Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

 

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Nº 677

19 de jul. 2019

 

BOLETÍN MONOGRÁFICO: ANTARES DE LA LUZ

 

1. Dos años después de su huida, la policía de Chile detiene a ex adepta de Antares de la Luz.

2. Natalia Guerra dirigía una nueva secta sanadora tras abandonar el grupo de Antares de la Luz.

3. La seguidora de Antares de la Luz se puso a meditar tras entrar en prisión.

4. Periodista chilena: “creían que él realmente era Dios”.

5. Así relata un libro el asesinato ritual del bebé en la secta de Antares de la Luz.

6. Algunas de las otras sectas que han impactado a Chile.

 

 

1. Dos años después de su huida, la policía de Chile detiene a ex adepta de Antares de la Luz.

FUENTE: Varios medios

 

 

El pasado 9 de julio fue detenida Natalia Guerra, ex miembro de la Secta de Colliguay (Chile), que lideró Antares de la Luz. La mujer era buscada hace dos años por la Policía de Investigaciones, tras ser condenada por el asesinato de su bebé en una hoguera, siendo capturada en Talagante. En el número 676 del boletín InfoRIES publicamos la noticia, que ampliamos en este boletín monográfico, por lo significativo del caso y la repercusión mediática que ha tenido.

Según leemos en Página 7, Guerra fue condenada en marzo de 2017 por el delito de parricidio, mientras que Pablo Undurraga –otro de los integrantes de la secta– fue declarado culpable de homicidio calificado. Debido a lo anterior, Undurraga está cumpliendo una condena de 5 años de presidio menor en su grado máximo. Asimismo, el resto de los involucrados fueron considerados sólo como encubridores del hecho. De hecho, varios de ellos alegaron enajenación mental al momento de la muerte del menor.

Eso sí, en su momento el psicólogo forense de la Policía de Investigaciones, Gonzalo Torrealba, expresó que los integrantes de la secta no estaban bajo los efectos de las drogas cuando llevaron a cabo el sacrifico y posterior muerte del recién nacido. “Los hechos acontecidos aquel día 23 de noviembre en horas de la noche, no fueron suscitados a propósito del consumo de la ayahuasca”, sentenció.

Cabe recordar que a fines de 2012, en el sector de Colliguay, miembros de la secta efectuaron un ritual en el cual quemaron al lactante por considerarlo un “Anticristo”, hecho que causó gran conmoción a nivel nacional. Por último, se espera que pronto la policía civil entregará mayores detalles de la aprehensión de Guerra.

Detalles del suceso

Una terrible noticia horrorizó a los vecinos de la zona rural de Colliguay, de la comuna de Quilpué, en Valparaíso, Chile. Los padres –pertenecientes a una secta– del menor identificado como Jesús Castillo Guerra, de apenas dos días de nacido, decidieron quemar vivo a su pequeño heredero, con la única intensión de así salvar el mundo. El padre se suicidó en Perú cuando era perseguido por la policía. La madre se encontraba prófuga hasta este martes, que la policía chilena dio con su paradero y su posterior captura, tal como informa el diario peruano El Comercio.

Natalia Guerra había sido condenada en 2017 por parricidio, debido a que el menor era su hijo. Otras seis personas involucradas fueron condenadas por homicidio calificado. Si bien la condena fue anunciada, la mujer no fue detenida hasta el 9 de julio, cuando fue hallada en Talagante, capital de la provincia homónima de la Región Metropolitana de Santiago.

Los hechos recién se conocieron en abril del 2003. Según se desprenden de las investigaciones realizadas por las autoridades chilenas, la pareja de padres, junto a otro grupo de seguidores de la secta de “Antares de la luz” amarraron a su bebé de dos días de nacido a un trozo de madera y lo quemaron, en un ritual que el mismo padre del menor, Ramón Castillo Gaete, organizó como líder. El incomprensible accionar del padre líder de la secta, “Antares de la luz”, habría tenido como objetivo salvar al mundo de un apocalipsis pronosticado para el 21 de diciembre de 2012. El evento se realizó en completo hermetismo, siendo los miembros de la secta los únicos testigos del macabro asesinato.

Pasados los días de la cruel muerte del menor de dos días de nacido, algunos miembros de la secta se alejaron de esta. Posteriormente, llegó un mensaje a la oficina de la Policía de Investigaciones (PDI) informando sobre el cruel suceso. Fue entonces que las investigaciones iniciaron. Mientras las investigaciones y las entrevistas a testigos se realizaban, el líder de esta secta, Ramón Castillo, logró huir hacia el Perú, pero le duró poco porque la policía cada vez más le soplaba la nuca. Al verse acorralado por la policía se quitó la vida el 1 de mayo de 2013. Su cuerpo fue encontrado inerte y colgado en una casa abandonada en el Cusco. La noticia causó gran conmoción en el Perú y en el mundo.

Por otro lado, la secta y sus integrantes enfrentaban procesos penales que acabaron en condenas por homicidio y parricidio. Cuando la justicia cuestionó a Natalia Guerra, la madre, ella señaló haber estado drogada, en una maniobra legal por limpiarse de responsabilidades, pero sus declaraciones se contradecían con otras anteriores que hizo. “Todos sabían que mi hijo tenía que ser asesinado por Castillo y que debía ser así. Él era Dios”, declaró en el pasado. De nada le sirvió defenderse. Natalia Guerra fue condenada a 5 años de cárcel y se encontraba inubicable hasta la fecha.

Poca información se tiene sobre cómo funcionaba esta secta liderada por Ramón Castillo Gaete en Chile. Algunos expedientes policiales chilenos indican que la secta tenía como objetivo vivir en comunidad, consumir drogas y someterse a supuestos rituales de sanación. Por otro lado, sobre Ramón Castillo Gaete se sabe que fue el menor de tres hermanos y llevaba una vida acomodada. Amigos de este sujeto indicaron al diario chileno Emol que este era conocido porque “le gustaban mucho las mujeres y era bien apasionado”. Además, era un tipo normal “aunque no carismático”. En distintos momentos sorprendía a sus interlocutores con conversaciones “sobre el yo interior” y “el sentido de la vida”.

Como recuerda el diario La Cuarta, la noche del 23 de noviembre de 2012 una escalofriante historia se vivía en el fundo Los Culenes, en la Quinta Región. Un pequeño de sólo cinco días era quemado vivo en medio de un ritual, previo al supuesto fin del mundo anunciado para el 21 de diciembre de ese año. Tras el homicidio los jóvenes permanecieron reunidos y drogados, pero cuando el cataclismo del fin de la humanidad no llegó, el grupo se dispersó y Antares huyó a Perú donde permaneció escondido hasta que se suicidó.

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2. Natalia Guerra dirigía una nueva secta sanadora tras abandonar el grupo de Antares de la Luz.

FUENTE: Varios medios

 

 

Durante dos años la policía buscó a Natalia Guerra, ex miembro de la secta de Colliguay, que lideró Antares de la Luz. La mujer había sido condenada por el asesinato de su bebé en una hoguera en 2017. Su rastro se había perdido en abril de ese año, en la localidad de San Juan de Pirque, donde cumplía arresto domiciliario. Desde ese entonces, nadie sabía sobre su paradero. Así lo cuenta Página 7.

Pero, ¿cómo lo hizo para mantenerse prófuga? Tras su captura, la investigación reveló que durante ese tiempo cambiaba constantemente de domicilio, siempre en parcelas situadas en lugares secretos. Además, usaba una identidad falsa y hacía cambios en su apariencia, dejándose crecer el cabello y tiñéndolo de diferentes colores. “Ella se mantenía oculta en su domicilio y ni siquiera salía a comprar. A su pareja ella le hacía los encargos”, detalló el jefe de la BIPE Metropolitana, Juan Pablo Pardo, a 24 Horas.

Sin embargo, algunos descuidos fueron claves para que los detectives lograran capturarla. Se trata de unos documentos personales que Guerra dejó olvidados en un refugio que tuvo en Calera de Tango. El nuevo arrendatario del inmueble halló los papeles y se los entregó a la PDI. De este modo se estableció la identidad de la pareja de Natalia y comenzó el trabajo investigativo.

“En virtud de los seguimientos, logramos dar con el domicilio donde ella se encontraba”, señaló el oficial. Además, se reveló que durante su período prófuga de la Justicia, Guerra seguía efectuando un tipo de culto. En este contexto, la mujer hacía reuniones dos o tres veces por semana en una parcela con un grupo de entre cinco y seis personas.

En La Tercera leemos que Natalia Guerra había sido condenada en 2017 junto a otros seis involucrados, a quienes se les condenó por homicidio calificado, pero a ella la Fiscalía le imputó parricidio, debido a que el menor era su hijo. Desde ese entonces la mujer estaba prófuga de la justicia, estatus que se acabó hoy cuando personal de la PDI la detuvo en una parcela de Isla de Maipo, en la Región Metropolitana.

Juan Pablo Pardo informó de que “pudimos establecer que se cambiaba cada un año de domicilio, siempre ocupaba estas parcelas, porque tenemos prácticamente establecido que seguía con su culto, de secta”. La mujer aparte de permanecer oculta utilizaba otros nombres para no ser identificada por terceros. Pardo, detalló además que cuando personal de la policía civil ingresó en la parcela donde fue encontrada, “ella procedió a darse a la fuga por los patios de la parcela, pero no logró avanzar mucho”.

Respecto a cómo dieron con su paradero el detective explicó que “nuestra línea investiga nace cuando algunos documentos son olvidados por ella en un domicilio que mantuvo en Calera de Tango. La persona que llegó a arrendar dicho domicilio encontró los documentos y nos comunicó a nosotros. Ahí establecemos la identidad de la pareja de Natalia y procedemos a hacer el trabajo investigativo con respecto a esta persona”. Fue justamente este trabajo que se hizo con la pareja de Guerra la que permitió a la PDI realizar un seguimiento que concluyó con su aprehensión esta jornada.

No sólo eso: según leemos en Bio Bio Chile, obteniendo desde la basura listas de compras, la policía logró identificar el lugar en que vivía Natalia Guerra. Según Las Últimas Noticias, a principios de junio la Policía de Investigaciones (PDI) tenía sospechas fundadas sobre cuál era la propiedad en la que vivía Guerra junto a su pareja, quien era el arrendatario. Ambos habitaban en una parcela de media hectárea de un condominio de Isla de Maipo. Sin embargo, no podían comprobar que Guerra efectivamente estaba ahí, porque la mujer nunca salió para ser observada.

Para poder obtener la orden de ingreso a la propiedad necesitaban indicios. Y fueron por las pistas a la basura. El servicio de recolección en ese sector no se realizaba con un camión triturador, sino que con uno tres cuartos. En consecuencia, se detuvo a uno de estos vehículos al salir del condominio y se decomisaron tres bolsas de basura. En una de ellas se encontraron notas: “Meiggs. Arena gatos, pesa más grande, pilas 2025 AAA, cepillo de dientes, cepillo de pelo, frazadas”, decía en un papel, escrito con lápiz pasta.

En total se encontraron cuatro de estos apuntes. Tras haberse realizado un peritaje caligráfico, se comprobó que coincidía con la letra de Guerra. Después de dos años prófuga, al día siguiente la mujer fue detenida y ya cumple la condena de cinco años de cárcel por el parricidio de su bebé en el Centro Penitenciario Femenino de Santiago.

Una de las tácticas de Natalia para no ser encontrada era cambiarse de domicilio constantemente, fue así como en una casa de Calera de Tango, donde vivía con su pareja, dejó olvidados algunos documentos antes de irse a vivir a Isla de Maipo. Entre la documentación olvidada por Natalia Guerra en la casa de Calera de Tango (antes mencionada), había tarjetas bancarias y su licencia de conducir, tal como leemos en Ahora Noticias.

Con dichos antecedentes, se logró identificar a la pareja de Natalia, a quien se le investigó para dar con la mujer. Fue una videollamada entre ellos, donde él le preguntaba en el aeropuerto sobre qué perfume quería que le comprara, la que finalmente fue clave para su detención. El comisario Juan Pablo Pardo señaló: “Él realiza una videollamada con una mujer, preguntándole qué perfume quería o qué perfume quería que le regalara, en ese momento los funcionarios que realizaban el trabajo en terreno, se percatan que la mujer que estaba haciendo la llamada era Natalia Guerra”.

El comisario explicó: “Cuando nosotros llevamos la investigación, pudimos hablar con ciertas personas, y una de ellas nos comentó que había reuniones que se hacían en la casa, un grupo acotado de gente, donde se asociaba mucho a la espiritualidad y la sanación del cuerpo y la mente”.

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3. La seguidora de Antares de la Luz se puso a meditar tras entrar en prisión.

FUENTE: Varios medios

 

 

De acuerdo a lo consignado por La Cuarta, al ser trasladada Natalia Guerra Jequier al Centro de Orientación Femenino de Gendarmería en San Joaquín, donde es vigilada por un circuito cerrado de cámaras, la mujer de 33 años llegó alterada y llorando, gritando contra el sistema que era inocente y acusando a Ramón Castillo, más conocido como Antares de la Luz, de ser el autor intelectual del crimen.

Sin embargo, y después de ingresar en su celda, Guerra se calmó. Se sentó en el suelo, cruzó las piernas y se puso a meditar, según informa El Dínamo. La condenada por parricidio, conocida como “Jeshu” por creerse la hija de Dios y padecer de delirio mesiánico, deberá cumplir los 5 años de encierro por entregar a su hijo recién nacido a Ramón Castillo, quien luego lo tiró a la hoguera.

Natalia era la madre del lactante que fue quemado vivo la secta de Colliguay liderada por Antares de la Luz, delito por el que fue condenada por parricidio a cinco años de presidio menor en su grado máximo sin pena alternativa. Juan Pablo Pardo, jefe de la Brigada de Investigaciones Policiales Especiales (BIPE), aseguró que “las sectas en Chile no son sancionadas sólo por ser sectas, sino que tienen que cometer algún tipo de delito para que nosotros podamos actuar”, concluyó.

En La Prensa Austral leemos que el asesinato ocurrió el 23 de noviembre de 2012, cuando en el fundo Los Culenes, de la comuna de Quilpué, un grupo de personas se concertó para realizar una ceremonia que supuestamente los salvaría del fin del mundo, falsamente anunciado para el 21 de diciembre de ese año. En el rito, el hijo de Natalia Guerra fue lanzado en un pozo con piedras al rojo vivo por orden del padre biológico del bebé, Ramón Castillo Gaete, conocido como “Antares de la Luz”, líder de la secta de Colliguay y que aseguraba que su hijo era el “anticristo”.

Guerra se entregó a la justicia junto a su pareja, Pablo Undurraga, y en marzo de 2017 la jueza los declaró culpables por el homicidio del recién nacido y los condenó a cinco años de cárcel. “Antares de la Luz” se suicidó en mayo de 2013 en una casa abandonada cercana a la ciudad de Cusco, en Perú.

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4. Periodista chilena: “creían que él realmente era Dios”.

FUENTE: Ahora Noticias

 

 

En conversación con el programa “Qué Hay de Nuevo” de Radio Infinita, Verónica Foxley, periodista y autora del libro Cinco gotas de Sangre, la historia íntima de Antares de la Luz (del que publicamos un extracto en la noticia siguiente), reveló detalles sobre Natalia Guerra, la madre del infante quemado por la secta de Antares. Lo leemos en Ahora Noticias.

¿Qué dijo sobre Natalia Guerra? La relación de Guerra con la secta comenzó gracias a su pareja de esa época, Pablo Undurraga, quien la invitó a conocer al líder Antares de la Luz. En un comienzo los rituales eran disfrazados como talleres espirituales. “Cuando uno pasa a ser parte de una secta, no es muy fácil darse cuenta”, dijo Foxley. Para la autora, la personalidad de Guerra influyó en su relación con la secta. “Siempre estuvo ligada a una búsqueda, tenía bastantes inquietudes espirituales y ciertos vacíos”, afirmó.

Foxley describió la relación de los integrantes de la secta con su líder, Ramón Castillo Gaete, más conocido como Antares de la Luz. “Ellos creían que Antares realmente era Dios, no hay momento de dudas (...) Los castigaba, los desnudaba, los obligaba a cortarse el pelo. Hay un proceso de inducción muy sutil en un principio”, señaló.

El vínculo entre Antares y Guerra aumentó, según Foxley, cuando él la escogió porque creía que las mujeres lo purificaban. “La induce a terminar la relación con Undurraga y le dice que si no tiene relaciones sexuales con él se iría al infierno”, comentó. La periodista también relató el momento en que Guerra le dijo que estaba embarazada: “Él dijo que no podía tener hijos y que ese niño era la encarnación de Lucifer (...) No le quedó otra que seguir adelante con el embarazo, fue una obligación de Antares. La aisló y la encerró con llave”. Finalmente, se comentó sobre el arrepentimiento de Guerra. “Quedó horrorizada con todo lo que pasó, siempre se ha sentido una víctima de todo esto”, expresó.

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5. Así relata un libro el asesinato ritual del bebé en la secta de Antares de la Luz.

FUENTE: The Clinic

 

 

El pasado 9 de julio fue detenida por la PDI Natalia Guerra, condenada por haber quemado vivo a su pequeño hijo en la llamada secta de Collliguay. El libro Cinco gotas de Sangre, la historia íntima de Antares de la Luz, publicado en 2013 por Editorial Catalonia, cuenta detalles de los escabrosos detalles de este caso que remeció al país. El medio chileno The Clinic ha publicado uno de sus capítulos.

En abril de 2013 salió a la luz pública el asesinato de un recién nacido ocurrido en Colliguay, una localidad en la Región de Valparaíso con no más de mil habitantes. Con el paso de los días se originó una investigación policial y una consiguiente explosión mediática que fue dando paso a más aristas del caso: aquel espantoso crimen había sido planeado por Ramón Castillo Gaete, más conocido como Antares de la Luz, el líder de una secta conformada por un grupo de jóvenes sin antecedentes previos.

El otrora profesor y músico clarinetista era un compulsivo consumidor de ayahuasca y un fanático de los libros de Carlos Castaneda. Antares de la Luz aseguraba a sus fieles que el fin del mundo ocurriría el 21 de diciembre de 2012, que él era Dios encarnado en la Tierra y que el niño que venía en camino era el Anticristo, el “adefesio” que había que exterminar. Por aquel “profeta”, ese grupo de jóvenes estaba dispuesto a todo, incluso a morir.

¿Quién era realmente ese iluminado que afirmaba con tanto fervor saber lo que ocurriría cuando el mundo se acabara? ¿En qué momento se pasa de una comunidad espiritual a las redes de una secta? ¿Cómo el carisma y la mente enferma de una sola persona fueron capaces de construir un tejido de creencias que convenció a hombres y mujeres comunes y corrientes para que siguieran sus pasos y se convirtieran en sus más disciplinados guerreros? ¿Por qué jóvenes profesionales, con estudios y en el comienzo de sus vidas, dieron todo de sí para cumplir lo que este particular demiurgo les ordenara, llegando incluso al punto de participar directa o indirectamente en la muerte en una hoguera de un bebé que solamente tenía tres días de vida?

En estas páginas se descorre el velo de estas y muchas otras preguntas, y se narra la historia íntima de la secta cuyos ritos sacrificiales terminaron quemando a un inocente en uno de los asesinatos más crueles que se hayan conocido en Chile. La autora, Verónica Foxley Detmer, nació en 1970 en Santiago. Estudió Periodismo en la Universidad Diego Portales y luego cursó un Magíster en la Universidad de San Andrés y el Grupo Clarín en Buenos Aires.

CAPÍTULO 7: El sacrificio

En un mundo donde la muerte es el cazador no hay tiempo para dudas ni lamentos. Sólo hay tiempo para decisiones. No importa cuáles sean las decisiones. Nada puede ser más serio o menos serio que lo demás. En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes o pequeñas. Sólo hay decisiones que un guerrero toma a la vista de su muerte inevitable.

Nadie en Colliguay pudo oír lo que pasó. Nadie, porque el fundo Los Culenes queda lejos del poblado. Hasta la mañana del 25 de abril —cuando la noticia del asesinato estalló en la prensa— Colliguay era un lugar poco conocido. Una localidad ubicada en la Cordillera de la Costa a unos treinta kilómetros de Quilpué, donde la vida transcurría lenta y apaciblemente. Y eso era así básicamente por las dificultades para llegar hasta allí. El camino de ripio es como una serpiente interminable de curvas y avanzar en él —sin doble mano— es lento y tedioso.

Pueden pasar kilómetros sin cruzarse con nadie, salvo una que otra humilde casa en las que por alguna extraña razón nunca se ve a nadie. Todo esto en medio de bosques de arrayanes y lingues. En Colliguay viven cerca de ochocientas personas y los animales se esparcen por el campo. En el invierno es tranquilo, mientras que en el verano aumenta la afluencia debido a los turistas, muchos de los cuales se instalan en el Rancho Alemán fascinados por la energía del lugar, uno de los centros ecoturísticos más potentes de la zona. Allí la gente disfruta haciendo caminatas por los infinitos senderos y bañándose en los pozones.

Otro de los atractivos turísticos es el camping Las Vertientes. A su dueño, Fabrizio, le gusta vivir ahí. Él fue uno más de los que quedaron estupefactos al saber lo que había pasado con la secta y la invasión posterior de periodistas que siguió a la noticia del asesinato del recién nacido. Pero no era su primera vez ante las cámaras de televisión. En el año 1992 también tuvo que salir al hablar en la prensa cuando se descubrió que los asesinos de Jaime Guzmán, los frentistas Mauricio Hernández Norambuena y otros seis compañeros, se escondieron en el camping durante varios meses. “Eso pasó hace mucho tiempo. Pero aparte de eso, este lugar siempre ha sido tranquilo, pué”, dice.

No hay más que eso en Colliguay. Pero a su gente la vida allí les sabe bien. No la cambiarían por la ciudad. Pero su nombre ha sido mancillado y algunos quieren redimirlo. No se resignan a que Antares de la Luz haya elegido su terruño para asesinar a un niño recién nacido. “Si el cerro ese donde lo mataron está más cerca de Olmué que de nosotros”, reclama el hombre para defender la honra de sus habitantes. Más allá de sus anhelos lo cierto es que fue en el cerro Colliguay donde pasó todo. Específicamente en el Fundo Los Culenes.

Para llegar hasta allá se necesita un auto con tracción, unos caballos o un buen estado físico para subir los seis kilómetros que hay de distancia entre la ruta y la puerta de entrada del fundo. El trazado que separa la ruta F-760 hasta el fundo es conocido como el Camino de la Mina, ya que hasta hace poco funcionaba allí una mina de cuarzo. Durante todo el camino se esparcen en el suelo trozos de ese mineral, al que se le atribuyen propiedades energéticas y sanadoras. La presencia de esas piedras puede ser una de las causas que explique la franca “locura” que le causó a Ramón su encuentro con el cerro.

En la entrada del fundo cuelga un letrero escrito a mano con el nombre “Los Culenes”, y unos cuatrocientos metros más arriba está la cabaña, que no es más que un conjunto de paredes de adobe en muy mal estado, que forman un rectángulo —de catorce metros de largo por un metro ochenta de alto—, cubiertas a su vez con un techo de planchas de zinc con forma de A. Las ventanas son pequeñas, lo mismo que las dos puertas, que solo se pueden atravesar agachando la cabeza. Las terminaciones son excesivamente rudimentarias, el piso es de tierra. No hay baño, tampoco agua y luz.

Más que una cabaña, parece una choza. En algún momento existieron más paredes, que formaban otro espacio, pero de eso ya no queda casi nada. Los arbustos y los espinos se esparcen como la hiedra en el terreno. Es lo más parecido a las descripciones que hacía Carlos Castaneda de algunos de los lugares donde habría estado con el chamán Juan Matus.

“Si aquí todos nos conocemos”, comentaba Rubén Asenjo, encargado del Fundo los Culenes que llegó hace cinco años a vivir allí. Fue él quien entregó las llaves del fundo por primera vez a Pablo y Antares en el año 2010. Un tiempo antes, su jefe Ismael Gomberoff había conocido a los jóvenes cuando un día se aparecieron por su casa.

Antares se presentó como maestro zen y, tras una breve charla, le pidió prestado su predio para hacer meditación, ya que, según le explicó, quería pasar unos días ahí con su discípulo Pablo Undurraga. Gomberoff, que vive la mitad del año en Estados Unidos y la otra en Chile, es un hombre ecológico y espiritual que ha dedicado buena parte de sus setenta y dos años al ecocultivo y la vida en comunidad, pero en California. Por ello esto de “prestar” no le sonó para nada raro. Llamó al cuidador y le pidió que les entregara las llaves a los nuevos ocupantes, lo que Asenjo cumplió. Los llevó hasta el fundo y no los vio más.

En septiembre del año 2012 Antares llamó de nuevo a Gomberoff para pedirle el fundo en el mes de diciembre para pasar “las fiestas”. El hombre les dijo que sí, que no había problema. A principios de noviembre aparecieron otra vez. Rubén les iba a dar la mano pero ellos se echaron para atrás y le hicieron una genuflexión juntando las palmas. Se veían tranquilos. “Parecían gente que tenía su propio mundo”, recuerda Asenjo.

—Hola, don Rubén, quería pedirle las llaves.

—Claro, si mi jefe ya me llamó, pero yo lo acompaño.

—No. Yo subiré solo —le respondió Undurraga.

A este sureño no le gustó el tono impositivo de Undurraga. Lo encontró demasiado autoritario. Después de una breve discusión, y luego de que Pablo llamara a Antares por teléfono, Rubén subió con este hasta la puerta del fundo. A la mañana siguiente Undurraga apareció otra vez. Ahora en compañía de Karla.

—¿Podemos guardar este auto aquí abajo? —preguntó Undurraga.

—Claro, no hay problema.

Este les mostró un lugar donde dejar el auto y los jóvenes se fueron. No los volvió a ver por algunas semanas, tiempo en el que Natalia dio a luz y en el que Antares puso en marcha la última etapa del plan para asesinar al recién nacido. Aunque aún no se puede precisar con total exactitud qué fue lo que sucedió exactamente allí esa noche —ya que eso es parte de la investigación que lleva adelante el fiscal adjunto de Quilpué, Juan Emilio Gatica—, los relatos de los imputados logran aproximarse a un cuadro de cómo pasó todo.

El 23 de noviembre, tras hacerle los exámenes en la clínica de Reñaca, Carolina y Natalia fueron llevadas a la casa en Los Andes con el pequeño Jesús. Ese mismo día, Josefina, Pablo y Antares subieron a Colliguay. Allí este le dio una nueva orden a Undurraga: que limpiara una vieja letrina ubicada a escasos metros de la casa de adobe.

—Quiero que busques muchas rocas —dijo Antares.

Undurraga obedeció. Estuvo por horas sacando arbustos, buscando piedras.

La letrina medía un metro veinte de ancho y un metro sesenta de largo; estaba a sólo dieciséis pasos de una de una de las pequeñas puertas de la casa. Antares también buscó arbustos, mientras Josefina armaba las carpas. Había empezado a oscurecer cuando Antares encendió la hoguera. Él era el único que podía hacerlo. Los impuros, según sus creencias, no estaban capacitados para ello.

A las diez y media de la noche David, Pilar, Carolina, Natalia y su hijo llegaron hasta el inicio del cerro. David estaba al volante, Carolina en el asiento del copiloto con el recién nacido, atrás Natalia y Pilar. Iban a subir el cerro pero el auto de la mamá de David no tenía suficiente potencia. Entonces, le avisaron a Pablo, que estaba arriba, quien minutos después apareció en la camioneta de Franchy.

—Pilar, David y Carolina tienen que bajarse.

Los jóvenes lo hicieron y al auto se subieron sólo Natalia y su hijo. Manejó unos metros más y se detuvo en la entrada a la zona de la casa.

—Espérame aquí. Le voy a avisar a Antares que llegamos.

Natalia le obedeció y lo esperó adentro del auto. Con guantes de limpieza en ambas manos, Antares alimentaba el fuego. Las llamas se asomaban unos veinte centímetros sobre el hoyo.

—Ya están acá —comunicó Pablo a su maestro.

—Agarra esta cinta de masking tape y dile a la Natalia que le saque la ropa a Lucifer. Que le amarre los pies, las manos, los ojos, y que ponga en su boca un algodón.

Mientras tanto, Josefina estaba adentro de la casa de adobe, ubicada a solo dieciséis pasos de la hoguera. Con la cinta en la mano, Undurraga partió a buscar a Natalia y le dio la instrucción.

—Dice Antares que le ates los pies. Sus manos amárraselas atrás de la espalda. Tienes que vendarle los ojos y ponerle algodón en la boca. Después tápasela con la cinta.

Natalia lo miró con horror. Entonces empezó a sacarle la ropa. El niño quedó completamente desnudo. Solo e indefenso en los brazos de su madre. Pablo caminó unos metros y regresó a la hoguera.

—¿Quién te dijo que volvieras, huevón? —rugió Antares—. Anda a ver que todo se cumpla a la perfección. Apenas esté listo, le dices a la Natalia que lo traiga.

Undurraga se dio la vuelta y regresó donde Natalia intentaba sin éxito amarrar las manos de su hijo en la espalda. Los bracitos no alcanzaban para atarlos por detrás. El niño gritaba y su boca fue cubierta con algodón y tapada con masking tape; lo mismo que sus ojos. El pequeño lloraba desconsoladamente, lo que aumentaba la tensión y la angustia.

Undurraga acompañó a Natalia con su hijo en brazos hasta el sitio donde estaba la hoguera. Pablo no podía tocarlo, ya que de hacerlo “podría contaminarse”. Faltaban algunos minutos para las once de la noche.

—Déjalo en la tabla —le dijo Antares excitado, como fuera de sí, frente a las llamas de las que saltaban chispas. La tabla era una plancha de OSB que estaba al lado del fuego. A pesar del algodón y de la cinta, el recién nacido continuaba llorando desconsolado. Natalia obedeció. Se acercó a la tabla y puso ahí a su hijo.

—Váyanse de aquí —gritó Antares.

“Sabía que lo iban a matar”, declaró la joven a la BIPE, meses más tarde. Pablo la tomó de la mano, salieron corriendo en dirección al auto. Pablo estaba horrorizado. Los dos lloraban; el niño gritaba. Entonces se abrazaron y se metieron adentro de la camioneta. Natalia no fue capaz de darse cuenta cuándo fue que el ensordecedor llanto del pequeño desapareció. Según lo declarado por Carolina Vargas a los investigadores, “desde el lugar en que nos encontrábamos escuché sollozos de la guagua y posteriormente de Pablo y Natalia”.

La única persona que no subió al cerro de Colliguay esa noche fue Karla Franchy, que estaba trabajando. Al lado de la hoguera había un cuchillo. Como se supone que nadie vio el asesinato, no es posible determinar qué hizo Antares con él. Pero es lógico suponer que ese objeto estaba allí con un propósito. Parte de los detectives ligados al caso creen que Antares lo usó para acuchillar al niño antes de lanzarlo a las llamas.

“Es en ese momento donde supe que Antares hizo lo que había pronosticado, había lanzado al bebé al fuego”, dijo Undurraga en su declaración extrajudicial. Natalia y su ex pololo estaban llorando adentro de la camioneta cuando Antares se les apareció por la ventana de adelante del auto.

—Pablo, échale palos al fuego. Es tu karma —le gritó.

Pablo se bajó del auto y con la cara llena de lágrimas partió a cumplir con la orden. Cortó los arbustos cercanos a la hoguera para que no se hiciera un incendio y empezó a llenar la hoguera de palos. No miró hacia adentro, solo logró ver que la tabla estaba en diagonal. A estas alturas las llamas eran de un metro.

—Vas a mantener el fuego ardiendo hasta la una y media de la mañana.

Mientras Pablo tiraba ramas al fogón se percató de que el cuchillo había quedado cerca de los matorrales. Lo tomó y se lo llevó a la casa donde estaba Antares.

—¿Qué hago con esto? —le preguntó.

—Tíralo al fuego.

Undurraga obedeció y lo lanzó a las llamas. No vio si tenía rastros de sangre. A las una y media Antares se acercó a la hoguera donde también estaba David.

—¿Mantuviste alta la temperatura del fuego?

—Sí, como ordenaste.

—¿Crees que puedan haber quedado rastros materiales o energéticos? —preguntó Antares.

—Creo que no.

—Bueno. Ahora quiero que traigan piedras y arbustos para tapar el hueco.

Eso hicieron. Pero no bastó.

—Pablo, trae los bidones.

Antares se refería a los bidones donde había guardado dieciocho litros de vómitos almacenados durante los últimos dos años y que Pablo había tenido que recoger cada vez que “el maestro” tomaba ayahuasca y luego vomitaba. Esa era la instrucción hasta que “su ser” le dijera qué hacer con ellos. En esos recipientes los acumulaba para evitar que los demonios que salían en ellos tocaran la tierra y la contaminaran.

—Ahora tíralo encima y apaga el fuego.

Luego echaron tierra encima y lo taparon con algunas ramas. Pablo no sintió ningún olor, ya que estaba resfriado. David Pastén, en cambio, sí lo hizo. Pero ese hedor puede haber sido de la calcinación del pequeño o del efecto de los vómitos sobre el fuego. Tal vez una mezcla de ambos. Antares encendió un manojo de inciensos para limpiar el aire. Las llamas habían consumido al pequeño. Nadie lo defendió. Nadie intervino. “Lucifer” ya era historia.

Natalia estaba adolorida pero junto a sus compañeros tuvo que ayudar a terminar de levantar las carpas a unos metros de ahí, donde dormirían hasta el 21 de diciembre, día de la “batalla final”. En su declaración a la BIPE, Guerra explicó: “Yo no podía autocompadecerme, porque hacer eso es ego y el ego es oscuridad”.

¿Fue un rito compartido por todos o Antares mató al niño solo? ¿Jesús fue arrojado vivo al fuego o cuando ya estaba muerto? ¿Lo apuñaló antes de lanzarlo? Esta y otras preguntas rondan en las mentes de los investigadores. Pero hasta donde se ha podido saber hasta ahora, sí fue un rito, Antares lo habría hecho en solitario. Tal vez el único objeto que podría arrojar ciertas luces sobre el eventual “acribillamiento o cercenamiento de las partes del niño” sea el cuchillo hallado tiempo después por la policía. Aunque las altas temperaturas a las que fue expuesto complican el hallazgo de sangre y ADN en él.

Las llamas habían desaparecido. Con ellas el pequeño Jesús.

—Pablo, te autorizo que vayas a descansar —dijo Antares.

Undurraga se sentó en una silla, con la mirada perdida, y al rato se fue a acostar. Uno de los principios básicos de Antares era cultivar la “impiedad”, un concepto extraído también de los libros de Castaneda. Si él veía que a alguien le temblaba la mano o que flaqueaba, lo ponía al centro para que todos se rieran y lo reventaba a palos.

—Mira el estúpido, mira el ser interno cómo está. No, qué de guerrero. No tenía nada de guerrero. Te falta mucho para ser guerrero.

A través de esos gestos Antares iba traspasando nuevos límites y aproximándose a la indolencia de ellos. “Un guerrero no tiene remordimientos por nada de lo que ha hecho, porque aislar los propios actos llamándolos mezquinos, feos o malos es darse a uno mismo una importancia injustificada”. Antares lo había seguido al pie de la letra. Era un guerrero ejemplar.

Carolina no pudo dormir. Estaba en shock. Se daba vueltas de un lado a otro en la carpa con el llanto del recién nacido que retumbaba en su cabeza. ¿Por qué no me tiré yo? ¿Por qué yo no me sacrifiqué por esa guagua?, pensaba. A la mañana siguiente Antares amaneció como siempre: listo para seguir dando instrucciones. Nadie abría boca. Estaban aterrados.

Antares les había dicho que después de la muerte de Lucifer vendría un período “santo”. Pero su carácter no daba muestras de eso, sino de todo lo contrario. Las etapas para llegar al “paso a la libertad” tenían mucho más cara de libertinaje que de otra cosa. Pablo intentaba no dudar de su maestro, pero las preguntas lo invadían cada vez más seguido. A ratos Antares se sacaba la investidura de Dios y se ponía la camisa de Ramón Castillo.

—De ahora en adelante todo va a empezar a cambiar. Estamos en la etapa final, se viene lo más rígido. Por eso ahora todos a trabajar, quiero disciplina máxima —exclamó Antares.

Nadie dijo nada. A partir de esa noche nunca más se habló del tema. Sabían que no podían mencionar el asunto. En un momento, Pablo se dio cuenta que había quedado ropa de Jesús en la camioneta. Como en un acto reflejo, la tomó y la metió en una bolsa negra que escondió bajo el asiento. No quería que los demás sufrieran el mismo impacto que había sentido al verla.

—En estos pocos días que quedan de noviembre se va a transmutar toda la oscuridad que quemé anoche. Esto se va a poner realmente bueno.

Acto seguido tomó un pito de marihuana y se lo pasó a sus seguidores. Ni Pablo, ni Carolina, ni Natalia fumaron. Entonces Antares les dio una nueva orden: Pablo y David debían ir al Easy de Viña del Mar a comprar los materiales para arreglar la casa. Estos obedecieron y cuando iban en el camino Undurraga aprovechó de botar la bolsa con la ropa. Regresaron de madrugada. Días después Antares los sentó en un círculo y les dijo:

—Lo que hice con “la cosa” fue algo enorme.

Prosiguiendo con sus dictámenes Antares le anunció a Carolina que de ahí en adelante pasaría a ser su mujer.

—Si no te voy a matar. Si te vas de mi lado te voy a quemar.

Antares la llevó a la casa y le ordenó que le hiciera sexo oral.

—Te vas a tragar mi semen, ¿oíste, mija?

Carolina intentaba no llorar. Pero su cara era un charco de asco y dolor.

—Tienes que estar orgullosa. Esto es un privilegio —le decía mientras la violaba.

Al día siguiente Antares agregó nuevas dosis de sadismo.

—Pablo, a Carolina le encantó estar conmigo —le dijo al joven de anteojos.

Al oírlo, Undurraga se repetía internamente que debía aceptar su karma con humildad. “Los días que siguieron abusó sexualmente en su carpa y en la casa, penetrándome analmente, las veces que quisiese y en los horarios que se le antojase. Yo estaba destruida. Asumía tales actos como violaciones reiteradas, situación que él no toleraba y en ese sentido se me castigó física y públicamente”, contó la mujer a la BIPE. Mientras Antares la ultrajaba, ponía su mano en el cuello y lo presionaba como asfixiándola.

—Si no obedeces te voy a matar. Puta, eres la puta de Lucifer— le susurraba al oído mientras la penetraba—. Perra, acuérdate que en vidas pasadas fuiste la puta de Satanás. Estás pagando por ser la puta de Satanás. Perra mal agradecida. Deberías estar feliz de tenerme, a mí que soy Dios. Deberías estar feliz de ser la elegida por Dios.

Carolina intentaba que las lágrimas no se le escaparan. De hacerlo, Antares la iba a castigar, a agarrar a palos y tal vez a matar. Pero ella internamente ya se sentía así, completamente muerta. Al salir de la carpa o de la casa, estaba obligada a poner buena cara. Pero tenía la mirada perdida. Otra vez Antares volvió a la carga, a provocar a Pablo e incluso a hacerse la víctima.

—Pablo, el ser de la Caro estaba muy cuático. Me dolió hacerlo. A ella también, pero fue una orden de mi ser. Yo vi cómo en otras vidas el ser de la Carolina violó y mató a mi ser. Por eso, lo que le hice es justo y misericordioso.

A pesar del horror en el que estaba envuelto a fines de noviembre, Pablo llamó por teléfono a Fernando, el marido de Cynthia, la dueña de la casa que habían arrendado en Los Andes.

—Fernando, Carolina tuvo que viajar de emergencia a Estados Unidos.

—Ah ya… ¿qué le paso?

—Su mamá está grave y sola. Por eso la Carolina se fue a cuidarla. Sus hermanos también están enfermos.

—¿Y qué quieren hacer?

—Mire, yo estoy en Santiago, le voy a mandar las llaves y si hay algo que arreglar o pagar las cuentas que falten use el mes de garantía.

—Pero la casa ¿ya está desocupada? ¿Ya sacaron sus cosas?

—No. No alcanzamos. Pero regálelas a quien quiera.

En el interior de la casa dejaron dos sillones, un velador, dos colchones, algunos muebles, algo de ropa y vasos. Pasaron unos días y, como las llaves no llegaban, el dueño se comunicó con Pablo, quien finalmente las envió por Chilexpress el 27 de diciembre. Al abrir la puerta de su casa, Fernando sintió olor a animal, pelos esparcidos y un hueso con restos de carne. No encontró un solo objeto para un bebé.

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6. Algunas de las otras sectas que han impactado a Chile.

FUENTE: La Tercera

 

 

Aunque la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) evita darles ese nombre, en conversación con La Tercera reconocen que en la actualidad poco más de 20 comunidades son monitoreadas constantemente. Otras han acaparado titulares durante las últimas décadas, por situaciones trágicas o particularidades como la poligamia. Lo cuentan en este medio Claudia Soto y Carlos Reyes.

El 23 de noviembre de 2012 se escuchó un grito desgarrador. Retumbó en los alrededores del fundo Los Culenes, ubicado en un sector rural cercano a Quilpué. Lo oyeron muchos, pero quienes estaban ahí, con más fuerza. Fue ese mismo 23 de noviembre de hace siete años atrás cuando Natalia Guerra entregó su hijo de dos días de vida a su pareja, Ramón Castillo, conocido como Antares de la Luz, quien había formado la secta de Colliguay un par de años antes.

Poco después de eso, el recién nacido –bautizado como Jesús– fue lanzado vivo a una hoguera en una especie de “ritual de sanación”, ya que para Antares, de no hacerlo, Jesús pasaría a ser el Anticristo. Después de que se conociera el hecho, el Ministerio Público formalizó a Guerra por el delito de parricidio y a otros seis miembros de la comunidad por homicidio calificado. Ramón Castillo, que había logrado escapar de la policía, fue encontrado muerto en una casa abandonada en Cuzco, Perú.

El comisario Juan Pardo, de la Bipe de la PDI, explicó a La Tercera que tras recibir los datos que les dieron los propietarios de una vivienda en la que estuvieron Natalia Guerra y su pareja, “nos enfocamos en la pareja de Guerra porque sabíamos que en cualquier momento podía tomar contacto con ella”. El efectivo agregó que una oportunidad se reconoció a Esteban Barbieri –pareja de Guerra– hablando con su novia por una video llamada en el aeropuerto.

Pero el caso de Colliguay no es el único que ha impactado al país. En las últimas décadas, otros episodios han abierto el debate sobre el poder de las “sectas”. Ésta es una lista de los más relevantes.

Comunidad de Pirque

“Es nuestro acercamiento con Dios y no puede ser juzgado ni mucho menos condenado”. Con esas palabras se defendió tras su formalización, Paola Olcese, la ciudadana argentina que en 2007 fue detenida por la PDI debido a la inhumación ilegal del cuerpo de la profesora Jocelyn Rivera, quien falleció producto de una anemia poco después de haber dado a luz a su hija, en el interior de la comunidad de Pirque.

Olcese era la líder del grupo y, de acuerdo con testimonios de su entorno, no se hacía nada sin su autorización, ya que –según aseguraba– “Dios se manifestaba a través de ella”. Pese a que dirigía a la secta –que mantenía aislados del exterior a sus miembros y alejados de todo tipo de servicios–, fue sobreseída de los cargos tras ser declarada inimputable por un “delirio místico mesiánico”.

Secta de Curacaví

En 2013, la PDI detuvo al líder de una secta que funcionaba en las cercanías de Curacaví, tras recibir una denuncia por el delito de violación en contra de una menor de 14 años. El hombre –identificado como Eduardo Cruz Berríos– decía ser “hijo de Dios”, por lo cual sus seguidores le debían obediencia. Pero además, se detuvo al hijo y al hermano de Cruz, con quienes vivía en una parcela con cinco cabañas.

En conversación con 24 Horas, una ex integrante del grupo relató que los niños no iban al colegio y no se podía tener contacto con parientes: “Cuando yo estaba allí no podía tener contacto con mi abuela porque ella no era de la iglesia”. Según otro testimonio, para el líder del grupo todo contacto con el exterior originaba un acercamiento con Satanás.

El “Profeta de Peñalolén”

Se hacía llamar Jacob, tenía seis esposas y justificaba esa particularidad asegurando que era un “designio de Dios” y que cada una había llegado a su lado siguiendo señales divinas. El caso de Héctor Muñoz es probablemente uno de los más conocidos por la particularidad de sus múltiples parejas –entre ellas, varias hermanas–.

Su estilo de vida saltó a las primeras planas en 1995, acaparando atención por, entre otras cosas, asegurar que purificaba a sus mujeres al tener relaciones sexuales. A lo largo de los años, Muñoz recibió denuncias por peleas y violencia intrafamiliar, mientras mantenía su estilo de vida en su particular comunidad, a la que denominaba “La tribu del León de Judá”.

Monitoreo constante

El comisario Juan Pardo detalla a La Tercera que la PDI actualmente monitorea a “un poco más” de 20 grupos, cuyo actuar tiene similitudes a los de una secta, pero que no pueden ser catalogados como tales por el hecho de no cometer delitos. “Estamos monitoreando constantemente, viendo qué desarrollo tienen (…). Tenemos varios grupos identificados, pero la cifra, así como determinado como secta no la tenemos todavía, pero sí tenemos varios grupos identificados”, explicó el detective.

Y aseguró que “llamarlos sectas sería estigmatizarlos por alguna situación. Pero son grupos que tienen rituales espirituales, saneamiento mental, de cuerpo, obviamente no son ilegales, por eso no nos aventuramos a llamarlos como sectas”. En ese sentido, sostuvo que “si bien es cierto que en Chile hay una libertad de culto, de pensamiento, de reunión, nosotros nos preocupamos de que, si se comete algún delito en estos grupos, nosotros proceder conforme el delito que cometan”.

Por lo que la policía civil se preocupa de estar atenta al desarrollo que estas agrupaciones espirituales tengan con el fin de que no se transformen en sectas: “Hay que ver que estos tipos cuando se radicaliza la secta, cuando se empieza con la manipulación psicológica de las personas, ahí se comienzan a cometer los delitos”, concluyó el detective.

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La RIES es una red de expertos y estudiosos católicos sobre el fenómeno sectario y la nueva religiosidad, presentes en España y Latinoamérica, y abarcando las zonas lusoparlantes. Pretende ofrecer, también con este boletín informativo, un servicio a la Iglesia y a toda la sociedad. La RIES no se responsabiliza de las noticias procedentes de otras fuentes, que se citan en el momento debido. La RIES autoriza la reproducción de este material, citando su procedencia.