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El psicoanálisis y el pecado

 

"¿Podemos decir que el psicoanálisis borra el sentido del pecado?", pregunta un internauta.

 

 

 

27 ene 2022, 21:00 | La Croix


 

 

 

 

 

Bruno Piettre, psicoterapeuta, aporta algunas respuestas.

 

 

El sentido del pecado es una noción que pertenece fundamentalmente a una religión, especialmente la cristiana.

El primer término de la pregunta requiere una aclaración del campo del psicoanálisis. Hay que recordar que el psicoanálisis es un enfoque que, al dar rienda suelta a la palabra espontánea, permite la aparición del inconsciente psíquico a través de la "asociación libre" y de la interpretación de los sueños, "la voz real que permite el acceso al inconsciente" (Freud).

El psicoanálisis permite así a un sujeto comprender, a partir de su historia personal, los mecanismos psíquicos que se han desarrollado a lo largo de su vida, en particular en la infancia, que caracterizan su personalidad y condicionan parte de su comportamiento actual, sin que él sea realmente consciente de ello. El psicoanálisis permite este paso del inconsciente al preconsciente y luego al consciente; y así comprender las fuerzas y los conflictos que surgen entre el yo, el superyo y el yo, en el origen de las pulsiones y los mecanismos de defensa.

El segundo término nos invita a aclarar la noción de pecado. El sentido del pecado es una noción que pertenece fundamentalmente a una religión, en particular a la cristiana, es decir, a lo que vincula al hombre (religere) con Dios. El pecado es un acto contra esta Alianza y, por tanto, contra la vida que viene de Dios. La fe católica se basa en la Trinidad de Dios, en la divinidad del Hijo hecho hombre por el Espíritu Santo y en la redención de los pecados humanos mediante su crucifixión y resurrección. El sacrificio de Cristo abre la puerta a la vida eterna para los salvados. El sentido del pecado, centrado en uno mismo, adquiere entonces toda su dimensión en el sentido de la redención ofrecida por Dios y el sentido del perdón otorgado a los demás.

 

"El psicoanálisis no es una religión, ni una filosofía, ni una moral"

El sentido del pecado es, pues, una noción esencial y central que alimenta la inspiración de una vida espiritual mucho más de lo que impone la aplicación de un código de conducta o la obligación de un sufrimiento reparador. Sin embargo, implica una moral basada en un sistema de doctrinas y promesas, basadas en nociones del bien y del mal, inspiradas en la Biblia, enmarcadas por los Diez Mandamientos y clarificadas por el mensaje del Evangelio. El bien viene del Amor y el mal es el bien que no se ha hecho. El autoexamen de la Madre Teresa cada noche era simplemente "¿He amado lo suficiente hoy?". La experiencia cristiana del pecado resulta de un conflicto con la palabra de Dios y la fe en esa palabra.

El psicoanálisis no es una religión, ni una filosofía, ni una moral. Si deja la noción de pecado a la religión, le interesan mucho las nociones de culpa y de culpabilidad. El psicoanálisis ha avanzado mucho en el conocimiento psicológico, en particular sobre el sentimiento de culpa, que es el resultado de una relación conflictiva, pero normal, entre estas dos instancias de la personalidad: el yo y el super-yo.

 

"El psicoanálisis afirma la existencia de una moral inconsciente"

El psicoanálisis no pretende modificar el sentimiento de pecado que tiene el sujeto o que le inspira la religión; su objetivo es ayudar al individuo a tomar conciencia de la naturaleza de la culpa que le habita. El análisis puede ayudar al individuo a reducir su sentimiento de culpa si este es infundado o excesivo, sin relación con la realidad de la falta y, a la inversa, a tomar conciencia de la importancia de la falta cuando el sentimiento de culpa es inexistente. El psicoanálisis distingue dos tipos de culpa: la culpa objetiva de la persona que ha cometido una falta y de la que es responsable ante la ley, y la culpa subjetiva de la persona que se siente culpable ante su conciencia; es un sentimiento moral y no un estado de cosas.

 

"Sentirse culpable es saludable"

Pero, ¿qué significa la moral en el psicoanálisis? El psicoanálisis afirma la existencia de una moral inconsciente, donde el bien es estar activo, vivo, desarrollando su poder, su potencial sin negar al otro. La moraleja del psicoanálisis puede expresarse así: "El bien es la fuerza para llegar a ser incesantemente lo que uno debe ser" (J. D. Nasio). Pero es una fuerza atemperada por la otra, un disfrute atemperado por lo simbólico. El mal es el goce desenfrenado, irrefrenable, ciego, irreflexivo, aislado y estéril, que niega lo simbólico. La conciencia moral es lo otro en mí, el superyo, que me permite vivir en sociedad. En este sentido, el análisis no se opone en absoluto a la religión, sino que se diferencia de ella en que revela y aclara los sentimientos.

Así, la culpa subjetiva puede conducir a una tristeza profunda o incluso enfermiza que no tiene relación con la falta, o a un sentimiento doloroso provocado por el recuerdo de una falta que se lamenta haber cometido. Sentirse culpable es saludable, porque permite regular los propios impulsos, creando la angustia necesaria que satisface la necesidad de una válvula de seguridad. La angustia de sentirse culpable provoca el arrepentimiento con la esperanza de una futura redención. En esto, la aportación del psicoanálisis no es contradictoria con el sentido del pecado que también invita al arrepentimiento. Esta forma de introspección puede incluso dar la ilusión de que puede sustituir a la confesión. Pero el analista no es un confesor y el confesor no es un analista, salvo raras excepciones.

 

"El sentido del pecado así como la noción de culpa son las salvaguardas del alma humana"

Si la religión propone el principio del deber como punto de referencia (en particular la noción de deber de Estado), el psicoanálisis se opone al principio del placer y Freud escribe: "La religión es una vez más la única que sabe responder a la cuestión de la finalidad de la vida" y más adelante: "Se observará que es simplemente el programa del principio del placer el que hace la finalidad de la vida". Tanto el sentido del pecado como la noción de culpa son salvaguardas del alma humana. Ambos implican mecanismos de defensa, desde la sublimación hasta la represión y muchos otros, que no tienen otra finalidad que proteger al individuo contra la pérdida del amor, de Dios o del otro.

 

"Lo prohibido protege al individuo de sí mismo"

El sentido del pecado, como el sentimiento de culpa, toma toda su fuerza de lo prohibido y de la ley del padre. Las nociones de inconsciente colectivo y de pecado original deberían acercarse aún más. En psicoanálisis, la fantasía inconsciente común a todos es la falta ancestral no cometida pero que todos soñamos con cometer: matar al padre. En la religión cristiana, el pecado original es la voluntad de omnipotencia del hombre y su deseo de tomarse a sí mismo por Dios.

La prohibición protege al individuo de sí mismo y preserva su yo narcisista al decir: "No puedes hacerlo, no porque no seas capaz, sino porque te lo impiden". Si el significado del pecado puede parecer más borroso para algunos hoy en día, quizás sea más apropiado buscar una explicación en la progresiva desaparición de las prohibiciones en la evolución de una sociedad, más que en el psicoanálisis. Esta evolución hace más difícil el establecimiento de reglas comunes, más vulnerables las referencias universales y más discutibles las propuestas de los preceptos de la Iglesia, sin que, al parecer, los fundamentos del psicoanálisis sean más frágiles.

Pero dejemos la última palabra a K. G. Jung: "Observemos finalmente que la individuación se confunde al mismo tiempo con el ideal cristiano original del reino de los cielos que está dentro de nosotros". La idea básica sobre la que se construye este ideal es que la acción y el comportamiento correctos solo pueden ser el resultado de un espíritu correcto y un estado mental sano, y que no puede haber curación y mejora del mundo que no tenga su punto de partida en el individuo.