Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

 

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Nº 638

12 de ene. 2019

 

BOLETÍN MONOGRÁFICO: CENTRO INTEGRAL DE ESTUDIOS METAFÍSICOS

 

1. Tres mujeres acusan de abusos sexuales al líder del Centro Integral de Estudios Metafísicos.

2. Los masones chilenos se desmarcan del cantautor Tito Fernández y su secta.

3. El acusado de abusos sexuales en su secta se defiende: “no he hecho nada”.

4. El mundo esotérico chileno en el que surgió y se desarrolló la secta Tallis.

5. Una ex adepta del Centro Integral de Estudios Metafísicos lo tiene claro: “era una secta”.

 

 

1. Tres mujeres acusan de abusos sexuales al líder del Centro Integral de Estudios Metafísicos.

FUENTE: The Clinic

 

 

Desde el boletín InfoRIES nº 632 venimos publicando noticias relativas a una secta que está en el centro de la atención pública de Chile. Para conocer mejor el tema, hemos preparado este número monográfico, que recoge lo publicado originalmente por el semanario chileno The Clinic, un largo reportaje firmado por la periodista de investigación Alejandra Matus el pasado 5 de diciembre, la respuesta que originó en los masones del país y un segundo reportaje de la misma autora y en el mismo medio del pasado 10 de enero.

Acusaciones de tres mujeres

Una se veía a sí misma, parada a su lado y diciéndose, junto a la línea del metro: “Tírate, tírate”. Otra aún no puede llorar por los abusos que vivió, pero cualquier evento insignificante le provoca lágrimas desbordantes, imparables, que no sabe de dónde vienen. La tercera lo ve en pesadillas metido debajo de la cama y se sueña gritándole y golpeándolo: “¡Sal de aquí! ¡Ya no te creo! ¡Me engañaste, viejo culiao!”. Este es el testimonio de tres mujeres que acusan a Humberto Baeza Fernández, conocido por su nombre artístico “Tito Fernández”, de haber aprovechado su condición de maestro espiritual para abusar sexualmente de ellas y que relatan el largo proceso que han debido recorrer para reconocerse como víctimas de violación.

Una es ingeniera, la otra secretaria ejecutiva y la tercera, profesora de danza. Ninguna cuadra, a primera vista, con el estereotipo de mujer “víctima”. Por eso, dicen, les ha costado tanto “perdonarse” y aceptar que sufrieron una manipulación de conciencia, el primer paso para naturalizar el abuso sexual y las violaciones que vinieron después. Y por eso, afirman, exponen su experiencia para este reportaje: a cualquiera le puede pasar. No siempre la inteligencia es antídoto suficiente.

Ellas, como muchas mujeres, estaban en una búsqueda espiritual para sanar viejos dolores y para convertirse en mejores personas. La religión católica, otrora canalizadora de estas necesidades, se había desvalorizado en su escala de preferencias y cada cual, por distintos caminos, recibió un dato: había un lugar, el Centro Integral de Estudios Metafísicos (CIEM), donde un maestro impartía clases gratuitas todos los miércoles. Podía servirles. Por qué no. Que el maestro fuera el conocido folclorista Tito Fernández era, para ellas, un descubrimiento sin importancia, pues ni por edad, ni por gustos musicales, lo tenían en su playlist.

El adoctrinamiento que, en un comienzo parecía inofensivo y útil, se convirtió en poco tiempo en la puerta de entrada a una secta secreta a la que fueron invitadas: Tallis. Allí, cada quien fue bautizada con un nuevo nombre y se le pidió soportar la dura prueba de brindarle servicios sexuales al maestro, con el propósito de que pudiera mantenerse brillando como una luz para el mundo. Cada una, de modo distinto, terminó descubriendo que se trató de una vulgar patraña, pero tuvo que acudir a la ayuda de especialistas para entender que no era culpa suya y que lo que había sufrido tiene nombre de delito. Actualmente, dos de ellas han presentado sendas querellas por violación, con el patrocinio del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género (Sernameg), y la tercera se prepara para hacerlo en los próximos días. The Clinic entrevistó a las tres denunciantes: E.P.G., K.V.G. y A.G.S., quienes se presentarán sólo con sus iniciales, en resguardo de su vida privada. Esta es su historia.

Thara (diosa asignada a A.G.S.): la más leal

A. es la última de tres denunciantes en sumarse a las acciones judiciales contra Humberto Baeza Fernández, el conocido y premiado cantautor Tito Fernández. De las tres, era su seguidora más leal y, por lo tanto, a quien más le ha costado dar el paso de acusarlo judicialmente. Ella llegó a “La Escuela” en 2009, invitada por una amiga. Tenía problemas con la jefa de la empresa donde trabajaba y allí algunos creían que la mujer hacía “magia negra” para perjudicar a un jefe superior y a los trabajadores.

- También venía sufriendo por un amor que no fue. Yo tenía 27 años. El primer día que fui, este personaje habla de la magia negra. De las cosas que uno siente cuando te la hacen y de cómo liberarte de ella. Me acuerdo que llovía y que Chile jugaba un partido muy importante (contra Brasil, el miércoles 9 de septiembre). Por eso había poca gente. Y a mí me enganchó, porque era lo que yo estaba viviendo. Hice el ritual que recomendó y sentí que me funcionó bien, así que continué yendo. Era súper entusiasta. Anotaba todo lo que decía y trataba de aplicarlo.

Habitualmente, cuenta A., los “estudiantes”, entre 25 y 30, se reunían cada miércoles en la sede del sindicato de folcloristas y se sentaban formando un cuadrilátero. Baeza sacaba un libro de los que ha escrito él y, en especial, uno inédito al que llamaba “El libro de las tapas de madera” y que supuestamente se lo dictaba un ser que lo visitaba de noche, desde el encuentro que decía haber tenido con extraterrestres, en 1974. Mezclaba la lectura, entre otras, con anécdotas que vivió con su ex esposa, Carmen Ramírez o con su hija Jazmín. (Ambas forman parte de los siete fundadores del CIEM, según se publica en su página web, junto a los músicos Claudio Guzmán, Nelson Varela, Raúl Aliaga y Ramón Aguilera).

“Si tú le contabas algo, él siempre te ponía de ejemplo. Aunque no dijera tu nombre, sabías que estaba hablando algo tuyo”, revela A. El Temucano les enseñaba a cortar una esquina a los billetes, pues significaba que “el dinero siempre era tuyo aunque lo entregaras”, que toda energía era sexual, y a ser impecables: responsables, puntuales en el trabajo. “Impecabilidad, esa era su palabra de todas las sesiones”, dice A. A este maestro no le gustaba que le hicieran muchas preguntas. En la página web del centro, advierte: “El estudiante debe saber que el que más pregunta es el que menos aprende”.

- Un día, la directora de la escuela, una mujer mayor que era quien aprobaba o desaprobaba a la gente que podía entrar, me dijo que me aceptaba y me explicó que había que pagar cinco mil pesos mensuales. Entonces empecé a poner en práctica estas enseñanzas. Cortaba los billetes, entregaba la plata con la mano derecha y la recibía con la izquierda, porque él decía que así funcionaban las leyes de la naturaleza.

La infancia de A. fue difícil. Su padre era alcohólico y, aunque no la maltrataba, estaba ausente. Su madre apenas ganaba suficiente dinero para mantener a la familia. Ella encontró la figura paterna y el cariño de hogar en una familia vecina, que la cuidaba y donde A. pasaba la tarde después del colegio. Pero, por un problema familiar, esa familia tuvo que mudarse al sur y A. lo resintió. Hasta conocer a Baeza, no había vuelto a sentir la protección de un padre.

- A esos vecinos yo les decía “Mami” y “Tata”. Recién estoy entendiendo cuánto me afectó que se fueran. El Maestro me recordaba mucho a ese Tata, incluso físicamente. En la logia, él siempre me hizo sentir especial. Me destacaba. Decía que yo era “una niña linda”, que era su regalona. Así se fue formando un lazo distinto al común de las personas que participaban ahí.

Estudiantes seleccionados del CIEM eran invitados a pasar a un nivel mayor de compromiso y realizar una ceremonia de iniciación, copiada de los ritos masones para integrarse a la “Logia Libertad”. Tan contenta estaba A. con la experiencia, que se la recomendó a su amiga E., una ingeniera de 33 años, también en búsqueda espiritual después de algunas relaciones que dañaron su autoestima. Un día, E. le escribió a A. porque recibió un email del maestro, invitándola a una reunión secreta y, por su contexto, le pareció que probablemente el remitente se había confundido.

- Efectivamente a los pocos días me llegó el correo, citándome a una reunión privada para invitarme a participar a un área secreta de la escuela. Que no le debía contar a nadie y que cuál era mi disponibilidad. Yo pensé: ¡Qué interesante!

La reunión fue solo con él y no había nadie más en la sede del sindicato. Baeza podía entrar cuando quisiera porque tenía llaves.

- Me dice que yo tenía un don y que necesitaba mis datos para sacarme la Carta Natal. “Te necesito para un trabajo muy importante y privado”, me dice y me muestra un dibujo en grafito, que representa un templo, como en una catacumba, con una puerta con un triángulo invertido, y un monje con el rostro tapado. “Tú eres el monje”, me dice, “y estás a punto de entrar en esta área secreta. Quiero saber si a ti te interesaría conocer qué hay detrás de esa puerta”. Y yo: “Obvio que sí”. Y me dice: “A esta parte secreta entran personas que tienen merecimiento, que tienen un don especial y que están dispuestas a dar el servicio para que otras personas puedan seguir esta senda y puedan despertar. Porque nosotros somos una escuela de paso, donde la gente aprende sus bases, pero después puede salir y desarrollarse espiritualmente. Y entonces me dice que el trabajo consistía en que yo tenía que entregarle mi energía sexual al maestro. Recuerdo que sentí un frío enorme en mi cuerpo, pero no podía demostrarlo: ¡Él era el maestro!

Baeza le dijo que no necesitaba responderle de inmediato, que podía pensarlo, pero le advirtió: “Esta es la prueba más grande que puede pasar un iniciado”.

- Yo me fui llorando, en mala. Toda la vida fui muy católica, gracias a este Tata que me llevaba todos los domingos al templo de Maipú a rezarle a la Virgen del Carmen. Hice misiones, hice catequesis, confirmaciones y, en ese tiempo, no me imaginaba a un cura pidiéndome algo tan bizarro. Pero, a la vez, sentía que no tenía la respuesta, porque quizás esto era así y yo no lo sabía. Lo interpreté como la petición de un trabajo espiritual, porque él no era, evidentemente, de mi gusto, ni de mi edad. No provocaba nada en mí.

Tanto lloraba A., que no se sintió capaz de volver a la casa donde vivía con su mamá, pues no podría contarle lo que le estaba pasando. La instrucción era imperativa: cualquiera fuera la decisión que tomara, debía callar. Decidió irse a la casa de una amiga que practicaba reiki y que le impuso las manos para tratar de canalizar su energía. A. se durmió pidiéndole a Dios una señal a su pregunta: “¿Lo tengo que hacer?”. La hermana de su amiga le dijo: “Yo vi una moneda que decía Libertad”. Como la logia ¡Pensé que era la señal!

A. le dio la respuesta a Baeza y éste le respondió que pronto conocería a sus hermanas. Como preparación, le indicó que se reuniera con una mujer a la que llamaba “maestra” y que era su mano derecha en la logia (a la que las denunciantes identifican solo con sus iniciales, R.M.C., pues también la consideran una víctima que se transformó en cómplice). “Ella no me explicitó nada. Actuaba como que yo tuviera que deducirlo. Solo me dijo: ‘Cuando estés ahí, tienes que disfrutarlo, como si fuera tu pololo, para que se cree lo sagrado”. Poco tiempo después, se le cita al primer encuentro de Tallis. Se sorprendió de ver entre las asistentes a su amiga E.

- De alguna manera, sentí alivio, porque podía conversar con alguien de mis inquietudes más íntimas sin que el maestro se diera cuenta, porque al él yo nunca le mostré mis inseguridades en hacer lo que me pedía. Yo era dos mujeres: en mi casa, muerta de susto y con él, fiel y segura.

A la reunión, Baeza llegó flanqueado por R.M.C. Entre las nuevas integrantes, estaban las tres denunciantes y una cuarta mujer que niega estos hechos. Ahí les explicaron que el maestro necesitaba reunir a siete mujeres que le dieran energía sexual para que él pudiera cumplir su misión.

- La maestra nos hizo hacer un juramento, que era algo así como: “Le pertenecemos al maestro, le hemos dado nuestra energía”. Nos hizo jurar lealtad, silencio y obediencia, también a nuestras hermanas”.

“‘Te necesito para un trabajo muy importante y privado’, me dice (Baeza) y me muestra un dibujo en grafito, que representa un templo, como en una catacumba, con una puerta con un triángulo invertido, y un monje con el rostro tapado. ‘Tú eres el monje’, me dice, ‘y estás a punto de entrar en esta área secreta. Quiero saber si a ti te interesaría conocer qué hay detrás de esa puerta’. Y yo: ‘Obvio que sí’. Y me dice: ‘A esta parte secreta entran personas que tienen merecimiento, que tienen un don especial y que están dispuestas a dar el servicio para que otras personas puedan seguir esta senda y puedan despertar’ (…) el trabajo consistía en que yo tenía que entregarle mi energía sexual al maestro. Recuerdo que sentí un frío enorme en mi cuerpo, pero no podía demostrarlo: ¡Él era el maestro!”. Testimonio de A.

El 8 de marzo de 2010, Baeza les regaló el libro Los secretos de Osho e invitó a las cuatro nuevas sacerdotisas a comer al restaurante de comida china “Lung Fung”, el que aparece en “Una mujer fantástica”. Tallis era una logia de un nivel supuestamente mayor que la logia Libertad. Baeza les dijo, en otras reuniones, que tendrían cargos en el CIEM, junto a sus hermanas más antiguas.

- A mí me nombró su asistente. Yo tenía que armarle el altar, como hacen las señoras en la iglesia: Traerle agua cuando él quisiera y ponerme al frente de la cadena de oración, que se hacía todos los miércoles. Nos tomábamos de las manos y cerrábamos los ojos, menos yo. Hasta ahí no había encuentros sexuales, pero él nos pedía que nos saludáramos de besos en la boca y que a las reuniones de Tallis fuéramos con falda. Entonces él se acercaba y pasaba una a una tocándonos la vagina.

En otra reunión de Tallis, las seguidoras de Tito Fernández fueron rebautizadas con nombres de estrellas asociadas a deidades mitológicas. A. recibió el nombre de Thara, una diosa joven que se enamoró de un dios “menor” y fue castigada “a morir en una supernova, desde dónde escapó nadie sabe cómo”. En la ceremonia, el maestro explicó que “durante mucho tiempo Thara vagó por la tierra y su potente sexualidad no la hizo grata a los ojos de los habitantes del planeta y tuvo que reprimirse para ser aceptada (…) Le damos la bienvenida. Aquí será libre y podrá trabajar con sus hermanas por el bien del universo utilizando el poder de su centro sexual que deberá aprender, de nuevo, a no reprimir y manejar, naturalmente”.

En un papel, se le entregó un mensaje que solo podía leer ella: “Thara es la dueña de los pensamientos del Maestro”. Y por eso en las cadenas de oración debía ubicarse justo enfrente suyo, con los ojos abiertos, pues era la “responsable” de todo lo que él pensara. Baeza le dio, además, una imagen que representaba a la diosa, una daga y una túnica. Después, creó una forma de comunicación privada con cada una para coordinar los encuentros en que tendrían que entregarle su energía sexual.

- Siempre pensé que era una prueba, que íbamos a llegar al motel donde me había citado y que me iba a decir que había dado muestras de mi lealtad y que me iba a dejar ir. Yo tenía que ir con falda y cuando entramos a la habitación, me pide que me arrodille sobre la cama y que me ponga la daga apuntando al cuello. Me dijo que ese era un trabajo fome, pero que había que cumplir. Que no lo pensara mucho. Y con esa espada había un juramento que no recuerdo en detalle, pero al finalizar dijo que si la sacerdotisa no quería hacerlo, se tenía que suicidar con la daga, “pero como tú lo quieres hacer, no hay problema”. Ahí me da vuelta y yo pienso: “No quiero ser violada”, pero para mi sorpresa, no había tal prueba, sino una violación. Hice todo lo que me pidió, pero no me tuve que desvestir, ni excitarlo, nada. Él hizo su trabajo no más-, cuenta A. y se quiebra.

Baeza le decía a sus víctimas que él retenía la eyaculación, porque así “seminizaba” su cerebro y hacía una representación de la gran catarsis que le producía esa eyaculación hacia el interior. Finalmente, les pedía tragar una gota de su semen, porque así les transfería “el átomo simiente”. Todas las hermanas de Tallis, les decía Baeza, estaban unidas por “un cordón azul”. El maestro comprometía a sus discípulas a tener siete encuentros de este tipo, siempre en el mismo motel, en Ejército con Toesca (donde ahora hay un conjunto de locales comerciales). Los dependientes, recuerdan las tres, se desvivían por atender a este cliente habitual.

Después del segundo encuentro, Baeza, olvidándose de su papel de maestro, le escribió un correo a A. comentándole que le había gustado la forma de sus genitales. “Lo encontré muy ordinario. No sabía cómo decirle, pero al final le mandé un correo muy respetuoso expresándole que su comentario me había incomodado y pidiéndole que no lo hiciera más, ‘porque yo no soy tu amante. Yo estoy contigo por este trabajo espiritual, nada más’”. A. tuvo los siete encuentros entre marzo y abril de 2010 y luego lo encapsuló en su memoria, intentando creer que su sacrificio había tenido un propósito superior.

- Lo bloqueé. Hice lo que tenía que hacer y seguí yendo a las reuniones. Todos los miércoles yo estaba ahí, acarreándole el bolso, armándole el altar.

En ese intertanto se enteró de que otra de las integrantes de Tallis se había retirado.

- El maestro nos dijo que lo había agredido. Yo le pregunté: “¿Qué vamos a hacer? La K. se fue y es capaz de ir a contarle a todo el mundo lo que está pasando”. Me dijo: “No te preocupes, ella es una contra todos nosotros. Lo vamos a negar hasta la muerte y ella va a quedar como loca”. Hace poco, le pedí perdón a ella, porque si hubiese ido a denunciar años atrás esto, yo hubiese sido una cómplice, no una víctima.

A. se enamoró de un estudiante de la logia Libertad y Baeza incluso propició que se iniciara la relación. La pareja comenzó a convivir y A. solo continuó participando como su mano derecha en la Logia Libertad. Renunció a su trabajo e inició un emprendimiento, que no prosperó. Baeza la ayudó económicamente por un año, pasándole 90 mil pesos mensuales para pagar una deuda que le quedó.

- “Mi viejito más lindo que el sol”, así le decía yo, y todo lo que hacía, se lo contaba altiro. Sentía que por contárselo, él prendía una vela y me iba bien. Yo lo quise un montón, como un padre, como mi maestro. Entendía que lo que pasó había sido un sacrificio espiritual y, después de eso, se convirtió en mi Tata, mi padre ausente.

Hasta que un día el maestro tuvo un accidente cerebrovascular y fue internado en el Hospital Naval, en Valparaíso.

- Me contacta su hija y me dice: “Mi papá está pésimo”. Lo fui a ver a su casa, a un despacho que tiene, y después de conversar un rato, le digo: “Cómo te puedo ayudar” y él me mira y me dice: “Tú sabes cómo”. Ahí se me cayó el mundo. Yo llevaba cuatro años con mi pareja y le digo que a mí me complicaba, porque yo nunca había sido infiel. Me dijo que la energía sexual se puede canalizar de distintas formas, que no era necesaria la penetración. En mi cabeza empezaron a pasar cosas como: “Lo conociste cuando estabas mal, hiciste trabajo espiritual, te fue bien, te cambió la vida, él te necesita ahora, no lo puedes dejar solo”. Entonces, le dije: “Bueno, pero sin penetración”.

Él me pidió que lo estimulara tocando mi propio cuerpo, pero de pronto se lanzó sobre mí y me violó. Al terminar, me pidió perdón, que no sabía lo que le había pasado. Yo me fui llorando. Menos mal que mi marido no estaba. Me bañé como si quisiera sacarme la piel. Me sentía asquerosa y aun así me sentía mal por pensar así del maestro. Fue horrible.

A. empezó a faltar. Él decía siempre que el que se alejaba nunca sería feliz.

- El lavado de cerebro era sutil, no era una amenaza directa, eran lecciones de años. Yo estuve cinco años participando ininterrumpidamente en las lecciones y en todas había algo que te iba manipulando. Me daba miedo cortar el vínculo, porque lo veía como a un padre, que ahora me necesitaba y yo lo iba a dejar solo porque estaba enamorada de mi pareja, lo que calzaba con la historia de Thara, que al final se enamoraba de un dios menor y era destinada a morir en una supernova. Sentía que iba a tener que pagar.

La logia Tallis no se juntaba desde que K. se había ido y A. se concentró en ir los miércoles, aunque cada vez le costaba más. Participó en otras experiencias espirituales y, a través de ellas, su inconsciente comenzó a expresarse. Aún con mucha culpa, le pidió a su maestro que la liberara del compromiso y él le concedió la dispensa. Con su pareja decidieron tener hijos, pero el primer embarazo lo perdieron a los casi tres meses de gestación.

- Me sentí castigada por haber abandonado al maestro, pero no se lo podía decir a nadie. Todavía seguía el delirio místico: Sentía que mi hija se había sacrificado. Me acordé que mi mamá, un año atrás, me había contado que había sido abusada en su infancia, entonces, de alguna manera, pensé que el aborto fue una purga y que mi útero se estaba limpiando de toda esta mierda.

Después de eso, A.y su pareja decidieron casarse. Como él había sido un discípulo y no sabía nada de Tallis, le propuso a Baeza que los casara. “Yo deseaba que dijera que no, pero, inicialmente, aceptó. Después, para mi alivio, se excusó. Nos casamos. Decidimos quedarnos con todo lo lindo que descubrimos de nosotros en el período de gestación”.

De regreso de la luna de miel, A. comenzó una terapia con una naturópata.

- A la tercera sesión, ella me dice: “Háblame de tu abuso”. Y yo lo primero que pensé fue: “Yo jamás he sido abusada”.

Recién entonces comenzó el proceso de reconocimiento, que se facilitó por el encuentro con E., quien mantenía contacto con K. y se empezaron a juntar.

Kahmir (diosa asignada a K.V.G.): la rebelde

K. estaba separándose de su marido, después de una larga relación de violencia intrafamiliar, cuando oyó hablar del CIEM. En su familia y colegio católicos, le enseñaron que las señoritas se sentaban con las piernas cruzadas, que la hermana mujer les sirve el té a sus hermanos varones. En la primera etapa de su matrimonio, en el que tuvo dos hijos, el abuso fue sicológico y cuando éste minó su ánimo de tal manera que no quería tener relaciones sexuales con su marido, comenzaron los ataques físicos.

- Ahí empezó la violencia física y verbal, la típica, que erís maraca, que tienes a otro. Un vecino con el que hablaba, me dijo: “A lo mejor este grupo te puede hacer bien, además, que te interesan estos temas” ¡Sí, me interesaban! Descubrí esa parte de mí que tenía guardada, porque hasta ahí yo era mamá y esposa no más. Había dejado la carrera al casarme y ni siquiera sabía qué música me gustaba…

Al separarse, K. se había distanciado de su familia, porque a su ex marido no le gustaban las visitas. Él la desprestigió, además, con sus vecinos, así que casi no hablaba con nadie. Empezó a ir al CIEM y se sentaba en la última fila. Un día, se cruzó de piernas y alguien le advirtió que eso no se hacía delante del maestro. Más que molestarla, ese tipo de rituales le pareció atractivo.

Primero fue invitada a pertenecer a la Logia Libertad y para eso debió someterse a un rito de iniciación, en que los aspirantes eran vendados y sometidos a diversas pruebas. En su caso, tendida en el suelo, sintió el peso frío de una espada que se posó sobre su vagina. Tiempo después R.M.C. le pidió sus datos para hacerle una carta natal.

- Y ahí me llaman a una reunión con él. La maestra me dijo que fui seleccionada porque el maestro vio algo especial en mí. Yo venía sintiéndome basura, porque mi exmarido me decía que si yo no estuviera en este mundo, no pasaba nada, que era así de insignificante, que por lo único que yo servía era por las pechugas para amamantar a los niños ¡Enganché altiro! Ella me dijo que me iban a invitar a un grupo donde tendría más acercamiento con el maestro, por lo tanto, más sabiduría, más estudios y me sentí especial. Y cerró la puerta detrás de mí, dejándome sola con él.

Él me dijo: “Tú eres una mujer hecha y derecha, estuviste casada”. Subtexto: “Ya tuviste sexo”. Y continuó: “Tienes hijos, te separaste, ya tienes una historia, por lo tanto, todo lo que te diga no debiese asustarte. En tu carta natal dice que tienes una energía especial, más encima eres escorpión, que son calientes”. Me dijo que se iban a hacer unos trabajos de índole sexual, para lo cual yo era precisa. Que había llegado ahí para eso.

Intuyendo que a K. le gustaba la pedagogía, le dijo que tal vez, más adelante, podría ayudarlo con las charlas y que sería la encargada de enseñar la expresión corporal a todos. K. quedó de pensarlo y mientras salían él le pidió que se sacara una foto carné, porque la necesitaba.

- Lo que sabemos ahora es que el viejo hacía brujería con las fotos. Yo le dije: “No tengo ningún peso” y él me respondió que no me preocupara, que él pagaba. Y a mí que alguien me pagara algo, era como: “Me valora, soy importante”. Al próximo miércoles fui contenta a la reunión porque ya había tomado la decisión de aceptar. La verdad es que no me vi teniendo relaciones con él. Pensé que el trabajo sexual sería algo esotérico, espiritual. No pensé que era de contacto directo.

Cuando K. le comunicó la decisión, el maestro la besó. Le dieron asco sus bigotes, pero lo olvidó de inmediato.

- Después de eso, vino este 8 de marzo de 2010, donde fuimos a ese restaurante y conocí a las demás elegidas. Yo, hasta ahí feliz, más encima con el libro: información, lectura ¡Qué rico! ¡Esto es lo mío! Este es mi premio por todo lo que sufrí antes. Después, comenzaron las reuniones de Tallis y los juramentos que nos hacían repetir sobre silencio y lealtad, que eran como un taladro aquí-, dice apuntándose las sienes.

K. fue bautizada como “Kamhir” con la misión de “abrir el chacra de la corona en los habitantes de este planeta. Por allí entrará Ka, el haz de luz que trae la buena nueva y el nuevo mundo”. Ka, era, nada menos que el propio Baeza. Kamhir no está castigada en la Tierra, sino que “enviada en misión de combate. Nadie imaginó que caería en la trampa del hombre terrestre y se entregó perdiendo la mitad de su poder. Como ya estaba en el infierno, aquí la dejaron con la misión de buscar dónde recuperar el poder perdido”, decía la descripción que él leyó en su incorporación. En un papel personal, le escribió: “Kamir: es la dueña de los actos inconscientes del Maestro”.

- La R.M.C. decía a viva voz los juramentos que nosotras debíamos repetir. Ella decía: “Si alguna no está de acuerdo, este es el momento para que se vaya”. ¿Quién se iba a ir? Las amenazas se hacían gota a gota, indirecta tras indirecta, de una forma muy eficiente. Desde que empecé a ir a la logia Tallis, empecé a soñar que estaba encarcelada. Estuve en todas las cárceles posibles, porque todas las noches era una distinta. Yo quería escapar, pero la cárcel estaba en mi interior.

K. recuerda que en las reuniones secretas, Baeza enseñaba a practicar ritos que, sin decir que eran de magia negra, para ellas eran evidentes. “Para tener dinero, por ejemplo, nunca dijo que teníamos que invocar al diablo, pero sí que la plata no se le pedía a Dios, sino que ‘al otro lado’”. Las reuniones de Tallis se hacían en la sede del sindicato, pero en otro horario. K. recuerda que le comentó al maestro que no podría seguir yendo. Ya iba los miércoles apenas, porque tenía que pagarle a alguien que se quedara con sus hijos y sus ingresos eran insuficientes.

- Él me dijo: “Búscate a una persona, ojalá a una amiga que quiera a tus hijos y que los cuide como si fueras tú, y yo te voy a pasar la plata para que le pagues”. Yo me sentía tan sola con mis hijos. Que alguien que no fuera yo se preocupara por ellos fue invaluable. Pensé: “Este caballero me quiere, valora a mis hijos”. Entonces, encontré a una amiga que estaba sin pega y él le pagaba súper bien. Y si me demoraba en regresar a la casa, él le pagaba el taxi para la vuelta. Entonces, ya no tenía cómo decir que no.

En ese mismo período, K. le contó que estaba postulando a un trabajo en la Municipalidad de Pudahuel y Baeza le dijo que lo diera por hecho, porque era muy amigo del alcalde. “El Jonnhy Carrasco hace lo que yo quiero, así, tal cual lo dijo”, relata. Al día siguiente de esta conversación, K. fue notificada de que había sido aceptada en el trabajo.

- Dos meses después de invitarme a Tallis, me citó a un motel. Y yo también pensé que a última hora me iba a decir: ¡Pasaste la prueba!

K. tenía un auto pequeño en que, según acordaron, pasó a buscarlo al Parque Almagro, en el centro de Santiago. K. estaba leyendo un libro sobre la dictadura.

- Lo tenía en el asiento trasero y él lo vio al subirse. Me dijo: “Para qué estás leyendo esos libros. Ahí hay pura tristeza. A mí me torturaron y fue terrible. No me quiero ni acordar. No leas esto, te hace mal, pero hoy me vas a hacer olvidar todo eso.

Al entrar al motel, según el relato de K., él iba mirando las habitaciones y escogiendo una que tuviera buena “energía” y le dejaba una propina suculenta a la mucama.

- La primera vez me dijo: “El día que yo hago este trabajo con ustedes nunca como, para estar purificado”. Y, para mí, eso era una señal de que esto era importante. Él quería que yo, por ser bailarina, me sacara la ropa de algún modo sexy y a mí no me salía. No podía actuar. Y me violó. No tuvo ni un cuidado, ni un gesto cariñoso. Para él, nosotras éramos esclavas sexuales, nada más.

“Siempre pensé que era una prueba, que íbamos a llegar al motel donde me había citado y que me iba a decir que había dado muestras de mi lealtad y que me iba a dejar ir. Yo tenía que ir con falda y cuando entramos a la habitación, me pide que me arrodille sobre la cama y que me ponga la daga apuntando al cuello. Me dijo que ese era un trabajo fome, pero que había que cumplir. Que no lo pensara mucho. Y con esa espada había un juramento que no recuerdo en detalle, pero al finalizar dijo que si la sacerdotisa no quería hacerlo, se tenía que suicidar con la daga, ‘pero como tú lo quieres hacer, no hay problema’. Ahí me da vuelta y yo pienso: ‘No quiero ser violada’, pero para mi sorpresa, no había tal prueba, sino una violación. Hice todo lo que me pidió, pero no me tuve que desvestir, ni excitarlo, nada. Él hizo su trabajo no más”, cuenta A. y se quiebra.

Con los cursos que empezó a dar, K. comenzó a sentirse mejor consigo misma. En la misma Municipalidad, además, se inscribió como alumna en un curso de soldadura al arco, que siempre había querido hacer.

- Empecé a tener amigos que me valoraban y me empecé a sentir que ya no encajaba en las reuniones de los miércoles, pero tampoco atinaba a salirme. Incluso, en esa época fueron los dos encuentros que tuve con él en un motel y seguía soñando con la cárcel. Un día, que mi amiga no podía cuidarme a los chicos, la reunión se hizo en mi casa. Él llegó antes, supongo que a propósito, dándoselas de galán y eso sí que me resultó patético. Y que estuviera con esa actitud en mi hogar, cerca de mis hijos… Sentí que podían estar en peligro. Y así ¡paf!, se quebró el hechizo.

K. sintió que algo sucio y vergonzoso rozaba un espacio sagrado. “Era como que ensuciara mi casa. En ese momento, antes de que llegaran las chiquillas, me ofreció así, de sopetón, que dejara mi trabajo, que sólo me dedicara al arte, a bailar, a mis hijos, que él me mantenía y me pagaba el departamento, mercadería, todo, con tal de que estuviera siempre dispuesta para él. Ahí ya se me terminó de caer”. K. lo llamó un par de días después y lo citó a un lugar que él frecuentaba con sus alumnos para comer completos. Él llegó antes y la esperaba con un jugo de naranja.

- Le puse encima una cajita con la daga y todas las cosas que nos había dado. Le dije: “Te vengo a decir que no creo nada de lo que dices. Mi energía es mía, no te la voy a dar nunca más. ¡Eres un viejo chanta! Él se puso a llorar y empezó a hablar, porque él tiene mucha labia. Me dijo que yo era una niña y que no había entendido nada y que él estaba dispuesto a perdonarme, cuando estuviera más madura. Eso me recordó lo mismo que me dijo mi marido, cuando le dije que me quería separar. Él también me dijo que yo era una “niña” y que estaba confundida. ¡Me dio tanta rabia! Me paré hirviendo, enyegüecida, empujé la mesa contra su cuerpo. Los jugos salieron disparados. Todo el mundo miraba. Me agarró el brazo con fuerza y me dijo: “Tú sabes que eres mía y para toda la vida y todas las vidas, vas a ser mía, porque ya hiciste un juramento y hemos hecho trabajos espirituales que nos unen con el cordón azul”. “¡No te creo nada huevón, nada!” Y me fui, súper enojada.

K. dice que al día siguiente la llamaron de la municipalidad para decirle que estaba despedida, pero no se arrepintió de su decisión. Eliminó todos los vínculos que tenía con Tallis, excepto con E. En los años que vinieron trabajó en las más diversas ocupaciones, desde profesora de pilates a chofer del Transantiago. Pero un día, la agresión de un conductor gatilló en ella una intensa depresión, con pensamientos autodestructivos. Se sentía en peligro y pidió ayuda.

Mérope (diosa asignada a E.P.G.): la servidora

E. llegó al CIEM en octubre de 2009, después de una serie de relaciones que dañaron su autoestima, que la volvieron una mujer insegura, que se sentía fea e indeseable. A. le habló de esta escuela y de su maestro “un anciano súper sabio” que podía ayudarla. En 2009, la ingeniera había dejado su trabajo en una empresa eléctrica, porque le causaba contradicción el daño ecológico que provocaba.

- Quería dedicarme a algo más natural y que no le hiciera daño a nadie. Estaba viviendo con mi familia, pagando el pie para un departamento, y dedicada a un negocio en donde hacíamos artículos de meditación, de yoga y vendíamos alimentos naturales. En esa parada andaba cuando la A. me invitó al CIEM. La directora de la Escuela me hizo una pequeña entrevista y me aceptó como participante.

El lugar a E. le pareció maravilloso. La mayoría de los asistentes eran mucho mayores que ella.

- Estas personas se mostraban como una familia espiritual. Para mí conversar con alguna de esas señoras era como conversar con una mamá sabionda. Podíamos hablar de metafísica y de todas esas cosas que no podía hablar con mi madre, pues ella es evangélica. Al principio, no podía mirar mucho al maestro, ni interrumpirlo con preguntas ni comentarios. La directora de la Escuela me hizo sentarme al final de todos, pues yo no estaba iniciada ni mucho menos. Era como una visita. Por mi parte, trataba de hacer las cosas con respeto y cuando terminaba la reunión, me iba, pero como con la sensación de haber recibido una joya del “maestro”. Siempre parecía hablar de cosas que justo a una le estaban pasando y decía lo que una necesitaba escuchar. Me iba con esa gratificación.

Después de varios miércoles, fue notificada de que el maestro la quería iniciar. E. sintió cierta resistencia, pues no deseaba reemplazar el bautismo que había recibido en la Iglesia Católica. Temió que se tratara de una secta.

- La directora de la Escuela me dijo que ahí había gente de las más diversas religiones, pero que si no quería ser iniciada no regresara más. Era tan drástico, que yo acepté y me encomendé a Dios. Una vez allí, me di cuenta de que éramos varios aspirantes, entre ellos, la K. Nos pusieron una venda en los ojos y nos dieron unas vueltas como para que nos desorientáramos, pero igual sabíamos que estábamos en el sindicato de folcloristas. Entramos a un lugar donde no sabíamos si estábamos solas y sentí unos golpes como de una espada en los hombros. Era como que te indicaban que tenías que arrodillarte. Alguien empezó a hablar. Era la voz de Tito Fernández. Recuerdo que decía: “Desde ahora tu pasado quedó atrás y ahora tú no eres más la persona conocida como E.P.G. Ahora eres parte de esta escuela. Repite conmigo” y empezó como un juramento que era de lealtad. Me hizo ruido que esta lealtad no fuera hacia la hermandad, sino que hacia él, de obediencia al maestro, lealtad al maestro, discreción, silencio. En ese momento me había puesto la punta de la espada en el cuello, en la zona de la tráquea. Aunque estaba vendada, sabía que eso era un arma ¿Qué podía hacer?

Tras repetir el juramento, le sacaron la venda y vio que traían a K., a quien hizo recostarse en el suelo, con las piernas y brazos abiertos, en forma de estrella y le puso la punta de la espada sobre la vagina. “Me pareció que era un acto humillante y que, en comparación, a mí no me había pasado nada”, dice. Esa tarde, la anciana que dirigía la escuela, les dio unos papelitos asignándoles un nuevo nombre escrito con letras rojas, mientras el maestro decía: “Un hermetista sabe que para hacerle daño a otra persona, tiene que hacerlo a través de este nuevo nombre. No somos más lo que éramos. Después de iniciarnos, somos como nuevos”.

- Baeza decía que se formó en el Instituto Filosófico Hermético y ese día nos reveló el nombre real de la Escuela. Dijo que no era Centro Integral de Estudios Metafísicos, como se le conocía sino que era CIEN: Control Inteligente de las Energías Naturales, algo mucho más poderoso que la metafísica. Ahí como que la cosa empezó a oler a algo más oscuro. Recuerdo que nos invitó a comer a una picada y a mí la comida me quedaba atravesada, pues, como que se me murió el maestro. A él le gustaban todos esos lugares donde lo reconocieran y le dijeran: “Don Tito”. Esa noche llegué a la casa con una sensación amarga. Desde ese día, yo empecé a ser un poco el pepe grillo de la A., comencé a decirle esta cuestión no me tinca y ella me respondía: “No hables así del maestro, porque es muy especial y es sabio”. Yo trataba de hacerle caso a A. y convencerme a mí misma de que la equivocada era yo.

A fines de 2009, los discípulos celebraron el cumpleaños del maestro en La Hacienda del Gaucho, en Plaza Italia. Esa comida se costeaba con la cuota mensual de los estudiantes.

- En esa ocasión, nos entregó un sobre a cada y uno dentro del mío había un papel que decía “libertad” y “sinceridad”. Dijo que eran palabras claves para el próximo paso que íbamos a dar, y que a cada uno le tocó algo para trabajar. Yo pensé: “Este viejo tiene poderes especiales ¡Me descubrió!” Entonces pensé que yo estaba mal, me había convertido en la oveja negra y decidí tratar de portarme bien.

Un miércoles R.M.C. pidió a cada de las jóvenes los datos para armar la carta natal y se les asignaron funciones de acuerdo con sus características. A K., se le dio la tarea de ayudar a los demás con su expresión corporal. A., secretaria, quedó como asistente del maestro.

- Y a mí me puso como hermana hospitalaria. Él se dio cuenta de que a mí me gustaba esta onda de servir, de ayudar a los enfermos y acompañar al necesitado. Dijo que nosotras éramos como las maestras en estos cargos así que subíamos de grado. Para que yo desarrollara bien mi labor, me pasaron el listado de todos los hermanos con datos, para poder contactarlos cuando se ausentaban. En febrero de 2010, empezaron a llegar estos correos misteriosos. Para mí era súper raro que ese personaje que nunca me pescaba delante de los demás, me escribiera correos tan cercanos. Cuando me llegó el email que era para A., me di cuenta altiro de que se había equivocado. Cuando se lo hice notar, me dijo: “Los errores no existen”.

A. confiesa: “Me contacta su hija y me dice: ‘Mi papá está pésimo’. Lo fui a ver a su casa, a un despacho que tiene, y después de conversar un rato, le digo: ‘Cómo te puedo ayudar’ y él me mira y me dice: ‘Tú sabes cómo’. Ahí se me cayó el mundo. Yo llevaba cuatro años con mi pareja y le digo que a mí me complicaba, porque yo nunca había sido infiel (…) Entonces, le dije: ‘Bueno, pero sin penetración’. Él me pidió que lo estimulara tocando mi propio cuerpo, pero de pronto se lanzó sobre mí y me violó. Al terminar, me pidió perdón, que no sabía lo que le había pasado. Yo me fui llorando. Menos mal que mi marido no estaba. Me bañé como si quisiera sacarme la piel. Me sentía asquerosa y aún así me sentía mal por pensar así del maestro. Fue horrible”. Baeza comenzó con E. un intercambio epistolar confidencial.

- Después del terremoto me dijo que era muy importante que nos juntáramos porque si no, ese año iba a ser nefasto, que ya había empezado mal y que teníamos trabajos que hacer, para los que se requería mi ayuda. Ahí ya te empezaban a hacer sentir como responsable de algo que no sabías. Fui a juntarme con la R.M.C. y me dijo que el maestro se había fijado en mí y que él era un hombre mayor que necesitaba de nuestra energía, sobre todo de las mujeres más jóvenes. Yo intenté preguntar: “¿Cómo puedo darle esa energía?” Y me dijo: “¡Todas sabemos cómo podemos darle energía a un hombre!” “Yo no sé” “Sí sabes. Todos los hombres necesitan lo mismo” “¿Esta cuestión significa que tengo que intimar con el maestro?” “Te digo, todos necesitan instancias” “¿Tú estarías dispuesta a ayudar?” “Sí, pero no sé cómo” “Ahí vas a saber” y me hizo pasar a otra salita. Estábamos en el sindicato pero un día fuera de la reunión habitual, como a las ocho y media. Yo pensaba que estaba sola con ella, pero en esa otra sala estaba él: “¿Ya hablaste con la R.M.C.?” “Vengo de eso”. Él se acerca rápidamente y como yo andaba con falda, porque nos decían que así nos conectábamos mejor con la naturaleza y la energía, me mete la mano por debajo de la falda y me empieza a tocar y a besuquear al mismo tiempo. Yo no supe qué hacer. “Es para ver qué tan dispuesta estás a ayudarme”.

E. tuvo la sensación de querer empujarlo, pero, en su mente se reprochaba querer hacerle daño a un anciano, a su maestro.

- Era tanto mi ruido mental y mis contradicciones internas, que no hice nada. Salimos y la R.M.C. nos estaba esperando y al ver que “todo estaba en orden”, cierra la puerta y mientras vamos saliendo él me dice: “Te va a llegar un correo”.

Así empezó a recibir las instrucciones para ir al motel de Ejército con Toesca. En esos días, se estaba muriendo una tía de E. y en un principio, no atendió los insistentes llamados de Baeza.

- Él me llamaba harto, a cualquier hora. Yo a veces estaba con mi socio en los negocios o con mi tía enferma y todos me decían: ¡Contesta!, pero yo no podía. Me imaginaba que me iba a hablar románticamente y no sabía qué hacer frente a eso. Mi tía murió y él estaba pendiente de que el funeral fuera luego y quedamos de juntarnos el 29 de marzo de 2010. Yo había hablado con A. y ella me decía que creía que esto era una prueba, pero yo sabía que el viejo ya me había agarrado a besos, entonces, como que estaba medio frita. No fui capaz de ponerle freno a esta situación y fui y ahí en el motel, hizo toda una parafernalia espiritual. Sacó una daga, con mi nuevo nombre inscrito: Mérope. “Esto no es lo que tú te imaginas. Vamos a hacer un trabajo espiritual. Vamos a limpiar esta habitación” e hizo el show con la daga, como que sacaba larvas energéticas, porque “los moteles están contaminados con mucha energía de lujuria e infidelidad”.

Al entrar a la logia Tallis, E. había recibido un segundo nuevo nombre. Ahora era Mérope, la séptima de las Pléyades. Mérope, se le dijo, “brillaba con menos intensidad” que sus hermanas, por ser la única que había contraído matrimonio con un mortal. “Mérope está a cargo de los sufrimientos del mundo y debe trabajar para aliviarlos”. El papelito que le entregaron con su misión, decía: “Mérope está a cargo de los sufrimientos del Maestro y es quien puede aliviarlo de su pesada carga. Es su Confidente y Consejera”.

- Me puso la daga en el cuello y me dijo: “Antiguamente, cuando las sacerdotisas no querían servir a su maestro, ellas aprovechaban esta oportunidad para suicidarse, porque era mejor suicidarse que decir que no”. Yo todavía estaba con ropa, de rodillas en la cama. Él de pie, con la daga en la mano derecha, se acerca y la siento aquí, en mi cuello, mientras me decía: “Repite conmigo”, y me hizo hacer un juramento de que íbamos a tener siete encuentros para afianzar esta unión con la logia Tallis. Yo repetí mecánicamente, con miedo. Él me decía que si no lo hacía, todo sería peor. Finalmente, una piensa mucho en su familia, en sus más cercanos, y no te atreves a decir que no.

Como a las demás, Baeza también la violó. “Me miraba con la cara del típico viejo verde que una se cruza en la calle, que de sagrada no tenía mucho, pero yo hasta me sentía mal por observar ese tipo de detalles”, agrega E.

- Para mí fue doloroso y asqueroso. Él no usó ninguna protección y no se lavó. Lo que más me pasaba por la cabeza era: “¿De qué mierda me voy a enfermar?” No pensé en embarazo, pensé en infecciones.

E. tuvo cuatro encuentros idénticos, fríos, humillantes, sintiéndose obligada.

- Como si eso fuera poco, además, él tenía la desfachatez de hacer comparaciones entre nosotras. En mí, eso reabrió viejas heridas. Me decía cosas para que me sintiera penca y como que tenía que esforzarme más para que estuviera contento conmigo. En las reuniones de Tallis, siempre nos decía: “Ustedes se tienen que amar como si fueran hermanas y amarme incondicionalmente. Tienen que ser como una sola para servirme, para que tenga energía para hacer mi trabajo” y, sin embargo, cuando estábamos por separado, nos metía pequeñas envidias a partir de las comparaciones. Nosotras, en vez de cuestionarlo a él, sufríamos. Cuestionarlo iba en contra del maestro, y nos reprimíamos de pura culpa.

En sus lecciones, Baeza usaba textos que advertían de la tentación que sentían los discípulos de poner en duda al maestro, después de conocerlo como ser humano: “Ten cuidado con la pérdida del respeto por el Maestro. Eso sería el fin de tu búsqueda porque marca el sitio exacto hasta donde llegaste y repetirás la historia una y mil veces. Por eso no hay que suponer cosas del Maestro. No hay que imaginar cosas del Maestro. No hay que intentar descalificarlo. Hay que tomar la enseñanza que transmite y no cuestionarla”.

“Mañana vas a cumplir 40 años: ya no te casaste, no tuviste hijos, profesionalmente estás obsoleta. Piensa, en tu padre tan enfermo, necesitas llevar plata a la casa y la mejor forma en que puedes hacerlo es así: yo tengo cuatro amigos, que puedes atender de lunes a viernes, y nosotros te aportaríamos con 100 lucas cada uno. En un mes, te haces dos palos”, afirma E.

Otro afirmaba que los discípulos más aventajados podían ingresar a “La Cámara Secreta”: “Los Miembros de la Cámara Secreta pasan pruebas muy duras y difíciles. Sin embargo, las enfrentan con una sonrisa y se entregan a la preparación para recibir el Poder sin preguntar y sin juzgar”. E. empezó a engordar. En poco tiempo, aumentó alrededor de 40 kilos. Hoy siente, dice, que saboteó su cuerpo para que nadie se le acercara, ni la mirara, ni le dijera cosas en la calle.

- Quería pasar lo más desapercibida posible. Ya no quería nada con nadie. Desde la primera vez, cuando me tocó la vagina, mi vida sexual se fue a la mierda. Sentía que si volvía a estar con algún hombre, le iba a hacer daño, lo iba infectar de ese bicho llamado Tito Fernández. Me lo prohibí a mí misma y para que fuera efectivo, me afeé, cuáticamente.

Esos cuatro encuentros ocurrieron entre marzo y julio de 2010.

- Siempre tenía la duda de si lo estaba culpando sin razón, o si en verdad el viejo era malo y turbio. La cuarta vez le dije, con mucho respeto, que no tenía ganas de ir, que cumplir con ese compromiso para mí no era agradable y que, además, cuando apagaba el teléfono para estar con él siempre pasaban cosas malas. Entonces, él aprovechaba el impulso y me decía que cuando uno hace algo bueno para uno, todo lo demás se opone y los profanos hacen pataletas.

Siempre encontraba una explicación a su favor. De todos modos le dije: “Si podemos dejarlo hasta aquí sería súper bueno. Podemos conversar, hagamos otra cosa. No sigamos con esto”. Me respondió que ese encuentro tenía que ocurrir, porque ya estábamos ahí, que la cuarta vez era la más importante, porque sellaba la unión con el cordón azul. Me hizo pretender que yo estaba tomada de las manos con las demás chicas y que formábamos una estrella y que estábamos todas unidas desde nuestros genitales hacia los suyos y lo que le pasaba a una, le pasaba a todas, que si le deseábamos bien a él, todas estábamos bien, pero si le deseábamos mal, todas estaríamos mal. Me hizo comprometerme a tener ese cuarto encuentro, pero los tres que faltaban quedarían pendientes para cuando él tuviera una necesidad especial.

En sus lecciones, Baeza usaba textos que advertían de la tentación que sentían los discípulos de poner en duda al maestro, después de conocerlo como ser humano: “Ten cuidado con la pérdida del respeto por el Maestro. Eso sería el fin de tu búsqueda porque marca el sitio exacto hasta donde llegaste y repetirás la historia una y mil veces. Por eso no hay que suponer cosas del Maestro. No hay que imaginar cosas del Maestro. No hay que intentar descalificarlo. Hay que tomar la enseñanza que transmite y no cuestionarla”.

Al llegar a su casa, E. sentía que se le notaba de dónde venía y, sin mirar a sus padres, se bañaba por largo rato, “para sacarme una mugre que nunca salía. Tenía una sensación de culpa, vergüenza y de todo lo malo”. E. intentó conformarse con que aquella había sido la última vez. Le pidió una cita para devolverle las cosas que le había dado, porque ya no las iba a ocupar más.

- Era un día domingo y él estaba en su oficina viendo una final de fútbol. Cuando pone el letrero en la puerta “En terapia”, su mujer sabe que no tiene que entrar. Me dijo que le daba una pena negra que le devolviera esas cosas, porque eran para que yo hiciera mi trabajo. Me dijo que tenía que prometerle que yo igual iba a seguir yendo a las reuniones, porque de lo contrario las demás chicas también iban a querer irse y me prometió que me liberaría esa misma noche. Recuerdo que cuando iba de regreso a la casa, me sentía extraña y me preguntaba: “¿La habré cagado? ¿Por qué le doy esta pena tan grande? ¿Será que yo estoy actuando mal?”.

E. siguió yendo a las reuniones de Tallis, aunque con menos frecuencia, y de pronto el maestro empezó a insinuar que quizás ella era lesbiana y pidió que una de las chicas se ofreciera de voluntaria para ayudarla a salir del clóset.

- K. y A. miraron hacia la muralla, pero una cuarta integrante dijo: “Yo le ayudo”, se paró y me dio un beso apasionado, mientras él y R.M.C. miraban. Después, esta chica, que todo lo sexualizaba, empezó a molestarme diciéndome: “Acuérdate que nosotras tuvimos algo”. Lo tiraba como talla, pero a mí me caía bomba. Apenas me di cuenta que él se relajó un poco, me salí y pensé “no vuelvo más a esta lesera”.

E. recuerda que cada vez que intentaba alejarse, él le enviaba mensajes para que regresara, hasta que en 2014 tuvo el accidente vascular. A. la llamó llorando y E. se conmovió y se unió a la cadena de oración por su salud.

- Cuando él volvió a su casa y empezó a recuperarse, yo, la muy… lo llamo para saber cómo estaba y me dice: “Recuerdo que tú ibas a estudiar esta cosa de los imanes y eso me ayudaría mucho en este momento, porque estoy con insomnio y quedé con unas secuelas que me impiden cantar. Si me puedes ayudar con eso, te lo agradecería mucho”. Acepté, pensando que tenía una deuda con él por no haber llegado hasta el encuentro número 7. Yo no quería cobrarle, pero él insistió en pagarme. Le puse un precio de 20 mil pesos la sesión, pero él me depositaba 50 mil pesos y me dejaba con esa sensación de que seguía endeudada con él.

Al despedirse, él mismo le recordaba la deuda e intentaba besarla en la boca.

- A fines del verano del 2015, llegué a ponerle los imanes y el viejo estaba solo en su casa. Me pidió que lo atendiera en el cuarto de su hijastra, que estaba todo lleno de espejos y en el techo había un ventilador. Estaba pasado a gato, lo cual me producía mucha alergia. Le puse los imanes y él me dijo: “¿Cuánto rato más tengo que estar con estas cuestiones? Tenemos que aprovechar que estamos solos para pasarlo bien”. Yo no lo pesqué, pero cuando se terminó la sesión, se bajó los pantalones. Era todo muy patético. Yo le dije que se los subiera, pero a la siguiente sesión, cuando llegué puso el cartel de “En Terapia” en su puerta y me dijo que se había tomado un viagra. “¿Te acuerdas que tienes una deuda conmigo?”

Baeza le dijo que tenía insomnio y que por su salud, necesitaba eyacular, para poder dormir bien. “¿A quién más le voy a pedir, si a tus hermanas les enseñé que los hombres no deben eyacular?”. E. aceptó estimularlo.

- Él me decía que cuando un hombre eyacula lo único que quiere es que la mina desaparezca rápido. Yo entendía que tenía que irme. Le daba un beso en la frente y me iba a deambular por ahí, sintiéndome pésimo. El 8 de marzo del 2016, me citó a su casa porque me tenía de regalo de cumpleaños mi carta natal. Me dijo que esta mostraba que para lo único que yo servía era para satisfacer sexualmente a los hombres y que los piscis éramos muy serviciales y que si esa capacidad la llevábamos al plano sexual, éramos como geishas que podían hacer feliz a cualquier hombre. “Tú eres así y yo lo sé”, me dijo y yo le respondí: “¿Tú ves cómo estoy después de todo lo que ha pasado? ¿Te acuerdas cuando me conociste? Yo era flaca, normal, tirando para bonita ¡Mírame como estoy!”.

Él siguió inmutable con su discurso y le dijo que no importaban los kilos de sobrepeso: “¿Qué vas a hacer a estas alturas de la vida, E.? Mañana vas a cumplir 40 años: ya no te casaste, no tuviste hijos, profesionalmente estás obsoleta. Piensa, en tu padre tan enfermo, necesitas llevar plata a la casa y la mejor forma en que puedes hacerlo es así: yo tengo cuatro amigos, que puedes atender de lunes a viernes, y nosotros te aportaríamos con 100 lucas cada uno. En un mes, te haces dos palos”. Ella le dijo que eso se llamaba prostitución. Él, que era un trabajo sagrado.

- Sentía que tenía la cabeza llena de pura mierda que él me había metido y tenía la necesidad de limpiarme. Entonces, agarré la afeitadora y al día siguiente, que era mi cumpleaños, me presenté en la escuela pelada y no fui nunca más.

Luego, por un amigo, E. se enteró de que Tito Fernández le comentó que ella era una tonta por no usar su “poder” para subsistir. Él mismo la llevó del brazo a una comisaría a denunciar lo que había vivido y, como no fue acogida, recurrió a la Fundación para la Confianza, que la derivó a un Centro de atención reparatoria a mujeres víctimas de agresiones sexuales, CVS, dependiente del Sernameg. Allí comenzó una terapia psicológica y psiquiátrica, a la que se sumó K. y más tarde, A. Juan Carlos Sepúlveda, abogado de Tito Fernández, ante consultas de The Clinic, dijo que por el momento su cliente no respondería preguntas sobre el caso. Desde la querella de E. las reuniones del CIEM que se realizaban en el sindicato de folcloristas se suspendieron.

E. fue la primera que decidió llevar el caso a la justicia, como parte de su proceso reparatorio. No solo presentó una querella por abuso sexual y violación, sino que ha debido solicitar protección y una serie de medidas cautelares, pues desde que la querella se filtró a un medio de comunicación, ha recibido constantes llamadas de hostigamiento, algunas desde la propia oficina de Tito Fernández. La última represalia que recibió E. fue el envío de una papa tallada como una cara, pinchada con alfileres de magia negra. Pero E. ya no tiene miedo. Ahora, dice, le da risa.

María Ignacia Veas, psicóloga del CVS Mujer Metropolitano, explicó en nombre de la entidad que ese organismo no se puede referir a ningún caso que lleven, en resguardo de privacidad las víctimas, pero que, en términos generales, “en una sociedad en la que se tiene la imagen muy rígida y estereotipada de lo que es una agresión sexual y una víctima, es muy difícil poder relatar hechos y conductas que no se ajusten a esos estereotipos, sin recibir cuestionamientos”.

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2. Los masones chilenos se desmarcan del cantautor Tito Fernández y su secta.

FUENTE: The Clinic

 

 

Después del reportaje de Alejandra Matus en The Clinic sobre “Tallis, la logia secreta de Tito Fernández y los sacrificios sexuales de sus discípulas” (reproducido como primer artículo en este mismo boletín), la Gran Logia de Chile, conocida como la organización que representa a los masones en este país, sacó una declaración pública con algunas precisiones. Fue publicada en la web de The Clinic al día siguiente de la aparición del reportaje.

A través de un texto hecho llegar a este medio señalan que tras las consultas que han recibido deben precisar en primer lugar que “El señor Humberto Baeza Fernández, conocido por su nombre artístico ‘Tito Fernández’, y la persona que aparece mencionada en el reportaje, no son ni han sido miembros de la Orden Masónica”.

En segundo lugar sostienen que “el uso del concepto ‘logia’, que habría sido utilizado, según se denuncia, tiene un carácter engañoso, con propósitos que no corresponden a los objetivos y prácticas masónicas”. En un tercer punto aseguran que las “prácticas y ritos que se señalan en el reportaje, no constituyen ritos o procedimientos masónicos”.

Finalmente declaran que “los usos y ritos masónicos tienen como propósito el respeto y la dignificación de las personas, su integridad moral y su fortalecimiento ético, y persiguen las buenas prácticas dentro de la sociedad, en un contexto moralizador y emancipador espiritual”.

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3. El acusado de abusos sexuales en su secta se defiende: “no he hecho nada”.

FUENTE: The Clinic

 

 

Humberto Baeza Fernández fue el último invitado al programa “Cada Día Mejor” de la Red, donde abordó las acusaciones de violación que publicó The Clinic en su contra. “En mi vida han habido sucesos de tipo sexual pero nunca han terminado mal, en el sentido que alguien se haya podido quejar de eso”, dijo a Alfredo Lamadrid. Lo leemos en The Clinic, en este artículo publicado el pasado 7 de enero.

Además agregó que “el problema es que no encuentro la justificación de esto. A mí me liquidaron, ¿quién me saca el estigma de violador? Algo debe haber pero no me imagino qué. Me quedé sin trabajo, no me han llamado de ninguna parte ni me van a llamar. ¿Quién va a llamar a un violador?”. El hombre justificó su accionar diciendo que “aquí no hubo relaciones románticas que yo sepa. Yo interpreté mal algunas señales, seguramente. Pero ese fue mi gran error”.

“Espero que se haga justicia, se diga que soy inocente y veremos qué pasa… lo único real es que yo tuve sexo con estas mujeres, más de una vez, en forma consensuada. Por eso lo hicimos varias veces, no una sola”, aclaró. Las mujeres que acusaron a Baeza Fernández como abusador, también sindicaron que el hombre era líder de una logia llamada Tallis. Y aunque reconoce haber tenido sexo con quienes aparecieron en el reportaje, niega que haya sido a la fuerza.

“En primer lugar, yo no soy un violador, no lo he sido, no lo soy, ni lo seré jamás. ¡Por favor, créanme! Estoy pasando por un momento muy malo, pero ustedes saben que tengo razón. No he hecho nada… bueno, nada. Y estoy muy achacado por esta situación, y muchas gracias por haberme apoyado porque aquí es donde se conoce a la gente. Ahora no sé si volveré a cantar, yo creo que sí… y para eso tengo que luchar”, cerró.

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4. El mundo esotérico chileno en el que surgió y se desarrolló la secta Tallis.

FUENTE: The Clinic

 

 

Mientras la justicia indaga las acusaciones sobre abusos sexuales y violación que habría cometido Humberto Baeza Fernández, El Temucano, cuando era maestro en un instituto de estudios esotéricos, The Clinic reconstruyó los inicios de su formación en las ciencias ocultas y las redes que construyó hacia otros institutos de conocimientos y terapias alternativas. Entérese aquí del bizarro mundo en que coexisten ufólogos, chamanes y personajes de televisión, tal como explican A. Matus, B. Miranda, V. Collao y J. Romero en este medio.

Cristina, una bailarina clásica formada en la Universidad de Chile, se encontró a comienzos de los años 80 en una disyuntiva. Necesitaba trabajar y no encontraba más posibilidades que integrarse al elenco del humorista Daniel Vilches, por entonces uno de los pocos artistas con autorización para trabajar de noche. Para ayudarla a dejar sus prejuicios atrás, un profesor le contó la anécdota de una gran figura del ballet francés que complementaba sus ingresos trabajando en un cabaret en Montmartre y así Cristina se incorporó a la noche revisteril. En ese ambiente conoció a Humberto Baeza Fernández, el cantautor Tito Fernández.

El artista, relata la ex bailarina a condición de que no revelemos su verdadera identidad, era un invitado estelar que hacía giras con el grupo y que, en ese tiempo, “estaba muy mal, muy alcoholizado”. Una de las compañeras de baile, dice, era Ana María Sánchez, una mujer carismática que era envidiada, pues trabajaba en el Festival de la Una y ganaba buen dinero.

El Instituto Filosófico Hermético

Uno de esos veranos ochenteros, Vilches montó en Viña del Mar su espectáculo “Curvas-Viña-Risas” y los humoristas, bailarinas y estrellas invitadas, como El Temucano, pasaron tres meses viviendo juntos. “Hasta donde sé, Ana María ya era parte, antes que Tito Fernández, del Instituto Filosófico Hermético (IFH)”, una secta que dirigía hasta su muerte (en febrero de 2018), Darío Salas Sommer, conocido entre sus seguidores por su seudónimo John Baines. “La Ana María invitó a una amiga mía al IFH y, a través de ella, a mí. Y también llevó al Tito Fernández”.

Inicialmente, los nuevos seguidores de Baines se reunían a mirar videos con enseñanzas suyas mientras estaban en Viña, pero luego, en Santiago, lo conocieron personalmente y se integraron a su grupo. “Ana María era la pareja de Baines, quien era un personaje muy carismático y seductor, que andaba en moto y usaba chaquetas de cuero, y Tito Fernández siempre se jactaba de habérsela ‘levantado’ al maestro”, cuenta.

El Temucano, a partir de su incorporación al instituto, asegura la bailarina, dejó el alcohol y adoptó una conducta de súper proveedor. “Vivía con la Ana María, con quien se casó, y con su primera mujer (Carmen Ramírez), quien también se unió al IFH. Vivían todos juntos, en casas separadas, en una parcela que tenían. Eran muy modernos y abiertos de mente para su época”. Años más tarde, Tito Fernández solía decir a sus seguidores que fue formado por Baines, e incluso los invitaba a leer el mismo libro iniciático promovido por Salas: El Kybalión, atribuido al egipcio Hermes Trismegisto, que supuestamente revela los secretos esenciales de las fuerzas de la naturaleza.

Según Luis Santamaría, sacerdote español y uno de los fundadores de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), Salas decía que el conocimiento del que era guardián el IFH había sido legado a la humanidad por seres extraterrestres evolucionados y, como otros grupos de su tipo, daba especial importancia al manejo de la energía sexual e instruía a sus discípulos en ejercicios de “magia sexual”.

En el IFH, también había una estructura piramidal como la del Centro Integral de Estudios Metafísicos (CIEM), con al menos tres estadios: primer nivel, pre-logia y logia, y en la cúspide, el maestro, Salas Sommer. También, por cierto, sus integrantes, algunos de muy alta alcurnia en la sociedad chilena, hacían juramentos de secreto sobre sus ritos, conocimientos, integrantes y conductas del maestro.

Cristina afirma que era evidente que Salas se involucraba con sus discípulas, pero “que yo sepa, no existía un subgrupo de ellas juramentadas aparte para servirlo”, como ocurrió con Tallis, en el CIEM, que fundaría Tito Fernández al abandonar el IFH, años más tarde (y relatado en taller en el reportaje: “Tallis, la logia secreta de Tito Fernández ‘El Temucano’ y los sacrificios sexuales de sus discípulas”, publicado el 5 de diciembre pasado y reproducido en este mismo boletín InfoRIES).

Los iniciados en el IFH pagaban, por cierto, por su derecho a estar allí. Según Cristina, después de algunos años, se les ofrecía acceder a “un grado mayor”, por el que los discípulos pagaban cien mil pesos mensuales y que incluía la promesa de aprender a usar la magia negra. “La gente que se incorporaba, me parece, lo hacía pensando que iban a ganar plata así, que podrían manejar las cosas para que les fuera bien económicamente”, afirma la bailarina, quien finalmente se alejó de ese culto.

Salas Sommer, nieto del educador y masón Darío Salas Díaz, se forjó cierta fama con sus publicaciones y abrió centros en numerosos países, incluyendo Rusia donde, según América Economía, el propio Putin lo citó en sus discursos y fue condecorado por ese gobierno con “la Orden de la Amistad”. Tito Fernández, en cambio, inició su camino propio, se desligó del IFH y creó el CIEM.

Santamaría afirma que “en casos como éste (el de la secta Tallis, que creó Tito Fernández), el abuso sexual es parte de una estrategia más amplia de abuso psicológico, emocional y espiritual por parte del maestro. El líder sectario somete a sus adeptos, lo que incluye controlar su sexualidad. Esto, en algunas ocasiones, como parece que ha sucedido aquí, trae consigo la violación”.

La trayectoria del cantautor

Tito Fernández en los años 70 formó parte del movimiento Nueva Canción chilena y se presentaba en la Peña de los Parra. En 1973, fue detenido y conducido a la Escuela de Aviación, donde había estudiado en su juventud (según sus datos biográficos, alcanzó el grado de Brigadier Mayor de Escuadrilla, antes de retirarse). El informe Valech lo reconoce como víctima de torturas.

Sin embargo, fue liberado “por falta de méritos” y a diferencia de sus compañeros de generación, no fue expulsado del país, ni fue nuevamente perseguido. Según su biografía oficial, su primera esposa, Carmen Ramírez, pudo visitarlo mientras estuvo encarcelado, por la gestión de un contacto que tenía en el Ministerio del Interior. También gracias a ese amigo anónimo, pudo grabar en un sello que pertenecía al Estado y que por algún tiempo mantuvo funcionando el régimen de Pinochet.

Aunque, según él mismo ha afirmado, se le prohibió usar en sus creaciones palabras como “obrero” y “trabajador”, fue uno de los pocos artistas con permiso para continuar presentándose en la escena local. En los años ochenta, en el mismo período en que se integró al IFH, Tito Fernández conoció al jefe operativo de la CNI, Álvaro Corbalán.

Cristina, quien también participó en el elenco de bailarinas que acompañaba a Mary Pepa Nieto, la famosa vedette que el ex agente gustaba de lucir como su novia, recuerda que Corbalán enviaba a buscarla en auto con chofer al terminar las funciones o la acompañaba y la esperaba personalmente. No recuerda haberlo visto con Tito Fernández, pero ambos han reconocido en entrevistas periodísticas que son amigos desde aquellos años, a pesar de que no han explicado de modo convincente cómo se conocieron.

Tras separarse de Ana María Sánchez, Tito Fernández se casó con la cantante Lidia Ureta Rivera –de nombre artístico Lú Rivera– en 1998. Lú Rivera también participó de la escena artística de dictadura. Humberto Baeza la conoció en 1983 cantando en el Steak House y ella se presentó en la competencia folklórica del Festival de Viña en 1985. En 2003, su nombre figuraba entre cien firmantes que respaldaron la creación un nuevo partido político: Nueva Fuerza Nacional, conformado fundamentalmente por militares en retiro, iniciativa que finalmente no prosperó. Ese mismo año participó en un homenaje al fallecido almirante José Toribio Merino, que organizó la Corporación 11 de Septiembre. En esa ocasión, según publicó Emol, Lú Rivera recitó un poema en honor del ex miembro de la Junta.

Cuando Corbalán organizó desde Punta Peuco el lanzamiento de un libro suyo, en mayo de 2018, se leyó en público una carta de saludos que le envió Tito Fernández, a través de su esposa. Gracias a la beca Valech, para ex prisioneros políticos, Tito Fernández estudió Psicología en la Universidad Uniacc, que le servía de aval de sus conocimientos académicos ante sus discípulas del CIEM. A comienzos del siglo XXI, sus seguidores lo escuchaban hablar de los beneficios de la “psicología transpersonal”, panacea común entre los grupos New Age en Chile y el mundo.

En el interés por este tema cruzó su camino con Andrés Yáñez, un invitado habitual en los programas sobre terapias alternativas, ovnis y experiencias paranormales que se emiten por La Red, entre otros espacios mediáticos. “En 2010, entré al Instituto de Sicología de Santiago a hacer un diplomado de hipnosis clínica y en sicología transpersonal. El primer día de clases entro y estaba este viejo sentado ahí, como alumno. En mi familia, su música era muy escuchada. Dije: ‘¡Guau! ¡Qué loco!’. Fuimos compañeros un año. Después me percaté de que él tomaba cursos en la Uniacc y en la Andrés Bello y luego los enseñaba en el CIEM. Almorzábamos juntos y nos hicimos bien amigos”, relata Yáñez en entrevista con The Clinic, en el Instituto Humanista Transpersonal, que creó junto a Juan Andrés Salfate.

“Un día le pregunté por su experiencia con los ovnis en la Pampa del Tamarugal, en los ’70, y él me contó un poco, porque no le gustaba mucho hablar del tema. Yo le dije: ‘¿Sabe por qué le pregunto, Tito? Porque en el lugar donde trabajo está Rodrigo Fuenzalida, que es ufólogo’. Me dijo: ‘¡Pero si conozco al papá de Rodrigo! Una vez me hicieron una entrevista y tenemos muy buena onda. Hace tiempo que no lo veo y le tengo mucha estima”. Así fue como Tito Fernández llegó al Centro Integral de Desarrollo Humano, CIDH, que funciona en Vicuña Mackenna 6, en Santiago.

Juntas chamánicas

A partir del encuentro con Yáñez, Humberto Baeza comenzó a combinar sus labores como “maestro” en el CIEM, con la de profesor de tarot y astrología en el CIDH, donde se dictan “diplomados” para formar a terapistas alternativos –fundamentalmente concurren mujeres– con una malla que incluye reiki, flores de Bach y psicología transpersonal. Gabriela Campillay, socia propietaria del CIDH y esposa del creador del centro, Billy Campbell, admite que les pareció una gran idea incorporar a Tito Fernández entre los docentes “pues, desde un punto de vista de marketing, era atractivo para los alumnos”.

Andrés Yáñez era una pieza muy importante para ese centro pues, según cuenta Campillay, por su llegada a los medios atraía a una gran cantidad de alumnos. Allí impartía cursos de psicología transpersonal, aunque no es psicólogo, y según Campillay recibía también comisiones por los alumnos que fichaba. Rodrigo Fuenzalida, sociólogo y experto en ovnis, enseñaba hipnosis. La malla del curso “Terapeuta Integral con mención en Psicología Transpersonal” ofrecía en su versión 2013 clases con los siguientes profesores: Billy Campbell, Gabriela Campillay, Andrés Yáñez, Sergio Schilling, Rodrigo Fuenzalida y Humberto Baeza, “Tito” Fernández.

La llegada de Fernández al CIDH motivó que los profesores comenzaran a juntarse socialmente después de clases: a veces en el CIDH, en la Hacienda gaucha (lugar en el que Fernández también organizaba los encuentros con sus discípulas del CIEM), o en el departamento que Yàñez le arrendaba a Campbell, a la vuelta del instituto.

Un experto en terapias tradicionales y ancestrales que fue invitado por Fuenzalida a conocer el CIDH a fines de 2010, relata a The Clinic, a condición de anonimato, que “me invitaron a esas juntas, que llamaban juntas chamánicas y que se hacían de noche. Aparecían las botellas de pisco y asistían Yáñez, Fuenzalida y, en algunas ocasiones, Tito Fernández. Cuando él aparecía, lo trataban con mucha obsecuencia, lo consideraban un Tata, que en este mundo es un maestro de maestros”.

El testigo afirma que también participó en algunas ocasiones el sicólogo Sergio Schilling (panelista de Primer Plano) y luego se sumó el personaje televisivo Juan Andrés Salfate. En las juntas, dice el testigo, a veces eran invitadas algunas estudiantes del CIDH, a quienes ellos llamaban “discípulas”. Esas reuniones, afirma, a veces duraban hasta el otro día y junto al alto consumo de alcohol, había consumo de cocaína.

“Estuve dos años participando en estos encuentros. El tema que nos unía era la idea de crear otro centro para enseñar terapias alternativas y psicología transpersonal. Ese era el tema que a mí me convocaba, pues había tenido formación en Estados Unidos y otros países sobre ritos ancestrales. Me acerqué mucho a Schilling y él me invitó a hacer cosas en conjunto, pero después me di cuenta de que él usaba la hipnosis como un truco de magia y no como una herramienta terapéutica, que era lo que me interesaba a mí. Solía decir que tenía poderes especiales”, cuenta.

El grupo, que integraba también el chamán Auki Ríos –que practica ritos con Ayahuasca y San Pedro–, realizaba los fines de semana en Peñalolén ceremonias con esas plantas rituales. El primer emprendimiento del grupo fue la creación de un centro llamado Ipec, que ahora dirige Nicolás Berasaín. En la inauguración participó El Temucano, quien, para celebrar, cantó “La casa nueva”.

El testigo cuenta que estos personajes le insistían en que, como todo maestro, “debía tener discípulas, para nutrirme de su energía sexual”, y que intentaron buscarle pareja entre las propias alumnas del CIDH. “Yáñez y Schilling decían que todos los grandes tienen sus discípulas”, relata. “Presencié algunas de esas ceremonias con ayahuasca y me pareció que estaban totalmente apartadas de los ritos que me habían enseñado. Dirigían las ceremonias sin respeto a las prácticas ancestrales y me consta que había gente a la que se la engrupían con que se iban a sanar del SIDA”, recuerda.

Estos practicantes, dice el testigo, también usaban el kambó, veneno extraído a una rana, con la promesa de que podía curar numerosos males, sin excluir el cáncer, “en circunstancias que es una toxina. Claro, la gente vomita y le da diarrea y ellos les dicen que así están botando sus males, pero eso les pasa porque están intoxicados. Me alejé cuando me di cuenta de que todo era un show para aprovecharse de la gente vulnerable y sacarles el dinero”. Yáñez rompería después con Berasaín, quien se quedó al mando del Ipec y se asoció con Salfate para crear el Instituto Humanista Transpersonal, IHT, en Ñuñoa.

Entrevistados por The Clinic, Fuenzalida, Yáñez y Schilling reconocen haber participado en las Juntas chamánicas, que en ocasiones participó Tito Fernández (Schilling dice que en los que él estuvo, no vio al cantante, aunque sí lo conoció en el CIDH, donde hizo un par de clases), y que se consumía alcohol en esos encuentros en forma moderada, pero no cocaína.

Schilling, que en ocasiones es presentado como psicólogo de la Universidad Diego Portales (UDP), reconoce a The Clinic que comenzó sus estudios allí, pero que se tituló en la Universidad SEK. Ha aparecido también en la prensa como integrante de una Unidad de Estudios de Parasicología de la Facultad del ramo, donde, sin embargo, ante consultas de este medio, se nos informa que “La Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales no cuenta ni ha contado” con un departamento de ese tipo.

Schilling afirma que si bien escuchó la idea de crear un centro con Rodrigo Fuenzalida –con quien ha compartido espacio televisivo en el show “Me late”, que conduce Daniel “Huevo” Fuenzalida–, Salfate –a quien conoció cuando trabajaba en La Red– y Yáñez, nunca estuvo en su interés asociarse con ellos. Reconoce que ha practicado “hipnosis”, pero que ahora se dedica al Neurofeedback, técnica que usa para rehabilitar a personas con déficit atencional, en su consulta particular.

Yáñez y Fuenzalida reconocen que hablaban en las juntas chamánicas de “maestros ascendidos” y “discipulado”, pero aseguran que lo hacían en tono de broma, pues su acercamiento a estos conocimientos se opone a las prácticas sectarias. Las alumnas, dicen, no eran invitadas a las juntas chamánicas.

Muy bonita para dar clases

Ximena es psicóloga. Dio clases en el CIDH y dio una entrevista a The Clinic a condición de anonimato: “Yo me acerqué al CIDH en 2012, a través de Facebook, recién egresada. Vi un anuncio para hacer clases y postulé. Me entrevistaron Andrés Yáñez, Rodrigo Fuenzalida y Billy Campbell. Me alabaron mucho, que yo era tan inteligente para ser tan joven, y me aceptaron. Yo estaba entusiasmada con hacer clases”, cuenta.

Después de un tiempo, Yáñez le ofreció que aumentara sus horas de clases y comenzó a invitarla a las juntas chamánicas. También a participar en las ceremonias con plantas ancestrales que se hacían los fines de semana en Peñalolén y que dirigía Auki Ríos. “Tenían todo un discurso muy desde la sanación, de hacerle el bien a las personas, algo como bien bonito, como proyecto. Yo empecé a asistir más a estas cosas y, obviamente, en la medida que me fui acercando empecé a ver la sombra, lo que había, realmente, debajo de esto”, cuenta.

Ximena relata que en las junta en el departamento de Yáñez, lo vio consumir mucho alcohol y también cocaína y que esta droga la proveía su propio padre, quien también era adicto, y que las ceremonias con supuestos ritos andinos se realizaban casi todos los fines de semana. “Lo que me impactaba es que ellos se presentaban como terapeutas en rehabilitación de drogas y eran consumidores. Y veo que salían en la tele, hablando de estas terapias, y se presentaban con títulos que no tenían. Así vendían la pomada y atraían alumnos, principalmente mujeres. Yáñez, que es un tipo que lee mucho y tiene un discurso muy envolvente, también hacía ostentación de su amistad con Tito Fernández, Rodrigo Fuenzalida y Salfate, que empezó a aparecer después. Si iba a una conferencia de Claudio Naranjo, llegaba muy anticipadamente, se sacaba una foto con él y después decía que era su amigo”.

“Salfate era su contacto en la tele y empezaron a mover muchas cosas por la tele, por ejemplo, el kambó, y a decir que el kambó curaba el cáncer. Empecé a darme cuenta de que este tipo lucraba con las terapias y de que, en el fondo, era súper chanta todo. El Tito Fernández también empezó a hacer clases. Me acuerdo que una vez yo iba pasando y me dice: ‘¿Y usted qué está haciendo acá?’ Yo le dije: ‘Hago clases’ y él me respondió: ‘Pero usted es muy bonita como para hacer clases, usted debería estar en la casa y un gallo la debería estar manteniendo’”.

A Ximena también le chocó que en las ceremonias andinas, después de que la gente se iba, “los tipos montaban un asado, con el choripán, el aguardiente, y empecé a darme cuenta de que era todo un montaje, que estos gallos tienen una cosa como bien de pantalla. Andrés Yáñez, dice que es psicólogo de la Chile y no tiene títulos más allá de los cursos sueltos que ha tomado. Él siempre hacía hincapié en que su interés era ‘la platita’.

Lo que más me llamaba la atención es que Yáñez vende la pomada como una persona muy seria, pero en realidad no es así. Yo veo que ellos salieron de adicciones a drogas duras para meterse en una seudo espiritualidad que los autoriza a consumir Ayahuasca, el San Pedro, hongos, con el copetito, la cerveza, el aguardiente. Hacían ceremonias casi todos los fines de semana. Sólo reemplazaban una adicción con otra”.

Ximena dice que vio en estas ceremonias a Auki Ríos y a Yáñez maltratar verbalmente a las mujeres que se sometían a estas terapias, con la excusa de que estaban interpretando un arquetipo. “Esto es súper delicado, porque de repente pueden llegar personas con trastornos psicológicos, muy traumatizadas y van a un lugar a sanarse y le aparecen estos tipos negligentes. Yo lo encuentro terrorífico. Creo que estas personas no pueden estar a cargo de procesos terapéuticos. Me parece grave”.

Hombres de familia

En entrevistas con The Clinic, Yáñez, Fuenzalida y Salfate negaron el uso severo de alcohol en las juntas chamánicas y el consumo de cocaína. Tampoco, dicen, podrían ser adictos a la ayahuasca, ni a otras plantas andinas, porque sus efectos son muy desagradables. En las palabras de Salfate, los convocados eran principalmente “hombres de familia” sin interés en hacer conquistas amorosas, ni reventarse en un “carrete”. “La cosa se mantenía en cierta intimidad, con pocas personas, hasta donde la conversación podía ser agradable”, dice.

En entrevista con The Clinic, Salfate afirma que conoció a Tito Fernández y a Andrés Yáñez a través de su amigo Rodrigo Fuenzalida. Y que participó en un capítulo de transmisión radial, vía streaming, con Yáñez, Fuenzalida, Schilling y César Parra, desde el CIDH. “No era algo del centro, sino una cosa que hacían para sus seguidores, con temas de psicología, ufología, esoterismo. A Billy Campbell, que es el director de ese Centro, también le gustan cosas así como herméticas, aunque no forma parte de ninguna logia, que yo sepa”.

Salfate y Yáñez afirman que el instituto en que son socios es serio y que entre sus docentes hay varios psicólogos profesionales. Yáñez admite que él no tiene título, pero afirma que no conduce terapias psicológicas y que sólo trata adicciones con el uso de plantas medicinales. Sobre su relación con Tito Fernández, ambos sostienen que su admiración hacia el personaje es principalmente artística y que nunca lo consideraron un maestro.

“Cuando terminaban todas las capacitaciones, de repente llegaban los viejujos y picotéabamos algo en el CIDH. En su defecto, lo hacíamos en el departamento que yo le arrendaba a Billy”, cuenta Yáñez. “A veces, el sábado, había clases temprano, y para que no quedara con olor a tabaco, pisco sour o vino, para que el CIDH se mantuviera pulcro, energéticamente hablando, nos íbamos a mi departamento. También íbamos al frente, a la Hacienda Gaucha. Siempre iban variando algunos, pero los que estábamos de planta eran Rodrigo, Tito, Billy y yo. Una vez, a Rodrigo le presenté Sergio Schilling, porque hacía cosas como de parasicología y lo invitamos una o dos veces”, comenta.

En 2014, dice, Fuenzalida conoció a Salfate en una conferencia y lo llevó a las juntas chamánicas. Yáñez asegura que él trató al personaje televisivo para que dejara su adicción a la cocaína. “En esas reuniones me tomaba unos buenos tragos, si estaba en mi casa, pero tranquilo, siempre estaban mi mujer y mis hijas. Me tomaba unos buenos copetes porque sé tomar, no salgo a pelear ni me saco la ropa, porque era bien grato estar con estos viejos, hablando cosas interesantes o guitarreando. Además, estaba en mi casa”.

Asegura que no compartía las creencias de Tito Fernández, que eran “esotéricas, de rosacruz, hermético. Yo soy más tradicional, creo en Dios, voy a misa. No comulgo con estas sectas que son medias espirituales, donde hay jerarquías piramidales”. El cantautor, dice, no les contaba lo que hacía en el CIEM, pero en su casa vio elementos esotéricos y de simbología masónica.

“Él tenía este perfil de maestro clásico, medio narcisista, que le gustaba decir cosas que impresionaban. Decía que la mujer era receptora y esas cosas. A veces le decía a la Fran, mi esposa: ‘Eres mucha carne para tan poco perro’, le tiraba la talla. También nos decía que si queríamos conseguir una mujer, teníamos que masturbarnos y enterrar el semen en la tierra”. Dice que Tito Fernández le mostró en su casa dagas y espadas que guardaba en un baúl y que usaba en sus rituales. “Una vez me dijo que tenía larvas energéticas y me las ‘eliminó’ acercándome la espada al estómago”, relata.

Yáñez afirma que dejó de verlo en 2015, cuando se fue del CIDH , que en el IHT le ofrecieron que dictara un curso de tarot, en el que no se inscribió nadie. “Menos mal, porque soy medio reticente a cosas como el reiki, encuentro que son hasta peligrosas”. Sobre este punto, Salfate agrega que lo hicieron para “ayudarlo, porque estaba mal”, pero que preferían que no hiciera clases ahí, pues su centro es serio y estas clases se salían de ese marco. Schilling también, cuentan, diseñó un taller, pero que no se quedó pues ellos necesitaban profesores con mayor dedicación al centro.

“El año antepasado, Rodrigo llevó a Tito de sorpresa a mi cumpleaños y guitarreó”, cuenta Yáñez. “Cuando supe lo que pasaba en el CIEM (a comienzos de diciembre pasado) le escribí un correo para preguntarle cómo estaba, porque me quedó dando vueltas por un sueño que tuve con él: lo vi sentado en su escritorio, atrapado en el vacío del Clonazepam, con pantuflas, súper mal, en su escritorio gigante. Lo vi sacar un revólver y dejarlo sobre la mesa. Independiente de todo, y que encuentro reprochable que haya enganchado a estas mujeres con discursos seudoespirituales, me da pena el viejo”.

Yáñez asegura que los tratamientos con plantas medicinales que ofrece en su instituto cumplen requisitos de seguridad y que por eso Auki Ríos dejó de hacer clases ahí. Porque él es “medio salvaje”. La versión de Ríos sobre el distanciamiento es diferente: “¿Por qué me alejé del grupo? ¡Era plata! Ganar plata, esa era su intención. Empezamos como un centro de estudios, pero cuando la plata comenzó a aparecer se transformó en otra cosa. De aquél grupo, sólo puedo poner las manos al fuego por Rodrigo Fuenzalida”.

Sobre el uso de Kambó, Yañez dice que “yo no he curado a nadie con cáncer, pero aplico kambó aquí. Trabajo más con drogadictos de pasta base, cocaína. Personas que llevan quince años consumiendo, que han estado internados y que ya nadie quiere atender. Es impresionante cómo se desintoxican”. Él mismo, reconoce, fue consumidor de coca, LSD y otras drogas, y que su padre también tuvo esos problemas, pero asegura que se rehabilitó hace mucho tiempo y niega que en las juntas chamánicas alguno de ellos consumiera.

“Eso fue más joven, antes de meterme en las plantas. Ya no podría. Mi papá fue bien desordenado, aquí llegó hace ocho años gordo, hinchado como sapo, a pedirme ayuda. Era amigo del Negro Piñera, yo no lo podía ver. Le empecé a poner kambó y a tomar plantas, y no te digo que es un santo, pero ahora se toma una copita de vino cuando mucho. De ese grupo nadie jala. Yo pondría las manos al fuego porque Salfate ya no consume desde que se atendió conmigo, que Fuenzalida menos, Billy Campbell cien por ciento seguro que no, Tito no, al menos desde que es amigo mío, antes sé que sí, porque él mismo lo contaba”.

Respecto de los testimonios que de las personas que aseguran haberlo visto consumiendo drogas a él o a su padre, Yáñez cree que están gatillados por sus adversarios históricos: los masones. Aunque dice que su centro está alejado de prácticas esotéricas, afirma ser testigo de que la magia y brujerías existen y que él puede curarlas con plantas medicinales. “Un guardián (como yo) no puede devolver un embrujo, sólo proteger, porque si no te conviertes en uno de ellos”. Los diplomados que se ofrecen en el CIDH para la formación de terapeutas alternativos tienen un valor de más de un millón de pesos (por 18 meses de formación) y más de dos millones y medio en el IHT (por programas de dos años).

ARRIBA

 

5. Una ex adepta del Centro Integral de Estudios Metafísicos lo tiene claro: “era una secta”.

FUENTE: The Clinic

 

 

Marcela Muñoz conoció a Humberto Baeza, conocido con su nombre artístico “Tito Fernández”, a mediados de los 90, como su productora en un programa radial. Años más tarde, buscando alivio espiritual para sus penurias, llegó al Centro Integral de Estudios Metafísicos (CIEM), que Baeza dirigía en pleno centro de Santiago. Fue iniciada en la Logia Libertad y, aunque no fue invitada a formar parte de Tallis, sí se dio cuenta de la existencia de un subgrupo de mujeres jóvenes y sumisas, que tenía una relación distinta con el maestro. “Da vergüenza y duele darte cuenta de lo que pasaba”, dice. Esta es su historia, tal como la relata Alejandra Matus en The Clinic.

Marcela Muñoz fue productora radial en Radio Nacional a mediados de los años 90. “Yo tenía 19 o 20 años. Llegué por un contacto que conseguí con un periodista de La Cuarta. El dueño me pidió que lo ayudara con el programa “Nunca es tarde”, que no tenía ni pies ni cabeza, en que participaban Gina Zuanic, Tito Fernández y Carlos Vásquez, cantante de tangos. Era caótico porque cada uno hablaba de lo que quería y no tenía orden”.

En ese momento comenzó la crisis en la radio y el programa se redujo sólo a la figura de Tito Fernández, quien inició un programa que se llamó “Lo nacional en la Nacional”. “Invitaba a Illapu, gente del medio artístico”, recuerda Marcela. Marcela continuó como productora un tiempo más, hasta que en una segunda fase de la crisis, Tito Fernández quedó como conductor de una especie de matinal con su esposa, la cantante Lú Rivera.

En ese tiempo, dice la ex productora, el cantautor no revelaba sus convicciones esotéricas, salvo por el hecho de que citaba a la radio personas que querían alguno de sus libros de autoayuda que él autoeditaba, para entregárselos autografiados. “Me regaló algunos, pero sin darme ninguna sugerencia más. Estuve unos 9 meses en la radio, en 1995, trabajando con él y cuando me dijeron que no había recursos para que siguiera, me fui y no volví a verlo hasta el 2011”.

Ese año, dice Marcela, ella estaba pasando por un período difícil en su vida. “Me había casado y mi esposo tenía una enfermedad terminal de la que murió ese año. Me sentía muy frágil y estaba buscando algo espiritual. Yo no tengo color político, ni religión, y me acordé de él. Empecé a buscarlo y encontré el Centro Integral de Estudios Metafísicos, el CIEM. Le escribí un correo muy formal porque no sabía si me iba a responder él, pero sí me contestó y me instruyó para que me contactara con la señora Albina Abarca, que era la directora del centro”.

Marcela guardó esos correos: “Hola! Si decides probar con nosotros (Seguramente te va a tocar reunión los martes) diles que yo te invité a que te quedaras a la reunión, así nos conoces mejor. Me llamo Tito Fernández y también voy a estar ahí”, le escribió Humberto Baeza. Marcela concurrió a uno de los encuentros de los miércoles, que eran abiertos a cualquier persona que quisiera asistir. “Había mucha gente, hombres y mujeres, pero más mujeres. Había un ambiente de mucho respeto al maestro. Nadie hablaba y fue una sorpresa para mí descubrir esta onda mística del Tito. Él me ignoró. No hizo ningún gesto que revelara que nos conocíamos desde antes”.

Marcela tomó nota de todas las lecciones del tiempo que estuvo en el CIEM en cuadernos que comparte con The Clinic. En esa primera clase del 29 de noviembre de 2011, anotó un punteo de lo que dijo ese día Humberto Baeza: Por ejemplo, en el tema maternidad-paternidad, que “los niños no quieren a sus padres. Sólo empatizan para lograr cosas de la madre. Es una imitación del amor”. Como actividad, les recomendó realizar un rito frente a un espejo y mirar hacia el entrecejo de la propia imagen, con un incienso y una vela encendidos a cada costado. Debían esperar a que algunas cosas se proyectaran en el espejo. “Debes dominar tu bestia”, escribió Marcela junto a la descripción del ejercicio que nunca hizo, porque, dice, le daba miedo.

Como estaba en el nivel más bajo, a Marcela se le permitió ir a las clases de los martes, que daba la mano derecha de Tito Fernández, la maestra R.M.C. En enero de 2012, Marcela anotó una lectura de lo que significa CIEM distinta a la que se conocía públicamente. En realidad, la sigla del centro era CIEN, por “Control”, “Inteligente” de la “Energía” de la “Naturaleza”. La discípula continuó asistiendo y aprendió que toda energía es sexual, que existen siete principios de la naturaleza y que el principal es que “la realidad no existe”, pues el universo “es mente”. “La energía vital para la vida es Eros/Erotismo. Es la fuerza para unir al hombre y mujer”, escribió el 9 de octubre.

“El 6 de noviembre de 2012, se hizo la ceremonia de iniciación de mi grupo. Nos citaron sin explicarnos lo que iba a suceder. Nos dejaron sentados un rato, nos vendaron los ojos y nos dieron vueltas, para que nos desorientáramos. Como la venda estaba suelta, pude ver que en la ceremonia acompañaban a Tito Fernández la maestra R.M.C. y algunas discípulas (entre ellas, A., una de las mujeres que lo denunció por abuso sexual y violación en el reportaje de The Clinic). Ellas estaban vestidas con túnicas de distintos colores: celeste, rosado, amarillo. Y él, de blanco, portaba una espada que parecía medieval, y un cáliz enorme. Nos hizo repetir un juramento que hablaba de impecabilidad, respeto y obediencia al maestro. Teníamos que besar su mano y él nos tocaba con la espada en los hombros. Nos dijo que nada de eso podíamos contárselo a otros, ni anotarlo en nuestros cuadernos”.

“Fue rara la iniciación. Me dio cierto resquemor. Por lo poco que yo sabía, me pareció que esto se parecía a la masonería, me sonaba a secta. Yo misma acallé esas voces críticas internas, diciéndome que eran cosas simbólicas no más”, relata. Baeza les hizo la señal de la cruz en la frente a los aspirantes, “gesto con el cual, según mis compañeros, nos cerró el tercer ojo, cosa en la que yo no creía porque soy escéptica. Se nos dijo que nacíamos a una nueva vida y que ya no podíamos acceder al conocimiento si no era a través del maestro y nos entregaron una llavecita que colgaba de una cadena, que usábamos como símbolo de nuestra pertenencia a la logia Libertad”.

Para dejar constancia del momento, Marcela anotó un par de frases que le recordaran ese bautizo, pero sin violar el secreto al que se había comprometido: “Ceremonia de iniciación (recibí la llave del conocimiento)”; “ya nada es igual, todo será como debe ser”; “Jamás temeré. De ahora en adelante y siempre, así sea. Kadoch”.

Kadoch era una expresión que Humberto Baeza usaba con frecuencia, según describe Marcela y también las denunciantes entrevistadas en diciembre por The Clinic, como una forma de decir “amén”, pero también de invocar a una divinidad que supuestamente protegía al CIEM y sus discípulos. Aunque Baeza no lo aclaró del todo, sus seguidoras más avanzadas pensaban que Kadoch era él mismo.

Después de la iniciación, que a Marcela le tomó un año “merecer”, pasó a formar parte de las sesiones de los miércoles, que dirigía el propio Baeza. “Pasar a ese nivel era lo que todos queríamos”, cuenta. “Siempre se nos decía que éramos todos hermanos e iguales, pero en esos encuentros de los miércoles empecé a percibir que había algunas chicas que cumplían funciones especiales y que había una cierta complicidad entre ellas y el maestro. Ellas se sentaban siempre en los mismos puestos y se ubicaban en un lugar preciso en la cadena de oración que hacíamos al final. También me di cuenta de que cuando estábamos sólo los iniciados en la logia, él ponía un paño en forma de ajedrez en el medio y que si había ‘profanos’, gente de afuera, no lo usaba. Ese paño era supuestamente un portal a otras dimensiones”.

En las clases siguientes a esa iniciación, Fernández les enseñó a sus discípulos que el hombre es “el polo positivo, el emisor, el sembrador. El hombre siembra la semilla en terreno fértil. Actúa desde la cabeza, pues allí reside su poder, y opera desde el centro instintivo”. La mujer, en cambio, según los apuntes de Marcela, “corresponde al polo negativo (receptor). Recibe toda semilla. Ella concibe, opera desde el centro del corazón (útero es físico y síquico). La mujer es la naturaleza”.

“Después de eso, nos pidieron una foto, que después entendí era para hacer algo con magia. Un día cualquiera, Tito dice: ‘Marcelita, mi niña linda. Párate aquí’ y me puso al centro de la sala. Ahí me dijo que me ascendía a ‘estudiante de grado 3’. Nunca entendí lo que significaba, pero yo estaba feliz. Me preguntaba qué hice yo para merecer esto. Lo encontraba bacán”.

El 20 de marzo de 2013, Marcela anotó a un costado de su cuaderno: “Andrés Yáñez, CIDH”. “Tito me dio su nombre para que le pidiera un descuento a su nombre. Estudié un año en el CIDH en forma paralela al CIEM, pero no me dieron el descuento. En algunas ocasiones me encontré con Tito Fernández allí, porque hacía clases. Eran todos amigos: El Tito, Billy Campbell, Andrés Yáñez, Rodrigo Fuenzalida. Recuerdo que el Tito encontraba muy capo al Rodrigo Fuenzalida en hipnosis”.

Marcela no recibió invitación para sumarse a Tallis, pero sí se encontró con el maestro reunido en algún restaurante cercano al centro, con un subgrupo de las discípulas, un grupo de mujeres jóvenes. “Las mujeres en su entorno eran muy sumisas, parecían ‘trabajás’”, dice. “A él no le gustaban las personas que hacían preguntas. El que más pregunta es el que menos aprende, decía. Yo era medio rebelde. No seguía sus consejos ni los ejercicios que nos daba al pie de la letra. No era ni tan obediente, ni tan impecable, como a él le gustada”, dice.

“Mi techo fue ser estudiante de tercer grado (en la estructura piramidal que divulgaba el CIEM, ese era un nivel intermedio por sobre los aspirantes y los estudiantes de grado 1 y 2, y por debajo de los hermanos ordinarios, oficiales de la Alianza de clave mayor, vigilantes, sacerdotisas, instructor y el maestro). Estuve muy cerca del círculo de preferidas, que eran las mujeres más jóvenes del centro y que ahora descubro tenían esa secta Tallis, pero creo que por la enfermedad de mi esposo o porque lo conocía de antes, tal vez Tito Fernández decidió no invitarme. Una vez le pregunté por qué se hacía el que no me conocía y me dijo que ahí él era el maestro y no podía demostrar preferencias por nadie. Sí participé en las comidas de fin de año y en la celebración de su cumpleaños, fiestas en a las que, además de las cuarenta personas del CIEM, llegaban otros personajes, sabios del tarot, profesores de no sé qué, que se sentaban a su lado. En total, éramos como 60 personas”.

En sus clases, Baeza les advertía a sus discípulos qué libros “no leer”. Los prevenía de los riesgos de acceder a textos de magia negra, “pero era como una invitación invertida. Nos despertaba la curiosidad por saber de qué se trataban”. En 2015, Marcela le comenzó una fibromialgia que le impedía moverse y andaba con muletas. Cuando le informó a Baeza, para justificar sus inasistencias, él le respondió que su padecimiento se debía a rabia acumulada.

“Cuando le dije, afirmó que mi estado era consecuencia de la ‘rabia’ y demostró cero empatía con lo que yo estaba sufriendo”. Marcela decidió alejarse del CIEM centro, hasta que en mayo de 2018 en que, por insistencia de un compañero, volvió. A esas alturas, las tres denunciantes entrevistadas por The Clinic ya habían abandonado el centro y varios otros discípulos se habían alejado.

“Me sorprendió que había bajado mucho la cantidad de gente que iba. De 30 a 40 personas que iban antes, quedaban 12. Él divagaba mucho. Recuerdo que el día de mi regreso habló de la Cruz Egipcia. Lo vi muy viejo, algo perdido. Hablaba de sus clases en el CIDH, que sabía de astrología y que daba talleres de hipnosis. Nos contaba de sus aventuras, que había sido torturado y de que estuvo en la Fach, y repetía historias que ya me sabía de memoria: que la depresión de su mujer, de sus hijos. Daba pena y yo sentía que estaba perdiendo el tiempo, que podría destinarlo a estar con mi hijo”.

Marcela dice que cuando se enteró de las denuncias en contra de Tito Fernández, a fines del año pasado, se sintió golpeada. “Los que éramos más cercanos, nos contactamos. Yo le creo a las víctimas, pero entiendo a mis compañeros que dudan. Es muy fuerte darse cuenta de lo que pasaba. A fin de cuentas, todos estábamos ahí porque queríamos ser mejores personas y confiábamos en ese maestro, en ese abuelito sabio. Para mi papá fue un orgullo saber que yo trabajaba con él, porque lo admiraban como músico. Es muy impactante darte cuenta de que pasaste años bajo el liderazgo de una persona que jugó con tu fe, tu tiempo, tus creencias. Te sientes estafado. Duele y da vergüenza enterarse de lo que fuiste parte. Que esa no era una escuela, que era una secta. En todo caso me alegro de abrir los ojos y darme cuenta, aunque sea tarde y aunque duela”.

El 7 de diciembre, dos días después de la publicación del reportaje sobre Tallis, unos 20 integrantes del CIEM, entre los que había profesionales, abogados, contadores, se reunieron en la Hacienda Gaucha con la directora de la Escuela, Albina Abarca, una mujer mayor que, según las denunciantes, no estaba al tanto de la existencia de Tallis (ella declinó dar una entrevista a The Clinic). Esa noche, los convocados decidieron despedirse y dar por cerrado el CIEM para siempre.

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