Tribunas

¿La hora de los laicos? (I)

 

 

Antonio-Carlos Pereira Menaut


Ceremonia de Bievenida JMJ Lisboa.

 

 

 

 

 

Hay muchísimos buenos obispos y curas; la mayoría. Vivo rodeado de ellos. Pero lo que ahora quisiera someter al lector es que los cristianos de a pie han resistido mejor la crisis de la Iglesia en España, que es debida, en una parte no concretable pero real, a que la jerarquía se ha «caído», o se ha auto-oscurecido, o ha dejado de cumplir su función como venía haciéndolo.

Nunca hay una sola causa de nada, y menos de la actual crisis. Aparte de la dificultad de diagnosticar problemas que, por definición, tienen algo de sobrenatural, existen factores, complejidades, y facetas que siempre y en cualquier terreno, incluso en la política ordinaria, dificultarán mucho el juicio. Así que, con todas las precauciones posibles, sugiero que una causa de la historia interminable de esta crisis podría ser esa «caída» de Los Que Mandan (vago pero realista concepto del sociólogo JL de Imaz, 1964).

Quizá fuera más correcto decir que el faro, la Torre de Hércules, dejó de iluminar en un 40, 60 o 70 por cien, mientras que los faros no católicos, incluso desfavorables a toda religiosidad humana, publicitan más y más mensajes, tantos, que han llegado a configurar el paisaje. Para cada vez más gente, quizá la mitad (según encuestas), Dios ya no es tema de discusión; la imposibilidad de probar su inexistencia les importa tan poco como los indicios de su existencia; como una suspensión del natural impulso racional.

Unas gentes corrientes, quizá buenas, amables y serviciales que viven como si Dios no existiera, absorben inocentemente y re-emiten sin cesar mensajes ya no postcristianos, ya no postpaganos (los paganos tenían dioses, y muchos) sino nihilistas. Si la sociedad española es una vivienda, en sus paredes y decoraciones vemos pocos o ningún indicio de transcendencia. En la calle, la visión social standard tiene poco o nada de cristiana (con matices). Las anti-torres de Hércules, más activas que nunca, cambian hasta nuestro lenguaje y sugieren los temas que han de preocuparnos y las nuevas obligaciones éticas. El catolicismo «oficialista» o dominante (a falta de otra palabra,), acepta esos nuevos marcos, lenguaje y temas, aunque no auguren nada bueno a la religiosidad.

Según dónde, uno puede escuchar 25 años de homilías dominicales sin oír nada, o poco, de moral sexual, divorcios, y similares; muchos temas genéricos y sin aristas y algo del aborto. Según zonas y momentos, mucha indisolubilidad pero de España.

Por partes. En cualquier situación, suele tener más responsabilidad quien tuviere más poder. En las universidades —mi terreno— han fallado más los ministros que los rectores, y estos que los profesores, y estos más que los estudiantes.

En la Iglesia, desde, pongamos, 1965, se diría que han fallado más los pastores (nada nuevo; ya lo dijo algún santo). En nuestro actual apuro, parecen haber sido Los Que Mandan (¿excluyendo algún nivel?) quienes dejaron de señalar claramente el norte que las Torres de Hércules aún marcaban; secaron lo sagrado y lo poético de la liturgia clásica (hasta algunos no creyentes interceden por ella), indujeron el «es lo que hay», confórmate a lo mainstream. La gente corriente no es perfecta —somos una panda de pecadores—, pero ¿hubo, acaso, manifestaciones populares pidiendo no arrodillarse nunca durante las misas?

Poco de lo desafortunado, malo o erróneo de hoy ha sido de iniciativa popular. Por eso, cuando Dios nos regaló un Juan Pablo II, la gente se volcó, como tierra reseca recibiendo lluvia; incluso creímos que la crisis del catolicismo español había pasado su ecuador.

Lo sagrado ha emigrado (Cavanaugh, Migraciones de lo Sagrado) al estado, la ONU, la UE, la OMS, la Agenda 2030, Google, etc.; lo cuasi-sagrado, ahora, es lo que ellos sacralizan. La esperanza está en el hidrógeno verde, decía un eclesiástico bueno y ortodoxo; otros insisten en paz y desarme (que comparto, pero no hace falta ser obispo ni católico); la COMECE manifiesta que en las elecciones parlamentarias europeas de 2024 "la mayoría de votantes ha expresado [...] un fuerte deseo de más Europa [...]” aunque la escasa participación indica "desinterés y falta de compromiso persistentes".

El reciente atentado contra Trump, según una fuente vaticana, "ha herido a personas y a la democracia" (fuente: Crux), frase que suscribirán desde un ateo hasta un extraterrestre bienintencionado.