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¿Por qué la Iglesia rechaza la eutanasia?

 

"Estoy confundida: ante un sufrimiento atroz, ¿por qué la Iglesia rechaza la eutanasia?", se pregunta Mireille, una lectora de Rennes. La respuesta del padre Dominique Fontaine, sacerdote de la Misión - Pregunta de los lectores publicada en Panorama.

 

 

 

16 nov 2021, 09:00 | La Croix


 

 

 

 

 

 

Sí, Mireille, las peticiones de eutanasia nos recuerdan que es escandaloso dejar que la gente sufra físicamente, a veces de forma atroz. Sobre todo porque hoy sabemos cómo aliviar el dolor físico. Pero, ¿se aplica realmente la ley Leonetti de 2005 y, sobre todo, se ha convertido en una práctica habitual?

Esta ley establece el deber de aliviar el dolor, incluso si esto significa acortar la vida. Si se aplicaran los medios para aliviar el dolor (y podrían hacerlo en gran medida), descubriríamos que inyectar una sustancia letal para acabar con una vida humana es una violencia moral tan escandalosa como no aliviar el dolor físico.

 

Los cristianos dan testimonio de una vida más fuerte que la muerte

Como sacerdote, he acompañado a personas que estaban a punto de morir. Una vez aliviado su dolor físico, les quedaba el sufrimiento moral, el miedo a la muerte, el dolor de hacer sufrir a sus seres queridos y de abandonarlos, el sentimiento de inutilidad. Los cuidadores y las personas que prestan cuidados paliativos revelan que detrás del deseo de morir, hay un deseo a menudo no expresado: ser acompañado humanamente hasta el final. Un viejo amigo, ateo, me llamó a su cabecera. Él mismo controlaba su morfina para mantener momentos de conciencia. Le escuché. Le invité a hablar con su hija. Me retiré y dejé que se reconciliaran. En el tren de vuelta a casa supe que expiró una hora después, en paz.

Cuando ya no hay nada que hacer para curar a alguien, todavía hay algo que hacer: acompañarle en la delicadeza de una presencia verdadera, permitirle soltar la presa, recoger su vida y llevarla a plenitud con confianza. Esto es lo que le falta dramáticamente a miles de personas, que se encuentran solas en el momento de su muerte, sin alguien que les diga: "¡Eres amado!".

Muchos cristianos están, junto con otros, al frente de este acompañamiento humilde y delicado, pero tan esencial. El rechazo cristiano a la eutanasia es, pues, la otra cara de este testimonio concreto de una vida más fuerte que la muerte.