Colaboraciones

 

La castidad (“el sexo”), piedra de toque

 

 

18 marzo, 2019 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

Si no viven la castidad, que es la caridad con el propio cuerpo, ¿cómo quieres que vivan la caridad con el que les fastidia? Pasan los años y la castidad se va perdiendo por el camino para tantos jóvenes y no tan jóvenes, demasiados… Dios nuestro Padre está siendo misericordioso con nosotros, pero un día acabará su paciencia. Porque cada evento tiene su momento. Poco a poco todo va saliendo a la luz, incluso de manera inesperada y sorprendente, que tan a menudo nos contraría los planes. Tan seguros y altivos que tantos los ejecutaban, incluso a traición, con el beneplácito de propios y extraños.

Efectivamente, Dios nos está dando cuerda, pero un día nos dará un tirón, y entonces lloraremos. Quizás sea este el motivo principal de la gran apostasía actual, que lo tiene todo de la anunciada en el Apocalipsis. Nos sentimos seguros, porque vamos haciendo y cediendo a la debilidad disfrazada de omnipotencia, y Dios respeta nuestra libertad, pero Él tiene su hora, la hora de la Verdad. Vivimos demasiado bien, y estamos acostumbrados a que nos deje hacer, y hacemos lo que nos da la gana, no lo que deberíamos hacer. Cuando llegue su hora, habrá –sin duda- una cepillada general colosal y planetaria. Con ella, el Omnipotente “aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga” (Mt 3,12). No nos engañemos: la habremos provocado nosotros mismos, con nuestro pecado.

Muchos, ciertamente, se quejan de que Dios pide imposibles con el mandato de la castidad. No obstante, el mandamiento no es un fardo, sino que nos ayuda a vivir con coherencia y cohesión el resto de virtudes cristianas. Eso es, las que vino a anunciarnos nuestro Señor, el Amigo que nunca falla. Son virtudes que, como podemos observar ya sin ambages, en la sociedad tecnológica de masas actual ya no se ven como virtudes y se atribuyen a místicos iluminados marginales. Incluso como impedimentos para hacer lo que nos pase por la cabeza y nos apetezca en cada momento. Al tuntún, sin ninguna coherencia, como si la finalidad de nuestra vida fuera el pasarlo bien y cómodo.

“¿Virtud? ¡No te me enrolles! Si tengo que pisar, piso, mato, el primero soy yo”, dicen sin la menor reflexión, con plena satisfacción de sí mismos. …Y así va el mundo, cada día más insostenible en lo personal, familiar, social, político, cultural y ecológico. ¿Que me dejo algo? Sí: Y se llaman cristianos. Como dijo el Papa en una homilía reciente en Casa Santa Marta: “Con la seducción [del pecado], o te conviertes y cambias de vida, o empiezas a tener una doble vida cristiana”.