Servicio diario - 28 de abril de 2019


 

Regina Caeli: Jesús se aparece trayendo tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica
Raquel Anillo

Regina Caeli: El Papa agradece a todos los que le enviaron sus saludos de Pascua
Anne Kurian

Argentina: el Papa saluda la beatificación de cuatro mártires argentinos
Anne Kurian

Beatificación de cuatro mártires de la Rioja, Argentina
Redacción

Santa Catalina de Siena, 29 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

28/04/2019-12:39
Raquel Anillo

Regina Caeli: Jesús se aparece trayendo tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica

(ZENIT — 28 abril 2018).- En este segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, el Papa Francisco se asoma a la ventana de su estudio del Palacio Apostólico del Vaticano para dirigirse a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro para rezar el Regina Caeli.

 

Palabras del Papa antes del Regina Caeli

Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!

El evangelio de hoy (Juan 20: 19-31) nos dice que en el día de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos en el Cenáculo, trayendo tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica.

Las primeras palabras que dice son: "La paz sea contigo" (v. 21). El Señor Resucitado trae auténtica paz, porque a través de su sacrificio en la cruz ha logrado la reconciliación entre Dios y la humanidad y ha vencido el pecado y la muerte, esta es la paz. Sus discípulos eran los primeros que necesitaban esta paz, porque después de la captura y la sentencia de muerte contra el Maestro, habían caído en el desconcierto y el miedo. Jesús se aparece vivo entre ellos y mostrando sus heridas en el cuerpo glorioso, da la paz como fruto de su victoria. Pero esa tarde el apóstol Tomás no estuvo presente. Informado de este evento extraordinario, él, incrédulo ante el testimonio de los otros apóstoles, pretende verificar personalmente la verdad de lo que ellos afirman. Ocho días después, como hoy, se repite la aparición: Jesús se encuentra con la incredulidad de Tomás y le invita a tocar sus heridas. Son la fuente de la paz, porque son el signo del inmenso amor de Jesús, quien derrotó a las fuerzas hostiles del hombre, es decir, el pecado, el mal y la muerte. Invita a tocar las heridas, es una enseñanza para nosotros, como si Jesús nos dijera a cada uno de nosotros: "Si tu no estás en paz, toca mis heridas".

Tocar las heridas de Jesús, que están en los problemas, en las dificultades, en las persecuciones, en las enfermedades, en tanta gente que sufre. ¿Tu no estás en paz?, Ve, ve a visitar a alguien que es símbolo de la herida de Jesús, toca la herida de Jesús. De esas heridas sale la misericordia. Por eso hoy es el domingo de la misericordia. Un santo decía que el cuerpo de Jesús crucificado es como un saco de misericordia, que a través de las heridas venía hacia todos nosotros. Todos nosotros necesitamos de la misericordia, lo sabemos. acerquémonos a Jesús y toquemos sus heridas, en nuestros hermanos que sufren. Las heridas de Jesús son un tesoro: de ahí surge la misericordia. seamos valerosos y toquemos las heridas de Jesús. Con estas heridas Él está delante del Padre y nos hace ver al Padre, como si dijera. "Padre, este es el precio, estas heridas son lo que yo he pagado por mis hermanos". Con las heridas Jesús intercede ante el Padre. Nos da la misericordia y nos acerca e intercede por nosotros. No olviden nunca las heridas de Jesús.

El segundo don que Jesús resucitado trae a los discípulos es la alegría. El evangelista informa que los discípulos se regocijaron al ver al Señor "(v. 20). Hay un versículo que dice que "no podían creer por la alegría que tenían", no lo podían creer. A nosotros cuando nos pasa algo increíble demasiado bello, nos viene de dentro decir: "¡No lo podemos creer, que esto no es verdad!" y así decían los discípulos, no lo podían creer por tanta alegría que sentían. Y esa es la alegría que nos da Jesús. Si tu estás triste, si no estás en paz, mira a Jesús crucificado a Jesús resucitado, mira sus heridas y recibe su alegría.

Y además de la paz y la alegría, Jesús da a sus discípulos una nueva misión: "Así como el Padre me envió, yo también os envío" (v. 21). y La resurrección de Jesús es el inicio de un nuevo dinamismo de amor capaz de transformar el mundo con la presencia del Espíritu Santo.

En este segundo domingo de Pascua, estamos invitados a acercarnos a Cristo con fe, abriendo nuestros corazones a la paz, la alegría y la misión, pero no nos olvidemos las heridas de Jesús, que de ahí surge la paz, la alegría y la fuerza par la misión.

Confiamos esto a la intercesión de materna de la Virgen María, Reina del Cielo y de la Tierra.

 

 

 

28/04/2019-14:35
Anne Kurian

Regina Caeli: El Papa agradece a todos los que le enviaron sus saludos de Pascua

(ZENIT — 28 abril 2019).- Este domingo de la octava de Pascua, el Papa Francisco agradeció a todos los que le enviaron saludos: "Les devuelvo de todo corazón invocando lo mejor para cada familia", aseguró desde la Plaza de San Pedro donde celebró la Regina Caeli.

Después de la oración mariana de la temporada de Pascua, el Papa hizo varias llamadas para la evacuación de los refugiados en Libia por las víctimas de las inundaciones en Sudáfrica. También deseó paz y alegría a las iglesias orientales, católicas y ortodoxas, que celebran la Pascua según el calendario juliano.

Esta nuestra traducción de las palabras que pronunció el Papa.

 

Las palabras del Papa después del Regina Caeli.

Queridos hermanos y hermanas,

Ayer, en La Rioja, Argentina, el Obispo Enrique Angel Angelelli, Carlos de Dios Murias, Franciscano conventual, Gabriel Longueville, sacerdote fidei donum, y Wenceslao Pedernera, catequista, padre de familia, fueron proclamados beatos. Estos mártires de la fe fueron perseguidos por la justicia y la caridad evangélica. Que su ejemplo y su intercesión apoyen especialmente a quienes trabajan por una sociedad más justa y más inclusiva. Uno de ellos era francés, fue a la Argentina como misionero. Los otros tres, argentinos. ¡Aplaudamos a todos los nuevos beatos!

Los invito a unirse a mi oración por los refugiados que se encuentran en centros de detención en Libia, cuya situación, que ya es muy grave, se vuelve aún más peligrosa debido al conflicto en curso. Solicito la evacuación urgente de mujeres, niños y enfermos lo antes posible a través de los corredores humanitarios.

Y oremos por aquellos que perdieron la vida o sufrieron graves daños a causa de las recientes inundaciones en Sudáfrica. Que nuestra solidaridad y el apoyo concreto de la comunidad internacional no le falle a nuestros hermanos.

Los saludo a todos, fieles romanos y peregrinos de Italia y tantos países, especialmente los fieles de Tlalnepantla (México), los jóvenes de Valencia, los estudiantes de Tricase, los adolescentes de Arcore y los de Carugo; Los fieles de Modugno y Génova. Un saludo especial a la peregrinación diocesana de las familias de la Arquidiócesis de Trani-Barletta-Bisceglie, así como a los devotos de la Divina Misericordia reunidos hoy en la iglesia de Santo Spirito en Sassia.

A mis hermanos y hermanas de las Iglesias orientales que hoy celebran la Pascua santa según el calendario juliano, extiendo mis cordiales deseos. ¡Que el Señor resucitado les dé gozo y paz! Y un aplauso también para todos los católicos orientales y ortodoxos, para decirles: "¡Feliz Pascua!"

Finalmente, agradezco a todos los que en este período me enviaron un saludo para la Pascua. Los devuelvo incondicionalmente invocando lo mejor para cada familia.

Buen domingo a todos ! Y, por favor, no os olvidéis orar por mí. Buen almuerzo y adiós.

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

28/04/2019-13:46
Anne Kurian

Argentina: el Papa saluda la beatificación de cuatro mártires argentinos

(ZENIT 28 abril 2019).- Durante el Regina Caeli del 28 de abril de 2019, el Papa Francisco aclamó la beatificación de cuatro mártires asesinados en Argentina, celebrado el día anterior. Entre estos mártires: un sacerdote francés, p. Gabriel Longueville (1931¬1976), nativo de la diócesis de Viviers.

P. Longueville, Mons. Enrique Angel Angelleli Carletti (1923-1976), p. Carlos Murias (1945-1976) y el laico Wenceslao Pedernera, catequista y padre de familia, fueron asesinados "en odio a la fe" por militares en 1976, desde el comienzo de la dictadura argentina (1976-1983), en su diócesis de misión. Su beatificación se celebró el 27 de abril en La Rioja, en el noroeste del país, por el cardenal Angelo Giovanni Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

"Estos mártires de la fe", dijo el Papa, refiriéndose a este evento, "han sido perseguidos a causa de la justicia y la caridad evangélica. Que su ejemplo y su intercesión apoyen especialmente a quienes trabajan por una sociedad más justa y más solidaria"."

"Uno de ellos era francés, fue a la Argentina como misionero. Los otros tres, argentinos. ¡Aplaudamos a todos los nuevos beatos! Invitó, provocando el aplauso de la multitud en la Plaza de San Pedro.

El Papa Francisco conoció personalmente a los cuatro bienaventurados. En 1973, el padre Jorge Mario Bergoglio, Provincial de los Jesuitas de Argentina, participó en un retiro predicado por el Obispo Angelleli. Tenía con él una correspondencia regular.

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

28/04/2019-14:09
Redacción

Beatificación de cuatro mártires de la Rioja, Argentina

(ZENIT — 28 abril 2019).- Beatificación de los mártires de la rioja el 27 de abril de 2019 presidida por el Cardenal Angelo Becciu a las 10 de la mañana.

 

HOMILÍA

Card. Angelo Becciu
Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos
La Rioja, sábado 27 de abril de 2019.

 

"Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos".

Queridos hermanos y hermanas,

La invitación que la Liturgia nos renueva constantemente en este tiempo de Pascua, encuentra hoy en nosotros, reunidos en el solemne rito de la beatificación de cuatro mártires, una
respuesta particularmente pronta y alegre. Nos alegramos y nos regocijamos en el Señor por el don de los nuevos Beatos. Son hombres que han dado valientemente su testimonio de Cristo, mereciendo ser propuestos por la Iglesia a la admiración e imitación de todos los fieles. Cada uno de ellos puede repetir las palabras del libro de la Apocalipsis, proclamadas en la primera lectura: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías" (Ap 12,10): el poder de Cristo resucitado, que, a lo largo de los siglos, por medio de su Espíritu, continúa viviendo y actuando en los creyentes, para impulsarlos hacia la plena realización del mensaje evangélico.

Conscientes de esto, los nuevos Beatos siempre contaron con la ayuda de Dios, incluso cuando tuvieron que "sufrir por la justicia" (1Pe 3,14), de modo que siempre estaban dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pidiese razón de la esperanza que ellos tenían (cfr 1Pe 3,15). Se ofrecieron a Dios y al prójimo en un heroico testimonio cristiano, que tuvo su culmen en el martirio.

Hoy a la Iglesia se complace en reconocer que Enrique Ángel Angelelli, Obispo de La Rioja, Carlos de Dios Murias, franciscano conventual, Gabriel Longueville, sacerdote misionero fidei donum, y el catequista Wenceslao Pedernera, padre de familia, fueron insultados y perseguidos a causa de Jesús y de la justicia evangélica (cfr Mt 5, 10-11), y han alcanzado una "gran recompensa en el cielo" (Mt 5,12).

"¡Felices ustedes!" (Mt 5,11; 1Pe 3,13). ¿Cómo podríamos no escuchar dirigida a nuestros cuatro Beatos esta sugestiva manifestación de alabanza? Ellos fueron testigos fieles del Evangelio y se
mantuvieron firmes en su amor a Cristo y a su Iglesia a costa de sufrimientos y del sacrificio extremo de la vida. Fueron asesinados en 1976 [mil novecientos setenta y seis], durante el período
de la dictadura militar, marcado por un clima político y social incandescente, que también tenía claros rasgos de persecución religiosa. El régimen dictatorial, vigente desde hacía pocos meses en
Argentina, consideraba sospechosa cualquier forma de defensa de la justicia social. Los cuatro Beatos desarrollaban una acción pastoral abierta a los nuevos desafíos pastorales; atenta a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. Todo esto, para intentar ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales.

Se trataba de una obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado en el Evangelio, en favor de los más pobres y explotados, y realizado a la luz de la novedad del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el fuerte deseo de implementar las enseñanzas conciliares.

Podríamos definirlos, en cierto sentido, como "mártires de los decretos conciliares". Fueron asesinados debido a su diligente actividad de promoción de la justicia cristiana. De hecho, en aquella época, el compromiso en favor de una justicia social y de la promoción de la dignidad de la persona humana se vio obstaculizado con todas las fuerzas de las autoridades civiles. Oficialmente, el
poder político se profesaba respetuoso, incluso defensor, de la religión cristiana, e intentaba instrumentalizarla, pretendiendo una actitud servil por parte del clero y pasiva por parte de los fieles,
invitados por la fuerza a externalizar su fe solo en manifestaciones litúrgicas y de culto. Pero los nuevos Beatos se esforzaron por trabajar en favor de una fe que también incidiese en la vida; de
modo que el Evangelio se convirtiese en fermento en la sociedad de una nueva humanidad fundada en la justicia, la solidaridad y la igualdad.

El Beato Enrique Ángel Angelelli fue un pastor valiente y celoso que, nada más llegar a La Rioja, empezó a trabajar con gran celo para socorrer a una población muy pobre y víctima de injusticias. La clave de su servicio episcopal reside en la acción social en favor de los más necesitados y explotados, así como en valorar la piedad popular como un antídoto contra la opresión. Icono del buen pastor, fue un enamorado de Cristo y del prójimo, dispuesto a dar su vida por los hermanos. Los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville fueron capaces de individuar y responder a los desafíos concretos de la evangelización siendo cercanos a las franjas más desfavorecidas de la población. El primero, religioso franciscano, se distinguió por su espíritu de oración y un auténtico desapego de los bienes materiales; el segundo, por ser hombre de la Eucaristía. Wenceslao Pedernera, catequista y miembro activo del movimiento católico rural, se dedicó apasionadamente a una generosa actividad social alimentada por la fe. Humilde y caritativo con todos.

Estos cuatro Beatos son modelos de vida cristiana. El ejemplo del Obispo enseña a los pastores de hoy a ejercer el ministerio con ardiente caridad, siendo fuertes en la fe ante las dificultades. Los dos sacerdotes exhortan a los presbíteros de hoy a ser asiduos en la oración y a hallar, en el encuentro con Jesús y en el amor por Él, la fuerza para no escatimar nunca en el ministerio sacerdotal: no entrar en componendas con la fe, permanecer fieles a toda costa a la misión, dispuestos a abrazar la cruz. El padre de familia enseña a los laicos a distinguirse por la transparencia de la fe, dejándose guiar por ella en las decisiones más importantes de la vida.

Vivieron y murieron por amor. El significado de los Mártires hoy reside en el hecho de que su testimonio anula la pretensión de vivir de forma egoísta o de construir un modelo de sociedad cerrada y sin referencia a los valores morales y espirituales. Los Mártires nos exhortan, tanto a nosotros como a las generaciones futuras, a abrir el corazón a Dios y a los hermanos, a ser heraldos de paz, a trabajar por la justicia, a ser testigos de solidaridad, a pesar de las incomprensiones, las pruebas y los cansancios. Los cuatro Mártires de esta diócesis, a quienes hoy contemplamos en su beatitud, nos recuerdan que "es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal" (1 Pe 3,17), como nos ha recordado el apóstol Pedro en la segunda lectura.

Los admiramos por su valentía. Les agradecemos su fidelidad en circunstancias difíciles, una fidelidad que es más que un ejemplo: es un legado para esta diócesis y para todo el pueblo argentino y una responsabilidad que debe vivirse en todas las épocas. El ejemplo y la oración de estos cuatro Beatos nos ayuden a ser cada vez más hombres de fe, testigos del Evangelio, constructores de comunidad, promotores de una Iglesia comprometida en testimoniar el Evangelio en todos los ámbitos de la sociedad, levantando puentes y derribando los muros de la indiferencia. Confiamos a su intercesión esta ciudad y toda la nación: sus esperanzas y sus alegrías, sus necesidades y dificultades. Que todos puedan alegrarse del honor ofrecido a estos testigos de la fe. Dios los sostuvo en los sufrimientos, les ofreció el consuelo y la corona de la victoria. Que el Señor sostenga, con la fuerza del Espíritu Santo, a quienes hoy trabajan en favor del auténtico progreso y de la construcción de la civilización del amor.

Beato Enrique Ángel Angelelli y tres compañeros mártires, ¡rogad por nosotros!

 

 

 

28/04/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

Santa Catalina de Siena, 29 de abril

«Defensora y consejera del papa, excelsa mística y doctora de la Iglesia, terció en el conflicto de Avignon, logrando que el pontífice regresara a la sede de Roma. Es patrona de Italia con san Francisco, y copatrona de Europa»

Tuvo un papel excepcional en la historia —e insólito para una mujer de su tiempo— al defender la sede de Pedro y luchar por la unidad de la Iglesia. Nació en Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Le urgía tanto la entrega de su vida a Dios, que le consagró su virginidad a los 7 años mediante voto privado. Lapa, su madre, ignoraba el fuego que latía en las entrañas de su pequeña, la penúltima de los veinticuatro hijos que daría a luz. Cuando Catalina tenía 12 años, ella y otra de sus hijas hicieron lo posible para encaminarla al matrimonio, aconsejándole que cuidase su aspecto. Entonces la santa realzó su indumentaria luciendo diversos aderezos conforme a la moda del momento. Pero enseguida se arrepintió de esta muestra de vanidad y quiso purgar su flaqueza con actos penitenciales. Los contratiempos, la rudeza de los trabajos que le impusieron y el rígido trato que recibía incrementaron su paciencia. Nadie podía penetrar en el recóndito espacio interior que ardía de amor a Dios, sino Él mismo que lo inundaba con su inmensa ternura.

A los 15 años ya era conocida por su heroica caridad con los pobres, prisioneros, enfermos y desahuciados. Todo lo asumía como vía de expiación de sus culpas. Al año siguiente tomó el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo. Intensificó la oración y la penitencia realizada en la habitación que había convertido en una especie de eremitorio. Fueron tres años intensos de los que solo sabía, además de Dios que todo lo conoce, su confesor. Punzantes tentaciones contra la castidad que brotaban de su mente de mil formas distintas le produjeron gran turbación y desasosiego. A ello siguió una profunda oscuridad que constituyó para la santa una prueba aún mayor. Le sostuvo su humildad y confianza en Dios. Al final de este túnel, cuando vislumbró el rostro resplandeciente de Cristo, le preguntó: «¿Dónde estabas Tú, mi divino Esposo, mientras yacía en una condición tan abandonada y aterradora?». Él respondió: «Hija, estaba en tu corazón, fortificándote por la gracia».

Cristo crucificado le tendía los brazos y se esforzaba por asemejarse a Él. Este inefable amor fue singularmente correspondido en 1366 con su místico desposorio sellado con una alianza, que siempre era visible para ella pero no para el resto de mortales.

A lo largo de su vida fue agraciada con numerosos éxtasis, así como dones de lágrimas, milagros y profecía. En una de sus visiones, narra su confesor y biógrafo san Raimundo de Capua, tuvo la impresión de que Dios se había llevado su corazón. Y pocos días más tarde, viéndose envuelta en una luz que provenía del cielo, se le apareció el Salvador portando en sus manos un rojo corazón del que emanaba intenso fulgor. Se acercó a ella y abrió su costado izquierdo introduciéndoselo, al tiempo que le decía: «Hija, el otro día me llevé tu corazón; hoy te entrego el mío y de aquí en adelante lo tendrás para siempre». Le cerró el pecho, pero la cicatriz fue ostensible. A partir de entonces solía decir: «Señor, te recomiendo mi corazón».

En 1369 inició una intensa vida apostólica. Pasando por alto el gravísimo riesgo que corría de contraer la lepra, atendía a los enfermos. Doblegó su voluntad venciendo su natural repulsión en un hecho que la asemejó a san Francisco de Asís al aplicar sus labios a las llagas purulentas de uno de aquellos infelices. Su acción durante la peste que asoló el país fue también admirable. Tan ardiente caridad fue recompensada por Dios a través de varios milagros. Convirtió a muchos pecadores incapaces de sustraerse a sus exhortaciones, con las que les encaminaba a una vida de penitencia. Muchos la seguían porque les reportaba paz y consuelo abriéndoles el camino del amor a Dios. Había quienes la calificaban de hipócrita y fanática, y otros la consideraban santa. El 1 de abril de 1375 fue bendecida con los estigmas de la Pasión, que en su caso no fueron de sangre sino de luz.

Fue una gran conciliadora en su entorno familiar y a otras escalas, como hizo cuando supo que Florencia estaba adherida a una liga contra la Santa Sede. Sus componentes desoyeron las demandas de Gregorio XI, residente en Avignon, y aceptaron la mediación de Catalina, que convenció a los magistrados. El papa, admirado por su prudencia y virtud, le dijo: «No deseo nada más que la paz. Dejo esta cuestión totalmente en sus manos; solo le recomiendo el honor de la Iglesia». Con todo, persistieron las gravísimas desavenencias. Pero quizás el hecho más significativo fue su papel dentro de la Iglesia. Arreciaron las quejas de los romanos por la ausencia de los últimos pontífices de la Sede de Roma, que duraba ya sesenta y cuatro años de residencias en Avignon, y con ello las amenazas de cisma. Gregorio XI se propuso regresar, pero este sentimiento confiado prudentemente en la corte no obtuvo su beneplácito. Consultó a Catalina quien, conocida por revelación la íntima decisión del pontífice, le dijo: «Cumpla con su promesa hecha a Dios». Su determinación y ternura calaron en el Santo Padre. Le había llamado «dulce Cristo en la tierra», diciéndole: «¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar». El papa quedó impresionado y se propuso volver a Roma. La santa logró que en 1378 Florencia admitiera la autoridad del pontífice Urbano VI sucesor de Gregorio Xl. Cuando aquél la llamó a través de su confesor para que fuese a Roma, al comienzo del gran cisma en el que estuvo implicado junto a Clemente VII, Catalina se trasladó allí, donde murió el 29 de abril de 1380, ocho días después de haber sufrido un ataque de apoplejía. Tenía 33 años.

Le había costado aprender a leer, y pudo escribir siendo adulta. Entre otras obras maestras, ha legado «El Diálogo de la Divina Providencia», dictado en su celda de Siena. Pío II la canonizó el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto a san Francisco de Asís. El 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia. El 1 de octubre de 1999 Juan Pablo II la designó copatrona de Europa.