Cartas al Director

 

Fascismo de izquierdas

 

“Feminismo no es repartirse “el pastel” entre ambos sexos, es hacer juntos uno nuevo”

Gloria Steinem
Escritora estadounidense y activista de los derechos de la mujer

 

 

 

César Valdeolmillos Alonso | 10.03.2020


 

 

El 28 de febrero de 1909 unas 15.000 mujeres se manifestaron por primera vez en Nueva York, reivindicando la reducción de la jornada laboral, mejores salarios y derechos de voto. La marcha conmemoró la huelga que las trabajadoras textiles de Chicago y Nueva York, realizaron en 1908 en protesta por sus penosas condiciones de trabajo.

En 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres celebrada en Copenhague, estas volvieron a demandar el derecho de sufragio universal, al tiempo que proclamaban el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

En España, el sufragio femenino lo logró la abogada Clara Campoamor en 1931, con el voto en contra de los socialistas que no confiaban en la mujer. Mantenían la tesis de que era un ser sin voluntad ni criterio propio, y como consecuencia votaría según lo que le dijese el marido o su confesor.

Es desde el 8 de marzo de 1911, cuando se conmemora el día en el que la mujer conquistó sus derechos en todos los ámbitos y su larga historia de luchas y sacrificios sufridos para conseguirlos. En la actualidad, durante esta jornada, se organizan marchas y manifestaciones en todo el mundo para denunciar que todavía queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar la deseada igualdad real entre hombres y mujeres. Son muchos los datos que confirman que en no pocos países, nacer mujer, constituye un lastre social.

Desde sus orígenes, la izquierda ha pretendido abanderar las reivindicaciones de la mujer e instrumentalizar, en beneficio propio, los movimientos feministas.

¿Cómo se explica entonces, que desde aquel histórico 8 de marzo de 1911, el que tras más de 30 años en el poder, con 27 Gobiernos diferentes de las izquierdas, la mujer en España no haya logrado aún la consecución de sus legítimas aspiraciones?

Tiempo ha habido más que suficiente. Lo que ha faltado es la voluntad real de otorgárselos.

Alardean de encabezar la lucha por la liberación de la mujer. Pero ¿Qué entiende la izquierda por liberación?

¿El que pueda volver sola y borracha a casa?

¿El que con 16 años pueda tomar la píldora del día después, sin conocimiento de sus padres?

¿El que pueda destruirse así misma haciéndose adicta a las drogas?

¿El que pueda ser indiscriminadamente promiscua, como reivindicaban algunas de las pancartas que se exhibían en las manifestaciones del 8M?

¿El que durante toda su vida sea esclava de la incógnita de saber cómo sería el hijo del que en su propio vientre se deshizo en un momento dado?

¿Eso es hacer libre a la mujer? o ¿Es degradarla hasta extremos en los que deje de ser persona para responder solo a los instintos de la parte animal que hay en cada ser humano?

En cualquiera de estas ilusorias liberaciones, ¿Qué encontramos que pueda ennoblecer a la mujer? No creo que ninguna de estas opciones le abra el camino para alcanzar la cima que pisaron las 53 mujeres que en la historia del premio Nobel, han merecido tan alto reconocimiento.

La verdadera libertad del ser humano, no radica en sus genitales, sino en su inteligencia.

La izquierda, para subsistir, necesita enarbolar permanentemente la bandera de falaces derechos con los que utilizar a crédulos iletrados. Necesita dividir y enfrentar a la sociedad. Precisa de una comunidad de buenos y malos, de hombres y mujeres hostiles, de machistas y feministas, de fascistas y progresistas, de explotadores y explotados, de pobres y ricos, de bancos usureros y víctimas de su ferocidad.

La estrategia de criminalizar a unos y hacer falsas víctimas a otros, le sirve a la izquierda de pretexto para crear chiringuitos ideológicos, que con el dinero de los contribuyentes, le permiten establecer redes clientelares —recuérdese los cientos y cientos de millones desaparecidos como resultado de los 30 años de implantación del poder socialista en Andalucía— que le permiten mantener su hegemonía ideológica y política.

Es cierto que existen hombres que creen que su pareja es un objeto de su propiedad, y violadores que son irrecuperables para su integración en la sociedad porque intentarán repetir sus fechorías cada vez que la oportunidad se presente. Sin embargo, el farisaico buenismo de las izquierdas, se niega contumazmente a aprobar la prisión permanente revisable, que es lo que en estos casos podría proporcionar tranquilidad y seguridad a las mujeres.

De todos modos la solución más eficaz siempre se encontrará en la formación integral que se reciba en la escuela. Una formación en la que hombres y mujeres aprendan a respetarse mutuamente; en la que ambos no se miren como enemigos o adversarios con quien competir, y sí como compañeros de viaje en el camino de la vida, en quien poderse apoyar sin recelo alguno cuando lo precisen.

¿Qué razones hay para que en Barcelona se hayan quemado fotos de Amancio Ortega, un ejemplo en el que todos deberíamos mirarnos, creador de miles de puestos de trabajo, lo que equivale a generar riqueza para todos los españoles, y que además, una parte de su riqueza, la comparte filantrópicamente con las necesidades de sus compatriotas? A lo peor es que su trayectoria resulta un mal ejemplo, y choca con los proyectos que para España han diseñado aquellos que ostentan el poder y pretenden destruirla.

¿Qué motivos tienen las feministas españolas para gritar como lo hicieron: Abascal, criminal? Que se sepa representa una opción política plenamente constitucional, algo que otras organizaciones con las que ha pactado el Gobierno, rechazan abiertamente.

Criminal es que el Estado tenga bajo su tutela a menores de edad, sepa que están siendo objeto de abusos sexuales, e incluso los estén prostituyendo y se niegue cualquier tipo de investigación.

Aquí sí hay víctimas. Y son niños y niñas que han venido a España llenos de ilusión y esperanza en busca de un mundo mejor, y se les está marcando de por vida y rompiendo el alma.

Curiosamente, en ninguna de las manifestaciones feministas del 8M, se ha visto la menor alusión a esta monstruosidad. Ha imperado la ley del silencio por si como en la película de Martin Scorsese, el responsable pudiera ser “Uno de los nuestros”.

En este caso, se olvida la ideología, la defensa de los derechos de la mujer, los derechos del niño, los derechos humanos y todo lo que haya que olvidar. Aquí no pasa nada. ¿Cabe mayor abyección en todas esas feministas que claman justicia contra la violencia machista? ¿Cabe mayor hipocresía que el acoger a esas criaturas y no darse por enterado de que les están corrompiendo? ¿No sería mucho más justo el devolverlos al país del que proceden, en caliente, en frio o como les parezca?

¿Qué tipo de feminismo y de democracia es la que practican las activistas que protagonizaron las concentraciones del 8M, que expulsan de las mismas a otras mujeres, porque no son de izquierdas? ¿Es que no son mujeres con las mismas aspiraciones? Si no son de izquierdas ¿No pueden aspirar a la igualdad de derechos con los hombres?

Ahora resulta que el género también tiene ideología y quien no participe de ella, como pensamiento único y totalitario, es marginado y condenado ostracismo. Ese es el resultado de dividir a la sociedad, de enfrentarla, y de etiquetar como verdugo o víctima, según el pensamiento de cada persona.

Ante la agresividad de esta ideología voluntarista, los filósofos Jürgen Habermas, Bernard-Henri Lévy, Peter Sloterdijk y el sociólogo Irving L. Horowitz, realizaron sus respectivos análisis, en los que concluyeron en calificarla como “fascismo de izquierdas”.

 

César Valdeolmillos Alonso