Tribunas

No hay quien pueda con algunos curas de Madrid

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Tengo la sensación de que estamos bajo mínimos en muchos aspectos. Como dice un eclesiástico de la primera liga, vivimos en tiempos en que lo que parece que prima es “administrar la decadencia”.

Para no caer en el pesimismo, en la indolencia, hay que hacer un añadido esfuerzo de fijarnos en lo novedoso, en lo original, en lo que trae ese viento fresco del “Espíritu”, en lo creativo, en lo que fascina.

Pongamos el radar a las historias de vida que rompen con los balances en rojo y nos hablan de otros colores, de esperanza, ilusión, aliento. Sin fáciles voluntarismos, ni consoladoras justificaciones o autoengaños o autocomplacencias.

Por ejemplo. Recibí el día pasado los primeros ejemplares de una colección de pequeños, ágiles, modernos en el diseño, interior y exterior, libros para la formación teológica. Una más, me dije. Una aventura que, tarde o temprano, pasará al olvido.

Lo primero que me di cuenta, a la hora de ver quiénes eran los autores de los tres primeros libritos, es que son curas de Madrid. Y no cualesquiera. ¿Pero no estábamos ante una colección de libros de teología? Sí, pero ya se ve que esta teología está pasada por la túrmix del barro, del tú a tú, del cuerpo a cuerpo. De la pastoral, o así le llaman, vamos.

Ahí van los nombres. Fulgencio Espa, don Fulgen, que dicen sus fieles. Un terremoto me ha parecido siempre este cura. Cuando visité su parroquia para el ABC, entendí que era capaz de construir una basílica pontifica con el dinero del cepillo de san Antonio. Habla claro y se le entiende todo, y no le dedica mucho tiempo a lo accesorio. Lo que yo no sabía, hasta ahora, es que es doctor en teología.

Bueno, su introducción a la teología, “Un camino por descubrir”, con un montón de Códigos Bidis incluidos, es no solo esencial sino hasta graciosa. Su capacidad de imaginación no tiene límites. Lenguaje directo, claro, nada técnico cuando no tiene que serlo, bien escrito, interpelante. Conceptos claros y distintos. Y cuando hay que explicar algo más complicado, o seguir un razonamiento –bendita definición de fe como “pensar con asentimiento”- pues se remanga y allá va.

¿Vale la pena estudiar teología?  “Si vives como bautizado, heredero de un tesoro doctrinal maravilloso; si eres apóstol, deseoso de comunicar la fe a cuantos te rodean; si eres actual (“de hoy”), metido de lleno en el mundo y rodeado de diversas posiciones, culturas e ideologías… la teología es sin duda algo muy tuyo”, leo.

El segundo autor, que dedica su trabajo a la teología moral fundamental, es José Manuel Horcajo. Pero, vamos a ver. ¿Este cura no se dedica a los pobres en el puente de Vallecas? ¿Qué hace hablando de la afectividad, de Romeo y Julieta, del Quijote, de la ley y de la conciencia? No se lo pierdan. Por cierto que Horcajo también es doctor en teología.

Y, el tercer volumen, dedicado a la Moral de la persona está escrito al alimón por José Luis Méndez y Juan Barbeito. Me suenan. Pero no podría añadir muchas cosas más allá de ellos de lo que dice la solapa. Claro, también dos doctores en teología, pero, como los anteriores, ninguno profesor de oficio. Y aquí, tela, el cuerpo, la sexualidad, el matrimonio…

Saben lo que me parece. Que con algunos curas de Madrid no hay quien pueda… Como se empeñen en iniciativas buenas, serían capaces de dar la vuelta a todas las tortillas.

Ah, la colección se llama “Buscando entender” y está editada por Palabra. Y promete. Veremos los siguientes volúmenes, de no muchas páginas. Vaya si promete. Tengo que preguntar si entre los autores hay laicos y laicas. Al menos, la cuota, por favor.

Solo les falta vídeo y música y algún youtuber o alguna influencer haciendo este curso. Lo demás, lo tienen todo.

 

 

 

 

 

 

Nicolás Álvarez de las Asturias,
Colección "Buscando entender",
Palabra.

 

 

 

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja