Biblia

 

¿La Palabra puede salvarnos?

 

Cristo es la Palabra encarnada, dice el Evangelio según san Juan. Para Frédéric Boyer, escritor, traductor, autor, con Serge Bloch, de Jésus, l’histoire d’une parole (Bayard), la Palabra está viva, actúa, nos salva. Creer en la Palabra puede cambiar el mundo.

 

 

07 feb 2021, 11:43 | La Croix


 

 

 

 

 

En Jésus, l’histoire d’une parole, usted escribe que la Palabra salva, que está viva, que actúa, que es «exigente y a veces más misteriosa y difícil que la vida misma». Pero ¿por qué decir que la Palabra nos salva, cuando se nos dice frecuentemente que somos salvados gracias a la Cruz?

Toda la enseñanza de la Biblia nos dice que la Palabra nos salva y que hay que creer en ella. La confianza que ponemos en la Palabra puede cambiar el mundo, puede transformar nuestra propia existencia, y, sobre todo, gracias a la Palabra, se puede reunir una comunidad. Desde los primeros versículos de la Biblia hasta el final del Apocalipsis, se dice que la Palabra salva. Jesús insiste en ello. Y los cristianos confiesan que el Verbo –la Palabra– se ha hecho carne para salvarnos. Dios se encarna para nuestra salvación. ¿La Palabra salva más o menos que la Cruz? De hecho, la crucifixión revela la dramaturgia de la palabra que se hace carne, que entra en la historia del mundo, en la historia humana, en la intimidad de la persona, y cumple el destino, el drama de la persona humana. Un drama que llegará hasta la infamante condena a muerte en una cruz. Si la Palabra salva, es por la Cruz. La palabra trasforma el signo infamante de la Cruz en signo salvador. No salva la Cruz: es el hecho de la Palabra crucificada lo que hace de la Cruz el signo de la salvación.

 

¿Por qué Jesús encarna la Palabra?

El prólogo del Evangelio de Juan nos dice que Jesús es la Palabra encarnada. Esto es lo que fundamenta la relación cristiana con la Palabra, la salvación, la fe y la humanidad.

 

¿De qué somos salvados, exactamente?

Lo que revela profundamente el judeocristianismo es que no hay humanidad sin vínculo con la Palabra. Este vínculo es el misterio de la humanidad. Ahí, y en relación con la Palabra, se sitúa nuestro destino de humanidad y, por consiguiente, nuestra salvación. La Palabra no nos salva de tal enfermedad o de tal preocupación. Se trata de reconocer en primer lugar que no se puede ser humano, que no nos podemos inserir en el proyecto de una existencia sin vincular con la Palabra el misterio de nuestra propia existencia, de nuestra existencia los unos con los otros. Pues la Palabra es lo que nos une, lo que nos reúne con los otros y con Aquel al que llamamos Dios.

 

¿Por qué dice que la Palabra es «exigente y misteriosa»?

La relación con la Palabra es misteriosa para todo el mundo, a veces difícil. Se habla demasiado, o no bastante. Además, la Palabra no excluye el silencio. En la Palabra se confiesa nuestra humanidad. Es lo que rige el destino de nuestras vidas.

 

Desde hace mucho tiempo trabaja con las Escrituras. ¿La Palabra le revela todavía cosas importantes, sobre usted mismo, sobre la vida, sobre el mundo?

La interpretación de la Palabra es infinita. Cuanto más se lee, ora, medita o trabaja un texto, más se encuentra uno con lo que no sospechaba. Frecuentando asiduamente estos escritos se descubren las propias debilidades; también la propia ignorancia. Nadie sabe nunca todo.

 

Entonces, la Palabra está viva.

Está viva porque no existe sin nosotros. Espera ser escuchada, entendida, comprendida, interpretada. Interpretando la Palabra se experimenta la propia humanidad. Interpretar es seguir el camino de la Palabra dentro de sí mismos, dejarla que se deposite en nuestra humanidad, ver lo que suscita. Todos nosotros tenemos la experiencia de la palabra de alguien que nos toca, nos desestabiliza, nos sorprende, nos inquieta, nos cambia… La Palabra es activa.

 

Usted ha organizado su libro en doce capítulos… ¿Por qué ha optado por evocar un episodio del Evangelio en vez de otro? Por ejemplo, no habla del nacimiento de Jesús…

No hemos buscado escribir una historia de Jesús; hemos intentado mostrar la gran fuerza de su palabra. Esto tiene que ver con la vida de Jesús, claro está, pero el Evangelio está ahí para dar a entender la manera de cómo el hombre aparece, un hombre que, como dirá Pascal, no ha venido con el resplandor con el que se le esperaba. Este hombre nos llama a lo inesperado. Tú esperas a alguien, pero el que viene no es el que esperas. O, mejor, no sabes a quién esperas. Todo el Evangelio está hecho así. Jesús dice: «Se os ha dicho, pero yo os digo…». No contesta lo que se ha dicho antes de él, sino que hace un acto de entendimiento. El acto de entendimiento siempre es nuevo. Nunca hay que creer que ya se ha comprendido algo, ni que los otros han comprendido por nosotros. Siempre hay que preguntarse por la comprensión de la Palabra. La relación de cada uno con la Palabra, lo que se ha oído, lo que se ha recibido, es una parte de la construcción de la comunidad de los creyentes.

 

 

Entrevista de Sophie de Villeneuve