Colaboraciones

 

¡Así, hasta la vida es sacramento!

 

 

11 octubre, 2019 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

 

Hasta hace dos días, no sabía qué significa “sacramento”. Por la catequesis de mi Primera Comunión a los ocho años y por mi vida de fe -que espero que haya crecido-, alguna intuición me decía qué es, pero cuando tuve que escribirlo me di cuenta de que no lo sabía.

Lo primero que hice fue ir al Catecismo de la Iglesia Católica. Cuál sería mi sorpresa al no encontrar una definición clara y convincente, al menos de entrada. Tuve que mirarme punto por punto en cada entrada del término “sacramento”. Pues mira por dónde, hay muchas referencias a esta palabra, pero se tiene que buscar con lupa para llegar a descifrarlo.

Lo más cercano y completo que se dice se encuentra bajo el epígrafe “sacramento>Iglesia”, y da el número del párrafo: el 774. “La obra salvífica de su humanidad santa y santificante [habla de Jesucristo] es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia”. Pero me quedo casi igual, porque ahora ya sé que la Humanidad de Dios (Jesucristo) es sacramento, es decir, “el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo” (n. 515), y sin embargo, sigo sin saber qué es “sacramento”.

El párrafo 515 continúa especificando que “los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia, que es su cuerpo”, llegando a afirmar que en ese sentido analógico “la Iglesia es llamada sacramento”. Vamos igual. Sigo sin saber qué es sacramento…

No obstante, en el número 932, hablando de la vida consagrada, un tema que no me interesaba, se afirma: “La Iglesia es como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la vida de Dios”. ¡Eureka!: ahora ya sé que, en genérico, un sacramento, en el cristianismo, es “el signo y el instrumento de la vida de Dios”, y sé de toda la vida que los sacramentos son siete. Cada uno de ellos será “signo e instrumento”, “de la vida de Dios”, es decir, que nos hacen vivir la intimidad de Dios. Y todo, de manera gratuita, sin haberlo nosotros merecido previamente. ¡Guau!

Y ¿qué son los siete sacramentos? En el portal del Opus Dei se cita al Papa Francisco, oigámosle: “Los sacramentos son el centro de la fe cristiana, por los que Dios comunica su gracia, se hace presente y actúa en nuestra vida. Los siete sacramentos de la Iglesia prolongan en la historia la acción salvífica y vivificante de Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo” (Audiencia General del 8 enero del 2014). Serán, pues, ciertos ritos que permiten la acción divina en el ser humano.

Así que un sacramento es una pasada, porque, en este sentido, es un signo que incluso puede llegar a ser sensible de la gracia de Dios. Lo aclara de manera bonita el portal del Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona: “Un sacramento es un signo visible de una realidad invisible (el don del amor de Dios), pero a la vez es una confesión de fe (es decir, un memorial de la obra del amor de Dios en la historia) y una promesa (es decir, una prenda del Reino de Dios inaugurado y esperado). Cada sacramento, con unos ritos y unas plegarias (de una manera visible) expresa lo que creemos y anticipa lo que esperamos, de tal modo que se convierte en un icono del Reino inaugurado y esperado”.

Y termino concluyendo que, si todo esto es así, como afirma la Iglesia y como creo yo en Ella, ahora entiendo por qué un sacerdote santo tiene siempre un pueblo santo, y un pueblo santo tiene un sacerdote santo. Los contrarios dan lo contrario. Y es lo que tenemos. ¿Qué hacer? Ser santos. Así, hasta la vida será sacramento. Amén.