Servicio diario - 01 de enero de 2020


 

Misa de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios
Redacción

Ángelus: «La paciencia del amor, el amor nos hace ser pacientes»
Raquel Anillo

Ángelus: «Construir juntos un mundo de paz»
Anita Bourdin

Monseñor Felipe Arizmendi: «Esperanza, a pesar de todo»
Felipe Arizmendi Esquivel

Beata María Anna Blondin, 2 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

01/01/2020-10:45
Redacción

Misa de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios

(ZENIT — 1 enero 2020).- A las 10 de la mañana de hoy 1 enero 2020, en la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco presidió la celebración de la misa de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios en la octava de la Navidad, y con ocasión de la 53a Jornada Mundial de la Paz sobre el tema, La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica.

Publicamos a continuación la homilía que el Papa Francisco pronunció durante la Celebración Eucarístico, después de la proclamación del Evangelio:

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Homilía del Papa

«Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4,4). Nacido de mujer: así es cómo vino Jesús. No apareció en el mundo como adulto, sino como nos ha dicho el Evangelio, fue «concebido» en el vientre (Lc 2,21): allí hizo suya nuestra humanidad, día tras día, mes tras mes. En el vientre de una mujer, Dios y la humanidad se unieron para no separarse nunca más. También ahora, en el cielo, Jesús vive en la carne que tomó en el vientre de su madre. En Dios está nuestra carne humana.

El primer día del año celebramos estos desposorios entre Dios y el hombre, inaugurados en el vientre de una mujer. En Dios estará para siempre nuestra humanidad y María será la Madre de Dios para siempre. Ella es mujer y madre, esto es lo esencial. De ella, mujer, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer. Allí Dios se unió con nosotros y, si queremos unirnos con Él, debemos ir por el mismo camino: a través de María, mujer y madre. Por ello, comenzamos el año bajo el signo de Nuestra Señora, la mujer que tejió la humanidad de Dios. Si queremos tejer con humanidad las tramas de nuestro tiempo, debemos partir de nuevo de la mujer.

Nacido de mujer. El renacer de la humanidad comenzó con la mujer. Las mujeres son fuente de vida. Sin embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre. Toda violencia infligida a la mujer es una profanación de Dios, nacido de una mujer. La salvación para la humanidad vino del cuerpo de una mujer: de cómo tratamos el cuerpo de la mujer comprendemos nuestro nivel de humanidad. Cuántas veces el cuerpo de la mujer se sacrifica en los altares profanos de la publicidad, del lucro, de la pornografía, explotado como un terreno para utilizar. Debe ser liberado del consumismo, debe ser respetado y honrado. Es la carne más noble del mundo, pues concibió y dio a luz al Amor que nos ha salvado. Hoy, la maternidad también es humillada, porque el único crecimiento que interesa es el económico. Hay madres que se arriesgan a emprender viajes penosos para tratar desesperadamente de dar un futuro mejor al fruto de sus entrañas, y que son consideradas como números que sobrexceden el cupo por personas que tienen el estómago lleno, pero de cosas, y el corazón vacío de amor.

Nacido de mujer. Según la narración bíblica, la mujer aparece en el ápice de la creación, como resumen de todo lo creado. De hecho, ella contiene en sí el fin de la creación misma: la generación y protección de la vida, la comunión con todo, el ocuparse de todo. Es lo que hace la Virgen en el Evangelio hoy. «María, por su parte ?dice el texto?, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (v. 19). Conservaba todo: la alegría por el nacimiento de Jesús y la tristeza por la hospitalidad negada en Belén; el amor de José y el asombro de los pastores; las promesas y las incertidumbres del futuro. Todo lo tomaba en serio y todo lo ponía en su lugar en su corazón, incluso la adversidad. Porque en su corazón arreglaba cada cosa con amor y confiaba todo a Dios.

En el Evangelio encontramos por segunda vez esta acción de María: al final de la vida oculta de Jesús se dice, en efecto, que «su madre conservaba todo esto en su corazón» (v. 51). Esta repetición nos hace comprender que conservar en el corazón no es un buen gesto que la Virgen hizo de vez en cuando, sino un hábito. Es propio de la mujer tomarse la vida en serio. La mujer manifiesta que el significado de la vida no es continuar a producir cosas, sino tomar en serio las que ya están. Sólo quien mira con el corazón ven bien, porque saben "ver en profundidad" a la persona más allá de sus errores, al hermano más allá de sus fragilidades, la esperanza en medio de las dificultades, a Dios en todo.

Al comenzar este nuevo año, preguntémonos: "¿Sé mirar a las personas con el corazón? ¿Me importa la gente con la que vivo o la destruyo con los murmullos? Y, sobre todo, ¿tengo al Señor en el centro de mi corazón, u otros valores, otros intereses, mi promoción, la riqueza, el poder?". Sólo si la vida es importante para nosotros sabremos cómo cuidarla y superar la indiferencia que nos envuelve. Pidamos esta gracia: vivir el año con el deseo de tomar en serio a los demás, de cuidar a los demás. Y si queremos un mundo mejor, que sea una casa de paz y no un patio de batalla, que nos importe la dignidad de toda mujer. De una mujer nació el Príncipe de la paz. La mujer es donante y mediadora de paz y debe ser completamente involucrada en los procesos de toma de decisiones. Porque cuando las mujeres pueden transmitir sus dones, el mundo se encuentra más unido y más en paz. Por lo tanto, una conquista para la mujer es una conquista para toda la humanidad.

Nacido de mujer. Jesús, recién nacido, se reflejó en los ojos de una mujer, en el rostro de su madre. De ella recibió las primeras caricias, con ella intercambió las primeras sonrisas. Con ella inauguró la revolución de la ternura. La Iglesia, mirando al niño Jesús, está llamada a continuarla. De hecho, al igual que María, también ella es mujer y madre, y en la Virgen encuentra sus rasgos distintivos. La ve inmaculada, y se siente llamada a decir "no" al pecado y a la mundanidad. La ve fecunda y se siente llamada a anunciar al Señor, a generarlo en las vidas. La ve, madre, y se siente llamada a acoger a cada hombre como a un hijo.

Acercándose a María, la Iglesia se encuentra a sí misma, encuentra su centro y su unidad. En cambio, el enemigo de la naturaleza humana, el diablo, trata de dividirla, poniendo en primer plano las diferencias, las ideologías, los pensamientos partidistas y los bandos. Pero no podemos entender a la Iglesia si la miramos a partir de sus estructuras, a partir de los programas, de las tendencias, de las ideologías, de la funcionalidad: percibiremos algo de ella, pero no su corazón. Porque la Iglesia tiene el corazón de una madre. Y nosotros, hijos, invocamos hoy a la Madre de Dios, que nos reúne como pueblo creyente. Oh Madre, genera en nosotros la esperanza, tráenos la unidad. Mujer de la salvación, te confiamos este año, custódialo en tu corazón. Te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios!

 

Copyright 2020 — Librería del Vaticano

 

 

 

01/01/2020-11:57
Raquel Anillo

Ángelus: «La paciencia del amor, el amor nos hace ser pacientes»

(ZENIT — 1 enero 2020).- Al final de la Santa Misa celebrada en la Basílica Vaticana para la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y en el día de la fiesta de la 53 Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y los peregrinos se reunieron en la Plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Santo Padre al introducir la oración mariana:

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Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos días y buen año!

Ayer por concluimos el año 2019 dando gracias a Dios por el don del tiempo y todos sus beneficios. Hoy comenzamos el año 2020 con la misma actitud de gratitud y de alabanza . No hay que dar por sentado que nuestro planeta haya comenzado un nuevo giro alrededor del sol y que nosotros los seres humanos sigamos habitándolo. No hay que darlo por sentado tampoco, al contrario, es siempre un «milagro» del cuál sorprenderse y agradecer.

El primer día del año la liturgia celebra a la Santa Madre de Dios, María, la Virgen de Nazaret que dio a luz a Jesús, el Salvador. Ese niño es la bendición de Dios para todos hombre y mujer, para la gran familia humana y para el mundo entero. Jesús no eliminó el mal del mundo pero lo derrotó en su raíz. Su salvación no es mágica, sino «paciente», es decir que implica la paciencia del amor, que asume la iniquidad y le quita su poder. La paciencia del amor, el amor nos hace ser pacientes. Pero tantas veces perdemos esta paciencia, incluso yo, pido disculpas por el equivocado gesto de ayer. por esta razón, al contemplar el pesebre vemos, con los ojos de la fe, el mundo renovado, liberado del dominio del mal y ...bajo el señorío real de Cristo, el Niño acostado en el pesebre.

Por eso hoy la Madre de Dios nos bendice mostrándonos al Hijo. Ella lo toma en sus brazos y nos lo muestra, y así nos bendice. Bendice a toda la Iglesia, bendice al mundo entero. Jesús, como cantaron los ángeles en Belén, es la «alegría para todo el mundo», es la gloria de Dios y la paz para los. hombres (cf. Lc 2,14). Por esta razón el Santo Papa Pablo VI quiso dedicar el primer día del año a la paz, es la jornada de la paz: a la oración, a toma de conciencia y a la responsabilidad por la paz. Para el año 2020 el mensaje es este: la paz es un camino de esperanza, un camino en el que se avanza a través del diálogo la reconciliación y la conversión ecológica.

Por lo tanto, fijemos nuestra mirada en la Madre y en el Hijo que nos muestra. A principios de año, ¡Dejémonos bendecir!, dejémonos bendecir por la Virgen y su Hijo.

Jesús es la bendición para aquellos que están oprimidos por el yugo de la esclavitud, moral y material. Él, libera con amor. A aquellos que han perdido su autoestima al permanecer prisioneros de giros viciosos, Jesús les dice: el Padre te ama, no te abandona, espera con paciencia inquebrantable tu regreso (cf. Lc 15,20). A quien es víctima de la injusticia y la explotación y no ve ninguna salida, Jesús le abre la puerta de la fraternidad donde puede encontrar rostros, corazones y manos acogedores, donde puede compartir la amargura y la desesperación, y recuperar un poco de dignidad. A los que están gravemente enfermos y se sienten abandonados y desanimados, Jesús se acerca, toca con ternura sus heridas, vierte el aceite de consuelo y transforma la debilidad en fuerza de bien para desatar los nudos más enredados. A los que están encarcelados y son tentados a encerrarse en si mismos, Jesús le vuelve a abrir un horizonte de esperanza, comenzando con un pequeño destello de luz.

Queridos hermanos y hermanas, bajemos de los pedestales de nuestro orgullo, todos tenemos la tentación del orgullo, y pidamos la bendición de la Santa Madre de Dios, la humilde, la humilde Madre de Dios. Ella nos muestra a Jesús: dejémonos bendecir, abramos nuestros corazones a su bondad. Así, el año que comienza será un camino de esperanza y de paz, no a través de palabras, sino a través de los gestos... cotidianos, de diálogo, de reconciliación y de cuidado de la creación.

 

 

 

01/01/2020-15:34
Anita Bourdin

Ángelus: «Construir juntos un mundo de paz»

(ZENIT — 1 enero 2020).- «Para todos, creyentes y no creyentes, porque todos somos hermanos, no quiero dejar de esperar un mundo de paz que podamos construir juntos día tras día»: tal es el deseo de paz expresado por el Papa Francisco después de la oración del Ángelus este miércoles 1 de enero de 2020, 53 Jornada Mundial de la Paz.

El Papa recordó el tema de su mensaje para este día : «Paz, un camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica».

El Papa expresó sus deseos: "A todos ustedes aquí en la Plaza de San Pedro conectados a través de los medios, les extiendo mis mejores deseos de paz y bien para el Año Nuevo».

Agradeció al Presidente italiano: «Agradezco al Presidente de la República Italiana, el Honorable Sergio Mattarella, por el pensamiento que me dirigió en su mensaje de fin de año, y le devuelvo el favor invocando la bendición de Dios en su alta misión».

Saludó la iniciativa de la comunidad de San Egidio para promover la paz: «Doy una calurosa bienvenida a los participantes al evento:» Paz en todos los países «. Este evento está organizado por la Comunidad de San Egidio en Roma y en muchas ciudades de todo el mundo. Son una escuela para la paz. ¡Id! Saludo a los peregrinos de los Estados Unidos de América, Nueva Zelanda y España; jóvenes italianos, albaneses y malteses con las Hermanas de la Caridad; amigos y voluntarios de la «Fraterna Domus».

El Papa también elogió otras iniciativas en todo el mundo: "Envío mis saludos y mi aliento a todas las iniciativas por la paz que las Iglesias, asociaciones y movimientos eclesiales han promovido en este día de la paz: reuniones de oración y fraternidad acompañada de solidaridad con los más pobres. Recuerdo especialmente la marcha que tuvo lugar ayer por la tarde en Rávena».

Alentó especialmente a los voluntarios en las regiones de conflicto: "Mis pensamientos también están con los muchos voluntarios que, en lugares donde la paz y la justicia están amenazadas, eligen con valentía estar presentes de forma no violenta y desarmada; así como al personal militar que participa en misiones de mantenimiento de la paz en muchas zonas de conflicto. «¡Muchas gracias a ellos! »

"Para todos, creyentes y no creyentes, porque todos somos hermanos, no quiero dejar de tener la esperanza de construir juntos un mundo de paz día tras día. Y no os olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y adiós «, concluyó el Papa.

 

 

 

01/01/2020-08:00
Felipe Arizmendi Esquivel

Monseñor Felipe Arizmendi: «Esperanza, a pesar de todo»

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

 

VER

Al iniciar un nuevo año, todos nos expresamos deseos de que nos vaya bien, que tengamos salud y trabajo, que haya felicidad y que disfrutemos la vida en paz. Pero, ¿estas son palabras sólo de ocasión, o hay fundamentos para que se hagan realidad? Pareciera que son palabras vacías, pues prevalecen los lamentos y las preocupaciones.

Las promesas presidenciales no se están reflejando en la vida cotidiana. La economía no crece como se ofreció. La seguridad social, a pesar de cambios en estrategias y estructuras, no mejora, sino que estamos expuestos a bandas de criminales y extorsionadores que no se tocan el corazón para imponer sus leyes y matar a quien no los secunde. Se están despoblando comunidades que huyen de la violencia y las amenazas de esos grupos.

El país se nos ha descompuesto socialmente. No nos explicamos por qué hemos llegado a esta lamentable situación, si tenemos muchos recursos naturales y humanos, si hay tanta gente buena y capaz, si tenemos historia y valores... Lo que pasa es que se ha ido destruyendo la base social, que es la familia. Nuestros legisladores se dejan dominar por pequeños grupos que ponen su libertinaje como un derecho, y son cobardes para defender la familia. Si los hijos crecen sin padres que los eduquen con el ejemplo, ¡qué podemos esperar! ¡Cada quien hace lo que quiere, sin importarle los derechos de los demás! Estamos cosechando lo que se ha sembrado. Por ello, pareciera que el panorama para el nuevo año no es esperanzador.

Y en nuestras iglesias, no siempre somos muy ejemplares. Escucho quejas de feligreses que dicen haberse apartado de la práctica religiosa por el mal trato de sus pastores. No se alejan por razones doctrinales, sino por los modos agresivos, fríos, secos, indolentes, malhumorados de algunos sacerdotes, que parecen darle más importancia a lo económico, que a la evangelización. Dicen que, por eso mismo, hay quienes cambian de religión.

 

PENSAR

Al respecto, el Papa Francisco dijo en su homilía de la noche de Navidad: "En las noches de la vida, a nosotros como a los pastores, Dios nos dice: «No teman» (Lc 2,10). ¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido! En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás solal... Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don.

Jesús nos lo manifiesta esta noche. No cambió la historia constriñendo a alguien o a fuerza de palabras, sino con el don de su vida. No esperó a que fuéramos buenos para amarnos, sino que se dio a nosotros gratuitamente. Tampoco nosotros podemos esperar que el prójimo cambie para hacerle el bien, que la Iglesia sea perfecta para amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros" (24-XII-2019).

En su carta Admirabile signum, dice: "Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente... Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento" (No. 4).

En su Mensaje para la Jornada de la Paz 2020, afirma: "La esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables" (No. 1).

 

ACTUAR

Si queremos que el país cambie y haya paz, empecemos por nosotros mismos, por nuestra familia y comunidad. Como dice Jesús, trata bien a todos, incluso a quienes te tratan mal. No te conformes con no hacer daño a los demás, sino abre los ojos y el corazón para hacer algo por quienes sufren más que tú. Perdona de corazón a quien te haya perjudicado. Educa a tu familia en el trabajo honrado, en el respeto a los demás, en la sobriedad y la austeridad, en la preocupación generosa por la comunidad. Este año nuevo, y todos los años, dependen también de ti y de mí. Animo y felicidades.

 

 

 

01/01/2020-08:03
Isabel Orellana Vilches

Beata María Anna Blondin, 2 de enero

«Esta fundadora de las Hermanas de Santa Ana fue hartamente incomprendida en su labor apostólica por miembros de la Iglesia. Acogió los contratiempos de forma tan heroica que bien puede considerársela una mártir del silencio»

Hoy día de san Basilio Magno y de san Gregorio Nacianzeno, celebramos la vida de Maria Esther Blondin Soureauque nació el 18 de abril de 1809 en Terrebonne, Québec, Canadá. Sus padres eran unos humildes agricultores, sin formación alguna, que sacaron adelante a sus doce hijos; ella fue la tercera y llegó a la edad adulta siendo iletrada como sus progenitores. Sin embargo, ante esta deficiencia que cerraba las puertas a quienes se hallaban en su situación, reaccionó positiva y activamente poniendo todo de su parte para erradicar esa exclusión que padecían tantas personas de su época sumidas en la ignorancia, como ella.

A los 20 años consiguió empleo para servicio doméstico de una familia, labor que realizó después con las religiosas de la Congregación de Notre-Dame. Fue una ocasión de oro, que no desaprovechó, para aprender a leer y escribir, como era su deseo. Yendo más lejos, se integró con la comunidad pero al caer enferma no pudo concluir su noviciado y dejó la Congregación, aunque poco tiempo después respondió a la invitación de otra antigua novicia que regentaba una escuela y solicitaba su ayuda. A partir de entonces se aplicó a los estudios con tanto afán que ella misma llegaría a asumir la dirección del centro. Después, sensibilizada por las carencias educativas que percibía en su entorno, en 1850 puso en marcha la Congregación de las Hermanas de Santa Ana y tomó el nombre de Marie Anna. Valiente y audaz, en el centro comenzó a dar clases simultáneamente a niños y niñas sin recursos reunidos en el mismo aula, decisión pionera esta educación mixta que no convenció a todos. Frente a las críticas, su fortaleza espiritual, emanada de la oración, era su más preciado tesoro: «Yo rezo después de largo tiempo y siento que es la oración sola que ha podido darme la fuerza de presentarme aquí hoy día».

La amargura llegó a su vida después de establecerse en Saint-Jacques-de-l'Achigan (actual Saint-Jacques-de-Montcalm) para dar acogida a la numerosa comunidad que se había acrecentado. Los contratiempos surgidos con el capellán del convento, padre Maréchal, fueron los causantes de su renuncia como superiora que se produjo a demanda del prelado Bourget. Pero el empecinamiento del joven sacerdote la perseguía, y de nuevo fue apartada de la dirección del pensionado de Sainte-Geneviéve, misión que ostentó después de su cese como responsable de la comunidad.

En Saint Jacques, la fundadora fue sacristana y realizó las humildes tareas que iban encomendándole para dar respuesta puntual a las necesidades que se producían. No ocultó su situación que expuso en una carta a monseñor Bourget en 1859: «El año pasado, como su Grandeza lo sabe, yo no tuve ninguna función en los oficios, yo permanecí reducida a cero durante todo ese tiempo; este año fui suficientemente digna de confianza para que se me confiaran dos de ellos, dándoseme como ayuda a aquellas que habían trabajado en esos dos oficios el año pasado. Estos oficios son la sacristía de la parroquia y el guardarropa».

En esas condiciones, oculta y menospreciada, vivió durante tres décadas hasta que llegó su muerte. Humilde y paciente, supo vivir una heroica caridad. Cuando se le negó mantener correspondencia con el prelado acogió la indicación con visible espíritu de obediencia, llena de fortaleza. Sabía que estaba en manos de Dios. Fue una «mártir del silencio», título que su biógrafo, el padre Eugéne Nadeau, dio al relato de su vida en 1956. Había abanderado un ambicioso y fecundo movimiento de solidaridad ejercido a través de la educación para devolver la dignidad a los excluidos por razones culturales y sociales. Ayudó a viudas, campesinos, los huérfanos supervivientes del tifus, los abandonados, etc., y puso a su alcance las herramientas para su formación. De ese modo ejercía su caridad con ellos, encarnaba la obra de misericordia: «enseñar al que no sabe». «Yo rezo después de largo tiempo y siento que es la oración sola que ha podido darme la fuerza de presentarme aquí hoy día», manifestaba. Lo confió todo a la divina Providencia y extrajo su fortaleza de la Eucaristía. Murió perdonando al padre Maréchal el 2 de enero de 1890, en Lachine, Canadá, cuando su Instituto estaba ya extendido a varios países americanos y había 428 religiosas dedicadas a la formación de los niños. Fue beatificada por Juan Pablo II el 29 de abril de 2001.