La Iglesia católica ante el
proyecto de Declaración sobre las Normas Universales de Bioética
Intervención del delegado católico ante el Comité de la
UNESCO
PARÍS, miércoles, 1 septiembre 2004 (ZENIT.org).-
Publicamos la intervención del delegado de la Iglesia católica, el padre Gonzalo
Miranda L.C, decano de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina
Apostolorum (Roma), en la undécima sesión del Comité Internacional de Bioética (CIB)
de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO, por sus iniciales en inglés) que se celebró entre el 23 y el 24
de agosto en París sobre el proyecto de Declaración sobre las Normas Universales
de Bioética.
* * *
1. Interés de la Iglesia Católica por la Bioética
La Iglesia católica ha mostrado desde siempre vivo interés por las cuestiones
éticas relacionadas con la vida y la práctica de la medicina; y desde la
aparición de esa nueva disciplina que llamamos bioética, ha estado especialmente
atenta a su desarrollo y sus implicaciones, participando activamente en los
debates y diálogos suscitados en torno a ella.
Además de la tradición secular de la teología moral en relación la ética médica,
los últimos pontífices, especialmente desde Pío XII, han tratado más o menos
sistemáticamente todos los problemas importantes de la bioética.
Juan Pablo II dedicó todo un documento al tema del respeto de la vida humana (la
Carta Encíclica "Evangelium Vitae"). En esa carta cita el nacimiento y la
afirmación de la Bioética como uno de los "signos de esperanza" en nuestra
sociedad actual. Dice:
"Particularmente significativo es el despertar de una reflexión ética sobre la
vida. Con el nacimiento y desarrollo cada vez más extendido de la bioética se
favorece la reflexión y el diálogo -entre creyentes y no creyentes, así como
entre creyentes de diversas religiones- sobre problemas éticos, incluso
fundamentales, que afectan a la vida del hombre" ("Evangelium Vitae" 27).
Se comprende, por tanto, que la Iglesia Católica, y la Santa Sede en concreto,
miren con interés al esfuerzo que se está realizando en la UNESCO en vistas a la
redacción de una Declaración de Norma Universales sobre Bioética.
2. Las dos alas de la reflexión bioética católica
Como dice Juan Pablo II en su encíclica "Fides et ratio", "la fe y la razón son
como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la
contemplación de la verdad".
El católico está convencido de que la fe en un Dios creador y salvador de todos
los hombres arroja una luz luminosa y potente sobre toda la realidad humana,
individual y social. Esa luz, que para nosotros proviene de modo especial de los
libros revelados por Dios, favorece también la comprensión de los problemas
éticos presentados hoy por la práctica de la biomedicina y las acciones humanas
que inciden sobre la vida. Ayuda, ante todo, aportando una clara inspiración y
una fuerte motivación a buscar lo que favorece el bien del hombre y de toda la
comunidad humana; ayuda también ofreciendo algunos principios éticos
fundamentales, como el deber de respetar la vida humana. Finalmente, a partir de
esa inspiración y de esos principios, la fe ayuda a formular algunas normas
éticas concretas que sirven de guía ética a quienes profesan esa misma fe.
Pero el católico está convencido también de que el Creador ha dotado al ser
humano de la capacidad de comprender la realidad, comenzando por la realidad de
su propia humanidad; de ese modo el ser humano puede buscar la verdad de su
propio ser y tratar de comprender que ciertos comportamientos son
correspondientes e él y otros son contrarios a él (son los comportamientos que,
de modo espontáneo, calificamos como "humanos" o "inhumanos"). Es esta capacidad
del ser humano la que hace posible que dialoguemos y discutamos sobre lo que es
bueno o malo, aunque provengamos de sociedades, culturas y religiones diversas.
3. La biotecnología al servicio del hombre
En las primeras páginas de la Biblia se presenta al ser humano como parte de la
creación, y al mismo tiempo como un ser que ha sido hecho como superior a todas
las demás creaturas visibles. Creado "a imagen y semejanza de Dios" (Gén 1, 26),
el Creador le confía el resto de la creación y le encarga la "custodia y la
cultivación" del jardín del Edén.
Dios le ha dado al hombre la capacidad de indagar, de descubrir poco a poco las
estructuras mismas de la realidad física y de la vida; y le ha dado también la
capacidad de desarrollar técnicas que le permiten manipular y aprovechar para su
bien la realidad (como ha hecho desde la invención de la rueda hasta las
modificaciones genéticas de nuestros días).
La Iglesia católica, por tanto, tiene una visión positiva de la ciencia y la
tecnología (a pesar de las dificultades e incomprensiones que se han presentado
en algunos momentos de la historia). Como dice el Concilio Vaticano II: "Los
cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen
al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador,
están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo
de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio" .
El Papa Juan Pablo II ha dicho que "en el delicado campo de la medicina y la
biotecnología la Iglesia católica non se opone de ninguna manera al progreso" .
Al contrario, "la ciencia y la tecnología son un producto maravilloso de la
creatividad humana que es un don de Dios" .
Esta confianza en la razón y en la capacidad científica y tecnológica del hombre
no impide comprender que esas capacidades pueden ser utilizadas para el bien del
ser humano, o también en su contra (como, desgraciadamente, tantas veces ha
sucedido y sucede). De ahí nace la preocupación ética relacionada con la
medicina y la biotecnología y la necesidad de orientar el ejercicio de esa
capacidad con la reflexión ética y a veces con regulaciones legales.
4. Por el bien de todos los hombres
Una de las preocupaciones fundamentales de la visión católica de la bioética es
la de que no se ofendan los derechos de nadie, que no se practique ningún tipo
de discriminación injusta. El cristiano está convencido de que todos los seres
humanos somos hijos del mismo Dios; está convencido también de que Jesucristo
ofreció su vida por la salvación de todos. Como escribió San Pablo a las
primeras comunidades de la Iglesia antigua: "ya no hay judío ni griego; ni
esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús" (Gal 3, 28).
El hombre ha practicado demasiado la discriminación del otro, del diverso;
muchas veces los ha sometido, explotado y eliminado. Poco a poco, con grandes
dificultades y contradicciones, la humanidad ha ido progresando en la capacidad
de reconocer y respetar al otro sin discriminarlo; ha ido entendiendo que no se
puede aceptar la explotación del otro o su eliminación por motivo de su color,
raza, lengua, cultura, religión, sexo, condición física o psicológica, etc. Se
ha ido progresando en la comprensión de la igualdad en la dignidad de todos los
seres humanos, prescindiendo de sus condiciones y sus circunstancias.
Todavía quedan pasos que dar en esta dirección, sin duda. Y uno de ellos,
fundamental en nuestros días, es la comprensión de que la igual dignidad de los
seres humanos, siendo una cualidad intrínseca a nuestra humanidad, no depende
tampoco del grado de desarrollo físico o psicológico del individuo.
Parafraseando el texto de San Pablo podríamos decir que "ya no hay judío ni
griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer; ni nacido ni no nacido". No
vale menos el niño recién nacido que el joven o el adulto o el anciano (aunque
en cada estadio de desarrollo sean diversas sus capacidades y su inserción en la
sociedad); no vale menos el ser humano todavía por nacer que el ya nacido. Desde
que comienza a existir, el embrión humano es un miembro de nuestra familia
humana, alguien que ha comenzado su existencia humana, como la hemos comenzado
un día cada uno de nosotros.
La cuestión del respeto debido al ser humano desde su estadio embrional no
depende de la propia visión religiosa; es expresión más bien del principio de la
dignidad y la igualdad universal de todos los seres humanos, fundamento mismo de
la convivencia entre los hombres y entre los pueblos.
(Asimismo, la cuestión del estatuto humano del embrión humano no es cuestión de
fe ni meramente filosófica: es la ciencia de la embriología humana la que nos
muestra que desde el estadio de zigoto en adelante se desarrolla el mismo
organismo vivo, es decir, el mismo individuo de la especie humana).
5. Bioética y Bioderecho
Otra cuestión fundamental es la de la relación entre la ética y el derecho.
Tanto que después de la bioética se ha originado el "bioderecho".
Es importante recordar que la ley civil y la moral no se identifican pero
tampoco son ajenas una a la otra . La ley civil no puede ni debe regular los
comportamientos humanos en los que está en juego exclusivamente la moralidad
personal de los individuos; en ese ámbito solamente la reflexión ética puede
ayudar a regular el comportamiento formando la conciencia de las personas.
Por otra parte, sin embargo, el derecho debe intervenir para regular los
comportamientos humanos en los que está en juego la relación entre los
individuos, con el fin de garantizar, en la medida de lo posible, el respeto de
los derechos de todos. Y debe, sobre todo, procurar proteger a los más débiles e
indefensos contra los eventuales abusos de los más fuertes.
La bioética, por tanto, debe favorecer el diálogo abierto y sincero entre todos,
en el esfuerzo por llegar a formular convicciones éticas que puedan guiar el
comportamiento de los individuos, grupos e instituciones a partir de la
conciencia de cada uno. El derecho no puede imponer a la sociedad las
convicciones éticas de un grupo, pero sí puede, y debe, impedir que individuos o
grupos actúen de modo que ofendan la dignidad y los derechos de los demás,
especialmente de los más débiles. Por ello mismo, la bioética debe solicitar y
ayudar al bioderecho para que regule la práctica de la biomedicina, la
investigación y las aplicaciones de la biotecnología favoreciendo el respeto de
todos.
6. Consideraciones específicas sobre el proyecto de Declaración de Normas
Universales de Bioética
Me permito ahora hacer algunas breves consideraciones a propósito del proyecto
de Declaración de Normas Universales de Bioética de la UNESCO.
1- Ante todo, creo que puede tratarse de un importante instrumento cultural que
ayude a progresar en la conciencia y la sensibilidad ética y bioética en todo el
mundo. No sería en cambio un instrumento de verdadero progreso si se pretendiera
imponer a todos los pueblos una bioética "estandarizada" desde lo alto,
prescindiendo de las diferencias culturales y religiosas de cada lugar. En este
sentido sería importante considerar bien cuál habrá de ser el carácter del
documento y cuáles serán sus funciones y aplicaciones en relación con las
naciones.
2- En segundo lugar, me parece imprescindible que un documento producido por la
UNESCO, es decir por una agencia de Las Naciones Unidas, se base sustancialmente
de la Declaración Universal de los Derechos humanos de 1948.
En este sentido, el texto de la UNESCO, mientras tiene en cuenta y respeta las
diversas visiones culturales, éticas y bioéticas, no debería proponer, aprobar o
avalar cualquier tipo de práctica que contradiga los derechos fundamentales
proclamados en aquella Declaración. Y tratándose de cuestiones que tienen que
ver con la salud y la vida, debería tener en cuenta de manera especial el
derecho a la vida proclamado en el artículo 3 de la Declaración.
En la defensa de ese derecho, como de todos los demás, se debería aplicar el
principio de no discriminación solemnemente proclamado en el artículo 2, donde
dice que los derechos y libertades enunciados en la Declaración corresponden "a
todo individuo... sin distinción ninguna por motivos de raza... o de otra
condición".
Sabemos bien que hay diferencias en la interpretación de estos principios
universales y en su aplicación al campo de la bioética. Pero por ello mismo, un
documento de la UNESCO debería evitar proponer, aprobar o avalar un
comportamiento que sea visto razonablemente por algunos grupos humanos como
radicalmente contrario a los derechos humanos. En temas profundamente
conflictivos, como el aborto, la eutanasia, la utilización de embriones para la
experimentación, etc. la UNESCO no debería permitirse pronunciarse a favor de
una visión que es vista por muchos como la negación de derechos humanos
fundamentales. Sería una traición al sentido mismo de las Naciones Unidas y a la
carta magna de los derechos humanos.
3- Finalmente, creo que se debería evitar, por prudencia y honestidad
intelectual, cualquier tipo de "aprobación indirecta" o implícita, de esas
prácticas fuertemente conflictivas. Es decir, habría que cuidar que la mención
reprobatoria de una práctica determinada, universalmente condenada, con la
omisión de una práctica similar y alternativa, pueda ser interpretada como la
tácita aprobación de esta última. Me refiero por ejemplo a la eventual
condenación de la "eutanasia involuntaria" que pudiera llevar a concluir que se
aprueba implícitamente la eutanasia voluntaria; o a la condena de la llamada
"clonación reproductiva" con la tácita e implícita aprobación de la llamada
"clonación terapéutica". Si se decidiera pronunciarse sobre una de ellas se
debería mencionar también explícitamente la otra, eventualmente aclarando que no
se toma una posición definida por tratarse de materia fuertemente debatida y que
ello no significa ningún tipo de aprobación de esa práctica por parte del
documento.
7. Conclusión
Concluyo reconociendo el importante esfuerzo que la UNESCO y concretamente este
Comité Internacional de Bioética está llevando a cabo con ese proyecto.
La Iglesia Católica espera que el espíritu de diálogo y la honestidad
intelectual y ética de este comité contribuirán a que se realice el deseo
expresado por el Sr. Matsuura, Director General de la Unesco en su discurso del
pasado abril: "la futura declaración sobre normas universales de bioética será
delineada para asegurar el respeto de la dignidad humana, los derechos humanos y
las libertades fundamentales, y en el espíritu de pluralismo cultural que es
inherente a la bioética".
Sólo de esa forma la Declaración ayudará, como el mismo Director General decía,
"a restaurar la confianza de la sociedad en la ciencia". Sólo así ayudará
también a reforzar la confianza de la sociedad en la misma UNESCO.
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