Tribunas

Gracia y sacerdotes

 

 

Daniel Tirapu


 

 

Un mal sacerdote, pecador, poco ejemplar, cuando consagra el cuerpo y la sangre de Cristo, consagra válidamente; cuando absuelve tus pecados no dice y en el nombre de Dios y mis méritos, dice simplemente "Yo te absuelvo", porque ese poder es de Cristo, de Dios.

Jesús cuando lava los pies a los apóstoles, pies con mugre auténtica de Jerusalén, les dice así debéis actuar vosotros. Los sacerdotes son Cristo que nos lava los pies. Estábamos apañados si la eficacia de los sacramentos dependiese de la santidad del sacerdote.

Al tiempo hay que rezar , ayudar y acoger a los sacerdotes. Un franciscano americano, me decía que al salir del gimnasio, vestido de sacerdote, una madre protegió a sus hijos como si pasara un demonio. Y el franciscano ofreció esa pequeña humillación. Si ya de por sí el camino que lleva al cielo es estrecho, aunque para Dios nada hay imposible, los ataques a la Iglesia y sus sacerdotes para muchos son como un tranquilizador de conciencia: " ya te decía yo, que son unos mangantes".

Craso error; puede que a través de todo esto te esté llamando Dios para que seas mejor, santo. Ese franciscano me decía que le movió a ser sacerdote, el mal ejemplo de algún sacerdote que trataba con descuido a Dios en la Eucaristía; podía haber quitado el hombro, pero se dijo voy a ser sacerdote y darle a Dios el amor que veo le falta a éste o al otro. ¿Estamos desolados?

Puede ser, pero la única respuesta es tomar la cruz como el cirineo y procurar ser mejor. Escrivá lo dijo y sigue resonando: estas crisis mundiales son crisis de santos. Empecemos por cada uno de nosotros.

 

Daniel Tirapu