Tribunas

No sé qué tiene don Fidel

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

El caso de don Fidel, monseñor Fidel Herráez Vega, me tiene un poco desconcertado. Y no es porque no conozca a don Fidel, incluso podría decir que no es porque no haya sufrido a don Fidel. No me explico el protagonismo que le están dando algunos.

Por cierto, digo lo de sufrir porque cualquiera que haya sido empleado o ad látere del arzobispado de Madrid en la época de don Fidel, habrá tenido alguna experiencia del don Fidel implacable. No la recomiendo. El delegado episcopal del lugar en el que yo trabajé se ponía a temblar cada vez que tenía que despachar con don Fidel. Quizá no era para menos. Podría seguir contando, pero mutis por el foro.

Vayamos a la causa o cosa del protagonismo. El primero, que es el que interesa, pasa porque el que ha sido su Vicario General, Fernando García Cadiñanos, en Burgos, acaba de ser nombrado obispo de Mondoñedo-Ferrol.

Está claro que este nombramiento no es de don Fidel pero no es sin don Fidel. No seamos ingenuos. Todos conocemos que la propuesta vino del que era su obispo, que éste hablaba maravillas de su candidato, y entiendo que no es para menos, y que además tuvo apoyos que puedan parecer incomprensibles. Que sí, que Omella conocía al nuevo candidato por Cáritas. Pues mejor. En eso también pensó quien le propuso. Lo que se diga que no responda a esto, les aseguro que es ficción.

Es decir, que don Fidel no solo ha colocado a Burgos en el protagonismo público, después de épocas de latencia, por el aniversario de la catedral; no solo ha vuelto hacer que se hable de Burgos; no solo ha facilitado que ahora Burgos tenga un arzobispo de lujo, sino que ha vuelto a hacer que curas de Burgos, que también hay que decir que es un clero de los que ya no existen, vuelva a dar obispos a la Iglesia.

Esto es lo que me da que molesta no solo a los lejanos sino también a algunos cercanos. Hablando de obispos de Burgos, el último cura que salió de allí con la mitra para una diócesis española es Raúl Berzosa, que esperemos pronto vuelva a aparecer por estos lares. De esto también se podría hablar más.

Es cierto que después se han ordenado obispos los burgaleses Rafael Cobo García y Jesús Ruiz Molina, pero para misiones.

Y vayamos brevemente al tema de la vivienda de don Fidel, que se ha querido utilizar como la punta de la puntilla. Y digo que con brevedad porque me parece patético que ésta sea una cuestión de conversación mediática pública.

En principio creo que los eméritos deben estar cuidados como cada uno de nosotros quisiéramos que estuvieran cuidados nuestros padres, por utilizar un argumento humano analógico. Dicho esto, nada más.

El argumento de dónde viven o van a vivir los eméritos no se utilizó, de esta forma, hasta que se hizo la penosa campaña contra el cardenal Rouco y su piso, de la que algún día hablaré, quizá en las memorias.

Ahora se ha abierto una veda que nos puede llevar a donde no queremos. Si yo he recibido información sobre lo que cuestan mensualmente a sus diócesis algunos eméritos, o lo que están preparando otros, supongo que mis colegas también. Por ahí no paso. Y no porque afecte a ninguna persona a la que yo haya tenido o tenga relación, dado que con algunos concernidos no he cruzado una palabra en mi vida. Pero como se publique, nos vamos a echar todos las manos a la cabeza.

Por cierto que en la lista de viviendas de eméritos, lo que tendría que denunciar son las condiciones en las que viven algunos, y no de renuncia lejana. Pero ése es otro cantar.

En fin, que don Fidel, muy a su pesar, es protagonista hasta en su época de júbilo. No sé si por don Fidel o por el cardenal Rouco, que ya se ve que hay quien sigue sin poder vivir sin don Antonio. Está claro que de los que no hacen nada, nadie se va a acordar de ellos, incluso cuando se jubilen.

 

 

José Francisco Serrano Oceja