Cáritas | Cooperación internacional • 22/05/2020

 

La comunidad, respirador de África

 

Desde Cáritas trabajamos para mantener este respirador funcionando por muy insalvables que parezcan las dificultades

 

 

 


 

 

 

 

Los españoles nos consideramos una población con un alto nivel de sociabilidad y de cercanía entre las personas, por lo que muchos de nosotros decimos sentirnos solos en este confinamiento y echar de menos estar con los demás. ¿Pero qué pasa si la sociabilidad no es sólo algo que hace la vida más agradable, sino algo que la hace simplemente posible? ¿Qué pasa cuando la comunidad es el respirador que nos mantiene vivos? Dicho de otro modo ¿Qué está ocurriendo en África?

En Europa estamos acostumbrados a que el Estado vele por nuestros derechos. En muchos lugares de África cuyos estados son débiles, los derechos son posibles porque la comunidad se implica: los centros de salud están gestionados, supervisados y financiados por comités comunitarios; los puntos de agua potable están gestionados por comités comunitarios; hay grupos comunitarios de micro-crédito que permiten que las personas completen sus ingresos para sobrevivir; hay grupos comunitarios que velan por el respeto de los derechos humanos; hay grupos de jóvenes que trabajan por la paz; hay comunidades que se organizan cuando hay un desastre para dar una primera respuesta, con lo poco que tienen.

La comunidad es el respirador de África, el elemento que permite que respire y no se asfixie: Sin duda alguna, con una incidencia muy reducida de las nuevas tecnologías en África, las medidas de confinamiento y de restricción a las aglomeraciones hacen que este respirador se resienta. Y con él la vida de las poblaciones la vida, en sentido literal: la supervivencia. Pero una suerte de energía e inteligencia colectivas que emergen del puro afán de vivir, permiten que, a pesar de las limitaciones la comunidad siga insuflando aire.

 

La MUSO o grupo de microcrédito de Twungubumwe, en la provincia burundesa de Bururi, como las 600 MUSO apoyadas por Cáritas Española en el país,  ha tenido que adaptarse a una situación inédita: han instalado un kit de lavado de manos a la entrada de las reuniones y gracias al apoyo de Cáritas han sido orientados sobre cómo realizar las reuniones sin riesgo. La parroquia les ha permitido realizar las reuniones en el patio para que puedan mantener las distancias y se transfieren el dinero con el teléfono móvil. “Los burundeses no estamos acostumbrados a estar tan lejos los unos de los otros”, afirma Irene, una de sus miembros. “Sin embargo, sabemos que nuestra protección somos nosotros mismos. Haremos lo que sea necesario para continuar activos, aunque no sea cómodo”, añade Irene.

El Presidente del Comité de Defensa de Derechos Humanos de Chulwe en Bukavu, RD Congo nos cuenta cómo hace 10 días tuvo que recorrer a pie trece kilómetros hasta la Comisaría de Policía: “Hemos detectado que los policías aprovechan la confusión sobre las medidas de confinamiento para extorsionar a la población y por eso fui a hablar con el Comisario para que explicase a sus subordinados cuáles son las medidas decretadas y paren sus abusos. Desde entonces no hemos recibido ninguna denuncia por la población y las personas pueden tranquilamente cultivar sus parcelas”.

La comunidad constituye, además, el apoyo de la acción caritativa de la Iglesia que vive en ella a través de sus parroquias y sus redes de voluntarios. Desde Cáritas trabajamos para mantener este respirador funcionando por muy insalvables que parezcan las dificultades.