Fe y Obras

La Sagrada Familia es Familia Sagrada

 

 

20.03.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


No podemos dejar de reconocer y de admirar que Dios hace las cosas como quiere y que tal querer es, para nosotros, un misterio demasiado grande como para comprenderlo en su totalidad.

El caso de la familia que formaban José, María y Jesús, la Sagrada Familia, es un caso muy especial de tal forma de hacer las cosas.

Jesús llegó al mundo en el seno de una familia sumamente curiosa: un padre seguramente mayor, una madre muy joven y unas condiciones de embarazo peculiares.

Hablemos  primero de José porque aquel hombre, reconocido como fiel y justo, había sido elegido por Dios para cumplir una misión tan importante como para formar una familia, la Familia.

El papel de José no fue fácil. Se encontraba ante una situación muy difícil conocida por todos. Sin embargo, supo salir delante de una forma sencilla: confió en Dios y en su enviado y tomó a María como esposa.

Por eso cuando celebramos el día de san José hacemos lo propio con el de una persona creyente judía que supo atender a la voluntad del Creador y, sin preguntarse más, dedicó el resto de su vida al cuidado de la familia que se le había entregado.

María, por su parte, también dijo sí. Su contribución a la Sagrada Familia es, como se puede imaginar, fundamental. Sin ella la cosa no habría salido como salió y, aunque es bien cierto que Dios podía haber hecho que su Hijo viniera al mundo de otra mujer, no por eso podemos despreciar el papel que cumplió, a la perfección, aquella joven judía.

A aquella familia le faltaba uno de sus miembros sin el cual nada hubiera sido como fue ni, sobre todo, sería como es.

Aquel niño, que llamarían Jesús por indicación del Ángel Gabriel, iba creciendo en edad, sabiduría y gracia ante Dios. Y tales palabras, que podemos leer en el evangelio de san Lucas muestran, a la perfección, qué significaba para Dios tanto José, como María y Jesús.

Aquella Familia es el ejemplo que se suele poner a la hora de especificar qué significa constituir una de la que pueda predicarse que es cristiana. No es poco decir esto porque es lo mismo que sostener y defender que los tres miembros de aquella pequeña Iglesia doméstica han servido, desde entonces, para conocer y reconocer lo que es ser familia discípula de Cristo.

La Familia Sagrada es, efecto, Sagrada Familia. Lo es, primero, Familia, por constituir un grupo de creyentes bien determinado, con las funciones de cada de ellos establecidas para ser cumplidas; lo es, luego, Sagrada, por haber sido constituida por Dios mismo mediante un mensajero muy especial como fue su Ángel, llamado Gabriel.

Y es por eso que, ahora mismo que vivimos unos tiempos en los que la familia llamada tradicional (¿puede haber otra que así pueda llamarse?) está tan denostada y capitidisminuida en sus funciones sociales, puede mirarse en aquella que, en el principio de todo lo bueno y mejor que ha sucedido a la humanidad, supo cumplir con una misión muy difícil que incluyó, por el ejemplo, el exilio de su tierra palestina hacia tierras lejanas de Egipto y otras muchas circunstancias conocidas por todos.

Y así, seguramente, trazaremos mejor el camino que nos lleve hasta el definitivo Reino de Dios donde, con toda seguridad, nos esperan con los brazos y el corazón abiertos.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net