Fe y Obras

María, pilar de nuestra fe católica

 

 

11.10.2013 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Es muy común equiparar el pilar al que fue llevada por ángeles la Virgen María para confortar a Santiago, en su camino por España, con lo que supone para los católicos la Madre de Dios en cuanto verdadero pilar sobre el que sostener nuestra fe, nuestra existencia y nuestro ser.

Y es que, en realidad, así es.

María es pilar porque es fidelidad y entrega a Dios y con ella supo qué debía hacer ante lo que le hacía saber el Ángel enviado por Dios en aquel momento tan crucial de la historia de la humanidad.

María es pilar porque es mediadora del hombre ante Dios Nuestro Señor y con tan mediación intercede por sus hijos que somos todos pues todos les fuimos entregados por Aquel que, en aquel momento, tanto sufría en sus últimos momentos de Pasión terrena.

María es pilar porque es auxilio de tantos y por tantos.

María es pilar porque es ejemplo a seguir por todos aquellos que nos consideramos hijos de Dios pues, a lo largo de su vida todo lo llevó en su corazón y el silencio (poco sabemos, aunque importante, de la Virgen) abundó más que el sometimiento al devenir del mundo. Oraba a Dios porque era, a su vez, su Madre y eso, que es un gran misterio para nosotros, nos sirve también de escabel sobre el que mirar nuestra propia vida y nuestro futuro personal.

María es pilar porque fue discípula de Cristo, seguidora de su Hijo y, como tal, nos sirve de nexo de unión, además por ser Madre, con Quien quiso morir por nosotros.

María es pilar porque es misionera al llevar, allí por donde fuera tras la ascensión de Jesús a los cielos, la Palabra de Dios por habérsela escuchado al Mesías enviado por Dios a través de su vientre de Madre Inmaculada.

María es pilar porque con su vida manifestó que no es imposible acercarse a Dios hasta límites a veces impensables para el común de los mortales sino que, con perseverancia en la oración y con franca intención de estar cerca del Creador, eso es posible.

María, pues, es pilar de una fe que se dice católica y que, por ser universal, no puede permitir que el proceso de desacralización que se está produciendo en nuestro mundo occidental termine con aquello que nos forma como seres humanos.

Además, y por si lo hasta ahora levemente apuntado no fuera suficiente, también celebramos, junto al día de El Pilar, todo lo relacionado con la Hispanidad. Supone, por una parte, el descubrimiento de un nuevo mundo pero, por otra parte, el espacio oportuno de evangelización que necesitaba aquel mundo. Y eso también se lo debemos a María, Madre de Dios y madre nuestra. Y celebrarlo todo el mismo día es, se diga lo que se quiera decir, un gran gozo para un católico.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net