad eucarística. De allí, de la Eucaristía sacamos el amor de Cristo para llevarlo a las calles del mundo, para ir con él al encuentro de nuestros hermanos. Con Él, -este es el secreto,- podemos consagrar toda la realidad a Dios, hacer que su rostro se imprima en vuestros rostros, que su amor llene los vacíos del amor. Por cuanto respecta a la participación en la Santa Misa, especialmente la misa dominical, es importante no estar obsesionado por los números: os exhorto a vivir la dicha de la pequeñez, de ser semilla de mostaza, pequeño rebaño, puñado de la levadura, llama resistente, piedrecilla de sal. Cuántas veces he oído: "Ah, padre, yo rezo pero no voy a misa" .Pero ¿por qué? "Porque el sermón me aburre, dura cuarenta minutos". No, toda la misa tiene que durar cuarenta minutos, pero un sermón que dure más de ocho minutos, no funciona.

La Eucaristía y el sacerdocio ministerial son inseparables: el sacerdote es el hombre de la Eucaristía. Dirijo un pensamiento particular a los presbíteros, buenos hermanos, y los exhorto a estar cerca del obispo y entre ellos, para llevar el Señor a todos. Queridos sacerdotes, ¡qué necesario es construir pacientemente la alegría de la familia presbiteral, amándonos y apoyándonos unos a otros! Es bueno trabajar juntos, considerando a los hermanos "superiores a vosotros mismos" (véase Filipenses 2: 3). En medio del pueblo de Dios que se os ha confiado, estáis llamado a ser los primeros en superar las barreras, los prejuicios que dividen; el primero en detenerse en humilde contemplación ante la difícil historia de esta tierra, con la sabia caridad pastoral que es un don del Espíritu; los primeros en indicar los caminos a través de los cuales la gente puede ir hacia espacios abiertos de rescate y verdadera libertad. Consolados por Dios, vosotros podréis ser consoladores, enjugar lágrimas, sanar heridas, reconstruir vidas, vidas rotas que se confían fielmente a vuestro ministerio (véase Hechos 5: 14-16). Me permito daros una receta a vosotros, los sacerdotes, no sé si servirá: ¿Cómo acabo el día? ¿Tengo que tomar pastillas para dormir? Entonces algo no ha ido bien. Pero si termino el día cansado, cansadísimo, las cosas han ido bien. Esto es un punto importante.

Queridos hermanos y hermanas, ¡sería agradable estar juntos un poco más! Siento la calidez de vuestra fe y las esperanzas que lleváis en vuestros corazones, pero me esperan en Palermo, donde recordaremos con gratitud al sacerdote mártir Pino Puglisi. He oído que, hace veinticinco años, justo un mes antes de su asesinato, pasó unos días aquí en Piazza Armerina. Había venido a encontrarse con los seminaristas, alumnos suyos en el seminario mayor de Palermo. ¡Un pasaje profético, creo! Un legado, no solo a los sacerdotes, sino a todos los fieles de esta diócesis: ¡Por amor de Jesús, servid a los hermanos hasta el final! Os encomiendo a todos a la Virgen María, a quien veneráis como Nuestra Señora de las Victorias. Ahora, en silencio, vamos a rezarle. "Dios te salve, María..."Qué ella os sostenga en el combate espiritual y os oriente con decisión hacia la victoria de la Resurrección. Os bendigo a todos de todo corazón y os pido que por favor recéis por mí. ¡Buen día para todos!

Ahora os daré la bendición, pero preparemos el corazón para recibirla. Que cada uno piense en sus seres queridos, para que esta bendición descienda sobre sus seres queridos. Que piense en sus amigos. Y también en sus enemigos, en las personas a las que no quiero y que no me quieren. Abrir el corazón a todos, para que esta bendición descienda sobre todos.

(Bendición)

© Librería Editorial Vaticano

 

 

15/09/2018-09:39
Redacción

Programa del Papa en Palermo

10:45 horas LLEGADA EN HELICÓPTERO AL PUERTO DE PALERMO
11:15 horas CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
En el XXV aniversario del martirio del beato P. Pino Puglisi
Foro Itálico Umberto I
13:30 horas VISITA A LA MISIÓN ‘ESPERANZA Y CARIDAD’
Encuentro y almuerzo con las personas acogidas en la casa
 15 horas VISITA A LA PARROQUIA SAN CAYETANO
Visita al lugar donde mataron al Beato Padre Pino Puglisi
 15:30 horas ENCUENTRO CON EL CLERO, LOS RELIGIOSOS Y LOS SEMINARISTAS
Catedral
 17 horas ENCUENTRO CON LOS JÓVENES
Plaza Politeama

 

 

 

15/09/2018-19:15
Enrique Soros

Schoenstatt celebra hoy el 50° aniversario del fallecimiento del P. Kentenich

Hace 50 años, el 15 de septiembre de 1968, se fallecía el P. José Kentenich. Su vida estuvo signada por pruebas muy duras, a la vez que por signos muy profundos del accionar de la Divina Providencia. Su certeza de que Dios está presente en cada circunstancia de la vida, que tiene todo el poder de manejar los hilos de la historia, y que de hecho lo hace, que acompaña, que guía, que motiva, que inspira, imprimió en él una actitud constante de apertura a los signos de Dios. Fue un maestro de la libertad interior, porque vivió una profunda libertad interior ante Dios.

 

Promesa a la Virgen

Durante la Segunda Guerra Mundial el valle de Schoenstatt fue ocupado por los nazis y varios miembros del movimiento fueron enviados a campos de concentración. El P. Kentenich le prometió a la Virgen que eregiría una iglesia en honor a la Santísima Trinidad si Schoenstatt sobreviviera al nacionalsocialismo, como agradecimiento y recuerdo perenne de la fidelidad de Dios, con las palabras: “Si María nos conduce victoriosa a través de los nuevos peligros, y si a pesar de tantos obstáculos nos da la oportunidad de poder cumplir con nuestra misión, le construiremos un monumento que anuncie a todas las generaciones futuras su poder y su bondad”.

En 1945 culminó la Segunda Guerra Mundial. Por razones ajenas a la voluntad del P. Kentenich, recién en 1968 finalizó la construcción de la Iglesia de la Adoración, que sería consagrada a la Santísima Trinidad. Se trata de una edificación robusta de piedras, al estilo de un castillo, sobre el monte Schoenstatt, donde están establecidas las Hermanas de María. Es como una fortaleza. No tiene decoración impactante, aunque es rica en símbolos. Tres altas torres sobresalen de la construcción, indicándole al peregrino desde la lejanía que se trata de la Iglesia de la Santísima Trinidad. A ella se refirió del P. Kentenich diciendo: “Nuestra iglesia es un castillo de Dios. Quiere ser el hogar del Dios trino. Aquí mora y reina el Dios trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y donde vive y reina el Dios trino, tiene la Virgen María voz y voto… tiene su lugar de honor”.

 

Lugar y ocasión de su muerte: un signo potente

El P. Kentenich basó su fe siempre en una experiencia profunda de Jesús y María en su corazón. Nunca necesitó de experiencias extraordinarias para fortalecer su fe. Educó a los suyos a estar siempre atentos a la transformación del corazón, y no a esperar experiencias sensacionales de la presencia de Dios. Esta perspectiva se remonta a la misma fundación de Movimiento. La Virgen nunca se apareció en Schoenstatt. Las pruebas del actuar de María en el Santuario de Schoenstatt siempre fue la transformación del corazón de los que a ella acuden a su pequeño santuario.

Pero Dios quiso regalarle a él y a la familia de Schoenstatt, en diversas oportunidades, signos muy concretos y potentes de su presencia. Cuando el Padre fue separado de su Obra por la Iglesia, por 14 años, la familia de Schoenstatt oraba para que se realizara el “milagro de la nochebuena”, como había pedido por su liberación cuando estaba en el campo de concentración. Y Dios le había concedido ese milagro, permitiendo que saliera vivo y con energía espiritual y física del cautiverio impuesto por los nazis. Ahora, luego de la separación de la Obra, la familia de Schoenstatt rogaba que se diera nuevamente el “milagro de la nochebuena”.

El 22 de diciembre de 1968 el P. Kentenich se reunió con el papa Pablo VI, quien le agradeció por todo lo que había hecho por la Iglesia. Dos días después pudo ya regresar a su patria natal. El vuelo partió el 24 de diciembre de Roma en dirección a Frankfut. Y así, el P. Kentenich regresaba literalmente el 24 de diciembre a la noche, al Santuario Original. Se había realizado el milagro de la nochebuena. Un regalo de la Virgen, con precisión alemana.

El 15 de septiembre de 1968, el P. Kentenich celebraba por primera vez misa en la Iglesia de Adoración, consagrada a la Santísima Trinidad. Un lugar de un significado potente. La misa fue sencilla, vivida, profunda, como toda su vida. Al finalizar, el Padre se retiró a la sacristía, invitó a los dos sacerdotes que concelebraron, a almorzar con él, bendijo unos rosarios, y cayó al suelo, falleciendo casi de imediato. Eran las siete de la mañana. De esta forma sencilla, se iba una de las grandes personalidades del siglo XX. La Virgen María, quien le había guiado como madre y educadora durante toda su vida, le tenía preparado un lugar y un momento muy especial para su partida al hogar eterno: La iglesia que él mismo le había prometido, luego de celebrar allí la primera misa. Nuevamente, una delicadeza, con puntualidad alemana.

 

La mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios

El P. Kentenich nunca repitió frases hechas. Se sintió inspirado por la tradición y la doctrina de la Iglesia, pero siempre supo interpretarlas e integrarlas a la realidad concreta que vivía una persona, una comunidad, y a los procesos históricos que desarrollaban en el mundo. Era consciente que muchos católicos se quedaban en la teoría, y no eran capaces de cotejarla con los hechos de la vida, y a la vez con la realidad sobrenatural.

Vio con claridad la importancia de la organicidad, entre la inspiración de Dios y el palpar la realidad humana, la realidad en la tierra, en muchos casos sufriente, limitada, humana, acuñando esta idea en la frase: “Un profeta tiene la mano en el pulso del tiempo, y el oído en el corazón de Dios.” Comprobamos cómo el Papa Francisco, es también un apasionado integrador de ambas realidades. No repite nunca frases hechas. Es más oído que discurso, más amor que ley. En las palabras de Daniel Genovesi: “El Papa Francisco, antes que un hombre que tiene algo para decir, es un hombre que está dispuesto a escuchar. Por eso luego tiene algo para decir”.

 

Educador que respeta la libertad del otro

El P. Kentenich respetaba la libertad de sus hijos espirituales. Les motivaba a crecer de acuerdo a sus capacidades, con responsabilidad paternal, y con un inmenso respeto. Su secretaria en Milwaukee le reprochó un día con filial preocupación: “Padre, yo veo que usted educa a muchas personas que vienen aquí, les sugiere cómo crecer, cómo mejorar. Pero usted a mí no me educa, nunca me corrige. ¿Por qué?”, a lo que el Padre respondió: “Mire, yo acepto a las personas como son. Si hay algo que está mal, es como que no veo, no escucho, y por lo tanto no digo nada. Ahora si alguien me pide consejo, me pide que le eduque, pues con mucho gusto lo hago”.

Su secretaria, ni lerda ni perezosa, viendo que podría lograr su objetivo, le respondió con alegría: “Padre, entonces le pido que me eduque.” El Padre aceptó el pedido, lo que no necesariamente fuera solo motivo de alegría, porque el P. Kentenich era un padre, no un abuelo buenachón, y a veces, en el proceso de educación, hacía doler, para ayudar a que el educando surja en toda su plenitud.

Cuando antes de fundar el movimiento de Schoenstatt, se conversaba entre los muchachos que estaban a su cargo sobre la formación de una congregación mariana, había un joven que no estaba de acuerdo con la misma y se resistía a dicho proposición. Por esta razón, algunos de los que favorecían la fundación de tal grupo, fueron a ver al P. Kentenich y le informaron sobre esta dificultad, que podría echar por la borda los planes comunitarios.

El sacerdote les respondió que no se preocuparan. Los muchachos quedaron tranquilos, esperando que el Padre convencería al “rebelde” para que se ajuste a la voluntad de todos. Pero cuál no sería su sorpresa, cuando, al reunirse más tarde el grupo, el P. Kentenich le dijera: “Oye, puedes ponerte de pie y explicarnos a todos tu punto de vista?”

Esta era la forma del P. Kentenich de conducirse en la vida. El no tenía planes propios. Su único proyecto fue siempre estar atento a la guía de Dios, la cual podía descubrir a través de la inspiración en su propio corazón y en el de los demás, y a través de los signos de los tiempos, de los aconteceres en el mundo. El P. Kentenich afirmaba que no podía trabajar con muchachos que dijeran a todo que sí, que no fueran rebeldes, que no se plantearan las cosas. Para él, un normal grado de rebeldía en jóvenes, presagia liderazgo en un adulto.

 

Frutos del Santuario

Hoy en día, millones de personas acuden a los más de 200 santuarios de Schoenstatt esparcidos por el mundo. Todos ellos son similares al original, que se encuentra en el valle de Schoenstatt, en Alemania. La Virgen María, en cada devoción, regala distintas gracias. En los santuarios de Schoenstatt ella quiere regalar especialmente, aunque no exclusivamente, tres.

Una de ellas es el cobijamiento, el sentirse amado por María, por Jesús, abrazado por ellos, regalándole al peregrino una profunda paz interior. La segunda gracia es la transformación interior. La Virgen de Schoenstatt, como madre y educadora, motiva al peregrino a esforzarse por crecer en el amor, por superarse, por vencer limitaciones. Como reina, tiene el poder para cambiar el corazón de piedra, en un corazón de carne, que, imperfecto, aspira a una vida renovada. Y la tercer gracia: Nadie que tiene un tesoro inmenso, se lo guarda para sí. María llama a ser apostólico, a renovar el mundo, a llegar a las periferias, a abrazar a todos, para que sepan y sientan que Jesús los ama y les quiere bendecir.

En ese Santuario, los miembros de Schoenstatt sellan una Alianza de Amor con María. Se trata de un intercambio de corazones, por medio del cual la vida se torna más plena y está llamada a ser más comprometida, tanto espiritualmente como en la relación con los hermanos. De esta manera, se forman grupos de matrimonios, de jóvenes, de hombres, de mujeres, comunidades de vida de Hermanas, de Padres, sacerdotes diocesanos, señoras, hermanos, que, desde la vocación de cada uno, están llamados a vivir plenamente una espiritualidad cristiana renovada en el Espíritu, llamados a ser personas nuevas en Jesús y María.

 

Virgen Peregrina

En el año 1950, un humilde señor que vivía en Santa María, Brasil, de nombre Joao Pozzobon, recibió una imagen peregrina de la Virgen de Schoenstatt, para que recorriera por un mes las casas del barrio, rezando el rosario. Esta misión le tocó tan profundamente el corazón, viendo los milagros que obraba María en las vidas, que por 30 años siguó visitando barrios, ciudades, hospitales, escuelas y cárceles, recorriendo 140.000 kilómetros y visitando un millón de personas. Hoy, hay más de 200.000 imágenes que en mano de misioneros, gente común que siente la misma vocación de Joao, visitan millones de personas y familias todos los meses, llevando las gracias que María regala en su Santuario de Schoenstatt.

 

Celebraciones

En el día de hoy, en cientos de países del mundo, se celebra la vida del P. Kentenich. Pero no simplemente como un gran personaje de la historia. Tampoco solo como un gran ejemplo a seguir. Para la familia de Schoenstatt se trata de mucho más. La Alianza de Amor sellada por cada miembro con María en el Santuario, mueve a forjar una solidaridad de y entrelazamiento de destinos con el fundador. Esto implica que su entrega radical por Jesús y María, por los destinos del mundo, por las necesidades de las personas, se transforman en una preciosa herencia que interpela a vivir la vocación a la santidad, al servicio en la alegría y generosidad, a pleno, como la vivió el P. Kentenich.

 

En Schoenstatt

En Schoenstatt mismo, hoy, sábado 15 de septiembre, el obispo Michael Gerber celebró hoy una misa a las 7, hora de fallecimiento del P. Kentenich. Más tarde, a las 10:30 horas, el arzobispo Zollitsch celebró una misa en el valle de Schoenstatt. La homilía estuvo a cargo del P. Alexandre Awi Melo, secretario del dicasterio para Laicos, Familia y Vida, en el Vaticano. A las 16:30 horas, tendrá lugar la celebración internacional por el 50º aniversario del fallecimiento del P. Kentenich, en la Iglesia de Adoración, cuya temática es “En el tiempo del Espíritu Santo, para un Schoenstatt en salida”.

El programa para mañana domingo comenzará con una misa pontifical a las 10 horas, a cargo del Cardenal Reinhardt Marx, de Múnich-Freising, en la Iglesia de Peregrinos. A las 14 h.y a las 15 h. se ofrecerán diversas actividades en distintos lugares, con el objeto de albergar a un gran número de participantes, de entre las cuales mencionamos “Me encontré con él. Testimonios, vivencias y encuentros con el P. Kentenich”, “Padre José Kentenich, un regalo de Dios”, “Canonícenlo ustedes (JPII)”, “Amó a la Iglesia”, y “Filme sobre el P. Kentenich, ‘Uno debe adelantarse’”. Diversos eventos serán transmitidos por www.schoenstatt-tv.de.

 

En el mundo

Compartimos aquí algunas de las celebraciones en distintas partes del mundo. En Portugal, se da un compromiso apostólico en el sentido del “dilexit ecclesiam” del Padre Kentenich (“amó a la Iglesia”). Cada schoenstattiano fue invitado a comprometerse con un servicio especial y concreto a la Iglesia. Las misas serán celebradas por los obispos en las diócesis de Aveiro, Braga, Lisboa y Oporto. En India, dos de las celebraciones tendrán lugar en los santuario de Tamil Nadu y Kerala. En Costa Rica, será en el santuario de San José.

En Chile, en todas las diócesis, los obispos celebrarán una misa con la familia de Schoenstatt, como expresión del hecho de que Schoenstatt se considera a sí mismo parte de esta Iglesia que está en crisis, y en camino de una profunda renovación. En Polonia, la celebración central tendrá lugar en Varsovia, en Swider. En Croacia, se bendecirá un nuevo Santuario de Schoenstatt. En República Checa las celebraciones tendrán lugar en el santuario de Schoenstatt de Rokole; mientras que en Nigeria, en el de Ibaden.

Las principales celebraciones en Estados Unidos serán en Milwaukee, Austin, Texas, Nueva York y Miami. En Austria, en el Santuario de Viena, mientras que en México, una de las misas tendrá lugar en la catedral de Monterrey con el obispo diocesano. En el extenso Brasil, habrá celebraciones en los más de 20 santuarios de Schoenstatt que se encuentran a lo ancho y a lo largo del país. En Uruguay, la misa será en la catedral de Montevideo, celebrada por el Cardenal Sturla. En Argentina, habrá celebraciones también en todas las diócesis en que se encuentra Schoenstatt. La principal tendrá lugar junto al Santuario Nacional de Schoenstatt, en Florencio Varela.

 

 

 

15/09/2018-06:00
Isabel Orellana Vilches

San Juan Macías, 16 de septiembre

«Este extremeño es considerado el padre de los pobres y 'ladrón' del purgatorio. Desempeñó su admirable acción caritativa en Lima como limosnero y portero del convento de los dominicos»

Nació en Ribera del Fresno, Badajoz, España, el 2 de marzo de 1585. Huérfano de padre y madre a los 4 años, se crió junto a unos tíos. Ella ya le había legado su mejor patrimonio enseñándole a rezar las primeras oraciones. Pasó la infancia cuidando el rebaño de un rico hacendado, dejándose arrebatar por la belleza del entorno en el que percibía la presencia de Dios. Los olivos daban cobijo a sus ardientes plegarias elevadas a la Virgen mientras desgranaba las cuentas del rosario. América era una voz que llamaba no solo a los intrépidos conquistadores extremeños, sino también a los misioneros. Y Juan sentía correr por sus venas esa vocación. Uno de esos días en los que trabajaba como pastor, un niño que decía llamarse Juan Evangelista había sembrado este afán en su corazón, diciéndole: «Téngote que llevar a unas tierras muy remotas y lejanas», y desde ese instante se dispuso interiormente a cumplir la voluntad divina. A los 20 años evocando este hecho singular, aunque ignoraba el alcance sobrenatural de esta visita, dejó a sus parientes.

Durante diecinueve años trabajó como agricultor en distintos puntos del Sur de España. Era un emigrante que buscaba serenamente ese lugar que Dios había destinado para él, mientras seguía rezando el Santo Rosario y dando testimonio a todos con su humildad, sencillez, generosidad y alegría; repartía entre los pobres casi todas las ganancias. Juan Evangelista continuaba siendo su ángel de la guarda particular y en Sevilla le rescató de ciertos peligros en los que pudo haber quedado atrapado debido a su ingenuidad. Partió a Jerez de la Frontera y trabó contacto con los dominicos quienes le invitaron a unirse a la comunidad. Pero él, que tenía singulares experiencias místicas, con toda rotundidad decía: «No está de Dios que yo lo sea aquí».En esta ciudad
gaditana, en la que ya había dejado la huella de su caridad, entró al servicio de un adinerado marinero, y en 1619 desde Sanlúcar se embarcó con él al Nuevo Mundo.

Al llegar a Cartagena de Indias el armador le dio su salario, pero le abandonó a su suerte. Juan era un iletrado, y dado que no sabía ni leer ni escribir, ya no le servía para los negocios. Al verse desamparado, oró ante una imagen de María en la Iglesia de los dominicos. Y al día siguiente, después de haber constatado por sí mismo el trato ignominioso que recibían los esclavos y de sentir indecible compasión por ellos, buscó trabajo en el puerto. Después, viajó por Perú, pasando por Pasto y Quito, hasta que llegó a Lima en 1620, tras un viaje efectuado a pie y en mula de varios meses de duración. Le sostuvo la Eucaristía y el rezo diario del rosario. Lo primero que hizo fue buscar a los dominicos. Fray Martín de Porres le franqueó la entrada. Era el primer encuentro de dos santos que siguieron caminos casi paralelos. Durante un tiempo, Juan trabajó al servicio de un ganadero como pastor siempre sin dejar de rezar el rosario; solía pedir por los difuntos; por eso se le llama «el ladrón del purgatorio». Un día Juan Evangelista le dijo: «Tu puesto no es el de pastor. Vete al convento de la Magdalena, de la Orden de Predicadores, y pide el hábito de hermano».

Inserto como hermano lego en la comunidad de los dominicos de Santa María Magdalena, tomó los hábitos en 1622. Espiritualmente fue probado con diversas tentaciones. Defectos como la soberbia, la vanidad, acusaciones acerca de la intencionalidad que le guiaba a vivir en el convento (le acusaban de perseguir su comodidad), incitaciones contra la castidad, visión de los placeres que le aguardaban fuera..., todo ello pugnaba por apoderarse de su mente conminándole a abandonar su vocación. La gracia de Cristo le ayudó a purificarse fortaleciendo una decisión que emprendió en acto de fe y que no hizo sino robustecerse. Designado portero conventual, tuvo como guía a fray Pablo de la Caridad. Y de ese lugar recoleto hizo un paraíso particular para los pobres, los explotados y oprimidos, los enfermos, los abandonados, los que precisaban consuelo... Todos los que acudían allí hallaban lo preciso en este hombre humilde y desprendido, que pasaba las noches en oración, haciendo penitencia y dando incansables muestras de exquisita caridad, al punto de que grandes personalidades de la nobleza, incluido el virrey de Lima, le confiaban sus cuitas deseosos de recibir sus inspirados consejos. Entregó todo a Cristo, ofreciéndole su tendencia natural a pasar por la vida sin notoriedad alguna, íntimo afán que su pública misión como portero le impedía. Y eso justamente, al exigir de él gran esfuerzo, lo agradecía a Dios.

Cuando manifestó: «El portero de un convento es el espejo de la comunidad. Conforme es el portero, son los religiosos que moran en ella», sabía bien lo que decía. Las buenas y las pésimas acciones de una sola persona impregnan toda la convivencia y traspasan los muros del recinto. Cada una ha de saber que es testigo para el mundo. Y Juan estaba expuesto a ser examinado por las constantes visitas que recibían los religiosos de la Recoleta, a quienes franqueaba la puerta. Lo que veían en él fácilmente podían atribuirlo al resto de sus hermanos. Por tanto, lo que afirmó era una apreciación religiosa, profunda, que había brotado en su meditación. Iba llegándole el fin, y atrás dejaba también una vida entregada a los pobres en los que reconocía a Cristo; para ellos pidió por las calles de Lima, además de alentarlos en la fe. Su burrito, que había amaestrado, le traía las limosnas que recogía él solo cuando Juan no podía salir. En estos desvalidos pensaban sus hermanos de comunidad cuando vieron que iba helándose su aliento. Ante el comentario de lo que podría ser de ellos con su orfandad, Juan les tranquilizó:«Con que tengan a Dios, sobra todo lo demás».Fue agraciado, entre otros dones, con el de milagros. Murió el 16 de septiembre de 1645 mientras la comunidad honraba a María con la Salve Regina. Gregorio XVI lo beatificó el 22 de octubre de 1837. Pablo VI lo canonizó el 28 de septiembre de 1975.