Colaboraciones

 

“¡Vete al médico!”

 

Solo hace falta fe, pero la fe hay que pedirla; si no, es más difícil que venga

 

 

19 marzo, 2021 | Jordi-Maria d’Arquer


Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay

 

 

 

 

 

¿Al médico he de ir? ¿A que me mate? Me dicen que vaya a aquellos a quienes obligo a matar a seres humanos en plena conciencia de sus días. ¿No sería más razonable procurar que vivan mejor sus horas postreras? ¿Es quizás el vivir de esa pobre gente sin alma un periplo que nos incitará a escamotear a los viejos anarquistas que pretenden remodelar la sociedad modelándola a su antojo, para vivir ellos a mi costa? Sí, amigo. Son esos que se llaman comunistas, pero viven a cuerpo de rey, en las mejores casas unifamiliares que en lugar de con hijos llenan de fiestas orgiásticas con sus amiguetes de turno, las noches del viernes al sábado y al domingo…

Ya se ve. El mundo ha cambiado, y ya no es lo que era. Dicen que la pandemia nos obliga a cambiar las reglas del juego, pero ¿no serán ellos los aprovechados del guateque que procuran aprovechar pandemias e intrigas políticas para imponer su programa de alta ingeniería social? Sí, amigo. Vienen respaldados por los “expertos” de laboratorios pagados con nuestros impuestos y financiados por los chanchullos que los dueños de medio mundo nos roban y nos imponen. A oscuras. Entran y salen por la puerta trasera, cargados con las prebendas de ingeniería financiera que articulan sus sueños eugenésicos, con investigadores que lo más que investigan es cómo generar seres humanos de laboratorio para poder así someterlos, ya que de otra manera (a nosotros) les cuesta cambiarnos el recto pensar y el sano sentir como la plebe que duerme al fresco.

Dicen que invierten e invertirán en promover la vida y la investigación para que pueda ser vivida con dignidad antes que morir con la “dignidad” de una muerte que pretenden imponernos por las venas a las buenas y a las malas, queramos o no. Tantas enfermedades que llaman “incurables” podrían ser erradicadas o al menos paliadas en parte si se hallaran tratamientos adecuados. Pero no. “No son viables”, que es su manera de decir que con ello no ganarían lo que ganan engañándonos. ¿No estamos pudiendo con las vacunas contra la pandemia, en tiempo récord? ¡Pues investigad, muñecos, que si no, también vosotros acabaréis investigados!

Ellos, erre que erre con su película del oeste a la española, pero protagonizada por el pueblo globalizado que ya casi “necesita” disponer de un chip injerto, lo mismo que es profetizado en el Apocalipsis: la “marca de la bestia”, “en la mano y en la frente” (Apc 13,15-18). ¡Ya casi lo hemos conseguido, hermano! Viviremos hermanados como borregos, ya que, como nuestros papás no quieren tener hijos, tenemos perros (pets) en lugar de hermanos de sangre, y disfrutamos de una fraternidad de discoteca a granel. ¡Sí, hermano! ¡Es lo más! Eso es como aquel que dice que lo que “le pone” “es hacerlo con una cabra”. Porque sí: dicen que “lo necesitamos”, lo mismo que nos dicen por la tele que necesitamos esa rubia y esa pandereta.

¡Despertad, aletargados, que os  están “necesitando” tanto, que hasta en eso os engañan! Porque, si no despertáis a tiempo, cuando llegue Jesús a poner orden, vosotros seréis los desordenados, y ya no habrá vuelta atrás: “los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de condena” (Jn 5,29).

Es difícil ser cristiano, ciertamente; y más, en nuestro tiempo. Pero la vida que Jesús nos dibuja es más rica y plena, y es feliz donde no lo parece y “no se espera” (Jacques Philippe. La felicidad donde no se espera. Ed. Rialp. Madrid, 2018). Y lo que es más importante: nos asegura el Cielo que Jesús nos promete como felicidad sin fin, eterna. Solo hace falta fe, pero la fe hay que pedirla; si no, es más difícil que venga. Por eso será mejor creer en algo que no se ve que en lo que es seguro que se esfuma. Especialmente, antes de que se esfume.

 

 

 

 

 

 

Jacques Philippe,
La felicidad donde no se espera.
Ed. Rialp. Madrid, 2018.