A LA LUZ DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

LA PARÁBOLA DE LOS VIÑADORES

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 03.06.2016


La Palabra:

                En aquel tiempo Jesús se puso a hablarles en parábolas a los sumos sacerdotes: Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.. (Evangelio de San Marcos 12, 1-12).

 

La Reflexión:

                En esta parábola se nos ofrece una enseñanza de nuestra propia razón de vida. Dios nos da una existencia y con ella la promesa de que vendrá a salvarnos. El hombre, sin embargo, se endiosa y hace negocio hasta consigo mismo. Los viñadores piensan que la viña es de ellos, que es un buen negocio, y deciden dar muerte al hijo, pues con esta acción no hay heredero y se quedan con la propiedad. Será bueno que reflexionemos sobre esto, ya que...

Borraron la Palabra.
Injertaron su mundano verbo.
Un verbo que conjugaron a su interés.
No les importó dar defunción a lo auténtico.
Perdida la autenticidad, hallaron el negocio de vivir.
Olvidaron que la vida es de Dios y que a Dios ha de volver.

                Está visto que la Palabra de Dios la encarcelan, le dan muerte, para enaltecer sus deseos más perversos. Lo mismo suele pasarnos a nosotros en el momento actual cuando no estamos abiertos a la novedad del Creador, cuando no somos obedientes a su profunda dicción, la que nos guía y protege. Por tanto...

Por la Palabra somos.
Por la Palabra crecemos.
Desde la Palabra habitamos.
Con la Palabra nos convertimos.
Mediante la Palabra nos sometemos.
Sometidos a la Palabra, abrazamos a Dios.

                Ciertamente, hay que  anteponer todo a la Palabra de Dios. Es necesario poner a nuestro Creador en el primer lugar de nuestra vida, preferirlo a todo, porque somos su Palabra. Por ello, hay que tener el valor y la valía de decir no a la maldad y poder discernirla;  no, asimismo, a la violencia y a los atropellos, para vivir una vida de servicio a los demás y en favor de la legalidad y del bien común. Así, bajo este concepto clave, de que Dios es el pulso y la pausa, quizás tomemos otro estilo de vida...

Más de palabra en la Palabra.
Más de luz en la luz de la mañana.
Más de amar el amor en su amar vivo.
Más de sentir su amor que nos cautiva y guía.
Que nos reprende para vivir una vida de donación.
Porque sin humildad no se puede recibir ni al silencio.

                Jesús, con esta parábola de los viñadores nos pone en camino de la reflexión. Al fin y al cabo todos tenemos una misión que cumplir. Despojémonos de soberbias y abriguemos la tarea de estar siempre en disposición de defender toda vida, de vivir la caridad,  de encender por siempre el propósito de enmienda y el acto de contrición. También nosotros necesitamos...

Querernos para querer.
Perdonarnos para perdonar.
Dignificarnos para poder alabar.
Queriéndonos, podremos entendernos.
Perdonándonos, notaremos la caricia de Dios.
Y dignificándonos, percibiremos a Dios en nuestro ser.

                Indudablemente, Jesús utiliza la imagen bíblica de la viña para referirse al pueblo de Dios y a su reino; un reino que antepone la primacía de los últimos y que requiere frutos de justicia y verdad, de bondad y misericordia. Cuidado con aquellos que se piensan herederos legítimos del Paraíso por su pertenencia a círculos religiosos o por su vinculación a ideología reinantes. Ahí está la imagen crítica, la autoridad moral de Jesús frente al poder establecido. A veces se nos olvida que la voz del Señor es potente...

De Dios viene todo.
También la fuerza para vivir.
Dios no se cansa de esperarnos.
En su viña nadie es dueño de nadie.
Todos somos sirvientes en el camino de la vida.
Un camino con el gozo de sabernos hijos de Dios.

                Y es que en el fondo, la parábola de los viñadores que matan a todos los que envía el Señor, parece tomar vida desde la misma muerte. Los profetas, los hombres de Dios que han hablado al pueblo, que no fueron escuchados, que fueron descartados, serán su gloria. El Hijo, el último enviado, que fue precisamente descartado por eso, juzgado, no escuchado y asesinado, se convirtió en piedra angular. Lo que da a entender que es una historia de amor, que luego se convierte además en una historia de fracasos, pero que termina con el gran don de Dios, que del descarte saca la salvación; de su Hijo descartado nos salva a todos. Por eso, tal vez debamos retornar más a la Palabra como algo siempre viviente, que nos ha de venir bien para nuestra alma. Acogiendo este anuncio, María se convirtió en la Madre del Señor y, en ella, se realizó algo tan sublime como el misterio divino de la Encarnación. ¡Cuánta hondura y recreación!. Todo esto nos estimula, igualmente, a ser consecuentes con nuestra vida cristiana y, desde esta coherencia, debemos denunciar cualquier injusticia con la que nos topemos en "la viña del Señor".

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
03 de junio de 201
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