Tribunas

Las claves del ateísmo español

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

La revista Claves, de la razón práctica, que dirige el ínclito Fernando Savater, acaba de publica un número dedicado a la religión. El subtítulo de portada es: “Dios lo quiere. Esperanzas y temores de las creencias religiosas”. Me parece muy significativo que esta publicación, que es espejo de un estado de opinión de parte de la sociedad española, la intelectualidad progresista, -vamos a definirla así-, acoja una reflexión sobre el hecho religioso con los siguientes parámetros, que proceden del perfil de los autores de los artículos y de los temas abordados.

Amelia Valcárcel, catedrática de ética, ilustrada, racionalista, escribe sobre las “Catedrales incendiadas”, pretende dialogar con S. Huntington y al final, cuando se pregunta qué hacer con las religiones, propone: “Purificarlas, desnudarlas de ancestralidades incomprensibles o ridículas. Quitarles lastre. Labor de carenar. Prohibirlos usos y los ritos supersticiosos”.

Vale, a la docta Valcárcel le sirve una religión humanista que coincida con sus credos humanizadores. Pero le sobra Revelación, milagros y culto, es decir, lo sobrenatural.

También escribe Félix Ovejero Lucas, que es una especie de “toca narices” de la izquierda, sobre todo del nacionalismo progresista, y del conservador. Plantea una cuestión interesante desde un modelo intelectual típico de la izquierda: el problema no son las religiones en su relación con la democracia.

Bueno, sí, algunas sí son un problema. Y explica por qué. La cuestión radica en que hay políticas de identidad que están asumiendo los roles de las religiones antidemocráticas. Curiosa perspectiva que adolece de un diálogo sereno con Joseph Ratzinger en la primera parte de la proposición.

Mi amigo José Antonio Herrero Brasas se esfuerza, en la senda del último Ramón Tamames, por explotar las huellas de lo divino en la cosmología. Con tino y acierto, por cierto, evitando meterse en charcos, pero lanzando alguna idea interesante en la línea de A. Flew. 

Y, para más inri, antes de la perla final, rompedora, el texto de Antonio Piñero sobre la historicidad del cristianismo primitivo, que es más de lo mismo. Es decir, deconstrucción, por no llamarlo destrucción. Como si los escrituristas y teólogos e historiadores del cristianismo primitivo no se hubieran enterado de nada.

Por último, y aquí viene la sorpresa, Mikel Azurmendi cuenta su experiencia de “Dios en el encuentro”, una síntesis de su conversión y del encuentro con los chicos de Comunión y Liberación. La pregunta es cómo se le ha ocurrido a Fernando Savater invitar a Azurmendi a escribir este texto. Pues bien sencillo, por la amistad, de antiguo, de Azurmendi con Savater, ligada a lucha por las libertades en el País Vasco.

Bien, pues ahora toca pensar sobre estos textos y a dialogar con ellos y a trabajar para ofrecer una respuesta adecuada a sus afirmaciones. Da la impresión de que, mientras estemos dedicados a los inmigrantes –trabajo que hay que hacer-, hay alguien más que se nos está colando y está dinamitando las bases de nuestra convivencia religiosa, nuestra comprensión de Dios. Ya sé que lo mío es una metáfora, y lo otro, una realidad. Pero ojo con las ideas que se convierten en vida, privada y pública.

 

José Francisco Serrano Oceja