Tribunas

La dignidad de la Gloria de Dios

 

 

Juan José Corazón Corazón
Sacerdote, Doctor en Derecho Canónico, Doctor en Derecho


 

 

 

 

Esas palabras de Jesucristo que recogen los evangelios, en las que nos dice que somos luz del mundo y, a continuación, nos aclara que nos ha dado su luz para que se vean nuestras buenas obras y que esas obras den gloria a Dios, contienen una enseñanza radical para su Iglesia.

La Iglesia, fundada por Jesucristo, debe pretender siempre, sólo y exclusivamente la gloria de Dios, es decir, que Dios reciba la glorificación de todos los hombres y del mundo creado por Él.

No puede ser de otro modo, puesto que se trata de la más grave obligación de justicia de todos los hombres y de todo el orbe.

El mundo irracional ya da necesariamente gloria a Dios, puesto que no posee voluntad propia, con su misma existencia y realizando el fin para el que es incluido por Dios en la obra de su creación, fundamentalmente para el bien y la felicidad del ser humano.

Ahora bien, el ser humano, por estar dotado de razón, da gloria a Dios, no sólo de un modo necesario, sino también de un modo voluntario. Por tanto, depende de él sumarse a la infinita gloria que Dios recibe de su obra creadora o no., con independencia de que la recibe siempre queramos los hombres o no. Para eso es Dios.

Dicho de otro modo, el hombre puede autoexcluirse de otorgar a Dios la propia gloria de su Ser por ser quien es.

Esta exclusión la puede realizar el ser humano de diversos modos. El hombre o la mujer que priva a otro de su vida. Vivir ya es, por sí mismo, dar gloria Dios. Y la prueba evidente de ello es que nadie decidir comenzar a vivir o no hacerlo.

Aunque a veces, no lo entienda, cualquier ser humano por su propia vida en este mundo ya da un poquito de gloria a Dios.

El motivo es tan sencillo que la vida propia es un don que le da Dios, y que no depende de nadie, ni de nada más.

Otra cosa distinta es que, como decía al principio, Dios nos ha creado libres, con un cierto poder sobre los demás y por tanto existe la posibilidad de que alguien pueda terminar con la vida de otros.

No es verdad que el primer derecho fundamental derivado de la dignidad del ser humano sea el derecho a la vida, término utilizado por muchas declaraciones de derechos del hombre. Es Dios quien nos la da. Y a partir de ahí sí que existe el primer derecho fundamental de todo hombre y toda mujer a seguir viviendo.

Pero, ¿para qué?: “para que vuestras buenas obras den gloria a Dios”. Fueron las palabras que expresó Cristo. Por eso, tan importante como el “derecho a seguir viviendo” es el “derecho a la libertad religiosa.

 

Juan José Corazón Corazón