Cáritas | Análisis y reflexión • 18/01/2022

 

La COVID-19 nos deja una profunda huella social

 

Según el último estudio realizado por la Fundación Foessa esta crisis ha intensificado procesos de transformación social en marcha, como el aumento de la inestabilidad laboral.

 

 

 

Por Thomas Frederic Ubrich, equipo de estudios de Cáritas Española


 

 

 

 

 

El informe “Evolución de la cohesión social y consecuencias de la COVID-19 en España”, publicado por la Fundación FOESSA, ofrece la primera radiografía completa de las consecuencias crisis. Basada en una encuesta desarrollada durante el año 2021 mediante encuestas presenciales, han participado más de 7.000 hogares repartidos por las 17 comunidades autónomas, lo que nos ha permitido obtener información de casi 18.000 personas.

En los últimos dos años la sociedad española ha experimentado una situación de excepcionalidad marcada por las consecuencias de la pandemia de COVID-19, tanto sanitarias como sociales y económicas, y por las alteraciones que ha supuesto sobre la estructura social, las condiciones de vida de las familias y la inclusión social, así como por las medidas que desde los poderes públicos se han tomado para hacerle frente.

La crisis de la COVID-19 nos deja una profunda huella social que incide en la situación provocada por la Gran Recesión 2008-2013, que no fue plenamente resuelta en el siguiente periodo de recuperación. Una huella que se concreta en un aumento de las desigualdades sociales, incluidas las de género, y de la exclusión social, que amenaza con profundizar y cronificar la fractura social con los sectores más vulnerables. Esta nueva crisis ha intensificado procesos de transformación social en marcha, como el aumento de la inestabilidad laboral, que incide en la inseguridad de amplios sectores de la población ocupada, o la digitalización intensiva, que ha hecho visible un nuevo factor de exclusión: la brecha digital.

Frente a esta situación, el esfuerzo de respuesta desde las políticas públicas, aunque parcial e incompleto, ha sido notablemente mayor que en la crisis anterior para proteger a los grupos sociales más vulnerables y buscar amortiguar los efectos devastadores de la situación sanitaria, social y económica. Sin embargo, no siempre las políticas aplicadas han podido seguir el ritmo que las necesidades sociales requerían. Por todo ello, es necesaria una revisión en profundidad del modelo de estado de bienestar en su conjunto, con una orientación clara hacia el acceso a los derechos como canal para la inclusión social y la «recuperación» de los sectores más excluidos.