Tribunas

Sin mención de Dios

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

Hace apenas unos meses me encontré con un padre de familia que acababa de salir de la Iglesia acompañado de su mujer y de sus cinco hijos. Se le veía contento. Nos saludamos y me manifestó el motivo de su gozo: había llegado un sacerdote nuevo a la parroquia, y les había hablado con palabras que hacía algún tiempo no escuchaba: la alegría de Jesucristo cuando, arrepentidos, le pedimos perdón por nuestros pecados; la alegría del Señor de perdonarnos y de sostenernos en todas nuestras batallas; el gozo de Dios en la fidelidad matrimonial y en la paz familiar.

Y luego me remachó: no nos ha hablado ni de política, ni de cuestiones sociales, ni de cuidar del planeta, ni del clima, ni de arreglar la economía.

He recordado ese encuentro al enterarme de un documento de la Pontifica Academia para la Vida, que ha originado una cierta polémica por una razón muy simple: en ningún momento del documento que analiza la pandemia actual se nombra a Dios, ni a Cristo, Dios y hombre verdadero.

 

En su defensa de las críticas, el portavoz de la Academia dijo textualmente:

«Estamos interesados ​​en entrar en situaciones humanas, leerlas a la luz de la fe, y de una manera que hable a la audiencia más amplia posible, a los creyentes y no creyentes, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad».

El portavoz estaba respondiendo a un escrito del filósofo italiano Stefano Fontana publicado el 28 de julio en La Nuova Bussola Quotidiana, un sitio web fundado por católicos en 2012 en el que, entre otras cosas, dice:

«Al igual que el documento anterior, este tampoco dice nada: sobre todo no dice nada sobre la vida, que es la competencia específica de la academia pontificia, y también no dice nada católico, es decir, algo inspirado por la enseñanza de Nuestro Señor”.

El escrito de la Academia deja ciertamente, en mi opinión, mucho que desear; aunque no se le puede negar el deseo de que se encuentre una solución al problema. Me limito a señalar tres detalles que no parecen muy apropiados de un escrito salido de las oficinas de la curia vaticana.

Hablando de la solidaridad para combatir el virus, dice: “En este contexto, la Organización Mundial de la salud (OMS) ocupa un lugar privilegiado.  Profundamente arraigada en su misión de dirigir la labor internacional en materia de salud está la noción de que solo el compromiso de los gobiernos en una sinergia mundial puede proteger, fomentar y hacer efectivo un derecho universal al más alto nivel posible de salud”.

La OMS, en la ONU, es la organización que lucha decididamente para implantar el aborto, la eutanasia, y todo el conjunto de la ideología de género en el mundo entero. ¿Vale la pena siquiera citarla?

Otro detalle. “El bien común de la comunidad humana no puede lograrse sin una verdadera conversión de las mentes y los corazones. El llamamiento a la conversión se dirige a nuestra responsabilidad; su miopía es imputable a nuestra falta de voluntad de mirar a la vulnerabilidad de las poblaciones más débiles a nivel mundial, y no a nuestra incapacidad de ver lo que es obviamente claro”.

¿Se han olvidado en la Academia de la conversión que nos pide Cristo: que dejemos el pecado, nos arrepintamos, pidamos perdón y nos amemos los unos a los otros como nos ama Cristo?. En el documento no se habla de pecado, no se habla de rezar a Dios pidiendo la liberación de la pandemia; ni se pide al Señor que nos acompañe en llevar adelante los sufrimientos que la pandemia origina.

Y por último: “El covid-19 podría considerarse, a primera vista, sólo como un determinante natural, aunque ciertamente sin precedentes, del riesgo mundial. Sin embargo, la pandemia nos obliga a examinar una serie de factores adicionales, todos los cuales entrañan un reto ético polifacético. En este contexto, las decisiones deben ser proporcionales a los riesgos, de acuerdo con el principio de precaución. Centrarse en la génesis natural de la pandemia sin tener en cuenta las desigualdades económicas, sociales y políticas entre los países del mundo, es no entender las condiciones que hacen que su propagación sea más rápida y difíciles de abordar”.

¿Vale la pena que la Academia se meta en cuestiones sociológicas, sociales, económicas, etc.? ¿Es ése su campo? ¿Qué es un reto ético polifacético? ¿Un sustitutivo de los Mandamientos de la Ley de Dios, y de toda moral cristiana?

¿Piensan en la Academia que nombrando a Dios, a Cristo, no van a llegar a todo el mundo? Entonces, ¿para qué están? Nombrando a Dios, ¿no les facilitaría ver toda la realidad “a la luz de la fe”?

Stefano Fontana se pregunta: “¿Nos acostumbraremos a un nivel tan bajo de documentos eclesiásticos?”.  Espero que no; sería una pena.

Y pensé en la alegría de mi amigo al oír hablar al párroco de la cercanía del Señor, del Amor de Dios, de la ayuda que nos da Cristo para llevar con serenidad nuestra cruz, nuestra pena, nuestra alegría de cada día, porque Él las vive con nosotros. Y también la pandemia.

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com