CARTA DEL OBISPO

 

CARA Y CRUZ DE LAS REDES SOCIALES

 

 

 

SANTANDER | 01.06.2019


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Queridos hermanos y hermanas:

 

La Jornada de las Comunicaciones Sociales de este año 2019 se centra en la web y las redes sociales. Nadie duda que los Medios de Comunicación Social están hoy tan presentes en la vida cotidiana que nos resultaría muy difícil vivir sin ellos. El papa Francisco ha analizado en varias ocasiones los aspectos positivos y negativos del mundo digital y afirma que no sólo utilizamos los medios digitales para comunicarnos sino que vivimos "en una cultura ampliamente digitalizada, que afecta de modo muy profundo la noción de tiempo y de espacio, la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, el modo de comunicar, de aprender, de informarse, de entrar en relación con los demás. Una manera de acercarse a la realidad que suele privilegiar la imagen respecto a la escucha y a la lectura incide en el modo de aprender y en el desarrollo del sentido crítico".

Indudablemente tienen aspectos positivos: Hay que reconocer que la web y las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros. Constituyen, sin duda, una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento.

Pero también adolecen de límites y carencias. Porque se prestan a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos. Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético. Aunque a veces crean cohesión y solidaridad, a menudo más que verdaderas comunidades son agregaciones de individuos unidos por intereses y con vínculos débiles. Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo. Los usuarios se definen a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Son grupos que favorecen un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo. La red que podría contribuir al encuentro con los demás, puede también potenciar el autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. La web también puede convertirse en un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para fines sexuales o mediante el juego de azar.

A pesar de sus límites y carencias, el mundo digital representa un desafío para la Iglesia: hay que conocerlo a fondo y habitarlo para sacar partido a su potencial comunicativo para el anuncio cristiano, sin olvidar que la fe se basa en la escucha de la Palabra de Dios y en la lectura de la Sagrada Escritura. Internet debe ser "un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas". La metáfora de la red como comunidad de encuentro y solidaridad implica la construcción de un "nosotros" basado en la escucha del otro, en el diálogo y, por consiguiente, en el uso responsable del lenguaje. Esta es la red que queremos, recuerda el Papa actual. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los "like" sino sobre la verdad, sobre el "amén" con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás. Los jóvenes cristianos, nativos digitales como sus coetáneos, encuentran aquí una auténtica misión, en la que algunos ya están comprometidos. Por otra parte, son los mismos jóvenes quienes piden ser acompañados en el discernimiento sobre estilos de vida maduros, en un ambiente plenamente digitalizado, que permita aprovechar las oportunidades evitando los riesgos.

 

Con mi afecto y mi bendición.

 

+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander