Tribunas
30/07/2024
El verano en el pueblo
Ángel Cabrero
Las disquisiciones sobre cual puede ser el mejor lugar para pasar el verano pueden ser múltiples y variopintas. Hay gente para todo, somos muchos. En este país la tendencia a la playa es ya antigua y, hoy por hoy, suele ser prioritaria. Pero es indudable que no todos pueden hacer esa elección, porque sale cara.
Hay familias que desde tiempo inmemorial tienen alguna casa en la costa o cerca. Y aún así los propietarios, padres de familia o, con más frecuencia, abuelos, pueden ceder o admitir en la casa a uno de sus hijos y nietos durante unos días y en otras fechas al otro hijo y nietos. Hay muchas familias a quienes les encantaría el verano en la costa, pero quizá tendrán “derecho” a quince días.
Es indudable que no es lo mismo un matrimonio sin hijos, que cabe en cualquier sitio, que una familia con varios hijos. En el caso de la pareja sin hijos las opciones son más variadas. El viaje en avión para hacer un poco de turismo por tal o cual país de Europa o del sudeste asiático. El crucero por las costas del Mediterráneo.
Siguen siendo tiempos parciales, diez días, dos semanas. Y muchas veces la solución más eficaz y con más posibilidad de tiempo es volver al pueblo. Hay muchas familias que pueden disponer de la casa familiar de los abuelos, que se fueron a Madrid por cuestiones de trabajo. Pero ahí está la casa, que han procurado mantener vivía, con las consiguientes reformas o mejoras.
Claro, hay muchas familias que viven en ciudades grandes, por ejemplo Madrid, que solo disponen de un mes, más bien escaso, de vacaciones. Entonces, si hay niños, hay que llevarlos al jardín de infancia. Pero precisamente una de las ventajas del pueblo es que fácilmente los niños se queden con los abuelos mientras los padres siguen trabajando.
Hay unas grandes ventajas del turismo rural, del pueblo de la familia, con casa de toda la vida, más bien grande. En aquel lugar se conoce a los vecinos, fácilmente hay más familia relaciones familiares, son bien cercanos los tenderos y panaderos y, desde luego, los dueños del bar. Se sabe qué días hay misa en la parroquia y con frecuencia se conoce bien al párroco. Si no hay misas todos los domingos, se conoce bien en qué pueblo cercano si la tienen.
Es un ambiente vacacional totalmente distinto al playero. Allí, en las playas, también puede haber familias que repiten y gente conocida, pero es menos frecuente. En las casas familiares caben los que caben y se turnan y, por lo tanto, no se encuentran. El ambiente de misa dominical o de pasar por la parroquia en algún momento de la semana es menos frecuente.
No digamos ya los que van de crucero o los que se van quince días a no sé qué país de Asía. Normalmente no han solucionado lo de sus prácticas religiosas con antelación y, luego, ya se sabe “encontrar una misa es…”.
No es lo mismo turismo rural que volver al pueblo. Los del turismo rural están más cerca del turismo de playa: vamos unos días a descansar a un lugar tranquilo, normalmente desconocido, lo que hace que puedan encontrarse con poco que hacer. En cambio el descanso en el pueblo en la casa familiar es de las soluciones más fáciles, baratas, amenas, con más facilidad para mantener la vida cristiana. Así que si hay alguna casa familiar por ahí un poco abandonada, quizá merezca la pena arreglarla.
Ángel Cabrero Ugarte