Iglesia

 

«Todos hermanos», ¿una utopía?

 

La última encíclica del Papa Francisco invita a la fraternidad (Todos hermanos) que transciende las barreras de religiones, de culturas, de orígenes… ¿Pero es tan fácil sentirse hermano o hermana con todos los que nos encontramos? Étienne Grieu, jesuita, recuerda que la fraternidad no es un sentimiento, sino una realidad que tenemos que construir.

 

 

03 ene 2021, 19:10 | La Croix


 

 

 

 

 

La última encíclica del Papa Francisco habla de la fraternidad (Todos Hermanos) y sobre «la amistad social», un concepto que ha forjado él mismo en los años 2000. ¿Pero es tan fácil sentirse «todos hermanos»? ¿No será que la fraternidad de la que nos habla el Papa no es más que una utopía?

Sobre esta cuestión, la Biblia no alberga ningún idealismo. Los primeros hermanos de los que se habla en el libro del Génesis son Caín y Abel, cuya relación terminó muy mal. Después vienen Jacob y Esaú, así como José y sus hermanos, que tienen relaciones muy conflictivas. Las figuras fraternas son muy importantes en la Biblia, señal de que la fraternidad es un argumento capital para nuestra humanidad, y que, al mismo tiempo, es muy difícil de vivir. Al inicio de la historia bíblica, Cristo se hace hermano de todos, y también para él la historia terminará mal. La fraternidad no es, pues, un dulce ideal al que se puede adherir espontáneamente, sino una dificultad que hay que atravesar.

 

Pero en su encíclica, el Papa no habla de lazos de sangre, sino de otra fraternidad…

Los lazos de sangre son importantes, porque son el lugar donde se aprende una fraternidad muy concreta. En la perspectiva cristiana, se es invitado a extender estos lazos hacia todos los que podemos encontrar.

 

Sin embargo, parece que en el Evangelio Jesús rechaza a sus hermanos y a su madre por otra familia.

Sí, pero es a partir de su experiencia familiar, hermanos y madre, que puede pronunciar estas palabras. Sólo a partir de la experiencia familiar se puede tener una experiencia mucho más amplia. Emplea la imagen de hermanos y hermanas para hablar de una relación que nos une a todos.

 

¿Pero podemos sentirnos verdaderamente hermanos y hermanas de todos? ¿No es una enorme utopía?

Yo diría que es una utopía si nos imaginamos que somos hermanos o hermanas de todos a la vez. Hay cosas que tenemos que aprender en la experiencia de relaciones difíciles con tal o cual persona. Siendo capaces de sobrepasar mis aversiones, mis envidias o mis miedos ante tal o cual persona, la fraternidad se amplía poco a poco. Y a lo largo de las pequeñas victorias sobre la no fraternidad se llega a ser capaz de pensar en una fraternidad mucho más amplia.

 

Parece usted decir que es un combate.

Efectivamente. Teresa de Lisieux puede darnos luz a este respecto. Vivía en un ambiente cerrado, en un Carmelo, con hermanas que no eran fáciles. En este ambiente muy restringido, llega a sentirse cercana a toda la humanidad, más allá de los mares.

 

El Papa Francisco ha escrito su encíclica durante el primer confinamiento. Se tiene la impresión de que este texto, escrito de un tirón, ha ido madurando durante mucho tiempo a lo largo de todos sus años de pastoral. ¿Qué fruto puede dejar para los cristianos en un futuro?

Un teólogo francés, Michel Dujarier, ha recordado que el nombre que daban a sus comunidades los cristianos de los primeros siglos no era Ecclesia («la asamblea»), que designaba otras realidades totalmente profanas, sino Adelphotès, que quiere decir «fraternidad». Es un neologismo del Nuevo Testamento, que se encuentra sobre todo en la primera epístola de Pedro. Significa que la esperanza que la Iglesia puede aportar al mundo es precisamente el desarrollo de relaciones que no son las del mundo: la concurrencia, la competición, el rechazo de los débiles… Relaciones en las que se da valor a todos, y en primer lugar y sobre todo a los que tienen más dificultades, que no consiguen que se oiga su voz. Sin duda, es una de las principales razones que explican su desarrollo rápido e importante durante los primeros siglos.

 

En su encíclica el Papa elabora un cuadro bastante sombrío sobre nuestra sociedad. ¿Es una manera de decir que el mundo no está hecho para la fraternidad?

Efectivamente, se ve que las crisis actuales provocan un cierto repliegue sobre sí mismos, reacciones de defensa o de rechazo. Yo creo que lo que el Papa tiene en la cabeza es la progresión de las crisis y de los populismos, lo que da una cierta gravedad a su texto. Y sobre este fondo de gravedad llama a renovar la hermosa esperanza cristiana de la fraternidad.

 

Usted está muy implicado en el trabajo con los más pobres. ¿Construir la fraternidad pasa por el desarrollo de estos vínculos?

Yo pienso que el cuidado de los más pobres es esencial para la fraternidad. Si la fraternidad reúne sólo a los que se entienden bien, a los que se ponen de acuerdo espontáneamente, a los que se admiran, ¿se trata de una verdadera fraternidad? Pero si comienza por quien se tiende a dejar de lado, uno se da cuenta de que acercándose a este hombre o mujer, tiene tesoros que puede compartir. Entonces todas las relaciones quedarán iluminadas por lo que se haya descubierto en esta fuente.

 

¿Entonces la fraternidad pasa primero por la relación?

Sí, claro. Es una cuestión de relaciones que pueden desplegar todas sus harmonías, no solamente utilitarias, pero en las que el otro es acogido como es. En las que los unos y los otros estamos talmente presentes los unos a los otros que llegamos a darnos cuenta de que recibimos la vida de los otros. Que mi hermano o hermana es quien me llama a la existencia.

 

Jesuita, usted vive en comunidad, con hermanos. ¿Es difícil?

Depende de los temperamentos. Al inicio de mi vida religiosa, la vida en comunidad me ha parecido difícil. Yo no tenía más que un hermano de sangre, no provengo de una familia numerosa. Todo lo que en mí estaba mal perfilado, que mal soportaba de los otros, venía a la superficie. Pero he experimentado que se sido acogido por esos hermanos tal como era; ser apoyado es una experiencia magnífica.

 

Para usted, en su comunidad, ¿la fraternidad es algo palpable?

Sí, y es un gozo muy grande. La comunidad es un lugar de alegría, también de descanso, un lugar en el que se puede confiar los unos en los otros. Es verdad, puede haber tensiones, no siempre los temperamentos se acoplan espontáneamente. Pero cada uno pone de su parte y se esfuerza en ser indulgente con los otros.

 

Entonces, la fraternidad va más allá de entenderse bien…

La fraternidad dice algo del don de la vida. Nosotros nos recibimos los unos a los otros. Y tenemos la sorprendente capacidad de llamarnos o volvernos a llamar a la existencia.

 

Étienne Grieu,
rector del Centre Sèvres (Facultades jesuitas de París).
Entrevista realizada por Sophie de Villeneuve.