Tribunas

Vacunen a los curas cuanto antes

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Por más que me pide el cuerpo entrar en el tema de las vacunas de los obispos, de los que se han vacunado cuando les tocaba, de los que se han vacunado cuando no les tocaba, de los que solo se han dado la primera dosis y han renunciado a la segunda, de los que se han vacunado y no lo han dicho y lo mantienen en secreto de confesión, no lo voy a hacer. Corramos un tupido velo, aunque no sé si es posible.

Solo digo que si el asunto ya es peliagudo, que haya quien diga que no sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, me parece la vuelta de la tuerca. Por cierto, como en todas las familias, entendería que quienes se tienen que vacunar antes son los obispos eméritos, los abuelos de la casa. Y que yo sepa hay muchos eméritos esperando su turno.

Los que viven en residencias sacerdotales, por cierto, equiparadas ahora a residencias de ancianos, han ganado unos metros de ventaja. Por otra parte, entiendo que hay sacerdotes que viven en residencias sacerdotales que siguen en activo.

De lo que yo voy a escribir es de la necesidad de que alguien, ante la administración general o autonómica, plantee que quienes sí son un grupo o colectivo de riesgo, que tiene contacto con mucha gente, que se mueven mucho, que presta un servicio social esencial, el cuidado del alma –como los sanitarios el cuidado del cuerpo-, que tiene una media de edad alta, son los sacerdotes. Es a los sacerdotes a quienes habría que meter entre los primeros grupos para la vacunación. Si después hay alguno que quiere ceder su puesto, bienvenida libertad. Quieren otro argumento. ¿Qué pasa con los curas, no capellanes de hospital o residencias, que están llevando la comunión a los enfermos en sus casas?

Si me apuran, y ya que estamos en una sociedad plural, diría que también hay que vacunar a los pastores anglicanos, protestantes, a los rabinos y a los imanes legales. Si no les parece la vía de la libertad religiosa y del servicio que presta la religión a la sociedad, vayamos por la vía educativa, y háganlo cuando les toque a los profesores. No sé si será antes o después que a los policías, pero también la Iglesia presta una función de seguridad civil con su mensaje moral.

Que esto es un privilegio. No creo, es un servicio. Recordemos los sacerdotes enfermos y fallecidos en este tiempo por esta causa. Que se destaparía la caja de los truenos. Pues nada, si no es ahora será más adelante. “Signo de contradicción”…

Recuerden que don Juan del Río falleció en plena polémica por la vacunación de la cúpula militar. No pocos pensamos irónicamente que si en esa vacunación hubieran contado con el arzobispo castrense, no hubiera ocurrido lo que pasó.

Cuanto antes la vacuna a los curas. Y los obispos, con sus curas, que así también darían ejemplo. ¿O acaso la teoría de la ejemplaridad de mi admirado Javier Gomá no rige por estos barrios?

Por cierto que un buen amigo me envió hace unos pocos días una frase de san José de Calasanz que no tiene desperdicio: “Perdida está el alma que antepone la salud a la santidad”. No sé en qué contexto el gran José de Calasanz pronunció esa frase, ni en dónde de entre sus escritos se encuentra. Pero ahí queda…

 

José Francisco Serrano Oceja