Tribunas

Vuelve el franquismo, mal que nos pese

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

La verdad es que no sé si vuelve o no se ha ido. En lo que a las relaciones con la Iglesia se refiere, la especie no facilita las cosas. La Iglesia no quiere que vuelva, pero hay quienes están empeñados en ello. Dos notas a vuela pluma de la actualidad.

Una, la que algunos medios llaman misa “franquista” a la que asistió Pablo Casado en Granada, que vaya la que le ha caído. Y todo por ir a misa, es decir, por un político del PP que va a misa y lo dice, pues buena se ha armado. Que conste que hay más políticos del PP que van a misa, supongo.

Por cierto, no hay misas franquistas, ni nada parecido. Hay misas votivas, misas de difuntos, misas de alma, misas por el eterno descanso, misas de gloria, misas…

Pero vamos, que vaya justo a la misa en la que se rezó, oración común, por el eterno descanso de Francisco Franco, ustedes me dirán. Ya se ve que quienes gestionan las misas de Casado no se enteran mucho de la misa a la media. Con lo fácil que es hacer una llamada o un par de llamadas.

Y segundo, la pregunta y la respuesta de la última rueda de prensa del obispo portavoz, obispo auxiliar de Valladolid, de momento, Luis Argüello. Preguntado qué opina la Iglesia sobre la ley de memoria democrática en lo referido a la ley de amnistía, a don Luis se le vino su romántica etapa de activista de izquierdas a la cabeza, reivindicando la amnistía, la democracia, la autonomía y no se sabe cuántas cosas más.

Y en esas recalcó, con cierto regusto de comunicación no verbal, que lo que se necesitaba es la reconciliación, a la que había contribuido definitivamente la Iglesia. Entonces, para que quedara clara la distancia desde la que hablaba, calificó a Franco como un dictador, con lo que estaba diciendo que España era una dictadura. Bueno, no sé si Juan José Linz y otros estarían de acuerdo con esto. Don Luis Suárez, no.

En la categorización del régimen de Franco hay todavía mucha algarabía y no se trata de que el obispo portavoz, como obispo individual, que entiendo yo que los obispos no tienen doctrina al respecto, diga lo que no piensa o no diga nada.

Pero a lo que vamos. Que me he acordado de la última conferencia dentro de un Simposio sobre Pablo VI y España del cardenal Fernando Sebastián. Allí habló el período de la Transición política española en lo referido a la Iglesia.

En la misma fecha de clausura del Concilio, los obispos españoles publicaron un documento titulado “Sobre la acción en la etapa posconciliar” en el que expresaban su voluntad de llevar adelante las reformas del Concilio.

Fueron tres los puntos principales de fricción de la Iglesia con el Estado en ese momento: el decreto sobre libertad religiosa; la intervención del jefe del Estado en el nombramiento de los obispos; y el estatuto jurídico de la Iglesia en España, que mantenía una serie de privilegios que no se sostenían con la mentalidad conciliar. Y añade el cardenal Sebastián una especie de estado de la cuestión que marcará decisivamente el período de posterior de la Transición política.

“La situación era difícil de comprender. Las autoridades eclesiásticas criticaban a un gobierno que se profesaba católico; por otra parte, unos gobernantes que se sentían miembros de la Iglesia se enfrentaban al Papa y multaban o encarcelaban a los sacerdotes. Obispos y gobernantes se veían ante un complejo problema de conciencia. Un Gobierno católico se veía enfrentado con la Iglesia en virtud de su misma confesionalidad”.

Más adelante, el cardenal Sebastián, testigo privilegiado del momento, afirma que en la aplicación del Concilio a los católicos, la Iglesia se estaba jugando su reubicación en el conjunto de la nueva sociedad española. Máxime teniendo en cuenta que las actitudes intraeclesiales en relación con el Concilio se politizaron intensamente.

Las actitudes en política determinaron los sentimientos en cuestiones eclesiales y, al final, lo que uno pensaba respecto a los temas de Iglesia le significaba también el campo de la política. Se dio, por tanto, un proceso de resignificación política del tejido eclesial. Resignificación en el sentido de que el mensaje religioso adquiere una dimensión política añadida a su naturaleza de palabra constructora de la sociedad, con el riesgo de que ese aspecto añadido se identifique con posiciones de determinadas formaciones políticas.

Volver ahí, no por favor.

 

 

José Francisco Serrano Oceja