Biblia

 

El Salmo 145 habla de Dios como un rey

 

Un análisis del Salmo 145 revela que Dios es un rey que sirve a la humanidad.

 

 

 

27 ene 2022, 21:00 | Roland Meynet, sj. La Croix


El rey David.

 

 

 

 

 

El Salmo 145 es un poema "acróstico alfabético", es decir, cada línea comienza con una de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Este recurso poético, a menudo considerado artificial y tardío, incluso decadente, tiene un profundo significado. Utilizar todas las letras del alfabeto al principio de un verso, y en su orden tradicional, y por tanto claramente identificable, es una forma de indicar la totalidad. Todo lo que se ha dicho y escrito en esta lengua, todo lo que se dirá y escribirá, puede reducirse a estos veintidós signos. O mejor dicho, este pequeño número puede extenderse hasta el infinito de lo describible. Esto ya es una forma de señalar que la realeza de Dios -que es el tema de todo el salmo- llena el universo de la palabra. En veintidós versos la alabanza está completa; ¡nadie podría añadir una letra al alfabeto, un verso más al poema!

La totalidad también está señalada por las dieciocho repeticiones del adjetivo todos, de las que se hacen eco los tres "siempre y para siempre" en los dos extremos del salmo: el poeta no solo pretende alabar al Señor "todos los días", "siempre y para siempre", sino que al final también asocia "toda la carne", todos los vivos, a su propia alabanza. La totalidad está marcada también por la acumulación de verbos de dicción que el autor se ha esmerado en variar tanto como ha podido: "exaltar, bendecir, alabar, ensalzar, declarar, contar, celebrar, cantar, agradecer, hablar, anunciar", que despliegan el sentido de la "Alabanza de David". ¿Y cómo podemos contar las cualidades de Dios, que se repiten a lo largo del poema en una especie de letanía que parece resonar sin fin? Por encima de todo, el amor de Dios se extiende a todos. La última línea se abre al infinito, superando los límites de la vida del salmista.

 

Un rey que hace la voluntad de sus súbditos

Estas innumerables cualidades de Dios se resumen en el apóstrofe inicial: "Dios mío, mi rey". Reinado se repite cuatro veces en el centro (10-14), a lo que se añade gobierno. Las hazañas del Señor (11-12) son sus obras (4.9.10.13b.17), sus maravillas (5), su poder y su grandeza (6), a saber: su inmensa bondad y justicia (7), su benevolencia, su ternura y su fidelidad (8). Y uno podría seguir... ¿Qué significa esto, sino que este rey se describe por los beneficios que no cesa de derramar sobre sus súbditos, los que son todas sus obras (9), todas sus criaturas? Está claro que la realeza de Dios está ordenada a la vida: por la comida ofrecida a voluntad (15-16), por la curación (14), por la salvación (19). Ciertamente, este rey salva a los que le temen, es decir, a los que le respetan (19). Guarda a los que le aman (20), es decir, a los que guardan sus mandamientos; sin embargo, es notable que esta palabra mandamiento, así como cualquiera de sus sinónimos, no se utilice ni una sola vez en el salmo. Se habla de "hacer la voluntad", pero paradójicamente es el rey quien hace la voluntad de sus súbditos (19).

Se podría objetar que, de todos modos, en el final, justo antes de la conclusión, este rey "destruye a todos los malvados", lo que podría ser escandaloso. Se trata simplemente de que, en el mundo del Antiguo Testamento -y no solo en ese- el rey no tiene otra opción, para salvar a sus fieles, que liberarlos de los malvados, es decir, de quienes los oprimen. Incluso cuando utiliza la fuerza, es un rey que sirve a los que gobierna.