Servicio diario - 20 de mayo de 2020


 

Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre la oración (3)
Rosa Die Alcolea

Patrimonio: El Centro de Datos será administrado por la Secretaría para la Economía
Larissa I. López

Audiencia general: Tercera catequesis del Papa Francisco sobre la oración
Rosa Die Alcolea

Israel y Palestina: La Santa Sede reafirma la solución de dos pueblos y dos Estados
Larissa I. López

Audiencia general: Saludo del Papa a los fieles de lengua española
Rosa Die Alcolea

Fallece el padre Adolfo Nicolás, antiguo superior general de los jesuitas
Larissa I. López

Consejo Pontificio de la Cultura, 38º aniversario de su fundación
Larissa I. López

Ascensión del Señor: El Papa invita a “ser testigos generosos de Cristo Resucitado”
Rosa Die Alcolea

Audiencia general: Francisco se dirige a los creyentes de lengua árabe
Rosa Die Alcolea

Píldoras de esperanza: “Manda Señor tu Espíritu, para que me enseñe a vivir con la Verdad”
Ricardo Grzona

Monseñor Felipe Arizmendi: “¿Las Misas virtuales son reales?”
Felipe Arizmendi Esquivel

San Eugenio de Mazenod, 21 de mayo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Audiencia general: Ciclo de catequesis del Papa sobre la oración (3)

El misterio de la creación “lleva a la oración”

mayo 20, 2020 11:51

Audiencia General

(zenit – 20 mayo 2020).- El Santo Padre ha meditado esta mañana, en la catequesis pronunciada en la audiencia general, sobre el misterio de la creación, que “nos lleva a la oración y a la contemplación de Dios”, ha señalado.

El Salmo (8,4-5.10) expresa “la grandeza y la belleza” de la creación, “frente a la cual el ser humano percibe su pequeñez, pero también el lugar especial que en ella ocupa”.

Continuando con el ciclo de catequesis sobre la oración, este miércoles 20 de mayo de 2020, el Pontífice ha presidido la audiencia general en la biblioteca del Palacio Apostólico, como viene haciendo desde principios de marzo debido a pandemia.

A puerta cerrada y emitida en directo por los medios de comunicación digitales, han acompañado al Santo Padre únicamente dos secretarios y los sacerdotes traductores.

 

Salmo 8,4-5.10

El Papa ha comentado el Salmo 8,4-5.10: “Cuando contemplo el Cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? El ser humano para que cuides de él, Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra”.

Asimismo, Francisco ha destacado que el ser humano, a pesar de ser “insignificante comparado con la grandiosidad de todo lo creado”, posee “una dignidad sorprendente, que surge de su relación filial con Dios”.

En esta línea, ha descrito que “cuando el hombre mira extasiado la creación, toma conciencia de que él es la única criatura capaz de reconocer la belleza que encierra la obra divina y, ante tanto esplendor, eleva al Creador su oración de agradecimiento y de alabanza por el regalo de la existencia”.

 

Contemplación de la creación

El relato de la creación habla de la bondad y la hermosura de todo lo que el Señor hizo con el poder de su Palabra. La creación “no es fruto de una ciega casualidad, sino de un plan amoroso que Él tiene para sus hijos”, indica el Papa.

“Cuando las tristezas y las amarguras de la vida tratan de sofocar nuestra gratitud y alabanza a Dios, expresó el Papa, la contemplación de las maravillas de su creación enciende, de nuevo, en el corazón el don de la oración, que es la fuerza principal de la esperanza”.

De este modo, ha concluido que “la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida”.

 

 

 

 

Patrimonio: El Centro de Datos será administrado por la Secretaría para la Economía

Establecido por un rescripto del Santo Padre

mayo 20, 2020 12:51

Vaticano

(zenit – 20 mayo 2020)-. El Papa Francisco ha transferido la responsabilidad del Centro de Procesamiento de Datos (CED) de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) a la Secretaría para la Economía (SPE).

Esta decisión ha sido comunicada a través de un rescripto difundido hoy, 20 de mayo de 2020, por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

De acuerdo al mismo, la disposición se ha producido habida cuenta de la “necesidad de garantizar una organización más racional” de la información económica y financiera de la Santa Sede y de “informatizar los modelos y procedimientos correspondientes”, a fin de garantizar la “simplificación de las actividades y la eficacia de los controles”, fundamentales para el correcto funcionamiento de los Órganos de la Curia Romana.

Además, el documento indica que los oficiales y el personal fijo y asignado al CED “pasen de depender de la APSA a depender de la SPE, excepto aquellos que, de común acuerdo y por mayor conveniencia, puedan permanecer bajo la dependencia de la APSA”.

El prefecto de la SPE, por su parte, ha de ocuparse “de la reorganización del servicio, garantizando a la APSA lo necesario para el cumplimiento de sus tareas institucionales”, continúa el rescripto.

Finalmente, el Santo Padre concluye que “el presente procedimiento se promulgue mediante su publicación en L’Osservatore Romano el 20 de mayo próximo, entrando en vigor el 1 de junio de 2020”.

 

Secretaría para la Economía

Fue establecida por el Papa Francisco el 24 de febrero de 2014, con la Carta Apostólica Motu Proprio Fidelis dispensator et prudens, como el Dicasterio de la Curia Romana encargado de la coordinación de los asuntos económicos y administrativos de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Teniendo en cuenta lo establecido por el Consejo de Economía, se encarga del control y la supervisión económica de las entidades de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la aplicación de las políticas y procedimientos relativos a las adquisiciones y la asignación adecuada de recursos humanos.

Con la aprobación de los Estatutos el 22 de febrero de 2015, el Papa Francisco transfirió a la Secretaría de Economía algunas competencias antes atribuidas a la Sección Ordinaria de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).

Actualmente, el prefecto de la Secretaría para la Economía del Vaticano es el jesuita español Juan Antonio Guerrero, nombrado por el Papa el pasado 14 de noviembre de 2019.

 

 

 

 

Audiencia general: Tercera catequesis del Papa Francisco sobre la oración

Texto completo

mayo 20, 2020 13:27

Audiencia General

(zenit – 20 mayo 2020).- “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?”: Es el verso del Salmo 8 sobre el que se detiene el Papa hoy en la audiencia general para reflexionar sobre el misterio de la creación.

En su catequesis, la tercera del ciclo sobre la oración, pronunciada el 20 de mayo de 2020 en la biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre ha indicado que la “belleza” y el “misterio” de la Creación “generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración”.

 

Grandeza y pequeñez del hombre

El hombre orante, ha expresado el Papa, contempla el misterio de la existencia a su alrededor, porque “está estrechamente ligada al sentimiento de asombro”. Continúa Francisco: “Ve el cielo estrellado que lo cubre y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa…”.

Tal y como plantea el salmo octavo, la grandeza del hombre es “infinitesimal cuando se compara con las dimensiones del universo”, afirma el Pontífice. “Sus conquistas más grandes parecen poca cosa… Pero el hombre no es nada”. Por ello, en la oración, “se afirma rotundamente un sentimiento de misericordia”, asegura.

 

Gracias, “hermosa oración”

Asimismo, el Obispo de Roma ha expresado que la oración es signo de “alabanza” y gratitud a Dios: “Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios”, y ese “gracias” es una “hermosa oración”.

“Todos somos portadores de alegría”, ha recordado Francisco. “Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir”.

Después de resumir su meditación en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado a los fieles. La audiencia general ha terminado con el rezo del Pater Noster y la bendición apostólica.

A continuación, sigue la catequesis completa del Santo Padre, traducida al español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

***

 

Catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos nuestra catequesis sobre la oración, meditando sobre el misterio de la Creación. La vida, el simple hecho de existir, abre el corazón del ser humano a la oración.

La primera página de la Biblia se parece a un gran himno de acción de gracias. El relato de la Creación está ritmado por ritornelos donde se reafirma continuamente la bondad y la belleza de todo lo que existe. Dios, con su palabra, llama a la vida, y todas las cosas entran en la existencia. Con la palabra, separa la luz de las tinieblas, alterna el día y la noche, intervala las estaciones, abre una paleta de colores con la variedad de las plantas y de los animales. En este bosque desbordante que rápidamente derrota al caos, el hombre aparece en último lugar. Y esta aparición provoca un exceso de exultación que amplifica la satisfacción y el gozo: “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn 1:31). Bueno, pero también bello: Se ve la belleza de toda la Creación.

La belleza y el misterio de la Creación generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2566). Así dice el Salmo octavo que hemos escuchado al principio: “Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?”. (vv. 4-5). El hombre orante contempla el misterio de la existencia a su alrededor, ve el cielo estrellado que lo cubre -que los astrofísicos nos muestran hoy en día en toda su inmensidad- y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa… Y, en esta inmensidad ilimitada ¿qué es el hombre?. “Qué poco”, dice otro salmo (cf. 89:48): un ser que nace, un ser que muere, una criatura fragilísima. Y, sin embargo, en todo el universo, el ser humano es la única criatura consciente de tal profusión de belleza. Un ser pequeño que nace, muere, hoy está y mañana ya no, es el único consciente de esta belleza. ¡Nosotros somos conscientes de esta belleza!.

La oración del hombre está estrechamente ligada al sentimiento de asombro. La grandeza del hombre es infinitesimal cuando se compara con las dimensiones del universo. Sus conquistas más grandes parecen poca cosa… Pero el hombre no es nada. En la oración, se afirma rotundamente un sentimiento de misericordia. Nada existe por casualidad: el secreto del universo reside en una mirada benévola que alguien cruza con nuestros ojos. El Salmo afirma que somos poco menos que un Dios, que estamos coronados de gloria y de esplendor (cf. 8:6). La relación con Dios es la grandeza del hombre: su entronización. Por naturaleza no somos casi nada, pequeños, pero por vocación, por llamada, ¡somos los hijos del gran Rey!.

Esta es una experiencia que muchos de nosotros ha tenido. Si la trama de la vida, con todas sus amarguras, corre a veces el riesgo de ahogar en nosotros el don de la oración, basta con contemplar un cielo estrellado, una puesta de sol, una flor…, para reavivar la chispa de la acción de gracias. Esta experiencia es quizás la base de la primera página de la Biblia.

Cuando se escribió el gran relato bíblico de la Creación, el pueblo de Israel no estaba atravesando por días felices. Una potencia enemiga había ocupado la tierra; muchos habían sido deportados, y se encontraban ahora esclavizados en Mesopotamia. No había patria, ni templo, ni vida social y religiosa, nada.

Y sin embargo, partiendo precisamente de la gran historia de la Creación, alguien comenzó a encontrar motivos para dar gracias, para alabar a Dios por la existencia. La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que maravillarse. Y como tal, siempre debe ser defendida y protegida.

Los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más fuerte que la muerte, y que sin duda un día triunfará , aunque en tiempos y formas que nosotros no conocemos. Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande.

Todos somos portadores de alegría. ¿Lo habíais pensado? ¿Qué eres un portador de alegría? ¿O prefieres llevar malas noticias, cosas que entristecen? Todos somos capaces de portar alegría. Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir. Miremos el universo, miremos sus bellezas y miremos también nuestras cruces y digamos: “Pero, tú existes, tú nos hiciste así, para ti”. Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios. Somos los hijos del gran Rey, del Creador, capaces de leer su firma en toda la creación; esa creación que hoy nosotros custodiamos, pero en esa creación está la firma de Dios que lo hizo por amor. Qué el Señor haga que lo entendamos cada vez más profundamente y nos lleve a decir “gracias”: y ese “gracias” es una hermosa oración.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

 

Israel y Palestina: La Santa Sede reafirma la solución de dos pueblos y dos Estados

Ante los acontecimientos recientes

mayo 20, 2020 14:19

Vaticano

(zenit – 20 mayo 2020)-. Con respecto a la situación actual entre Israel y Palestina, la Santa Sede reitera que el respeto del derecho internacional y de las relevantes resoluciones de las Naciones Unidas es un “elemento indispensable” para que los dos pueblos “puedan vivir al lado en dos Estados, con las fronteras internacionalmente reconocidas antes de 1967”.

Según informa en un comunicado la Oficina de Prensa de la Santa Sede, este 20 de mayo de 2020, el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, ha recibido una llamada de Saeb Erekat, jefe de las Negociaciones y secretario general de la Organización de Liberación de Palestina.

Durante la conversación, el líder palestino informó al Vaticano sobre los “recientes acontecimientos en los territorios palestinos y la posibilidad de que la soberanía israelí se aplique unilateralmente a parte de esas zonas, lo que comprometería todavía más el proceso de paz”.

La nota indica que la Santa Sede sigue “con atención” la situación entre Israel y Palestina y manifiesta su preocupación “por los eventuales actos que podrían comprometer aún más el diálogo”.

Igualmente, continúa el texto, el Vaticano espera que los israelíes y los palestinos “vuelvan a encontrar, y pronto, la posibilidad de negociar un acuerdo directamente, con la ayuda de la comunidad internacional, y que la paz pueda finalmente reinar en Tierra Santa, tan amada por judíos, cristianos y musulmanes”.

 

 

 

 

Audiencia general: Saludo del Papa a los fieles de lengua española

Invitación a ser “portadores de alegría”

mayo 20, 2020 13:47

Audiencia General

(zenit – 20 mayo 2020).- Dirigiéndose a los fieles de lengua española, el Obispo de Roma ha expresado su deseo de “que Jesús resucitado, con la fuerza de su Espíritu Santo, nos haga portadores de alegría, afiance en nosotros la esperanza y también la certeza de que el amor es más fuerte que la muerte y que triunfa siempre”.

Con estas palabras, el Papa ha saludado en la audiencia general a las personas de España y América Latina que han seguido la catequesis a través de los medios de comunicación social, este miércoles, 20 de mayo de 2020, al no poderse celebrar el encuentro en la plaza de San Pedro por prevención sanitaria ante el coronavirus.

En la catequesis pronunciada esta mañana por el Santo Padre, dentro del ciclo sobre la oración, el Pontífice ha abordado el misterio de la creación, que “nos lleva a la oración y a la contemplación de Dios”, según ha explicado él mismo partiendo del Salmo (8,4-5.10).

El octavo salmo dice así: “Cuando contemplo el Cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? El ser humano para que cuides de él, Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra”.

 

 

 

 

Fallece el padre Adolfo Nicolás, antiguo superior general de los jesuitas

En Tokio, Japón, a los 84 años

mayo 20, 2020 17:54

Testimonios de la Fe

(zenit – 20 mayo 2020)-. Hoy, a los 84 años, ha fallecido en Tokio el padre Adolfo Nicolás, jesuita español que fue superior general de la Compañía de Jesús entre los años 2008 y 2016.

Así lo ha comunicado el padre Arturo Sosa, actual superior general de la Compañía de Jesús, en una carta a todos los jesuitas. El funeral se celebrará en Tokio el 23 de mayo a las 5 p.m. en la iglesia de San Ignacio, informa L’Osservatore Romano.

En su misiva, el padre Sosa describe a su predecesor como “un hombre sabio, humilde y libre; entregado al servicio de modo total y generoso; conmovido por los que sufren en el mundo, pero a la vez rebosante de la esperanza que le infundía su fe en el Señor Resucitado; excelente amigo, de los que aman la risa y hacen reír a otros; un hombre del Evangelio”.

El Papa Francisco se encontró por última vez con el padre Adolfo Nicolás el 26 de noviembre de 2019, cuando el Pontífice lo saludó en la capilla del Kul-Turzentrum de la Universidad de Sofía de Tokio, durante la Misa celebrada junto a los miembros de la Compañía de Jesús en su viaje apostólico a Japón.

 

Trabajo en Asia

El padre Adolfo Nicolás, al que “muchos llamábamos cariñosamente Adolfo, y los jesuitas de Asia Pacífico, ‘Nico’”, describe Sosa, nació en Palencia en 1936 y entró en el noviciado de los jesuitas de Aranjuez en 1953.

Con 24 años fue destinado a Japón y desde ese momento hasta su elección como superior general, en 2008, trabajó en Asia, sobre todo en Japón y Filipinas. Allí desempeñó distintos cargos, entre los que se encuentran el de provincial de Japón durante la década de los 90 o el de moderador de los provinciales jesuitas de Asia Oriental y Oceanía.

Durante diez años vivió en Filipinas, donde ejerció como director del Instituto de Pastoral de Extremo Oriente (EAPI) y como presidente de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental y Oceanía.

 

Superior general de los jesuitas

En 2008, tras la renuncia del P. Peter-Hans Kolvenbach, fue elegido por la Congregación General 35 como superior general de los jesuitas, convirtiéndose en el vigésimo noveno sucesor de san Ignacio y el séptimo jesuita de nacionalidad española que ocupaba este puesto.

A su generalato, indica una nota de los jesuitas de la Provincia de España, “aportó su conocimiento y sensibilidad de las culturas orientales, la espiritualidad en diálogo con otras religiones y reafirmó el compromiso prioritario por la promoción de la justicia y la reconciliación”.

 

Renuncia y regreso a Asia

En 2014, a los 78 años, comunicó su voluntad de presentar la renuncia ante la Congregación General 36, celebrada en Roma en 2016. Tras ello, regresó a Asia, primero a Filipinas y después a Japón, donde ha residido hasta ahora.

El padre Sosa remite al discurso del padre Lombardi durante esa Congregación General: “Nunca olvidaremos dos palabras que el P. Nicolás repetía constantemente y que nos impulsaban a la renovación de la Compañía: ‘universalidad’ (la de nuestra vocación y nuestra misión) y ‘profundidad’ (espiritual e intelectual, en aras de nuestra misión)”.

Finalmente, en su misiva a los jesuitas, el padre Sosa indica: “A la vez que oramos por su felicidad eterna junto al Señor, a quien tan bien sirvió, pedimos poder continuar nosotros igualmente sirviendo a la misión como lo hizo él, con bondad, con generosidad y con alegría”.

 

 

 

 

Consejo Pontificio de la Cultura, 38º aniversario de su fundación

Por Juan Pablo II, en 1982

mayo 20, 2020 12:16

Vaticano

(zenit – 20 mayo 2020)-. Hoy se cumple el 38º Aniversario del Consejo Pontificio de la Cultura, creado el 20 de mayo de 1982 por el papa Juan Pablo II para “fomentar las relaciones entre la Santa Sede y el mundo de la cultura”.

De acuerdo a su web oficial, el Consejo Pontificio de la Cultura constituye un secretariado (dicasterio) de la Santa Sede dirigido por un presidente que se encarga de coordinar y supervisar el trabajo diario de un equipo de unas veinte personas. En la actualidad quien ostenta este cargo es el cardenal Gianfranco Ravasi.

 

Estructura

Los miembros del Consejo, cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, son personalidades importantes de la vida cultural de la Iglesia, nombrados por el Papa durante cinco años. En su labor, ayudan al presidente a identificar los principales desafíos culturales de la Iglesia y a establecer las grandes líneas de trabajo del dicasterio.

El dicasterio cuenta con un grupo de consultores nombrados por el Santo Padre que colaboran también en el estudio de cuestiones especialmente importantes. A ellos se les puede solicitar su opinión, bien individualmente, bien convocados en reuniones específicas, para tratar determinadas cuestiones.

Por último, la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura tiene lugar al menos una vez cada tres años y su objetivo es evaluar y planificar los programas que después el presidente con sus colaboradores se encargan de poner en práctica. Igualmente, recoge experiencias e ideas sobre las diversas situaciones culturales del mundo contemporáneo.

 

Origen y evolución

El origen del Consejo Pontificio de la Cultura se encuentra en el Concilio Vaticano II, que destacó la importancia fundamental de la cultura para el pleno desarrollo del hombre, los vínculos que existen entre el mensaje del Evangelio y la cultura,y el mutuo enriquecimiento entre la Iglesia y las culturas en la comunión histórica con las diversas civilizaciones (Gaudium et Spes, 53-62).

Inspirado por esta visión, Pablo VI creó el Secretariado para los no Creyentes el 9 de abril de 1965, denominado en 1988 Consejo Pontificio para el Diálogo con los no Creyentes.

Retomando la herencia del Concilio Ecuménico Vaticano II, de Pablo VI y del Sínodo de los Obispos, Juan Pablo II creó en 1982 el Consejo Pontificio para la Cultura (Carta autógrafa al Cardenal Secretario de Estado, 20 mayo 1982).

Después, a través de la Constitución Pastor Bonus de 1988, pasó a denominarse Consejo Pontificio de la Cultura. Con la nueva situación creada tras la desaparición de los regímenes comunistas en Europa, y con la Carta Apostólica en forma de Motu proprio Inde a Pontificatus, del 25 de marzo de 1993, Juan Pablo II unió el Consejo Pontificio para el Diálogo con los No-creyentes con el Consejo Pontificio para la Cultura, para formar un único organismo denominado Consejo Pontificio de la Cultura.

El 30 de julio de 2012, el Papa Benedicto XVI con el Motu proprio  Pulchritudinis Fidei  agregó al Consejo la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia.

 

Actividades del Consejo

La actividad ordinaria de este secretariado tiene que ver con la labor cotidiana de los departamentos que lo componen: correspondencia con la Iglesia universal y con el mundo de la cultura, preparar instrucciones para los nuncios apostólicos, informes sobre publicaciones, corrientes y tendencias culturales, sobre todo a partir de las relaciones quinquenales preparadas por las diócesis.

También se ocupa de la acogida a los visitantes: los obispos que llegan a Roma con motivo de las visitas ad limina, otros grupos de visitantes (sacerdotes, religiosos y religiosas, directores de centros culturales, etc.) o representantes del mundo de la cultura, delegaciones oficiales de ministerios e instituciones de este ámbito.

Además, el dicasterio organiza coloquios, jornadas de estudio, reuniones, y encuentros, y participa asiduamente en lencuentros promovidos por otros organismos, de nivel regional, nacional o internacional.

 

Contactos y publicaciones

Por otro lado, el consejo mantiene contactos con los demás dicasterios de la Curia Romana, con las conferencias episcopales, con las iglesias locales, con las legaciones pontificias ante los estados, con la UNESCO y otros organismos internacionales no gubernamentales y publica la revista trimestral Culturas y Fe, con artículos y noticias en español, francés, inglés e italiano.

Asimismo, desde él se publican diversos libros y opúsculos a propósito de los diversos aspectos del encuentro del Evangelio con las culturas y del diálogo intercultural, así como igualmente las actas de los congresos que celebra.

 

 

 

 

Ascensión del Señor: El Papa invita a “ser testigos generosos de Cristo Resucitado”

Saludo a los jóvenes y ancianos

mayo 20, 2020 14:57

Audiencia General

(zenit – 20 mayo 2020).- En vísperas de la fiesta de la Ascensión del Señor, el Santo Padre exhorta “a ser testigos generosos de Cristo Resucitado”, sabiendo bien que “Él está siempre con nosotros y nos sostiene a lo largo del camino”, ha expresado en la audiencia general.

De este modo, al terminar la catequesis pronunciada esta mañana, 20 de mayo de 2020, el Papa ha invitado durante su intervención en italiano, a preparar la conmemoración de la elevación de Cristo a los cielos, preámbulo de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

Asimismo, el Santo Padre ha transmitido a los creyentes de lengua inglesa su invocación “sobre ellos y sobre sus familias para que Cristo Resucitado les de paz y alegría” mientras se preparan para la Ascensión del Señor y ha sugerido a los franceses que pidan al Señor que los ayude a “redescubrir en la belleza de la Creación un reflejo de la gloria y del esplendor de Dios”.

 

Pensamiento para los ancianos

Por otro lado, Francisco ha dirigido un pensamiento especial a los ancianos, los jóvenes, los enfermos y los recién casados. “Jesucristo, al ascender al cielo, deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia”, les ha dicho: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”. (Mateo 28, 19-20).

En este contexto, el Pontífice les ha encomendado que su “ideal” y “compromiso” sea “dar a conocer la palabra de salvación de Cristo y dar testimonio de ella en la vida cotidiana” y ha invocado una bendición por ellos.

 

 

 

 

Audiencia general: Francisco se dirige a los creyentes de lengua árabe

En la oración “alabamos a Dios”

mayo 20, 2020 17:27

Audiencia General

(zenit – 20 mayo 2020).- Los fieles de lengua árabe han recibido el saludo del Santo Padre durante la audiencia general, celebrada a puerta cerrada en el interior del Palacio Apostólico y transmitida en directo por los medios de comunicación social.

“La oración es el diálogo del hombre con Dios”, ha anunciado el Papa en la mañana de este miércoles, 20 de mayo de 2020, a los seguidores de su catequesis en los países árabes.

Siguiendo la línea de reflexión sobre el misterio de la creación, tema de la 3ª catequesis del Papa sobre la oración, ha indicado que “mediante la oración alabamos y agradecemos al Señor por su amor hacia nosotros y le encomendamos nuestras preocupaciones y nuestros problemas”.

Así, ha invitado a los creyentes de habla árabe a tener en cuenta lo que leemos en el Libro de Siracusa: “Considerad las generaciones pasadas y reflexionad: ¿quién ha confiado al Señor y ha quedado decepcionado?” (Sir 2, 10).

Esta mañana, el Pontífice ha comentado el Salmo (8,4-5.10), que expresa “la grandeza y la belleza” de la creación, “frente a la cual el ser humano percibe su pequeñez, pero también el lugar especial que en ella ocupa”.

“¡El Señor os bendiga a todos y os proteja de todo mal!”, ha concluido Francisco su intervención para los cristianos de lengua árabe.

 

 

 

 

Píldoras de esperanza: “Manda Señor tu Espíritu, para que me enseñe a vivir con la Verdad”

Miércoles de la VI Semana de Pascua

mayo 20, 2020 09:10

Espiritualidad y oración

 

Reflexión de los Evangelios diarios

Invocamos al Espíritu Santo

Ven a mi vida Espíritu Santo, llena de alegría y paz mi corazón, pues así puedo abrirme para poder entender la Palabra de Dios. Amén.

 

Evangelio según San Juan 16, 12-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.

Pero, cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los introducirá en toda la Verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.

Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’”.

Palabra del Señor

 

¿Qué dice el texto?

“Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora”.

 

¿Qué nos dice hoy a nosotros, Dios en este texto?

Tal como vemos hoy, los mismos discípulos pasan por oír sin entender. Jesús mismo se da cuenta de esto, pues les dice que quisiera decirles más aún, pero que seguramente no las comprenderán. Esto nos habla de un gran conocimiento de la humanidad y cómo nosotros vamos creciendo en ese conocimiento de Dios.

Seamos sinceros, ¿Cuántas veces nos hemos acercado al Señor y decirle que queremos que nos explique todo, absolutamente todo? Parece que quisiéramos conocer toda la verdad de golpe, todo sin excepciones. Nos gustaría conocer bien el pasado –en forma objetiva–, conocer el futuro, y qué es lo que debemos tener hacer y cómo guiarnos. Por momentos pareciera que jugáramos a ser robots y que nos gustaría que nuestra vida ya estuviera guiada y controlada.

Eso es lo más lejos de la realidad que quiere Dios para cada uno de nosotros. Por eso mismo, nos dio el don de la libertad, para que lo usáramos y pudiéramos ir caminando hacia su encuentro. Aún en medio de los obstáculos, como lo es hoy la situación mundial de la salud. Jesús no es ajeno a nuestras necesidades. Pero quiere que nosotros con total libertad podamos asumir una actitud de recepción del Espíritu Santo para que nos ayude en el discernimiento.

Entre los dones del Espíritu Santo están: Sabiduría para entender lo que favorece o perjudica al plan de Dios y el Entendimiento que nos ilumina para aceptar las verdades reveladas por Dios.

Hoy, en medio de nuestras situaciones difíciles, especialmente pensando en aquellos que se han visto afectados por la salud, pero también en aquellos que han visto un gran cambio en la economía, han perdido sus trabajos, y con esto el sustento a su familia… Pidámosle con más fuerza a Jesús que nos ayude a entender todo esto. Queremos recibir el Espíritu Santo para que nos guíe en estos momentos como cristianos en medio de una sociedad que requiere nuestra fortaleza.

Te invito a que repitas varias veces esta frase, para preparar tu vida y tu corazón al Señor:

“Manda Señor tu Espíritu Santo, para que me enseñe a vivir con la Verdad”

Te invito a conocer más de nuestro trabajo diario sobre la Lectura Orante de la Biblia

 

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Monseñor Felipe Arizmendi: “¿Las Misas virtuales son reales?”

Sirven, alimentan, fortalecen el espíritu

mayo 20, 2020 09:18

Espiritualidad y oración

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

 

VER

Es la pregunta que le hicieron a un apreciado sacerdote, muy preparado, en un programa virtual sobre asuntos relacionados con la pandemia, y su respuesta fue tajante: ¡No son reales! Le escribí haciéndole ver que tendría que haber hecho algunas precisiones, porque, con su afirmación, pareciera que la Misa por vía electrónica no es real, y que, por tanto, no sirve. El es un sacerdote, por otra parte, muy valioso y muy creativo para evangelizar.

En días pasados, algunos grupos de otros países, con influencia en el nuestro, difundieron un texto reclamando a los obispos que les devolviéramos la Misa, que ya quieren recibir la comunión, que los estamos dejando sin este alimento. ¡Como si nosotros fuéramos los culpables de la nocividad del coronavirus! ¡Como si no hubiera otras formas de comulgar con Cristo! Siempre podemos comulgar con Él de muchas otras formas, no sólo por la Eucaristía. Menos mal que ya nos estamos preparando para dar los pasos convenientes hacia la nueva normalidad, pues ya se van a empezar a abrir los templos y celebrar las Misas con presencia física de fieles, dependiendo de que los respectivos municipios hayan sido declarados sin contagios y de que se tomen las medidas pertinentes de cuidado higiénico.

Pero, volviendo a la pregunta inicial, ¿las Misas virtuales son o no son reales? Claro que son reales, sirven, alimentan, fortalecen el espíritu, e incluso forman comunidad, aunque sea virtual. No son lo que debe ser en tiempos normales, pero en estas restricciones por la pandemia, son una forma real de acercarnos al misterio de Cristo y de la Iglesia.

 

PENSAR

La presencia de Jesús en la Misa, en la Hostia consagrada, es una presencia real, pero no física; no es como cuando estuvo en Israel hace dos mil años; es una presencia sacramental, es decir, está presente por medio de los signos del pan y del vino; es una presencia mística, sobrenatural, suprasensorial. Tengamos en cuenta, por otra parte, que, en la Misa, además de la presencia de Jesús en las especies eucarísticas de pan y vino, está también presente en su Palabra, en la asamblea reunida, en la persona del ministro que preside, como dice claramente el Concilio Vaticano II en su Constitución sobre la Liturgia (cf SC 7). En las misas virtuales, la presencia de Jesús es real, porque se escucha su Palabra, hay un sacerdote u obispo que preside, hay una comunidad virtual; lo único que falta es la inmediatez de las especies eucarísticas de pan y vino consagrados. En la misa virtual, para los conectados a la red, hay una presencia real de Jesús, aunque no es sacramental; es decir, falta la comunión con la hostia consagrada. Pero esto no hace menos real la presencia de Jesús. Falta, por otra parte, la asamblea de fieles con cercanía de carne y hueso, como debe ser, que por ahora no es posible. Pero la relación virtual entre quienes siguen la transmisión es una comunión de personas, que no es despreciable. Es como un saludo, un abrazo, un beso virtuales; son reales, pero les falta la cercanía corporal. En tiempos normales, sin esta pandemia, los enfermos, ancianos y discapacitados siguen la Misa por televisión. No les podemos decir que se están haciendo tontos, que se alimentan, perdón por la expresión, con comida “chatarra”. Reciben un verdadero alimento de vida eterna, pues Dios se acerca realmente a ellos. Si, además, les llevan la comunión, es lo máximo y lo siempre deseable.

Jesús nos dice: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada” (Jn 14,23). Esta es una presencia real, no física, sino mística, sobrenatural, suprasensorial. La Misa virtual es real; hay una presencia real de Jesús en la celebración que hace el sacerdote a distancia y en los fieles que la siguen con fe y devoción.

El Papa Francisco, en su mensaje para la 53 Jornada de las Comunicaciones sociales, dice: “Desde que internet ha estado disponible, la Iglesia siempre ha intentado promover su uso al servicio del encuentro entre las personas y de la solidaridad entre todos. La red es un recurso de nuestro tiempo. Constituye una fuente de conocimientos y de relaciones hasta hace poco inimaginable.

Las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros. El contexto actual nos llama a todos a invertir en las relaciones, a afirmar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nuestra humanidad. Los cristianos estamos llamados con mayor razón, a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro”.

Sin embargo, el Papa advierte los peligros del mal uso de internet y de las redes, como la divulgación de noticias falsas, el aislamiento, el individualismo, la no cercanía entre las personas, vivir en las nubes, encerrarse en uno mismo, sin compromiso real con la vida y con los demás, sobre todo con los pobres. Por eso, dice: “El uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso”.

En una reciente catequesis sobre la oración, dijo el Papa Francisco: “Dios está siempre cerca de la puerta de nuestro corazón y espera que le abramos. Y a veces llama al corazón, pero no es invasor: espera. Siempre cerca de nuestro corazón, y cuando llama lo hace con ternura y con tanto amor. Tratemos todos de rezar de esta manera, entrando en el misterio de la Alianza. A meternos en oración entre los brazos misericordiosos de Dios, a sentirnos envueltos por ese misterio de felicidad que es la vida trinitaria, a sentirnos como invitados que no se merecían tanto honor” (13-V-2020).

El Papa no está hablando de la Misa, ciertamente, sino de la oración, que podemos hacer en casa, o en cualquier parte. Esta oración, de la que habla el Papa, nos introduce en lo más profundo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No es Misa, no es comunión eucarística, pero esa oración es una comunión real. Si podemos lograr esta comunión con Dios en la oración personal, con más razón en la oración litúrgica por excelencia, que es la Misa, aunque la sigas en forma virtual. Si abres tu corazón al Señor, logras la comunión espiritual con Él, comunión que es verdadera, real y profunda. Si la oración logra una comunión real con Cristo, con más razón lo logra la Misa, aunque sea virtual, si participas en ella no como en un espectáculo, sino con alma, cuerpo y mente.

Para cuando pase esta pandemia, muchos están solicitando que se sigan transmitiendo las Misas, como hacemos ahora. Hay que analizarlo pastoralmente. Conviene seguir las transmisiones, siempre y cuando no sean un recurso para los flojos e individualistas, para esos que quieren cerrarse en su casa, en su grupo, en su círculo social, como los que siguen insistiendo en pedir el bautismo de sus hijos para ellos solos, un bautismo “especial”, porque no se quieren juntar con el resto del pueblo, sobre todo no quieren mezclarse con los pobres. Para esos, no sirven las misas virtuales. Pero para quienes no tienen otra forma de vivir la Eucaristía dominical, como muchos paisanos que viven en Estados Unidos, a quienes se les complica mucho ir a una Misa en castellano con toda la familia, para ellos, y para otras personas en circunstancias semejantes, las misas virtuales seguirán siendo un alimento de vida eterna, con una presencia real de Jesús en sus corazones, esperando que hagan lo posible por participar en forma presencial en las celebraciones, pues allá también deben ser parte visible y tangible de la comunidad parroquial.

 

ACTUAR

Si participas en una Misa virtual, deja de lado otras ocupaciones; concéntrate en lo que vives; sigue las posturas indicadas para cada momento; escucha con atención la Palabra de Dios; haz oración en unión con la comunidad virtual, adora al Señor y haz la intención de recibirlo en tu corazón. Si estás con tu familia, reúnanse y sean una “iglesia doméstica”, no estén cada quien en su cuarto, sólo viendo de reojo la celebración y haciendo otras cosas al mismo tiempo. Hay que darle la importancia que merece, pues el Señor quiere estar en tu vida. Si participas con fe y devoción, el Señor está realmente contigo.

 

 

 

 

San Eugenio de Mazenod, 21 de mayo

Fundador de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada

mayo 20, 2020 09:00

Testimonios de la Fe

 

“Convertirse en sirviente y sacerdote de los pobres fue el sueño cumplido de este obispo de Marsella, fundador de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. No olvidó que el progreso hacia la santidad exige una constante conversión”

Carlos José Eugenio nació en Aix-en-Provence, Francia, el 1 de agosto de 1782 en el seno de una familia aristocrática con excelente posición económica; su padre desempeñaba un cargo político relevante. De niño mostraba rasgos de autoritarismo y era pronto a la ira, aunque también se advertían en él evidentes destellos de virtud que subrayaban su nobleza y gran corazón. Así, movido por su piedad, en esa época no dudó en intercambiar su vestimenta con un niño carbonero, poniéndose la mísera ropa que llevaba. En 1791 su familia huyó de la guillotina y vivieron exiliados en diversos lugares, entre otros: Niza, Turín, Venecia…

Eugenio estudió en el colegio de Nobles turinés y recibió la primera comunión. En Venecia no pudo cultivar amistades ni ir a la escuela. Entonces un sacerdote amigo y vecino, el padre Bartolo Zinelli, le educó en la fe; fue el germen de su futura vocación sacerdotal. Pero aún hubo vacilaciones. Y es que con tantos vaivenes y conflictos creados por la Revolución francesa, la familia, que estaba al borde de la miseria, partió a Nápoles ciudad que suscitó en el santo un vacío y cierta distancia respecto a la fe. Sicilia y Palermo cerraron inicialmente esa etapa de nomadismo obligado que había llevado. En Palermo los duques de Cannizzaro les acogieron benévola y generosamente a él y a los suyos.

Eugenio vivió junto a la nobleza y adoptó el título de conde de Mazenod. Parecía que se abría un camino para él en la vida cortesana. Pero la verdad es que al regresar a Francia con 20 años, era lo que se diría casi un “don nadie”. Además, su familia se había desmembrado por completo al haberse divorciado sus padres. Pensando en obtener fortuna, vislumbró su matrimonio con una heredera rica a la que cortejó, pero la joven murió prematuramente y quedó profundamente consternado. La intensidad de los hechos que se producían en su entorno venían acompañados de grandes interrogantes. Interpelarse sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodeaba fue doloroso, pero conveniente. Cuando un temperamento fuerte como el suyo se orienta en la buena dirección es una fuente de bendiciones. Eugenio tomó partido por Cristo y su Iglesia volcando en ellos su pasión. Tuvieron peso específico dos experiencias espirituales que le marcaron. Una, que le dejó conmovido por la Pasión de Cristo, seguramente se produjo en 1807. Otra posterior le instaba a seguir el camino del sacerdocio. La situación eclesial del momento no era buena, pero en él reverdecían las enseñanzas del padre Zinelli.

En 1808, pese a no contar con el beneplácito materno, ingresó en el seminario de San Sulpicio de París. Tres años más tarde fue ordenado sacerdote en Amiens. Los misioneros Émery y Duclaux fueron de gran ayuda para él. Su ardiente deseo era ser “el sirviente y sacerdote de los pobres”. La aflicción por sus pecados y por los alejados de la Iglesia infundieron en su corazón el anhelo purgante. Este sentimiento de expiación que unía a Cristo lo encauzó a través de su compromiso con una congregación mariana y con un grupo misionero alentado por Charles de Forbin-Janson. El obispo le ofreció ser su vicario general, pero eligió regresar a su ciudad natal para estimular la fe entre los pobres que había decaído peligrosamente. No aceptó ser párroco, sino que inició su labor entre los prisioneros, las personas que trabajaban en el servicio doméstico, los campesinos y los jóvenes. Parte del clero no estaba de acuerdo con él, y buscó otros sacerdotes afines, con gran celo apostólico, que lo secundaron.

Aprendió provenzal y junto a los que compartían el mismo ideal suyo, aglutinados como “Misioneros de Provenza”, esparcía el evangelio entre las gentes sencillas, instruyéndolas en su propia lengua. Al ver tanta mies a la que no podía llegar, acudió al papa con objeto de que reconociese oficialmente a la comunidad como una congregación religiosa de derecho pontificio. Obtuvo la aprobación en 1826 con el nombre de Misioneros Oblatos de María Inmaculada. El Santo Padre dio este paso frente a la oposición de varios obispos galos, argumentando: “Me agrada esta sociedad; sé el bien que hace y hará y quiero favorecerla”.

Eugenio solamente quiso cumplir la voluntad divina: “Estaría dispuesto a partir mañana mismo a la luna, si fuera esa la voluntad de Dios”. A sus hijos les dio esta consigna: “Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas”. Ese celo le guiaba al punto de ser considerado como “un segundo Pablo”. Era un hombre de oración y excelsa devoción por la Eucaristía, a la que consideró “el centro vivo que sirve de comunicación”, así como del Sagrado Corazón. Fue muy probado en su fe. Perdió por un tiempo la nacionalidad francesa, hubo entre los suyos divisiones, abandonos, pérdidas humanas, e incomprensiones hasta de la Santa Sede. Cuando le fue negado el cardenalato prometido, manifestó: “Al acabarse todo, es igual si le entierran a uno con sotana de color rojo o purpúreo; lo principal es que el obispo alcance llegar al cielo”. Pasó momentos de gran oscuridad, contrajo una enfermedad a causa de todo ello, pero se aferró a la gracia de Cristo y salió victorioso. No en vano había constatado que “el progreso hacia la santidad exige una constante conversión”, apreciación hecha vida.

Fue superior general durante treinta y cinco años, obispo de Marsella, adalid de las clases de religión y escritor. Abrió las puertas a peticiones de distintos movimientos en los que vio una respuesta a las necesidades eclesiales. Así contó con la presencia en su diócesis de 31 congregaciones religiosas. Puso en marcha 22 parroquias, edificó varias iglesias, entre otras, la catedral y el santuario de Nuestra Señora de la Guardia. Deseando apurar conscientemente sus últimos instantes, pidió: “Si me adormezco o me agravo, despertadme, os lo ruego, quiero morir sabiendo que muero”. Falleció el 21 de mayo de 1861. Pablo VI lo beatificó el 19 de octubre de 1975. Juan Pablo II lo canonizó el 3 de diciembre de 1995.