Tribunas

Gustavo Gutiérrez y el cardenal Müller

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Gustavo Gutiérrez y el cardenal Müller.

 

 

 

 

 

 

Es un secreto a voces que el cardenal G. L. Müller mantenía desde hace años una entrañable amistad con el teólogo Gustavo Gutiérrez, que acaba de fallecer, y al que alguna prensa ha calificado como el padre de la teología de la Liberación.

Bueno, el padre de una de las teologías de la liberación, porque esa teología no sólo es adjetiva, sino que es plural en sus concepciones.

He recuperado en estos días el discurso que el cardenal G. L. Müller pronunció con motivo de su Doctorado Honoris Causa en Lima.

Un texto que entonces sorprendió mucho en determinados ambientes y que quizá ahora siga sorprendiendo. También tengo a mano el libro que escribieron los dos al alimón.

La pregunta que me ha hago, y para la que no tengo una respuesta clara, es si el cardenal Müller sigue pensado lo mismo que dijo allí.

Tampoco parece que haya un Gustavo Gutiérrez en lo que respecta a su teología. Es decir, que hubo una evolución, positiva, en sus planteamientos teológicos. O al menos es lo que me ha parecido tras la lectura de varios de sus libros.

¿Qué dijo el cardenal Müller entonces, 28 del noviembre de 2008, cuando era obispo de Ratisbona? Les reproduzco un par de párrafos iniciales significativos.

“La teología de la liberación está para mí unida al rostro de Gustavo Gutiérrez. En el año 1988 participé, junto con otros teólogos de Alemania y Austria y por invitación del actual director de Misereor, José Sayer, en un curso con esta temática, que tuvo lugar en el ya entonces famoso Instituto Bartolomé de Las Casas. En aquel momento yo llevaba ya dos años enseñando teología dogmática en la universidad Ludwig-Maximilian de Múnich.

 

(…)

 

Los participantes en ese seminario llegábamos provistos de innumerables conocimientos sobre el origen y el desarrollo de la teología de la liberación, y por eso discutimos ante todo sobre el análisis de la situación, al que se le reprochaba una ingenua cercanía con el marxismo. Nos eran familiares las declaraciones de las conferencias del episcopado latinoamericano de Medellín y Puebla. De ahí el debate de si en esas declaraciones se pretendía hacer del cristianismo una especie de programa político de liberación, en el que, en determinadas circunstancias, se tolerara incluso la violencia revolucionaria contra personas y cosas.

Algunos sospechaban que la teología de la liberación servía para legitimar la violencia terrorista al servicio de la legítima revolución, mientras que otros afirmaban que fue usada como argumento para ese fin. Lo primero que nos enseñó Gustavo fue a comprender que aquí se trata de teología y no de política. En línea con las grandes encíclicas sociales de los papas, también marcó de forma clara la diferencia entre teología de la liberación y ética social católica. Mientras que la ética social se fundamenta en el derecho natural y pretende asegurar las bases de un estado social y justo, apoyándose en los principios de personalidad, subsidiaridad y solidaridad, en el caso de la teología de la liberación se trata de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del hombre. Se trata también de cómo se puede hablar de Dios ante el sufrimiento de los pobres, de aquellos que no tienen sustento para sus hijos, derecho a asistencia médica ni acceso a la educación, excluidos de la vida social y cultural, marginados y considerados una carga y una amenaza para el estilo de vida de unos pocos ricos”.

Paradojas de la vida.

 

 

José Francisco Serrano Oceja