COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

 

EL EJERCICIO DEL AMOR

 

Una mujer: María,
nuestra Madre;
la de todos y la de cada uno,
también la Madre de Dios,
nos enseña qué es el AMOR
y dónde tiene su ORIGEN.

 

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 16.03.2019


 

Uno existe, es un don recibido, que nos vive,
un salir de uno mismo para donarse en el otro,
y un entrar en el prójimo para encontrar a Dios.
Al Creador se le descubre en cualquier esquina,
esparciendo esencias, embelleciendo rincones,
aderezando horizontes, enderezando andares.

El sublime apego de Dios encarnado en Cristo,
nos da fuerza al corazón e impulso para obrar.
Sólo así uno es lámpara y puede ampararse,
habitar en la ternura y cohabitar en la esperanza,
ponerse en camino y en comunión con el cielo,
abandonarse de esta mundanidad y trascender.

María, una mujer que enamora, es nuestra luz,
llama que no se apaga y que nos muestra a Jesús,
misión poética de agua viva en medio de un orbe
sediento, que nos invita a beber de sus llantos
y sus gozos, en sintonía con la inspiración divina,
pues su querer es siempre un querer tierno y eterno.

El espíritu de Madre está siempre entre nosotros,
supo acoger el verbo de la vida y entregarse,
entendió como nadie la gracia de la voluntad,
que no se apaga y que tampoco se extingue,
porque es nuestro sustento y también el soporte,
nuestro entendimiento, la primera de los redimidos.

Mirémonos en ella los de este mundo oscuro.
No hay otra que llevar la cruz de Cristo juntos,
vivir sus pasos y desvivirse por amar ese amor,
únicamente tan alta pasión puede reconducirnos,
ya que todo se forma y se transforma en la pureza
del verso que soy, del poeta que conllevo conmigo.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
16 de marzo de 2019