Tribunas

 

Los tres pontificados de Benedicto XVI

 

 

Ángel Cabrero

 

 

 

 

 

“En una de las últimas conversaciones que pudo tener Peter Seewald -el biógrafo del papá-, a Benedicto XVI, en Múnich, le preguntó al despedirse: ¿Es usted el fin de lo viejo o el comienzo de lo nuevo? La respuesta del papá fue breve y definitiva: “ambas cosas“. Es probable que la grabadora ya estuviese apagada. Por eso este último diálogo no aparece en ninguno de los libros de Peter Seewald, ni siquiera en el famoso libro Luz del mundo”. (p. 55).

Al no constar en ningún libro o artículo publicado, esas palabras quedarán siempre en la sospecha, y sin embargo se podría decir que tienen su enjundia. Quien nos lo cuenta es su secretario personal, que conoce muy bien lo que ha sido el pontificado de Benedicto XVI y lo que es el pontificado de Francisco, Georg Gänswein, prefecto de la casa pontificia en la actualidad.

“El pontificado de Benedicto XVI es difícil resumirlo mejor que diciendo que él ha sido un clásico homo historicus, un occidental por excelencia que ha encarnado la riqueza de la tradición católica de Occidente como nadie anteriormente. Al mismo tiempo, ha sido alguien que ha abierto la puerta con arrojo a un nuevo capítulo de este cambio de edad, de un modo que casi nadie podía imaginar hace cinco años” (p.56).

Al mismo tiempo es muy conocida la influencia importantísima de Ratzinger en el pontificado de San Juan Pablo II. Si este papa puso tan cerca, en el Vaticano, al cardenal alemán, sin duda fue por la gran ayuda que suponía en tantas cuestiones teológicas que surgían. No es fácil encontrar en la historia un papa que haya podido influir tan notoriamente en tres pontificados.

“Desde el 11 de febrero de 2013, el papado ya no es lo que era. Seguirá siendo la base de la Iglesia católica. No obstante, Benedicto XVI ha cambiado sus bases con su excepcional pontificado como dijo el sobrio cardenal Sodano. Inmediatamente después de la sorprendente declaración de renuncia, Sodano, extremadamente conmovido y casi aturdido, dijo que la noticia había golpeado -a los cardenales reunidos -como un rayo caído del cielo. Eso fue en la mañana de aquel día; aquella misma noche verdaderamente un relámpago de un kilómetro de largo golpeó la parte superior de la cúpula de la basílica de San Pedro sobre la tumba del príncipe de los apóstoles, a lo que siguió un indescriptible rugido. (p. 57).

Seguramente no se puede hablar más que de una anécdota, pero los cambios de modos de hacer, de mentalidad, de planteamientos, son notorios, sin que tengan por qué ser preocupantes. Es, sin duda, un cambio histórico, y solo con años por medio se puede llegar a más comparaciones. Lo que sí se puede decir ya, con el anciano pontífice en vida, es que la suya ha sido de una gran influencia.

“La elección también siguió a un enfrentamiento que el cardenal Ratzinger había prefigurado en su histórico sermón del 18 de abril de 2005 en San Pedro. En su homilía, el cardenal Ratzinger enfrentó la dictadura del relativismo, que no considera nada como definitivo y que solo admite como última medida de todo el propio yo con otra medida de la humanidad verdadera, el hijo de Dios coma el verdadero hombre”.

En definitiva, lo que ha hecho Ratzinger durante su larga y eficaz vida es buscar la Verdad, porque es lo que las personas necesitan, hoy como nunca.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte

 

 

 

 

 

 

 

Georg Gänswein,
Cómo la Iglesia católica puede restaurar la cultura.
Rialp, 2020.