Colaboraciones

 

Iglesia y pederastia. Una reflexión necesaria (I)

 

 

15/10/2018 | por Ricard Mestres


 

 

Es una obviedad afirmar que la Iglesia sufre un grave problema de credibilidad por los numerosos casos de pederastia y las acusaciones de encubrimiento hacia diversos obispos. Pero lo que ya no es obvio es que la respuesta que se está adoptando y, sobre todo, la reacción de una parte de los fieles sea la adecuada. Ciertamente, la Iglesia ha de limpiar de manzanas podridas su recinto, aunque en una medida mucho menor que lo que el sensacionalismo da a entender. Pero también debe evitar concentrar sus energías y su imagen en este punto. Al contrario, los tiempos, la humanidad y el pueblo de Dios, piden y necesitan otros grandes proyectos, iniciativas que solo ella puede dar. Es aquí donde está el mayor déficit.

La Iglesia sabe que en realidad su problema no es tanto la pederastia como la homosexualidad dirigida contra los más pequeños, y eso hoy le exige una respuesta de mucha mayor entidad contra la matriz anticristiana que la impulsa doctrinal y mediáticamente: la perspectiva de género.

La crisis revela también dos debilidades que debidamente abordadas se transformarán en fortalezas: el debilitamiento progresivo de la educación en la ética de las virtudes cristianas, en todos los niveles y especialmente en parroquias, escuelas y centros universitarios, y la de la formación de los laicos, ostentosamente deficiente en demasiadas parroquias. Hay mucho que hacer en este campo, empezando por interrogarse sobre cómo se utiliza la homilía dominical y su escasa eficacia formadora en excesivas ocasiones.

Y junto a todo esto, hay que abordar el escándalo en otros términos. Es necesario pedir perdón. Pero no se puede estar solicitándolo continuamente porque acaba haciendo más daño que bien. Hay que recuperar toda la realidad. Y la realidad es esta:

Empezó en 1992, ha persistido durante más de dos décadas y ahora alcanza su máximo apogeo con la embestida directa al Papa, y se dirige contra las tres columnas del sistema católico: su autoridad moral -en tiempos de indolencia sigue despertando pasiones- el sacerdocio y la confesión, y el celibato. La confrontación está alejada de toda racionalidad, no persigue la búsqueda de la verdad, sino un relato acusador, dañino.

Para construirlo se acude a:

La acumulación. Remontándose a 1940, se acumulan denuncias para aportar la cifra de 4000 sacerdotes pederastas en Estados Unidos. Hay otra forma más honesta de presentar la cifra. En aquel país de 300 millones de habitantes con más de 2,5 millones de escolares y 763.000 universitarios en centros católicos, y 20.000 parroquias, se han dado, a lo largo de medio siglo, algo menos de 8 denuncias de pedofilia sacerdotal al año (y bajando). En Alemania, solo el 0,37% de las denuncias presentadas en los últimos 15 años corresponden a sacerdotes. Es decir, el 99,63% de los pedófilos son seglares. ¿A nadie se le ocurre preguntar en qué creen ese 99,63%?

La agregación. En acumulación de datos del área anglosajona, caso de Irlanda, se mezclan los abusos sexuales, con el bofetón o el insulto, para hinchar cifras.

La concentración del foco. Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos de la Universidad de Pensilvania, constató que se concentra el foco en los católicos prescindiendo de lo que ocurre en otras confesiones, y sobre todo en los maestros y profesores. Otro estudio, realizado durante los primeros seis meses del 2002, lo evidencia: Los 61 mayores periódicos de California publicaron 2.000 historias sobre posibles casos de pedofilia de sacerdotes, por solo 4 acerca de abusos en escuelas públicas, a pesar de ser abrumadoramente más numerosos estos según los datos oficiales.

Muerte a la presunción de inocencia. Todo sacerdote denunciado es culpable para la BBC, periódicos como el The New York Times y buena parte de la prensa anglosajona. También en medios españoles como El País, la Ser, El Periódico, entre otros, o públicos como TV3 y Catalunya Ràdio. Se limitan a repetir los mismos relatos surgidos de las mismas fuentes sin ningún afán de hurgar en los hechos. Se habla de denuncias como si fueran sentencias, se ignoran las absoluciones y las causas archivadas. La diócesis de Los Ángeles publicó en febrero del 2004 un informe sobre 104 denuncias. 43 de los incriminados habían muerto, otros habían abandonado el sacerdocio. De los 16 que sí permanecían, solo 4, el 25%, se enfrentaban a juicio. En un conocido informe en relación a la diócesis de Boston, Deal Hudson, afirma: “Solo 4 de los más de 80 sacerdotes etiquetados por los medios de comunicación como “pedófilos” son en realidad culpables de abusar de niños pequeños”. El 5% de las denuncias. Y así se podría seguir.