Tribunas

Y si rezamos por España

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Me gusta citar siempre a Tomás de Aquino. Bueno, lo que me gusta es leer sistemáticamente a Santo Tomás. En la Summa Theologica (II-II, q. 101, a. 1) dice que “después de Dios, a los padres y a la patria es a quien más debemos”.

A propósito de lo que está pasando en España, de la intensificación de la agenda socialcomunista contra la vida y en pos de la disolución antropológica de la sociedad, de la cuestión de los indultos, del proyecto de ruptura de la unidad, de la manipulación de la historia, de la persecución de la libertad, he pensado que igual tenía que empezar a rezar por España.

Hubo un tiempo en el que los obispos pedían que rezáramos por España. En junio de 2006 lo hizo en su diócesis el cardenal Rouco con aquella oración que tantas veces se utilizaba en las parroquias. Una oración, me da, muy pensada:

“Oremos por España. Para que las instituciones democráticas y todo el pueblo fomenten en España la verdad y la libertad, la justicia y la paz, la unidad y la concordia y el pleno reconocimiento de los derechos fundamentales de todos. Roguemos al Señor”.

A principios de 2020, el cardenal Antonio Cañizares escribió una carta pastoral, en la que decía: “Encarecidamente me pongo de rodillas ante todos para que a partir de hoy, y en los días sucesivos, mientras no se aclare el futuro incierto que vivimos ahora en España, que en todas las Iglesias se ore por España, que se eleven oraciones especiales por España. La situación urge y apremia. Para Dios nada hay imposible”.

Pero voy a recordar lo que dijera el denostado injustamente por algunos, aún hoy obispo de Almería, monseñor Adolfo González Montes, en su carta, “Rezar por la España de todos”, de fecha de 12 de octubre de 2020.

Escribía don Adolfo, una de las mentes teológicas más preclaras de nuestro episcopado, que “la realidad social histórica de España es el resultado de la unión de los pueblos que han hecho una misma historia, desigual en el concurso de los siglos, pero al fin con el común objetivo de compartir la fraternidad de la sangre que es resultado de la fusión de los pueblos peninsulares y de los que a la península Ibérica fueron llegando, para ser troquelados por la visión cristiana de la vida, que el islam truncó cuando comenzaba a fraguar como unidad nacional. La historia de España es el resultado de nuestras relaciones familiares, la mezcla de intereses comunes que se han fusionado mediante la apuesta común por la misma sociedad, cuyos fundamentos y los principios que la gobiernan proceden de la común historia que los aúna y de los valores espirituales que comparten”.

Y añadía, antes de pedir que se rezara a la Virgen del Pilar: “Es igualmente obligado defender el orden constitucional apelando con justicia a la dimensión moral de la defensa de la ley fundamental del Estado. Si no lo hacemos no podremos avanzar, en concordia y con criterio moral, a una democracia más perfecta”.

Supongo que hay más obispos que han pedido últimamente que recemos por España. Tengo que mirar si lo ha hecho la Conferencia Episcopal. Pero, a bote pronto, me he acordado de éstos.

Bueno, al fin y al cabo, de lo que se trata es de que quizá debamos intensificar nuestra oración por España, por los españoles, por el futuro de nuestros hijos, por el bien común, por el Rey, garante de la soberanía y de la unidad, por los que gobiernan, por los que son responsables de las ideas que circulan en la sociedad, por los que tienen en sus manos la educación de las nuevas generaciones, por la gente que trabaja y saca adelante con esfuerzo ímprobo a su familia, por los que sirven al Estado, por los que garantizan nuestra seguridad, por los que están desesperados, por los que no llegan a fin de mes… Todo esto es, sin duda, España.

 

 

José Francisco Serrano Oceja